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Conejito de chocolate por LisShawol

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Notas del fanfic:

Feliz Pascua ^^

 

Involuntariamente fruncí el entrecejo, despertando. Podía sentir en mi mejilla cada una de las vueltas del espiral de metal y mi espalda encorvada dolía incluso más de lo que recordaba, abrí mis ojos con pereza y me enderecé, solo la luz de mi lámpara estaba prendida y mi cuerpo yacía sentado en el sillón de respaldo alto con mi cuaderno de apuntes sobre el escritorio y un lado de la laptop.

 

Se supone que no me tenía que dormir mientras estudiaba, pero aun así no me sentía a gusto luego de despertar, menos con ese escandaloso sonido que indicaba que algo se ha roto. Me restregué los ojos y apagué la lámpara, el reloj daba las 6:56 a.m y eso se notaba claramente por la pequeña luminosidad dentro de mi habitación, aún estaba amaneciendo. Con la intención de ver qué había ocurrido me paré de la silla acostumbrando mis ojos a la claridad, al ser mi habitación la última del pasillo pude ver que mis padres y mi hermana menor se encontraban dormidos, todos en sus respectivas habitaciones, lo que me indicaba que quien había hecho ese ruido no era ninguno de ellos.

 

Continué caminando despacio, intentando no hacer mucho ruido con mis pisadas. Estaba descalzo y el suelo alfombrado estaba regado con envoltorios de huevitos de chocolates que pisé irritado más de una vez, los había comprado el día anterior y con la intención de que mi hermana no los encontrara los escondí en el espacio de los vegetales en el refrigerador, probablemente los buscó y tomó cuando yo me fui a estudiar luego de la cena.

 

‘Válgame Dios, Sulli ¿Es que acaso no puedes dejar las envolturas en otro lugar?’

 

Escuché un nuevo ruido junto a pequeños y casi inexistentes murmullos, por mi cabeza pasaron dos pequeños rayos de pensamientos donde cada uno tenía una opción muy diferente a la otra, en una estaba la posibilidad de que se tratara de un ladrón, pero por otra parte –dado a la fecha- llegué a pensar por un momento que se trataría del conejito de pascua. Quitando lo último de mi cabeza terminé de bajar la escalera y pasé por el living para entrar a la cocina, encontrando en medio de la habitación a un chico con disfraz de conejo que murmuraba despacito, como regañando consigo mismo.

 

 

- ¿Quién eres? –pregunté confuso. Él volteó rápidamente mirándome con la boca entre abierta, sorprendido. Relajé mi postura, no parecía ser un ladrón, además, si lo fuera estaba seguro de que no podría derribarme ni en un décimo intento.

- ¿Qué haces aquí? Deberías estar dormido. Ve a dormir que estoy trabajando.

- ¿Eres un ladrón? –pregunté dudoso de su trabajo.

- Me ofendes –arrugó su ceño y alzó una canasta de paja que llevaba colgando en su brazo izquierdo- ¿Semana Santa? ¿Pascua? ¿Huevitos? No sé si te suena, pero a mí me parece algo obvio –suspiró profundamente y repasó la habitación con su mirada, arrugando el ceño y avanzando hacia el cajón de los cubiertos, lo abrió y dejó un pequeño puñado de huevitos sueltos.

- Oí que algo se rompió… ¿qué fue?

- Un jarrón, estaba en el piso y no lo vi –dijo como si nada, cerrando el cajón anterior e indicando con un movimiento de cabeza hacia el lavaplatos donde se encontraban los trozos rotos del jarrón.

- Mamá va a creer que fui yo –susurré llevando mis manos hacia la cara. Mis padres estaban dormidos y Sulli nunca baja de noche por temor a la oscuridad, el único que queda soy yo y me tomarán por culpable. Quité las manos de mi rostro y al ver que me encontraba solo pasé hasta la siguiente habitación. Noté que las cortinas del living estaban abiertas, dejando entrar una gran cantidad de luz, supuse que fue él quien las abrió, probablemente para no romper algo más- ¿Podrías tener un poco más de cuidado? –pedí amable.

- Es difícil no romper algo teniendo que cargar el peso de una ancha canasta llena de chocolates, es muy incómodo ¿sabes? -caminó hasta quedar frente a mí, la luz entraba por las ventanas y me dejaba ver con mayor exactitud sus facciones, su nariz se movió rápidamente de la misma forma en que lo hace un conejo, haciendo naturalmente alusión a las orejas y pompón que llevaba encima- Además es difícil buscar buenos escondites, como sea, estoy trabajando, shuu shuu, vete –movió sus manos con la intención de echarme- fuera que me distraes. Debí arrojarte polvo adormecedor, tienes suerte de que se me agotara con tu papá.

- ¿Polvo? ¿Eres un hada? –lancé al azar, no estaba seguro de si me encontraba dormido o si realmente hablaba con este chico, pero sueño o realidad disfrutaré un poco más de él.

- ¿Un hada? Dije polvo adormecedor, no polvo de hada –infló sus mofletes ligeramente colorados- tengo orejas, no alas, además me ves con la canasta llena de huevitos ¿por qué habría de ser un hada? –Dejó la canasta en el piso y se sobó el brazo- Debí traer un poco más de polvo adormecedor, pero dormías como un oso, no creí que despertarías.

- Es imposible no despertar con el estruendo de la losa sobre la cerámica, eres muy ruidoso –contraataqué.

- Ruidoso o no una persona normal no se levantaría, para tu suerte fui yo y no un ladrón.

- ¿Yo anormal? Lo dice el que está disfrazado de conejo, ¿te contrató la junta de vecinos? –pregunté encontrándole más sentido a la situación, en navidad contrataron a un hombre para que entregara un regalo a cada niño del barrio.

- No estoy disfrazado, y eres anormal, pudo ser un ladrón.

- Creí eso –rasqué mi nuca- pero antes de entrar a la cocina escuché que alguien hablaba así que pensé que me encontraría con un conejo repartiendo huevitos.

- De modo que bajaste porque pensaste que el que hablaba era un conejo, específicamente el conejito de pascua –hace una pausa- que ignorante –movió su cabeza de un lado a otro, negando mientras hacia una leve mueca con sus labios- ¿en serio creías que quien entregaba los huevitos era un conejo parlante?

- S-sí, digo, todos los cuentos lo dicen –me defendí.

- Eso es muy bobo, creer que un pobre y pequeño conejito podría ir de casa en casa, sin ayuda arrastrando una pesada canasta con chocolates, eso es muy cruel, por eso no te dejaré huevitos, solo habrán para tu hermana. Y solo para que sepas lo repetiré una vez más, no estoy disfrazado, mis orejitas y pompón son naturales.

- Solo para corroborar… -suspiré indeciso y bajo su mirada atenta me acerqué para tomar una de sus orejas entre mis dedos, quedé anonado, era real. La otra oreja se movió y asustado pasé a tirar la que tocaba.

- ¡Ay! –Quitó mi mano de un golpe y retrocedió- eso me dolió.

- Eres real.

- Claro que lo soy –me miró ceñudo acariciando su larga oreja lastimada.

- No, lo digo en serio, esto no es como un sueño.

- Ya vete a dormir, humano, me molestas –volvió a mover su nariz.

- ¿Qué eres? ¿Una mutación quizás? –pensé en una hipótesis.

- Que grosero eres.

- Dios, esto es tan extraño –pasé mis manos por el rostro y lo miré interesado- ¿en serio eres tú quien entrega los huevos cada pascua?

- Claro que no, no soy solo yo, sería un maltrato hacia mi persona, ¿te imaginas a este pobre chico entregando huevitos de chocolate por todo el mundo? Ni siquiera podría entregar los huevitos de toda Corea en un una noche.

- ¿Entonces no es así?

- ¿Quién me crees? ¿Papá Noel? tu pensar es ridículo.

- ¿Qué quieres que piense? –Solté exaltado, esto era confuso y nuevamente dudaba entre la realidad y el sueño- Es difícil saber que existes.

- ¡Hey! Eso me hiere, existo tanto como tú –se agachó para tomar un huevito de la canasta y me lo lanzó golpeando mi ceja- No puedo creer que me haya ofrecido a entregar los huevitos de Seúl solo para venir a verte y cuando al fin estoy frente a ti me digas eso, el próximo año no vendré, iré a entregar huevitos a Busan.

 

 

‘¿Quería verme?’

Tomó la canasta y la colgó en su brazo izquierdo nuevamente, dando media vuelta para dirigirse hasta un florero largo con cinco lirios de agua, sacando cinco huevitos y dejando uno en el centro de cada flor.

El tacto con su oreja había sido suave y era agradablemente tibia.

Miré tras de mí y me senté en silencio en el sillón triple, estando parado mientras él estaba en movimiento me hacía sentir inútil.

Comencé a inspeccionarlo en silencio mientras él seguía en el trabajo de repartir huevitos en las plantas de mamá. Era alto, aunque no tanto como yo, a simple vista parecía tener unos dieciséis años, quizás diecisiete, su cabello era castaño pero al inicio de sus orejas se veía un degradado café claro, pero solo en el contacto de su cabello y el comienzo de sus orejas, ya luego hasta la punta eran completamente blancas, fue hacia el mueble de la televisión y observé meticulosamente su perfil, su ceño estaba levemente arrugado, aunque no sabía si era porque se encontraba concentrado o molesto, su figura era esbelta y en su espalda baja sobre la oscura tela del pantalón aparecía un redondo pompón blanco, parecía realmente suave.

Era lindo, y su actitud en realidad tenía relación a la de un conejo.

‘¿En verdad existe?’

 

 

- No me mires de esa forma, pervertido -soltó de la nada, sacándome de mi ensoñación mientras nuevamente volvía la cesta hacia el piso.

- ¿Qué? –abrí mis ojos un poco más de lo normal- no no no, no soy un pervertido, solo mirab-

- Mirabas mi pompón –me interrumpió- eres un pervertido, estoy cansado y ya no sé dónde esconder más huevitos, no estoy como para lidiar un adolescente en celo.

- ¡Tú también eres adolescente! –Elevé la voz sin querer, escuchando un shhh de reclamo de su parte- y no estoy en celo, se le llama estado hormonal, pero tampoco lo estoy, y no te miraba con esa intención.

- Mentiroso, y no hagas tanto ruido.

- Lo dice el más silencioso –ironicé- eras tú quien tropezó con el jarrón.

- No me desvíes el tema. Solo vengo a dejar huevitos, no puedo distraerme en nada más que eso así que aleja cualquier pensamiento indecoroso que tengas acerca de mí –su tierna apariencia era opacada por sus palabras cada vez que el chico abría la boca.

- No pensaba nada de eso.

- Lo vi en tus ojos, ¿acaso te va la zoofilia?

- ¿Qué? ¡No!

- Niégalo, pero yo te vi mirando mi pompón –arrugó su ceño.

- S-sí, vale, lo admito, miraba tu pompón, pero no con esas intenciones, ¿de acuerdo? Además ¿zoofilia? eso ni siquiera viene al caso, de todos modos solo tienes orejas y pompón, no sería zoofilia realmente… si hiciéramos eso sería algo normal –terminé modulando lentamente, enredado por mis propias palabras.

- ¿Normal? ¡Entonces sí pensabas en hacerlo! –me miró sorprendido mientras llevaba sus manos hacia su trasero, protegiendo su pompón y haciéndome sentir como un violador.

Noo –alargué la palabra, cansado de que con él todo me saliera al revés de como pretendía que fuera. Suspiré lentamente –no malentiendas todo lo que digo, sé que suena mal pero no es cómo crees.

- Vaya, qué impresión la que me llevaré, eres grosero, pervertido y malvado.

- Llevo a tu lado no más de diez minutos, es imposible que solo te lleves cosas malas de mí –rodeé mis ojos, el pequeño era un exagerado.

- Pues hasta ahora ya van tres cosas malas –asintió y movió sus orejas buscando pequeños rincones donde esconder más huevitos.

- ¿Y malvado por qué?

- Por decirle a tu hermana que si se portaba mal no habría chocolate para ella.

- De todos modos se comió los que compré.

- Ahora tendrá más, dile que son de mi parte –sonrió. Era una sonrisa muy bonita. ‘Que bipolar’.

- ¿Cómo sabes que le dije eso?

- Me lo dijo Rabito.

- ¿Rabito? –alcé una ceja. ‘Me está tomando por el pelo’. Rabito, el pequeño, lindo y obviamente mudo conejo que tenía por mascota.

- Él mismo.

- Rabito no habla –dije con sorna.

- Claro que sí –miró el cesto y sonrió, supuse que los huevitos estaban por acabarse- ha hablado conmigo y me lo ha dicho.

- Es imposible que lo haga, es un conejo –él solo rodó sus ojos cruzándose de brazos y recargando su peso en su pierna izquierda- lo tengo desde hace dos años y nunca lo he escuchado decir nada –agregué como prueba.

- Por supuesto que no, ¿quién iba a querer hablarte con lo grosero que eres? –Arrugué mi nariz, ese era un claro insulto hacia mi persona- en cambio conmigo si ha hablado, porque le agrado y porque soy bonito, fin de la discusión –volviendo a su trabajo de esconder huevitos.

- Lindo, hablador e inusual –anoté en voz alta, esas eran las tres características que tenía hacia él.

- ¿Qué dices? –me miró curioso.

- Nada. ¿Te falta mucho?

- ¿Estás echándome? –volvió a hacer una mueca, era como si le gustara malentender todo lo que le digo.

- No –negué con las manos- lo decía porque te ves muy cansado.

- Lo estoy, es muy agotador esconder cosas en una casa que no conoces… ¡Terminé! –sonrió con júbilo, cerrando sus ojos y suspirando con alivio.

- Si quieres puedes beber algo –ofrecí levantándome del sillón.

- No, gracias, ya me iré, solo quiero llegar a casa y dormir.

- ¿No puedes quedarte? –Fuese esto irreal o no, no quería que terminara.

- ¿Quieres que me quede? –Alzó una ceja, divertido- en un rato más las personas comenzarán a despertar, el cielo ya está claro y sería inusual para uno de tus vecinos tener que salir y ver a un chico mitad conejo afuera de tu casa.

- Tienes razón. Entonces ¿vendrá a buscarte un carruaje de zanahorias conducido por montones de conejos? –bromeé.

- Dios –rodó sus ojos- ese es el peor plagio a Santa que he escuchado, me iré a casa por un agujero mágico en la tierra –dijo con un tono sarcástico.

- Graciosito –lo molesté.

- Acompáñame hacia afuera, Minho. No quiero ir solito –sonrió tomando la cesta y lo seguí, salimos por la puerta delantera y al ser el segundo en salir la cerré para que no entrara la helada, rodeamos la casa para ir hasta el jardín trasero mientras yo esperaba a que dijese algo más.

- ¿Cómo sabes mi nombre? No recuerdo haberlo dicho –hice memoria y no, no lo dije.

- Sé quién eres, dije que vine a entregar los huevitos de Seúl solo para verte –usó un tono de obviedad al que solo le faltaba agregar un daah y estaría completo.

- Es injusto que me conozcas y yo no tuviese idea sobre ti.

- Tampoco te creas.

- No me creo –sonreí leve- dime tu nombre.

- Uh uuh –negó sonriendo divertido- será en otra ocasión.

- ¿Cuándo? –Pregunté.

- Mmm no lo sé, no fuiste muy agradable esta noche –esquivó mi mirada, viendo hacia el cielo con diversión.

- Por favor –tomé uno de sus brazos y alzó las cejas sorprendido. Esa pequeña criatura era encantadora y realmente quería saber acerca de él.

- Quita tus manos, pervertido.

- Lo siento –lo solté, pero sus manos tomaron las mías y las dejó sobre su cadera con una sonrisa sincera.

- Es broma, no creas todo lo que digo.

- Me has tenido toda la última hora colgando de un hilo –suspiré algo abrumado-  creyendo cosas erróneas a lo que digo y tratándome de pervertido un sinfín de veces, pero no quiero que seas un sueño –susurré. Él pestañeó rápidamente un par de veces y revolvió la cesta mientras yo continuaba con mis manos en su cintura.

- Creo que podría darte algo, ya sabes, para que en unas horas no te explotes la mente pensando en si fui real o no.

- ¿Un huevito de chocolate? –sonreí.

- ¿Quieres algo material? Que interesado eres –golpeó suavemente mi pecho- los chocolates son para tu hermana, eres muy grande para eso.

- Pero también quiero algo, para recordar, ¿qué me darás?

- Ahora no sé si te lo mereces –me miró hacia arriba bajo sus largas pestañas.

- ¿Por favor? –intenté. Él solo dejó la cesta sobre el pasto con cuidado de no soltar mi agarre.

- Quizás podría ser un beso –ofreció. Repasó sus labios con la lengua y yo asentí rápidamente, ligeramente sorprendido pero entusiasmado- yo di la idea, así que dámelo tú.

 

 

No llevaba ni una hora de conocerlo, tampoco era normalmente humano y puede que con suerte logre verlo para la siguiente pascua, pero no importaba. Dejé lentamente mis labios sobre los suyos, sus labios eran increíblemente suaves, como comer un malvavisco. La presión que ejercí sobre ellos era leve, estaba indeciso de cómo debía hacerlo, no sabía cómo quería que lo besara pero si lo hacía de una forma más profunda quizás podría asustarlo y no quiero eso.

Fueron solo unos segundos hasta que él se alejó con el ceño arrugado.

 

‘¿Lo hice mal?’

 

 

- Pero qué beso más aburrido –alcé mis cejas sorprendido. ‘¿Dijo que beso mal?’.

- Hazlo tú entonces.

- Te enseñaré a besar de verdad, grandísimo pervertido.

 

 

Enredó sus manos en mi cabello y estampó su boca contra la mía, era desconcertante cómo alguien tan pequeño puede ser adorable y a la vez besar tan prodigiosamente bien, el beso había comenzado y a pesar de ser lento era sorprendentemente intenso. Afirmé mi agarre en su cintura y lo alcé levemente del pasto, sus manos iban y venían desde mi cabello hasta la línea de mi mandíbula, su tacto era firme pero sin brusquedad y lo más increíble eran sus belfos placenteramente gorditos. Cortamos el beso entre sonrisas y pequeñas mordidas de mi parte que solo lograron hinchar más sus labios, el alrededor de su boca estaba rosada y sus mismos labios ligeramente brillantes.

Ambos nos sonreíamos con la respiración ligeramente agitada, a pesar de que el beso fue mucho más corto de lo que quería la sensación de sus labios contra los míos era tremendamente alucinante.

 

 

- Lamento fastidiar toda la noche, pero quería estar seguro de que podías soportarme –susurró antes de dejar un corto beso sobre mis labios- debo irme ya –anunció quitando su agarre de mí, dejándome algo confundido y obligándome a hacer lo mismo aunque mis manos hormigueaban por volver a tocarlo.

- ¿Podemos vernos antes de la siguiente pascua?

- No lo dudes –sonrió antes de tomar la cesta y estampar dos veces su pie izquierdo contra el suelo, donde al lado de él apareció con un estruendo un agujero gigante que parecía haber sido hecho por una mutación de topo y elefante.

- ¡¿Qué es eso?! –señalé el agujero retrocediendo un par de pasos.

- El agujero mágico de tierra –se encogió de hombros- creí habértelo dicho.

- ¡Y yo creí que era mentira! –Llevé mis manos hasta mi cabeza, sorprendido y asustado- usaste sarcasmo cuando lo dijiste.

- Claro que no, decía la verdad.

- Oí sarcasmo mientras lo decías –afirmé.

- No usé nada de sarcasmo.

- Lo hiciste, no sabes usar el sarcasmo.

- Tú no sabes diferenciar la entonación de voz normal y la sarcástica –su voz demostraba molestia.

- ¡Es un agujero en mi jardín!

Shh –lo miré con la boca ligeramente abierta- despertarás a alguien.

- Oh, vaya, ya, pues lamento asustarme por una… cueva subterránea, no es nada anormal, para nada –ironicé.

- Es un túnel, bobo, es un pasadizo que usamos cada vez que repartimos huevitos, o cuando voy tarde a algo, simplemente entro por allí y salgo en otro lugar en fracciones de segundos.

- Vaya –musité asombrado, sin quitar mis ojos del agujero en la tierra.

- ¿Conejos? ¿Túneles? No sé, ¿te suena? –me miró divertido.

- Ya, me suena –suspiré- dame algo de crédito, me han pasado un montón de cosas extrañas la última hora.

- ¿Llamaste cosa extraña a mi beso? –hizo un pequeño puchero. ‘Adorable’.

- El beso no, el beso es un recuerdo intocable e inigualable –sonreí- solo espero verte pronto.

- Tampoco desesperes, quizás luego te arrepientas de decir eso.

- Lo repetiré, espero verte pronto, en serio que sí –me sinceré.

- ¿Lo prometes?

- Lo prometo.

- ¿No es bromita?

- No lo es.

- ¿Quieres verme otra vez para hacerme cosas pervertidas? –me guiñó un ojo.

- No quiero decir algo que luego me descuente puntos contigo –él solo rió- cuídate, y aparece frente a mí cuanto antes.

- Cree cuando digo que lo harás –rió suavemente tapando su boca con el dorso de su mano- dejé unos huevitos para ti sobre tu cama –le sonreí- adiós –hizo señas con ambas manos antes de tirarse por el pequeño socavón de metro y medio.

 

 

El cielo estaba claro, mis pies entumecidos, casi no sentía mi nariz y me sentía repentinamente solo, muy solo.

Suspiré y me di media vuelta, solo alcancé a avanzar dos pasos cuando paré para volver hacia el lugar anterior, ‘Solo por las dudas…’  pisé con fuerza dos veces, poniéndome alerta por si se creaba un nuevo hoyo en la tierra, pero no fue así.

 

Sonreí leve, casi sin ánimos, iría a mi habitación y guardaría esos huevitos que dejó sobre mi cama, no los comeré, los guardaré como un pequeño tesoro solo por si el tiempo de espera para verlo resulta ser más de lo que me gustaría. Volví a dar media vuelta y comencé a rodear la casa como hace unos minutos.

 

‘Hoy será un día muy largo’ pensé al llegar hasta la puerta delantera y recordar que la cerré sin haber sacado las llaves del estante.

 

 

 

 

 

El fin de semana fue bastante bien, monótono y tranquilo, todo marchó como siempre lo hacía, solo que el hecho de que no ocurriera ningún acontecimiento fuera de lo normal no me parecía agradable, sino que más bien aburrido. La mañana del sábado me quedé un par de minutos sentado en el pavimento hasta que papá abrió la puerta mirándome entre preocupado y divertido. Como mi familia ya se había levantado y el jarrón dañado estaba a vista de todos mamá me regañó por eso a pesar de que yo sabía que en realidad ese florero no le gustaba, aun así cuando apareció Sulli gritando que habían huevitos de chocolate escondidos mamá besó mi mejilla y pareció haber olvidado que el regalo de la abuela en la navidad pasada se encontraba ya en la bolsa de basura.

Luego de eso me vestí con un buzo, dos pares de calcetines y me senté en la mesa para desayunar con mis padres, bebí un tazón grande de café y papá me ofreció un trozo de pastel de chocolate, el mismo que no comí porqué solo me dediqué a observarlo, como si la crema de cacao sobre el bizcocho pudiera decirme en cualquier momento dónde se encontraba el niño conejo de hace un rato.

Pasé las dos siguientes noches casi sin dormir porque mi nariz se encontraba congestionada y al dormirme profundamente mi respiración comenzaba a fallar. Cuando mi salud se encontraba mejor comencé a mimar a Rabito, porque según mi clara deducción él de seguro podría tener alguna información del paradero donde se encontraban los trabajadores nocturnos de cada pascua.

 

Tragué el último sorbo de café que quedaba en el vasito de plumavit y lo tiré al basurero del salón antes de subir la escalera de la sala y sentarme al lado de Changmin.

 

 

- ¿Por qué esa cara? –Preguntó dándome un animoso y suave codazo- eres el mejor de la clase, maldito mateo, el que debería preocuparse soy yo, no salgo del 6 aunque entre a grupos de estudio y el maestro Cho adora reprobarme, creo que lo hace para llamar mi atención, de seguro me tiene ganas –rodé mis ojos.

- No estoy preocupado por los exámenes, ni por los resultados del anterior ni por este –aclaré sacando el libro de orientación a la medicina veterinaria- y no sirven los grupos de estudios si solo vas para ver a las chicas, concéntrate en la materia, no en ellas.

- Cincíntriti in li mitiria, ni in illis –resopló- ¿entonces qué?

- Estudia –respondí destacando una frase en amarillo.

- Entré a estudiar medicina veterinaria porque me gustan los perritos, pero esto me está explotando la cabeza –suspiró desparramándose sobre la silla, yo solo negué con mi cabeza riendo bajito.

- Si te va mal en el examen pasado y no sacas más de 6 en este entonces tendrás que tirarte a Cho, ya sabes, todo por los perritos –bromeé.

- Chistosito –lo miré cuando se enderezó rápidamente.

- ¿Y a ti qué?

- Llegó Cho –explicó.

- Lo de tirártelo era una broma, lo sabes ¿no? –alcé una ceja, su mirada iba hacia el frente y parecía concentrado, como nunca antes en una clase de medicina animal.

 

 

Cho en realidad era un profesor agradable, aunque según algunos era mi privilegio por ser uno de los únicos en recibir las calificaciones con la cabeza en alto, algo así como preferencia al buen estudiante.

Continué con la lectura dejando la voz de Cho como fondo, sin prestar atención, me sabía a la perfección la pequeña charla antes de las pruebas y había uno de los temas del examen que necesitaba memorizar porque casi al final del circuito de información perdía el equilibrio, con eso me refería a que podía imaginar qué ocurría al final del proceso pero no podía explicarlo con mis propias palabras.

 

Una ronda de aplausos comenzó y miré extrañado a mi compañero de puesto que estaba eufórico con una sonrisa en el rostro.

 

 

- ¿Qué pasó? –pregunté extrañado.

- Cho viene con visita

- Gracias por los aplausos, aunque creo que en realidad son por la cancelación del examen –todos rieron y yo enderecé mi espalda para mirar al frente, conocía esa voz, conocía muy bien esa voz- mi nombre es Lee Taemin y acabo de llegar a la ciudad, espero que podamos llevarnos bien.

- Imposible –susurré, un escalofrío recorrió mi espalda y no sabía si restregar mis ojos para ver si realmente era él o si debía pellizcarme por si este sí era un sueño. Traía zapatillas oscuras, ajustados jeans negros con tachas y una polera burdeo en cuello V, no habían grandes orejas y estaba de seguro de que tampoco había pompón, además, había cambiado el cesto por una mochila negra.

- Me agrada el chico nuevo, nos quitó el examen sorpresa, ahora tengo dos semanas más para aprender todo lo que no he aprendido el último mes de las clases de Cho, ¿deberíamos hablarle a la salida? - Estaba diferente, pero hermoso- ¿eh? ¿Minho? Minho, te estoy hablando –movió mi brazo- No me ignores. ¡Minho! –Changmin gritó mi nombre y toda la clase volteó sus ojos hacia mí, incluyéndolo a él, quien sonreía con gracia.

- Silencio, seis –el ambiente volvió a la normalidad y todos dejaron de mirarme, riendo por el sobrenombre que Cho le tenía a Changmin- Lee, puedes ir a tomar asiento donde gustes.

- Sí, profesor.

 

Subió la escalera y se sentó al extremo izquierdo de la larga mesa que seguía a la mía, lo seguí con la mirada y luego de sacar sus cosas me miró de reojo, sonriendo. Pasé por alto la clase de Cho y me fue imposible tomar apuntes en la forma que siempre lo hacía, mi cabeza se ladeaba cada un par de minutos para observar que se encontraba haciendo Lee Taemin.

Sus orejas de conejo eran reales, muy reales, tanto como las de Rabito, y su pompón era justo como el de él, pero esta vez no traía ninguno de ellos y eso me confundía ligeramente, aunque no es como si fuese a presentarse públicamente con sus partes de animal. Volví a escuchar a Cho, esta vez concentrándome ya que para mi suerte explicaba lo que me faltaba por aprender para el examen, luego de tomar los apuntes suficientes volví a mirar hacia mi derecha, Taemin tomaba apuntes y parecía escuchar con atención. Comencé a repasarlo visualmente, la luz del salón me mostraba de una forma más clara sus facciones, las que la semana anterior no había podido ver con la misma intensidad, pasé mi mirada desde el inicio de su cabello hasta su espalda baja, recordando nostálgicamente el pompón que había causado tanta deshonra a la primera impresión que tuvo sobre mí.

Suspiré, ‘Está aquí’.

Arrugué mi ceño cuando una pequeña bolita de papel entró por mis labios, cayendo sobre mi lengua y haciéndome levantar la vista de su espalda baja.

Taemin alzaba una ceja.

 

 

- Pervertido –susurró con una sonrisa juguetona.

 

 

El timbre sonó y el primero en salir fue el profesor Cho luego de despedirse, era el final del día de clases y ya nadie quería continuar un par de minutos más aquí. Todos comenzaron a guardar sus cosas en sus bolsos, rápidamente, yo por mi parte quité rápidamente la bolita de papel de mi boca y apresurándome tiré todo, sin ordenar, a mi mochila. Quería hablar con él, no, necesitaba hacerlo, necesitaba una explicación sobre muchas cosas y eso sería imposible si se iba al receso dejándome atrás.

 

 

- ¿Sabes? –Levanté la cabeza encontrándome con un delicado, jovial y risueño rostro- no me iré de la sala solo porque todos lo hacen, guarda tus cosas con cuidado, yo te esperaré.

- Soy Changmin, pero dime Max –se presentó mi amigo. Me paré y me colgué la mochila en mi hombro derecho, sin dejar de ver a Taemin como si fuese una ensoñación- este grandote a tu lado se llama Minho, pero por lo que dijiste creo que ya lo sabes y por como lo dijiste creo que se conocen bastante bien, así que me voy porque el mal tercio no es lo mío, chicos, en serio que no. Nos vemos mañana –Changmin juntó sus manos en un aplauso y comenzó a alejarse, mirándome con una sonrisa juguetona y sus cejas elevadas. Moduló un suerte a espaldas de Taemin y se fue sin más.

- Estás aquí –susurré mirándolo a los ojos, eran claros, como la de una moneda de oro, dorados y brillantes. La falta de luz de aquella noche me privó de muchos detalles de su rostro que quería memorizar.

- Estoy aquí –observé embelesado como sus mejillas comenzaron a sonrojarse y su sonrisa se ensanchaba- por ti, así que quita esa cara de bobo que no voy a desaparecer –sonreí más despabilado. Me había dicho bobo, era sin duda el chico que poseía esos labios abultados que aparecieron en mi mente durante días.

- ¿Salgamos de aquí? –propuse. El asintió y comenzó a caminar al lado mío.

 

 

Salimos de la universidad en silencio, las calles del centro estaban llenas de estudiantes y yo solo pensaba en cómo debería comenzar a hablarle, si preguntar por sus orejas y su pompón que en este momento no estaban visibles o intentar saber cómo es que me conocía.

 

 

- No te comas la cabeza, Minho –lo miré sintiéndome nervioso. Changmin siempre decía que era como un libro abierto- estoy aquí, eso es bueno, ¿no?

- Demasiado –sonrió.

- Me gustas –sonreí. Era directo.

- ¿Desde cuándo?

- Desde hace un tiempo, ¿por qué? ¿Te incomoda? –alzó una ceja. Continuábamos caminando lentamente, muy cerca el uno del otro, rozando nuestras manos por el leve movimiento que hacían nuestros brazos al caminar.

- Si me incomodara no te hubiese besado.

- Fui yo quien te besó –asintió como afirmando lo que decía.

- Yo también lo hice.

- Ugh, ¿te refieres a ese toponcito de niños? –Se burló- eso no es besar.

- Lamento intentar avanzar de a poco –hablé sarcástico.

- De todos modos ya te enseñé a besar, así que tienes derecho a besarme solo a mí de esa manera.

- ¿A alguien más no? –bromeé.

- Tonto –golpeó mi brazo. Tomé su mano y cruzamos la calle.

- Así te gusto.

- No te creas. Tienes prohibido besar a alguien más de esa forma. No no no, más bien dicho tienes prohibido besar a alguien más sin mi autorización.

- ¿Y me darás permiso para hacerlo?

- Claro que no.

- En este minuto mis ganas de besar son muchas –hice una pausa viendo como unos niños pasaban corriendo a un lado de nosotros- tendrás que dejarme besar tus labios en ese caso.

- No.

- ¿No? –alcé mis cejas sorprendido. ‘¿Ya no quiere besarme?’.

- No, porque quieres pedirme autorización para besarte con alguien más y eso me molestó, no hay besos para ti –movió su nariz justamente como lo hacía cuando era medio conejo.

- Sabes que era broma.

- Que mal gusto para el humor tienes, Minho –intentó soltar mi mano pero solo enredé nuestros dedos.

- Está bien, prometo no decir más bromas idiotas.

- Aun así no pienso darte un beso.

- Vamos, solo uno ¿sí? –Pregunté pero él solo miraba hacia el frente, indignado- uno y ya, por favor, conejito –dejó de caminar y abrió sus ojos un poco más grande. ‘¿Dije algo malo?’.

- No me digas así –susurró sonrojándose.

- ¿Cómo? ¿Conejito? –Asintió- ¿Qué tiene de malo?

- Se oye lindo.

- ¿Y eso es malo? –pregunté quedando frente a él.

- Es lindo, pero estoy molesto y si lo dices dejaré de estarlo, pero me enojaste y por eso quiero castigarte, pero solo un poquito –contestó mirándome fijamente a los ojos, alzando levemente su cabeza.

- Solo quiero besarte a ti, conejito. Estuve pensando en ti durante todos estos días y no tenía idea de cuándo iba a volver a verte, estaba preocupado y llené a rabito de zanahorias para que me hablara y me dijera si es que tú le habías dicho donde irías luego de esa noche, pero el traidor no dijo nada –él rió suavemente, dejando sus ojos como pequeñas medialunas y tapando su boca con el dorso de su mano libre- ríete si quieres, el que sufría era yo.

- La mudanza no fue real, Minho, sigo viviendo donde siempre lo he hecho. Esa noche me soportaste por más que intenté agotar tu paciencia, pero seguías calmado y eso me hizo saber que si llegáramos a estar juntos no me dejarías por colmar tu tolerancia. Todos estos días estuve intentando convencer a mamá y papá para que me dejaran venir a Seúl, para verte, hasta que los convencí y heme aquí.

- Entonces ¿toda esa noche salió como planeabas?

- Algo así –se sonrojó- el beso no estaba planeado pe-

- Los besos –lo interrumpí. Él solo rodó los ojos.

- Tu beso aburrido no cuenta, Minho. Como sea, nos besamos y me gustó mucho, tú me gustas, y yo te atraigo, ya nos besamos y nos encantó hacerlo, así que creo que funcionaríamos.

- ¿Y si no hubiera despertado?

- Por supuesto que lo harías, sino hubiera roto otro jarrón –confesó dejándome sorprendido. ‘¿Lo rompió a propósito?’.

- ¿Y el polvo de hada? –pregunté.

- Polvo adormecedor.

- Ese, ¿en verdad se había agotado? –alcé una ceja, encontrando más sentido a la situación de la vez pasada.

- No, aún tenía mucho en una bolsita.

- De modo que vas a mi casa, me despiertas de mi tranquilo y reponedor sueño que necesitaba con urgencia luego de estudiar día y noche, rompes el jarrón de mi mamá, me tratas de grosero, pervertido y malvado, me hiciste sentir nervioso con tus comentarios y me asustaste con el agujero en la tierra, te despides con el mejor beso de mi vida el cual dices que no estaba en tus planes y por acompañarte hacia afuera termino con la puerta de mi casa cerrada, haciéndome pasar tres días estornudando como si no hubiera un mañana, y, después de todo eso, ¿apareces frente a mí con intención de que seamos novios?

- Eh ¿sí? –los extremos de sus cejas bajaron mientras su entrecejo subió, mirándome apenado.

- Sí.

- ¿Sí? –abrió su boca sorprendido y yo sonreí enternecido, sus ojos ya habían comenzado a brillar por la acumulación de lágrimas.

- Sí.

- ¡Sí! –gritó saltando sobre mí. Taemin era muy diferente a mí, yo era de actitud serena y podía describirme como alguien pasivo y simple, mientras él era enérgico y atrevido, explosivo a decir verdad- Sí te daré besos, muchos besos, muchos muchos muchos pero tenme paciencia por favor, intentaré no fastidiarte demasiado pero no te aburras de mí –pidió con su labio inferior temblando.

- No me aburriré de ti, conejito –susurré uniendo mis labios con los suyos.

 

 

Quería conocerlo, quería saber de él e ir aprendiendo de sus gustos y actitudes, aprender a hacerlo feliz y seguir sintiendo esa linda reacción que hacía en mí, era como esa explosión de colores que siente un niño al comer un dulce bocado de chocolate, así me sentía yo al verme nuevamente al lado de Taemin.

Aún tenía muchas preguntas por hacer, pero en este mismo instante el dulce beso que me ofrecían los labios de Taemin era mucho más importante para mí.

 

Notas finales:

Hola!

No estoy segura de si dejar esto como one shot o hacer un segundo y último capítulo, me atrae la idea de lemon de un 2min con Tae medio conejito.

Gracias por leer!


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