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FUCK ME | jikook por mrsswag9394

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—Oh, cielos...

 

Jimin escondió su rostro en sus manos.

 

Era una discusión fuerte. No habían tenido una así desde hace mucho tiempo. Desde hace cinco meses para ser exactos. Cuando le hizo el amor por primera vez a bunny. Y se sintió peor cuando pensó en ello porque nuevamente la pelea se había originado por culpa del pelinegro, con la diferencia de que esta vez Irene no sabía absolutamente nada de lo que ocurría. Y que ahora todo era ridículamente más peligroso de lo que deseaba.

 

—Lo siento —atinó a decir.

 

Pero no lo sentía en realidad. Nunca se arrepentiría de nada que involucrase a su pequeño.

 

—Y-yo... realmente quiero confiar en ti. ¡Pero cómo hacerlo si hasta me lo has confirmado!

 

Irene estaba destrozada y a Jimin comenzaba a desesperarle. No soportaba sus agudos chillidos, sus adorables muecas de dolor le irritaban de sobremanera y solo quería soltar un frustrado grito y desahogar así todo lo que lleva en su interior. Se sentía impotente, con muy poco valor. Pero eso Irene no lo notaba y solo seguía llorando desesperadamente, mientras le echaba la culpa. Como si él la tuviese en realidad.

 

 

 

O quizá sí.

 

 

 

Bueno, sí que era su culpa pero ella tampoco era una santa. Es decir, era demasiado santa y ese era el jodido problema... algo así. ¿Entienden ahora el lío en la cabeza del pobre Jimin?

 

—¿Es Seulgi?

 

—¿Qué? ¡No, por dios!

 

—¡No me mientas, Jimin!

 

—¿Tan siquiera te escuchas? ¡No seas absurda! ¡ES MI JODIDA SECRETARIA!

 

—¡No me grites!

 

—¡Pues entonces deja de decir estupideces!

 

 

 

 

 

Irene no tuvo mejor cosa qué hacer que ponerse a llorar de nuevo como la mártir que, todos conocían, era. Se dejó caer de rodillas con sus manos cubriendo su cara mientras sus sollozos se hacían más fuertes. Jimin solo se sentó con pesadez en el mullido sillón evitando a toda costa mandarla a la mierda por inmadura. Tomó un vaso y se sirvió wiski en un intento de relajarse.

 

 

Quería pensar.

 

 

Tal vez esto era algún tipo de señal para dejarlo de una vez por todas. Para mandar ahora sí todo al carajo y estar con la persona con la que en realidad quería. Y luego se dio cuenta de lo idiota que estaba sonando. Jeongguk era solo un mocoso que no podría cumplir sus expectativas y además era demasiado joven para darse cuenta de la realidad, o eso creía él. No podía hacer nada porque aparte de que esa otra relación no daba ningún fruto, y había comenzado a causar problemas, sería completamente asqueroso para cualquier persona con sentido de la moral... o con sentido común. Tío y sobrino, qué lindo. Oh, y si es que eso no fuese suficiente, Jeongguk solamente tenía catorce años y él treinta y tres. Era absurdo por donde se lo mirase y sin duda iría preso y se ganaría el odio y el asco de muchas personas.

 

 

Entonces es por eso que Jeongguk siempre le decía que ni se le ocurra revelarlo.

 

 

El chico era listo.

 

 

 

 

 

Jimin notó entonces que un niño pensaba mejor las cosas que él. Y no le sorprendía en realidad. No si y cuando se trataba de Jeongguk. Pues eso era lo que más le atraía de él, dejando de lado lo físico, le gustaba la madurez tan disonante con su tierna edad. Ese contraste entre los lados de su compleja personalidad. Todas esas piecitas llamadas Jeongguk le estaban consumiendo y no sabía si calificarlo como bueno o malo.

 

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un extraño y a la vez conocido tacto en sus labios.

 

 

 

Irene se encontraba inclinada sobre Jimin con sus ojos fuertemente cerrados, sus manos estaban en puño y le hubiese parecido lindo de no ser porque se sentía asqueroso y porque no se sentía atraído por ella en lo más mínimo.

 

Poco a poco fue colocándose a horcajadas sobre su esposo, mientras intentaba seguir el beso que ella había comenzado pero al que Jimin dio un poco de intensidad. Era extraño. No se habían besado desde hace mucho... muchísimo tiempo, se sentían ajenos al otro y eso le dolía a Irene. Entonces, en su torpeza e ignorancia, razonó que un hijo en verdad le solucionaría las cosas. Qué equivocada estaba.

 

Jimin le separó.

 

 

 

—No te hagas esto —susurró cansado.

 

—Jimin... puede ser como antes. Podemos hacerlo como te gusta si quieres.

 

—No.

 

—Podría complacerte. Dame una oportunidad, esto todavía puede arreglarse.

 

—No ha sido solo una vez, Irene. Me siento un idiota... pero no me arrepiento, ¿entiendes lo que quiero decir?

 

—¿Ella te gusta?

 

Ella. Qué equivocados que estaban todos.

 

En verdad creían que ese oscuro pasado que lo acompañaba se había enterrado para siempre.

 

—No —un "sí" rotundo se había atorado en su garganta.

 

Irene comenzó a desabotonarle la camisa para seguidamente acariciar su pecho y abdomen. Amaba a Jimin, y se sentía tonta por haber dejado que otras manos le toquen, se sentía tonta porque por culpa de su vergüenza y pudor le estaba perdiendo.

 

—Yo soy tu esposa.

 

—Lo sé...

 

—Y debes cumplirme —Jimin arqueó una ceja.

 

—¿Y me lo dices tú?

 

Irene se quitó la delicada blusa y el sujetador de encaje. Jimin debe admitir que quiso besar sus pechos.

 

—¿No lo deseas?

 

—Ni siquiera estoy duro —Irene tomó sus manos y las puso en sus senos.

 

Tuvo que tragar saliva.

 

La sensación era tan nueva. Sus pechos eran suaves y de tamaño considerable, sus puntas eran de un tono marrón claro y había un adorable lunar encima del derecho. Con un poco de miedo de inclinó para succionarlo suavemente.

 

Un gemido agudo fue lo que recibió como respuesta.

 

Y no era lo que esperaba.

 

Con delicadeza la hizo a un lado e intentó levantarse, pero Irene era necia y tiró de él para recostarlo sobre ella. Le apresó entre sus piernas y volvió a unir sus labios. Esta vez Jimin sí correspondió de inmediato.

 

 

 

Él comenzó a frotarse, porque ya había conseguido una ligera erección —no como quería, pero ahí estaba—, en su feminidad provocando que ella mordiera su labio con un poco de fuerza. Sonrió enternecido entre el beso por ello. Irene no era tocada desde hace mucho y él no había perdido el toque; a ella le estaba gustando y a él no le desagradaba del todo. Pero nuevamente, esto no era lo que Jimin quería y necesitaba... para nada se asemejaba a ello.

 

La volteó y puso a gatas, ella se resistió un poco, pero cedió finalmente. Sacó su miembro a la par que alzaba su falda, presionó la punta en ese caliente y húmedo lugar, haciéndole soltar un gemido. Otra vez era demasiado agudo para su gusto. Bajó las bragas y vio su sexo rosa y un poco hinchado. Irene estaba muy húmeda y Jimin sabía por qué, pero no estaba seguro de si hacerlo o no. En primer lugar, no lo quería en realidad, se había puesto duro pensando en cómo Jeongguk hubiese tomado el control de la situación y no por los roces con ella.  Y eso era tan deprimente que daba risa. A parte de que era muy callada. Apenas y si soltaba gemidos y jadeos, ni siquiera su nombre por cortesía, nada. Y eso era aburrido.

 

Su glande hizo el amago de entrar volviendo a salir unas tres veces. Vio entonces la estrecha entrada y sintió curiosidad. Presionó allí y resbaló un poquito debido a la humedad, pero ella se quejó, y no por placer, sino por molestia y Jimin supo que era suficiente.

 

Se levantó y se acomodó sus ropas correctamente.

 

 

 

Irene se volteó indignada mientras se tapaba sus partes con pudor. Jimin quiso hacer una mueca de asco ante lo patético que eso había sido pero se contuvo y siguió con su labor.

 

Una vez vestido se dirigió a la puerta e, ignorando las llamadas de su esposa, cerró dando un portazo. Quería llorar, quería golpearse o que alguien le golpease.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Condujo en dirección contraria, sintiéndose un idiota. Estaba cayendo por él de nuevo.

 

 

 

 

 

 

Recordó su época en la universidad, cuando había conocido a Irene.

 

Él se había negado muchísimas veces a sus insinuaciones, y no por idiota, pues Irene era algo así como la comidilla virgen del instituto y él, al igual que muchas otras personas, había caído ante sus adorables encantos. Sino que se negaba por miedo a no gustarle... no él en sí, sabía de sobra que Irene andaba detrás de sus huesos porque aparte de ser jodidamente atractivo, tenía una personalidad muy linda y paternal —en ese entonces, claro. Ahora era... diferente—. Le asustaba que le viera extraño una vez supiera de sus gustos en la cama ya que estos eran un tanto demasiado extremos.

 

Además, de que tenía malísima fama camuflada muy superficialmente a base de favores y tenía terror de que llegasen a sus oídos aquellos rumores —que eran completamente verídicos—, y se alejara pensando, ahora sí, que era un maldito degenerado. Porque Jimin gustaba de hombres y había sometido a unos cuantos en la universidad y, como en aquel tiempo era un mocoso incapaz, no tenía ni la más mínima idea de cómo cerrarles la boca sin ser chantajeado.

 

Entonces su adorada hermana le hizo el favor y organizó una simpática salida con la que sellarían una amistad que a los años se habría convertido en romance. Y gracias a su "influencia", que en esos tiempos era muy importante, había logrado callar a las malas lenguas con la condición de que dejara de lado su interés por hombres definitivamente. Él no lo vio como un problema y aceptó, pensando en que sería fácil arraigar esa mala costumbre, pensando en que, después de un largo tiempo sin haberle atraído algún chico, esa había sido solamente una etapa.

 

 

 

 

 

Y no había vuelto a caer en aquellito hasta hace un par de años, cuando comenzó a cuidar en demasía de Jeongguk.

 

 

 

Suspiró cansado.

 

 

 

 

 

Una vez llegó, golpeó con fuerza la puerta, queriendo encontrarse con su alivio. Y cuando Wendy fue quien le abrió supo que no había sido la mejor idea.

 

—¿Jimin? —unos pasitos se escucharon en la segunda planta.

 

Era él, iba a por Jimin y debía afrontarlo pero no tenía ni idea de cómo.

 

—Discutimos... ¿puedo quedarme hoy? —improvisó.

 

—Oh, dios. Claro, claro que sí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Entró y le invitó a sentarse en el sillón. A mitad del corto trayecto Jeongguk ya se encontraba abrazado a su cintura con fuerza. Pero le soltó lentamente ni bien se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.

 

 

 

—Hueles a ella —susurró.

 

Jimin le miró lleno de culpa cuando notó que sus ojos se volvían vidriosos y su rostro se deformaba en un tierno puchero.

 

Jeongguk se alejó un poco más.

 

—Eh, vete a dormir. Vamos a tener una charla de adultos.

 

—Claro... buenas noches a ambos.

 

 

 

Corrió de nuevo escaleras arriba reteniendo su llanto y la gran decepción que estaba cargando ahora mismo. Llorar sería extraño, así que debía portarse como un hombre y guardárselo.

 

 

 

Jimin quiso seguirle pero Wendy le habló, trayéndole de nuevo a la realidad.

 

—Ella va a venir aquí.

 

—Lo sé.

 

—¿Qué ha pasado? —preguntó con curiosidad—. Oh —y calló al notar la gran marca en el cuello de Jimin. Una idea ridícula cruzó por su cabeza, una que tenía a su hijo y a su hermano como protagonistas, pero prefirió dejarlo pasar—. Esto... ella estará muy molesta entonces.

 

—Está bastante molesta, sí.

 

O eso intentó pues no pudo abstenerse de preguntar.

 

—¿Cuándo ha sido? —inquirió refiriéndose a la salida con Jeongguk.

 

—El sábado... —mintió — no me fijé sino hasta que Irene me lo echó en cara —suspiró aliviaba.

 

Jimin le miró extrañado y ella fingió no haberse enterado.

 

—Eres un imbécil, Park.

 

—Gracias por el dato. Pero ya lo sabía.

 

—Es que... ash, yo estoy al tanto de ese problema en ustedes. Y me sorprende en realidad que hayas preferido desquitarte con una puta en vez de ir y hacérselo a tu esposa.

 

—No es una puta —aclaró de inmediato—. Y además...

 

—Espera... no puede ser, Park Jimin. Tú la quieres.

 

—¿Qué?

 

—Dios, esto es más grave de lo que pensé.

 

—Déjame aclarárt-... —el sonido de un coche estacionándose fuera les interrumpió.

 

—Es ella. Quédate aquí a dormir por hoy, yo voy a ir a hablar con Irene ahora y mañana lo resolvemos como personas civilizadas, ¿te parece? —Jimin asintió.

 

Vio a Wendy desaparecer y entonces pudo llorar. No lo había hecho hace mucho y no le gustaba hacerlo porque se sentía débil y absurdo. Miró hacia el segundo piso, con el corazón en la boca, iba a ir directo a su propia condena y no tenía ningún remordimiento. Sus piernas actuaban solas, dirigiéndose a la habitación de su pequeño.

 

 

 

Una vez allí un montón de recuerdos tristes cruzaron por su mente. Y su llanto creció pero trató de disimularlo a la par en que se acercaba y tomaba asiento en el borde de la cama.

 

 

 

 

 

 

—Vete, Park —lo sintió como una patada en los huevos.

 

—...

 

Jeongguk se hizo a un lado, incómodo, al darse cuenta que Jimin no le obedecería.

 

—Que te vayas, no quiero...

 

Se giró dispuesto a terminar con todo, realmente TODO, de una vez, pero se detuvo cuando le vio sollozar.

 

—¿Jimin?

 

—Perdóname. Jeonggukie, perdóname por ser un maldito cerdo asqueroso.

 

—Jimin...

 

—No pude, ¿entiendes?, no pude tocar a mi esposa —soltó una amarga risita—. También te defendí y ahora me siento extrañamente sucio porque estuve a punto de acostarme con ella. Aparte, claro, de que es probable que me odies.

 

—...

 

—Y está bien. Me lo merezco por ser la mierda más grande sobre este planeta.

 

—¿Y te arrepientes?

 

—¿Qué? No, jamás.

 

Jeongguk sintió calidez en su vientre.

 

—Ha sido mi culpa.

 

—No digas eso, yo lo permití, es mi culpa.

 

Jeongguk hizo una mueca. Odiaba la falsa modestia incluso si era bien intencionada. Miró a Jimin completamente roto frente suyo y quiso meterse en su cabeza para saber qué es lo que pasaba por esta y así comprender todo esto de mejor forma. No sabía si el que lo defendiese era bueno o malo, a él le daba igual, no le importaban en lo más mínimo las críticas de cualquier tipo pues se conocía, pero Jimin lo había dicho como si tuviese algún valor mayor, como de ofensa y eso era extrañamente satisfactorio. Además... de que tampoco le odiaba, no podría; es más, luego de lo que acababa de decirle ni siquiera sentía ira o celos hacia Irene... Jeongguk no era un inconsciente, cierto era que le fastidiaba, pero comprendía, lo haría siempre por Jimin. Él estaba consumiéndose en la culpa y eso lo hacía sentirse responsable, cosa que no le gustaba. Odiaba lidiar con más de un sentimiento en sí mismo, entonces sabrán lo complicado que era para él intentar reconfortar a un Jimin completamente destrozado. Pero creía saber qué hacer.

 

Entonces se levantó y le abrazó.

 

Jimin correspondió de inmediato, como si hubiese estado esperando ello desde que había entrado a la casa y lloró con más fuerza.

 

Poco a poco Jeongguk fue recostándole en la cama hasta quedar ambos echados, él encima de Jimin, y se quedaron así durante un largo tiempo. Las respiraciones de ambos eran tranquilas y estaban acompasadas entre sí, se podía sentir en el aire una sensación de paz.

 

 

 

 

 

 

 

—¿Deberíamos terminar con esto? —preguntó suavemente.

 

—No lo sé, daddy.

 

—No me digas así ahora, esto es serio, mocoso —se quejó y Jeongguk rió un poco.

 

—Vale, lo siento.

 

Jimin se volteó y tiró del cuerpo del pelinegro hacia sí para poder besarle.

 

—Yo no quiero, ¿sabes?

 

—Yo tampoco.

 

Un por qué se quedó en los pensamientos de ambos. Pero era una pregunta peligrosa así que por eso la guardaron.

 

—No estoy seguro de cuánto vaya a durar esto con Irene. Me estoy volviendo loco.

 

—¿No puedes simplemente separarte?

 

—No es tan sencillo si te apellidas Park. Pierdo demasiado con eso.

 

—Los lazos familiares son una mierda.

 

—Cuida esa boca —advirtió.

 

—¿Esto no era una plática seria? —se burló y Jimin le sonrió lascivo. Acarició la espalda del muchacho hasta llegar a su trasero y lo apretó cuidadosamente.

 

—Lo es —susurró inclinándose para besarle.

 

—¿Siempre debe terminar en sexo? —preguntó divertido cuando Jimin se colocó sobre él entre sus piernas.

 

—Como si no lo quisieras —adentró sus manos dentro del camisón para dormir y apretó ligeramente sus pezones.

 

—Quiero... pero aquí no es una buena idea —dijo con la voz agitada y apartando las manos de Jimin—. Ellas podrían venir en cualquier momento.

 

 

Jimin hizo una mueca, fastidiado.

 

 

—Tienes razón.

 

Se recostó nuevamente y abrazó al chiquillo. Ahora los toques eran suaves y tiernos, por lo que pronto estuvieron dormidos profundamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando Jimin se levantó notó que estaba solo. Había un gran desorden en el lugar y era entrada la mañana, por lo que supuso Jeongguk ya había ido al instituto. De mala gana y con un humor de perros juntó toda la fuerza de voluntad que pudo y se levantó de la cama.

 

Bajó a paso perezoso hasta la primera planta encontrándose con Wendy e Irene en el desayunador. Hizo una mueca y fue a echarse en el sillón.

 

 

—¿No desayunarás?

 

—No tengo hambre —dijo contra la almohada.

 

—Está bien. Yo tengo trabajo ahora e Irene me acompañará.

 

—Lo que digas.

 

—Oh, y Jeongguk sale de la escuela a l-...

 

—Cuatro y media, lo sé. No voy a estar aquí, debo trabajar también... Seulgi me dijo que hoy llegan los resultados de las pruebas en animales —oyó un carraspeo de Irene y sonrió divertido. Sí, era inmaduro y todo pero se había levantado con ganas de joder.

 

—Eso me recuerda que el contador quiere hablar con nosotros acerca de la última edición de cosméticos. Algo sucedió en Daegu.

 

—Sí, lo que sea.

 

 

 

Las mujeres se fueron, Irene sin despedirse, claro, y él se sentía como un niño haciendo berrinche.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con el pasar de las semanas las cosas fueron calmándose poco a poco. No estaban bien, pero por lo menos el ambiente era un poco más sobre llevadero entre él e Irene. Ella dudaba más, obviamente, y estaba más pendiente de él, hasta el punto de sofocarle. Le estaba cabreando y no quería problemas de nuevo.

 

Pero igual y la vida es una perra, y como muy buena perra que es decidió complicar aún más las cosas...

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, ya va siendo hora de ponerle FIRE a este fic 7w7

 

No olviden su sexy review 7u7

Les amo <3


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