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Huellitas - Haikyuu - Oikawa por Sickactress

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Extra 2

 

Cuando Matsukawa y Hanamaki supieron que el cachorro de Tooru se había quebrado la patita, ya habían transcurrido tres días después del incidente. Durante el desayuno Hanamaki no podía parar de reír por la ocurrencia de Tooru al haber arrollado al pequeño cachorro de Iwaizumi con la motocicleta, su diversión era tremenda a comparación del desconcierto que expresaba a sus espaldas un recién despertado Matsukawa; quien sostenía un café cargado, sentado en su cama.

 

 – Cómo pudo arrollar a ese pobre cachorro – Matsukawa le dio otro sobro a su café y suspiró en lo que imaginaba a esa regordeta criatura estremeciéndose de dolor a mitad de la calle – idiota…

 

– Tranquilo, no estuvieron tan mal – correspondió Hanamaki al termino de sus palabras, callando el sermón de su Mattsun como si mirar la pequeña vitrina de sus adorables hámsters fueran la mejor sintonía en la televisión. Hacían que las mañanas fueran divertidas – El cachorro está bien.

 

– Lo dices como si estuviera exagerando – Ladeó la cabeza, intentando ver qué es lo que Makki encontraba tan divertido en esa vitrina. Sólo eran dos hámster corriendo en su rueda – ¿Esperas que ellos salten a morderte? – sonrió Matsukawa, aunque algo celoso de sus pequeños “bebes”.

 

– Te parecerá desagradable o algo traumatizante, pero dicen que los hámsters se comen entre sí.

 

Matsukawa frunció el entrecejo entre lo confundido y extrañado, dejando el café a un lado con lentitud y acercándose a la vitrina de los hámsters temiendo lo que iba a encontrar. Lo siguiente que vio fue que el apacible hámster de orejas oscuras vigilaba que el intrépido hámster de lazo rosa no se lastimara por andar corriendo, no dentro, sino por encima de la rueda. ¿Eso sería algo de lo que tuviera que preocuparse? Bueno, Matsukawa no tenía experiencia criando hámsters, y aún si Hanamaki le hubiese dicho que esas criaturas guardaban un sueño frustrado de querer volar le habría creído con todo el devoto cariño que le tenía; pero… ¿comerse entre ellos?

 

– Debes estar bromeando, Makki, ellos no serían capaces – Matsukawa volvió a su cama y se envolvió en la sabanas ya que era fin de semana y no había trabajo ni estudios. Su fin de semana, ya que el siguiente viernes sería su turno de dormir en casa de Hanamaki – Acuéstate conmigo…

 

Por un corto momento Hanamaki se reusó, estaba atrapado en sus pequeños y esponjosos críos; los cuales ruborizaban sus mejillas desde el primer día que los compró en la tienda de mascotas. De verdad que los adoraba, aunque el hámster de lazo rosa parecía odiarle por haber cargado a su amigo de orejitas oscuras. Sin embargo, no hace mucho, mientras Mattsun seguía durmiendo,  Iwaizumi llamó a su teléfono para relatarle la trágica historia sobre la deshidratación de su gatito y presumir sobre el cachorrito más adorable que había visto en su corta vida. Estaba… celoso…

 

– ¡Mattsun, Mattsun, Mattsun! – Hanamaki dio un brinco sobre Matsukawa y le dio por cabalgar suavemente sobre su espalda para despertarlo. Por supuesto, Matsukawa sólo se limitó a gemir en lo que Hanamaki le exprimía el aire de los pulmones – ¡Mattsuu~! ¡¡Le-van-ta-te!!

 

Matsukawa logró su cometido con distraer a Hanamaki de los hámsters y convencerlo de venir a la cama… pero tal vez no del modo como lo había imaginado. Él quería ser abrazado, no… esto.

 

– Está bien... tranquilo, tranquilo ¿Qué sucede, Makki...? – Matsukawa frotó sus ojos; pero tan pronto como volvió a pegar el rostro sobre la almohada, comenzó a quedarse dormido.

 

– Conversé con Iwachan hace un rato por teléfono y quiero que me acompañes a visitarlos. Dice tener al cachorro perfecto y quiero presumir nuestros hámsters… ¿me estás escuchando?

 

– No… – gruñó, divertido. Amaba a Hanamaki por sobre todas las cosas y no podría decirse que dormir era la excepción. Estaba en serio locamente enamorado de “su algodón de azúcar”; pero es bien sabido que las noches se hicieron para descansar, y pues… Hanamaki lo tuvo esclavizado con el hábil meneo de sus caderas y el dulce sonido de sus gemidos. Era suyo – Sí… – balbuceó.

 

– ¿Y qué fue lo que dije? – desafío Hanamaki, recostándose de pecho sobre la amplia y desnuda espalda de su adormilado novio; a dedicarle una libidinosa mordida en el contorno de una oreja.

 

– Dijiste… – Una corriente eléctrica erizó los vellos de su cuerpo, al sentir el tibio aliento de Makki acariciando su oído derecho… tan gratificante sensación – algo referente al cachorro que Oikawa adoptó para Iwachan – Entonces Matsukawa se impulsó de sus férreos brazos y se giró a recostar el cuerpo de Hanamaki bajo el suyo, aplastándolo en lo que se quedaba dormido – Estás helado…

 

– Y tú… estás muy pesado… – Dejó salir el aire bajo el cuerpo inamovible de Matsukawa; quien parecía haberse quedado dormido sobre él – Mattsun… – Falto de aire, apoyó sus manos en los hombros de Matsukawa y extendió los brazos, logrando quitárselo de encima con esfuerzo.

 

Pero Matsukawa fue más veloz de lo que se esperaba y pronto Hanamaki fue arrastrado por la extensión de sus piernas, con dominancia. Su peli rosa cabellera abandonó las almohadas y fue forzado deslizarse por el colchón hasta sentir una deliciosa presión entre sus piernas; un sublime roce que se intensificó con la aproximación de los labios de Mattsun y su apasionante habilidad en el arte del beso húmedo y profundo. Hanamaki, tentado por el sorpresivo lívido de su novio, gustoso abrió un campo entre sus piernas saboreando la exigencia que Mattsun imponía con sus fuertes brazos para abrirse entre ellos a placer. Como siempre, deleitándose con su flexibilidad mientras le forzaba a abrirse más y más para él, y enamorándose con la honestidad de su cuerpo.

 

– Makki – Matsukawa se encorvó a susurrarle por encima de su vientre, distorsionado en la idea de que alguien podía oírle ahí dentro – Justo ahora nos dimos un beso… y la humedad ya se ha asomado aquí abajo. ¿Por qué eres tan hermoso y tan sencillo? Acabaras conmigo algún día.

 

– Mattsun… – gimió, enloqueciendo a Matsukawa con su dulce voz. Resguardado en la oscuridad de sus parpados susurró con temblorosos labios los besos que Mattsun recorría por encima del bóxer; llenando sus pulmones de impaciencia por el mezquino contacto de su lengua – ahh…

 

Afanado en la sequía sexual donde Matsukawa lo estaba condenando, Hanamaki se aferró a su única salvación y acarició con debilidad las muñecas de su injusto amante, imaginando que ese lindo cachorrito le esperaba en casa de Oikawa. Ese perrito con quien aún no había podido jugar, y de quien desconocía la suavidad de su pelaje y la calidez de sus lamidas. Hanamaki estaba muy ansioso, pero no… ahí, detrás de la certera mirada de Matsukawa, yacía un hombre desmedido de amor que reclamaría primero su existencia antes de cedérsela a sus más cercanos amigos. 

 

 


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