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Haciendo irlandesitos. por nezalxuchitl

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La tormenta los alcanzo a un tercio del camino entre Kilmanahan y Kilsheelan, justo donde el camino pasaba entre la primera y mas pequeña de las colinas Nile y sus hermanas, mas abruptas.

-¡Alto ahí! ¿Quién va? – les grito uno de dos hombres apostados en lo alto de las rocas, como cabras.

Como cabras, con tremendos sombreros y humeantes arcabuzones del siglo antepasado.

-¡Buscamos a Gwaine Macken!

-¡No encontraran a ese pecador entre los santos hermanos de Plymouth!

-¿Qué eso no esta en Inglaterra? – pregunto Brian.

-¡Los santos hermanos de Plymouth huyen de la iniquidad, donde quiera que se encuentre!

Que orejas tenían, habia que reconocerles.

-¿Cómo se que no me mienten y esta en el cepo?

-¡Mentir es pecado y en el cepo se encuentra una mala turra que cometio el pecado de alimentar a una paloma, un ave pecaminosa!

El agua que bajaba de las montañas y agarraba el camino como rio para llegar al lago empujo la carreta. Brian se hizo cargo de las riendas.

-¡El agua pecaminosa os castiga por vuestros pecados, ingleses!

-¡Somos irlandeses! – protestaron los dos hermanos.

-Lo sabemos, pecadores, pero asi llamamos a los gentiles. – dijo con desprecio – Sigan por el sendero de la perdición.

-No creo que podamos seguir a ningún lado. – resoplo Brian. El agua seguía subiendo y amenazaba con volver canoa la carreta. - ¡Oigan! Mi esposa esta embarazada.

-El embarazo es pecaminoso.

-Pero necesario. – dijo el del otro arcabuz.

-¿La hospitalidad es pecaminosa? Solo necesitamos un lugar donde poner a salvo la carreta y los animales.

-La hospitalidad es una obra de caridad, y la caridad no es pecaminosa. – dijo el líder al otro, y luego a ellos – Retrocedan un poco y entren por el sendero que les mostrara Abrhaham.

Dom lo hizo, pues era mas hábil conductor que Brian. Un rayo impacto en lo alto de la montaña pequeña, sobre un hermano de Plymouth que vigilaba las aguas del lago con el arcabuz sobre el hombro. Piedras que cayeron sobre el camino fueron arrastradas por la corriente. El segundo de aquellos locos en hablarles los condujo hacia unas pequeñas edificaciones en la ladera mas suave de las montañas Nile.

Atoraron la carreta con piedras, Brian les ayudo. Una niña le indico a Domhnall donde llevar los animales y luego que la siguiera. Una turra avinagrada le ofrecio ropa seca. Dom salio de la pequeña habitación vistiendo uno de aquellos miserables atuendos de cuello alto almidonados, blancas la camisa y el gorrito y negro desteñido el vestido. La avinagrada le indico donde colgar sus ropas exprimidas y que se sentara junto al fuego.

-Eres hermoso.- le dijo con rencor.

-Gracias.

-La hermosura es pecaminosa.

Brian llego poco después, calzando un par de aquellos ridículos e incomodos zapatotes de hebilla. Los hermanos se rieron uno de otro, ganándose la desaprovacion de dos docenas de caras largas que se apretujaban en el extremo mas alejado del fuego de la habitación, pues, naturalmente, la risa era pecaminosa.

Los hermanos se contuvieron. Solo seria en lo que pasaba la tormenta, e incluso, podrían verificar que de verdad Gwaine no estuviera preso.

-¿Por qué no se acercan al fuego? – invito Brian, pegándose a Dom y provocando con ello una oleada de indignación.

-El fuego es pecaminoso.

-¡El diablo vive en el! – grito una exaltada anciana con los dientes amarillos y salientes. Los que le quedaban.

Las tripas de Brian gruñeron.

-¿Podrian vendernos un poco de comida? – pregunto Dom.

-Vender es pecaminoso.

-¡El dinero es del diablo! – grito la exaltada de antes.

La avinagrada que asistió a Dom salio y regreso con sendos tazones de gachas bien gachas, asi como con dos panes duros y correosos. Brian intento entrarle al suyo con las muelas, pues calculaba que quería conservar los dientes.

-No oran antes de comer. – susurro uno a otro.

-No dicen sus oraciones papistas y pecaminosas. – los vio como si hubieran extinguido a los koalas otro.

Dom hizo la señal de la cruz y rezo el padrenuestro. Catolico.

-Mira como nos ofenden. – mascullo un vejete.

-Diciendo sus blasfemias y herejías delante de nosotros.

-¡Los herejes son del diablo! – grito la vieja bruja.

Dom lo llevaba con mas paciencia que Brian y lo controlaba. Pero su hermanito estaba que hechaba chispas contra aquellos miserables.

La noche era aun mas negra si cabia por la tormenta. Ni Domhnall ni Brian creían que pudiera llover tan recio tierra adentro, pero lo hacia.

-Estamos cansados. ¿Podemos dormir? – dijo luego de acabarse lentamente, y con ascos por primera vez desde que estaba embarazado, el medio tazon de gachas que Brian le dejo.

-Los esposos duermen juntos. – dijo el vejete.

“Gracias, y donde podemos hacerlo”, parecía a punto de preguntar Domhnall cuando la turra avinagrada dijo con una sonrisa desagradable y lujuriosa:

-Los esposos deben tener sexo.

-¡¿Qué!? – se le salio a Brian.

-Deben hacerlo. Lo dice la biblia. – dijo el del arcabuz que primero les habia hablado, todavía con el arcabuz.

-Los católicos debemos abstenernos el dia que se celebra a san Patricio, aunque no sea su mes. – trato de librarse aun ecuánime Domhnall.

-Sus costumbres son abominación. – dijo Arcabuz 1, mirando luego a Dom y relamiéndose – Mientras estén entre los santos hermanos de Plymouth deberán cumplir con los sagrados dictados de las Escrituras.

-¡Estan locos! – bufo Brian.

Y Domhnall, calmándolo.

-Esta bien, lo haremos. Dejenos a solas.

-Entre los santos hermanos de Plymouth todos somos Testigos de la Verdad. El Justo Juez – señalo al vejete – y sus esposas – la avinagrada y otras -, el Fiel Guardian – se señalo – y sus esposas -, los Fariseos del Templo, y sus esposas, todos, debemos testificar que los esposos cumplan con el mandamiendo.

-¡Estan locos! Vamonos de aquí, Brian.

-¡Oh! No se iran. – mas locos depravados se asomaban por las otras puertas, por las ventanas – No debemos permitir el pecado.

-¡El pecado es del diablo! – grito la sexta esposa del Justo Juez.

-¡No voy a acostarme con Domhnall! – grito Brian.

-Si una esposa inglesa no es bien servida por su marido, puede probar a los santos varones de Plymouth…

-¡Tan solo intenten ponerme sus asquerosas manos encima! – salto Dom, blandiendo su pan.

-¿Por qué no cumplen con su deber conyugal? – lo invito Arcabuz – Testificaremos y los dejaremos ir.

Domhnall miro a Brian, tomo su mano (aspiración emocionada de los depravados) y le dijo:

-Tenemos que decirles la verdad.

-¡La verdad es del diablo! ¡Ah! – alguien le pego a “Gruñis” – No, esa no.

-La verdad es que somos hermanos.

-¡Incesto!

-¡Abominacion!

-¡Lujuria!

-¡Pecado!

-¡El diablo!

-¡Basta, basta! – grito Domhnall – Somos hermanos, no esposos. Dejenos en paz.

-Tu estas embarazado. – dijo Arcabuz 1

-¡Bastardo!

-¡Ramera!

-¡Lujuria, pecado e incesto!

-¡Abominacion!

-¡No, no! ¿Qué no entienden? El bebe no es de mi hermano…

-¡Es del diablo! – grito la exaltada Gruñis.

-¡Del diablo! – gritaron todos.

-¡Incesto, pecado, concubina de Satanas!

-¡El anticristo! ¡Nacido de la meretriz de Babilonia!

-¿Pero que no es de Irlanda? – pregunto Arcabuz 2 a 1, que se encogio de hombros.

-¡El Apocalipsis!

-¡Por eso el cielo cae sobre nosotros!

-¡Cuanta abominación, aborrecible inquididad, en nuestra casa!

-¡El Anticristo! ¡El hijo del diablo, la abominación y el incesto!

-¡Son pelirrojos!

-¡Son zurdos!

-¡¡¡Son del diablo!!!

 

***

Como si fueran de la armada inglesa, es decir, sin literal un momento que perder y hasta colgando pañuelos para que el clíper navegara mas rapido. La pequeña embarcación apenas tenia cabida para los dos amigos, al menos, con el minimo lujo que Pacino estaba dispuesto a tolerar.

Una larga otomana en la que recostado de lado jugueteaba con la sabana, como juguetearia con la turra en cuanto la tuviera. Papa Brendan, sentado en el arcon de la ropa de Pacina, orientado hacia el lado contrario al que la embarcación escoraba, bebia a sorbitos su oporto.

Jamas agradecería apropiadamente la prontitud con que Pacino se movio. No espero ni a que terminara la noche: ordeno de inmediato que preparan el clíper, lo dejo bebiendo un par de horas y bajo la misma luna, hundiéndose ahora en el arco del océano, embarcaron rumbo a la península de Iveragh.

Ese era un amigo, un hombre de fiar. Mas digno de llamarse varon que muchos otros, como su frustrado yerno, al cual no podía perdonarle que dijera que la libertad de Irlanda le valia un comino. Eso, y que quisiera llevarse a su turrita de su lado eran las dos cosas que mas le desagradaban, pues que bebiera un poco podía perdonársele por su corta edad, lo mismo que la corta edad.

Que embarazara a su Domhnall y lo hiciera sufrir eran cosas por las que lo ahorcaría, si volvia a verlo, cosa de la que, ahora que tenia la solución, ya no estaba tan seguro.

¿Y si el jodido borracho reaparecia cuando ya Domhnall estuviera casado? Al no perdonaba a los varones, no le agradaban en absoluto.

Aun recordaba la primera vez que lo vio: adusto, hermoso, con el pelo corto. Pero ni las cejas espesas ni la ropa de varon podían ocultar que era una hermosa turra. Su juventud, que fuera extranjero, italiano, hacían dudar a la mayoría. Total: los italianos son bajitos, los jóvenes delicados de facciones.

Tampoco Paddy O’Connor dudo, y en respuesta a su confianzudo “Encanto, que hace una turra tan bonita como tu de traficante” recibió una retorcida de bolas que se las dejo como si se las hubiera agarrado un molino de viento.

-Soy un varon. – le dijo con un marcado acento, una voz suave estremecedoramente peligrosa.

Si los demás lo dudaron, se lo guardaron. Despues de todo, mientras los rifles fueran rifles, no tenían nada que objetar a quien se los vendiera.

El aun no conocía a Mary y estaba enamorado de la libertad de Irlanda. Respetuoso y reservado, sintió que tenia mas en común con el que con algunos de sus compañeros, los mas vociferantes.

Habia turras involucradas en la lucha; viudas, creyentes, cuidadoras de sus varones. Turras que enfrentaban el fusilamiento sin venda en los ojos, turras valientes.

Pero turras todas, que se comportaban como turras. Al era como un varon en todo menos el cuerpo. Le hizo pensar en Juana de Arco, que renuncio a su femineidad, aunque con Al era diferente. No creía que hubiera sido femenino alguna vez.

Una vez que se ganaba el respeto de sus compañeros, se sentia realmente comodo entre ellos. Encajaba, no como las otras turras que a la postre se sentían atraídas por uno o por otro, o por varios, y se entregaban a la sexualidad con la misma liberalidad que los antiguos paganos.

No, Al era una turra que se daba a respetar. Incluso, como uno mas de ellos, para remarcar, coqueteaba con las turras: posaderas, campesinas, rebeldes. Las turras con las que ellos estaban en contacto. Se hizo una reputación, en ese sentido, y nadie pudo dudar, por sus actos, que no fuera un varon de verdad.

Pero la gente es cotilla, y habia tenido noticias a través de los años, rumores que no podía creer y que consideraba malintencionados.

-¿En que piensas? – le pregunto Al, los mismos rasgos delicados que nunca se habían arreciado, si bien ahora, con el paso de los años, el contorno del rostro no era tan definido.

Las mejillas se le habían caído un poco, las ojeras eran profundas, las arrugitas en torno a los ojos visibles, aunque no marcadas. Recompensa de lo sereno de su gesto.

-En mi hijo turra. – se paro Brendan, chocando con el techo de la cabina – En lo bien que te han tratado los años.

Hablar de su riqueza, o de como la habia obtenido, seria rudo. El tópico era neutro, además de verdadero.

-Me enorgullezco de mi cintura. – sonrio Pacino.

-Igual que yo. – se carcajeo Brendan – ¿Sabes? Todavia concervo ese rifle americano de los que nos regalaste. Hubieras visto la cara de los ingleses cuando se los vieron a Caoimhe y a sus hombres. Creo que creyeron que las colonias los habían traicionado otra vez.

Pacino sonrio, estirándose en la otomana.

-Me alegre cuando supe que sobreviviste. Que te habias casado.

-Me sorprende que lo supieras. Espero que no tengamos ningún delator.

-¿No soy todavía parte del An Eireann?

-Tienes razón, discúlpame. Asi que supiste que me habia casado. Yo también supe de ti.

-¿Ah si? ¿Qué cosas?

-Rumores, sinsentidos. Una que otra cosa verdadera, como que te habias mudado a Portugal.

-Es mejor para los negocios. ¿Cómo crees ahora en la libertad de Irlanda?

Brendan se paseo.

-Creo que los nietos de mis nietos la tendrán, tal vez. Irlanda es libre, ¿sabes? En el corazón lo es. Nada puede doblegar el espíritu: nos mataron de hambre, nos mataron de todos los modos posibles, pero jamas nos rendimos. Si en cuatro siglos no nos hicieron ceder a la voluntad de su religión inglesa… sabes que no me refiero solo a su papisa Victoria, ¿verdad?

Al asintió.

-¿Qué opinas de los que se van?

-Son unos cobardes. Por eso no quería irme. Pero por mi hijo lo hubiera hecho. Su libertad esta por encima de la de Irlanda.

-Debe ser muy noble tu hijo.

-Mucho en verdad. Dudo que el sepa cuanto.

-Hablame mas de el.

Las horas se le hicieron gratas a Brendan hablando de su precioso hijo.

  Continuara...  
Notas finales:

Habia tantas y tan desorganizadas sectas, que quemaban gente a mansalva, a lo largo de los siglos quince a diecinueve, que hacian ver a la Inquisicion como una pandilla de aburridos burocratas que no hacian bien su trabajo.

Just saying.

Besitos.


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