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Conejito de chocolate por LisShawol

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Aquí está el segundo capítulo de Two Shot, disfrutenlo.

 

Mi espalda yace incómoda sobre el duro respaldo, tengo mis brazos cruzados sobre mi pecho e inconscientemente mi ceño se encontraba arrugado por el esfuerzo que hacían mis ojos al mantenerse abiertos, mirando por obligación propia las imágenes proyectadas en la pizarra digital de la señorita Nam.

Estaba tenso. Muy tenso.

Y no solo eso, sino que también me sentía cansado, no físicamente pero mentalmente sí lo estaba.

Deshice el nudo de mis brazos y suspiré profundamente, comencé a masajear mi cuello con suavidad intentando convencerme una vez más de que fue una buena idea haber venido hoy a clases. No hallaba la hora de poder salir de la universidad, mis sentimientos eran un lío, estaba nervioso, impaciente y extremadamente aburrido. De a ratos mi mirada viajaba por sí sola hacia mi derecha, intentando buscar un consuelo visual en el delgado cuerpo de mi novio, solo que cuando no encontraba a nadie en su puesto recordaba que el día de hoy había faltado, y no es como si no lo supiera, me había avisado que hoy no vendría con la anticipación de dos semanas.

Casualmente llevo tenso y nervioso dos semanas.

 

 

- Gracias, Dios –susurré cuando tocó el tercer y último timbre del día. Tomé mi cuaderno de apuntes, haciendo una mueca antes de guardarlo, ni siquiera había llenado una página con anotaciones, tendría que conseguírmelas después.

- ¿Problemas en el paraíso? –miré a Changmin, terminando de guardar mis cosas.

- No, todo bien –suspiré y colgué una tira de mi mochila sobre un hombro- es solo que iré a casa de los padres de Taemin este fin de semana.

- Creí que ya los conocías.

- He hablado con ellos, por móvil, claro, pero hoy los veré por primera vez y estoy nervioso –comencé a caminar. Repasé mis labios con mi lengua, notando que mi boca se encontraba demasiado seca para mi gusto.

- Te entiendo, Tae es una monada, si yo fuera su padre te amenazaría para que no pongas tus sucias garras en el pequeño.

- Gracias por el ánimo, Changmin –ironicé. Suficiente he tenido cada noche pensando en diferentes escenarios que podrían ocurrir con sus padres, desde agradarles hasta echarme a patadas de su casa.

- Para eso están los amigos –dijo riéndose de mi nerviosismo. ‘Idiota’- Si le encantas a Tae es por algo. No eres un mal chico, Min, quizás algo lento, despistado y puedo decir que hasta un poco nerd, pero ¡Hey! Eres el típico prototipo ideal que cada suegro quiere, eres guapo e inteligente, no tienes tatuajes ni tu cabeza está rapada, de presencia ya les agradarás –me miró con una sonrisa. Respiré más tranquilo, eso sí era animar.

- Gracias –susurré agradecido.

 

 

Me despedí de él a la salida y me subí a un taxi, si me ponía a caminar estaría ansioso por llegar a casa todo el camino y si Tae llegaba antes que yo no me gustaría hacerlo esperar.

 

Si de por sí creí a primera impresión que Taemin era una ternurita siendo su novio puedo decirlo en voz alta con ejemplos que lo corroboran, porque ser su novio es una de las mejores cosas que me ha pasado, por no decir la mejor.

Taemin es Taemin, así de simple, él es él y así me encanta. Su actitud y personalidad sigue siendo la misma con la que lo conocí, y aunque a veces le baja la melancolía y me pide perdón por ser tan fastidioso no dudo en decirle que me fascina tal y cómo es, sin sentirme obligado cuando lo hago, porque en realidad amo cada parte de él.

 

A los dos meses de relación creí necesario presentárselo a mis padres, cuando se lo sugerí saltó sobre mí con una sonrisa, llenándome de besos luego de un gracias por dejarme ser parte de tu vida, Minho.

A los tres meses compré cadenas de plata para ambos y él me llenó de chocolates, literalmente, era un bolso lleno de cajas con bombones, le dije que no gastara tanto dinero en mí pero solo rió diciendo que todos habían sido gratis.

Con casi cuatro meses juntos Tae me acompañó a mí y a mi familia al paseo de vacaciones de invierno, me contacté con sus padres y les hablé por teléfono, mi promesa de protegerlo y las insistencias de Taemin lograron que ambos pasáramos semana y media juntos de día y noche. El viaje fue a la nieve y nos hospedamos en unas cabañas cerca de la montaña, cada cabaña traía dos cuartos para dormir, papá, mamá y Sulli ocuparon una cabaña, mientras Tae y yo ocupamos otra, una lejos de la de mis padres ya que era la única que no estaba reservada aún, nuestra cabaña era espaciosa, alfombrada y con una chimenea increíblemente grande en el living, fue allí, frente a la chimenea, la primera vez que hicimos el amor.

 

Bajé del taxi y di un escaso trote que consistía en un par de metros hasta llegar a la puerta de mi casa, rogando porque Taemin por primera vez haya dejado de lado su impaciencia y no se encontrara ya dentro, aún debía bañarme y cambiarme de ropa para verme presentable.

 

Cerré la puerta tras de mí y con un saludo general corrí escaleras arriba. Dejé mi mochila en la silla del escritorio y tomé el conjunto de ropa que había dejado esta mañana sobre la colcha de mi cama, hace dos semanas Taemin había llegado a mi casa con un Mis padres quieren conocerte, dicen que estás invitado a pasar esta pascua con nosotros, luego de pasar esa tarde juntos me fui directamente hacia mi closet y elegí meticulosamente qué usar estos tres siguientes días, quería todo perfecto y esperaba que mi esfuerzo diera resultados.

Un par de minutos bajo el agua tibia fueron suficientes para despejar mi mente y relajar mis músculos, me preocupaba que mis nervios fueran a fallar en mi contra.

Lavé mis dientes y me vestí lentamente, mis zapatos y jeans oscuros estaban limpios y mi camisa blanca se encontraba perfectamente planchada, parte de mí se sentía como si fuese una novia a tan solo minutos de su boda, esperando nerviosamente a que llegue la madre diciendo ¡Está comenzando, es hora de que salgas a caminar hasta el altar!, podría consolarme recordando los nervios de Taemin la primera vez que conoció a mi familia, pero cuando intentaba buscar esas imágenes en mi mente no aparecía nada, ¿Por qué? Porque cuando él entró por la puerta de mi casa parecía irradiar brillantina por cada uno de sus poros, su sonrisa era grande y hermosa, su risa simplemente encantadora, vestía bien y durante el almuerzo familiar era parte de la charla, hacía pequeñas tallas y comentarios que hicieron reír a todos, incluyéndome, era como si hubiese sido su décima vez comiendo con nosotros y me encantaba, aquella vez no podía parar de mirarlo y no sé si fue su actitud bien portada o el hecho de que las personas que más me importan parecían disfrutar de mutua compañía sin esfuerzo, pero ese día me hizo comenzar a quererlo mucho más.

 

Salí del baño sintiéndome ya más tranquilo, ahora solo necesitaba los brazos de mi novio envolviéndome y estaría preparado.

Después de entrar a mi habitación caminé lentamente hacia mi cama, abriendo mis brazos y sonriendo serenamente, fueron solo segundos los que se tardó Tae para llegar hasta mí y besarme pausadamente, logrando apaciguar los últimos nervios que se habían quedado en mí.

 

 

- ¿Tienes todo listo? –susurró contra mis labios, dejando un montón de pequeños y ruidosos besos que solo me dediqué a disfrutar.

- Todo. –Besé su nariz y me separé de él, girando despacio sobre mis pies para que lograra verme en un ángulo de 360°- ¿Qué tal me veo?

- Muy guapo –sonreí al ver que luego de tanto aún lograba que sus mejillas se encendieran. Asentí y tomé mi bolso, siguiéndolo hasta la planta baja. Llegamos hasta la cocina y mi mamá se levantó de su asiento para ir hasta el refrigerador, arrodillándose para sacar con cuidado los pasteles que decidí llevar como muestra de educación. Iba a casa de los padres de mi novio, pero todos allí, excepto Taemin, me miraban como si mi destino fuera el reformatorio.

- Me apena no poder compartir uno de ellos con ustedes. –Todos miraron a Taemin con dulzura, incluyéndome. Él sí sabe cómo hacerse querer- Prometo que la próxima vez que venga traeré algo para que lo disfruten.

- Nada de eso –negó mi mamá- la próxima vez que vengas te haré la tarta de frutas que te gusta –Taemin sonrió.

- Solo si me deja ayudarle a hacerla. –Hizo una pausa- Pero si pudiese darme una botella con agua ahora mismo estaría agradecido –pidió rápidamente mientras mi mamá sacaba lo que sería el postre del almuerzo con mis suegros.

- ¿Podrías ayudarme a tomar ambos postres? –Le pregunté a Taemin y el asintió, tomando ambas cajas de empaque y ayudándome a dejarlas firmemente entre mi pecho y mis antebrazos. Mamá le dio una botella con agua fría y él la guardó en mi bolso. El peso de las tres cosas no era demasiado, pero sí se sentía incómodo. La caja blanca era un pastel de zanahorias, sí, de zanahorias, lo que para mí era claramente lógico pero para mi padre no, cuando fue esta mañana a buscar el pedido a la pastelería me envió un mensaje, decía “¿Quién rayos lleva pastel de zanahorias a sus suegros? Ah sí, tú”, por otro lado estaba la caja rosada que traía cheesecake de frambuesa en su interior, ¿por qué? Porque mi extraño novio no tolera el sabor de la zanahoria.

 

 

 

Salimos de mi casa y la rodeamos hasta llegar al jardín trasero, esta vez la luz del día no importaba, por más claridad que hubiese nadie nos vería. A la semana de que Taemin y yo comenzamos a ser novios compré y armé un toldo impermeable con cortinas oscuras, inventando la excusa de que era para que Sulli jugara a gusto en el jardín hubiese sol o lluvia. Con la ayuda de mis pies comencé a correr los juguetes que yacían sobre el pastizal mientras Taemin cerraba los cuatro pares de cortinas que impedirían la visión hacia nosotros y hacia el pronto agujero en la tierra. Bastaron dos pisadas fuertes con el pie izquierdo de mi novio y apareció la abertura circular, parecía intentar intimidarme por la nueva experiencia de viaje que estaba a punto de hacer, pero en vez de atemorizarme recordé todas esas veces en las que he salido al jardín por un par de minutos para ver a Tae antes de irme a dormir.

 

 

- Déjame ayudarte –dijo quitándome ambas cajas de cartón y apegándolas a él. Alcé una ceja, divertido, él nunca hace algo así. En la universidad por más liviana que esté su mochila el que siempre la carga de un lugar a otro soy yo, tuviese un solo cuaderno triple o cuatro de ellos dentro.

- ¿Desde cuándo eres el fuerte de la relación?

- Desde hoy –sonrió melosamente y yo rodeé los ojos. ‘Este niño’.

- Estoy bien, yo puedo.

- No, no, no. –Negó con su cabeza- Déjame hacerlo esta vez, ¿sí? –Y ahí estaba, en su boca, en su tierna y esponjosa boca, se elevaba con nobleza ese dulce y adorable puchero que tanto me encantaba besar.

- Solo si me dejas besarte una vez más. –Sonrió coquetamente y estiró nuevamente su belfo inferior, dejándome atraparlo entre mis labios y besándolo suavemente- Vamos, conejito.

 

 

Un suspiro más y saltó, conmigo siguiéndole.

Lo primero en lo que pensé estando allí adentro fue en un ascensor, se sentía como si bajara veinte pisos en tan solo segundos. No había lámparas, relojes, libros ni muebles bajando a la par conmigo, fueron cinco segundos, solo cinco y en todo momento mi vista no lograba visualizar nada. Mi estómago parecía haber quedado en el lugar de mis pulmones y podía sentir una pequeña opresión en mi garganta, haciéndome pensar que quizás era mi corazón.

Horrible, esa es la única palabra para describir esa sensación.

Los primeros en salir a la luz fueron mis pies y luego el resto de mi cuerpo, cayendo de frente sobre el pasto. Era como si el agujero me hubiese vomitado al otro lado de la tierra. Casi sin aire me arrastré hasta el árbol más cerca y expulsé el café y sándwich que había consumido esta mañana. Me sentía como Alicia luego de entrar al agujero mágico, cayendo en el país de las maravillas, solo que ni en el cuento ni en la película parecían mencionar que Alicia vació su estómago en el primer árbol que vio.

 

Me alejé del árbol y sintiéndome algo mareado logré sentarme sobre el pasto. Taemin apareció frente a mí con la botella de agua, mi cepillo de dientes y pasta dental. Tomé las tres cosas y le sonreí agradecido, pequeños detalles como esos hinchan mi corazón.

El sabor a menta me hacía sentir mucho mejor, más fresco y aliviado.

 

 

- ¿Mejor? –preguntó Taemin, vaciando mis manos y perfumándome un poco. Sonreí, me encantaba cuando se preocupaba por mí y actuaba como si estuviéramos casados.

- Eso creo –susurré, acercándome a él y juntando nuestras frentes. Tras el árbol en el que cepillé mis dientes se encontraba una casa, era blanca, grande y la rodeaban muchas flores de diversos colores, tal parecía como si fuera la casa de algún cuento de hadas.

- Lo harás bien. Te amarán tanto como yo te amo.

- Gracias por el apoyo, conejito –lo besé una vez más y con su ayuda llevamos mi bolso y ambos postres.

 

 

Él golpeó la puerta y abrió un hombre alto y delgado que portaba la misma sonrisa que mi novio. Al lado de él había una señora baja, de piel pálida y cabello claro.

Sí, definitivamente Taemin parecía haber sacado físicamente lo mejor de sus padres.

 

 

- Señor Lee, señora Lee, es un gusto conocerlos –sonreí suavemente haciendo una reverencia. Ellos me miraban entusiasmados mientras que Taemin sonreía a mi lado. El señor Lee me ofreció su mano y su esposa me abrazó, lo que me dio un poco más de confianza.

- Adelante. –Dijo su padre, ayudándonos con las cajas- Es bueno ver luego de tanto al famoso Choi Minho, no tienes idea de lo mucho que nuestro hijo ha hablado de ti –su padre sonrió divertido mirando hacia mi novio.

- Espero que cosas buenas –tragué nervioso.

- Tanto como para querer hacerte un altar –bromeó su madre, riendo suavemente.

- Minho ha traído el postre –comentó Taemin, cambiando de tema-, pero el de frambuesas es mío.

- Lo que digas pequeño mandón. Minho, la comida está lista, ve con Taemin a su habitación para que dejes tus cosas. Lamentamos no tener un cuarto de invitados disponible y tener que hacerte dormir en el piso, pero Tae es mi hijo y aun no estoy preparado como para saber que estarán ambos en la misma cama conmigo en la pieza que sigue –explicó el señor Lee. Venía más que preparado para eso, no solo por lo que dijo Changmin, sino que porque era algo obvio.

- No se preocupe, señor Lee. Está en todo su derecho.

 

 

Mi mano fue tomada por mi novio y ambos subimos por la escalera hasta llegar a su habitación. Era de un celeste suave, lo que hacía que la habitación se viera clara y tranquila. En la pared izquierda había una gran ventana con cortinas blancas, al medio del cuarto estaba su cama y las paredes estaban llenas de fotos y decoraciones, tenía un escritorio con computador, un gran armario y una puerta en la pared derecha, por lo que supuse que se trataba de un baño. Definitivamente la razón por la que la casa no tenía un cuarto de invitados se debía a que las habitaciones eran amplias.

 

 

- Yo era partícipe de la idea que durmieras conmigo –susurró Taemin llevándome hasta la cama. Ambos nos tiramos sobre ella para descansar un momento.  La primera impresión parecía haber sido buena y eso me hacía respirar con tranquilidad.

- Está bien, bebé –lo acerqué a mí y dejé un beso en su nariz. Creí que dormiría en el sillón, pero tener que dormir en el piso de la habitación de Tae con él a escasa distancia de mí me hacía feliz.

- Me gusta más cuando me besas en la boca –susurró, haciendo una propuesta indirecta que rápidamente comprendí. Lo apreté más contra mi cuerpo y besé sus labios con lentitud, se podría decir firmemente que soy adicto al sabor de su boca- Bajemos, tus padres nos deben estar esperando.

 

 

Bajamos y un agradable olor a pollo horneado llegó hasta mi nariz, haciéndome recordar que en este preciso instante mi estómago estaba vacío. Nos sentamos a la mesa, me senté al lado de Taemin y frente a nosotros se sentaron sus padres, yo frente al señor Lee y Tae frente a su madre. La mesa estaba llena de ensaladas, había zanahoria, brócoli, apio, coliflor y lechuga, fuera de eso en medio de ella había un plato de pollo recién horneado, se veía dorado y jugoso, también había papas cortadas en pequeños cuadrados y tazas de té para acompañar el postre.

 

 

- Te gusta el pollo, ¿verdad? –preguntó mi suegra.

- Sí, señora Lee –Asentí entusiasmado mientras ella cortaba un pedazo de pollo para llevarlo hasta mi plato-. La carne blanca es mi favorita.

- Dime madre o mamá por favor, también puedes decirme suegra si así quieres. Creo que un año de relación con mi hijo es suficiente como para confiar en ti y que me llames de ese modo –ella sonrió y yo la imité, asintiendo con la cabeza.

 

 

Mi suegra cortó otro pedazo de pollo y lo dejó en el plato de mi novio.

Fue a los minutos después, cuando la conversación fue más amena y ya todos reíamos que noté que los únicos en comer carne éramos Tae y yo, sus padres tenían sus platos divididos en seis partes, lleno de los cinco tipos de ensaladas más uno con papas. Mi novio a mi lado comía pollo con lechuga y yo con brócoli.

Pensé que ambos podrían ser vegetarianos ya que son parte conejo, pero Taemin también lo era y aun así se encontraba repitiéndose de ese sabroso pollo por tercera vez, confundiéndome.

Cuando llegó la hora del postre la señora Lee llevó los platos hasta el lavaplatos de la cocina y volvió a la mesa del comedor con agua hervida, en la cocina Tae y yo cortábamos los pedazos de pastel para cada uno, serían tres de zanahoria y uno de frambuesa. Otra vez mi ceño se volvía a fruncir, mi novio mitad conejo comía carne y odiaba la zanahoria, mientras la alimentación de sus padres realmente hacía referencia a su parte no humana.

Sacudí mi cabeza y corté el trozo de cheesecake para mi novio, estaba por dejar la rebanada sobre su plato cuando dos manos traviesas rodearon mi cintura y comenzaron a pasearse por lo largo de mi abdomen.

‘Niño desvergonzado’

 

 

- ¿Qué se supone que haces? –musité.

- Acariciar a mi novio, claro.

- ¿A una habitación de tus padres?

- Umhumm –pegó su mejilla a mi espalda. Suspiré. ‘Dios. Tae, no me provoques ahora, por favor. No ahora. No aquí’

- Puede venir tu madre –o peor aún, su padre.

- Están conversando en el comedor –respondió restándole importancia. Desabrochando dos de los botones de mi camisa y acariciando mí abdomen con sus dedos. Apreté mis ojos con fuerza- se escucha como ríen.

-Tae, es en serio –dejé su trozo de cheesecake en el plato y me volteé con la intención de hacerle entender que aquí no, pero en cuanto me volteé mí fuerza de voluntad parecía querer derretirse por esa mirada traviesa y su sonrisa.

- Hyung –Susurró apegándose a mi cuerpo y dejando pequeños besos sobre mi barbilla-. Solo quiero besitos.

 

 

Oh, no, Lee Taemin, te conozco muy bien y que no quieres solo besos.

Taemin me decía Hyung solo con dos intenciones.

Si me dice así con brusquedad, arrugando su entrecejo o su nariz es porque está molesto, pero muy molesto, tanto así que luego me era difícil tener que hacer que sonría o que simplemente deje de mirarme mal.

Por otro lado, si me dice Hyung con voz suave y ligeramente aguda, con sus ojos brillantes y sus mejillas salpicadas de un leve colorete es porque está excitado.

Tal parece que mi novio se encontraba excitado por estar tocándome cerca de sus padres.

 

Sus labios pasearon por mi cuello y olvidé que no era correcto hacer eso en este lugar.

Dejé mis manos a cada lado de su cuello y pegué sus labios con los míos, chupándolos suavemente. Cuando abrió su boca moví mi lengua dentro de su cavidad bucal, la misma que sabía al pollo a la naranja de hace un rato. Ahora me sentía como un descarado, los señores Lee me ofrecían su simpatía y confianza y yo besaba a su hijo a sus espaldas, intentando contener la necesidad de hacerlo mío.

 

Después de la primera vez que hicimos el amor comenzamos a ser sexualmente activos, no como depravados sexuales ni como enfermos que follaban cada vez que se veían, no, eso no, pero sí hacíamos el amor muchas veces, estando solos en mi casa lo hemos hecho en la  cocina, el living, la ducha y por supuesto, mi habitación, incluso estando fuera de ella, como en el baño y la sala vacía de laboratorio de química en la universidad.

Era una clara similitud al dicho de tener sexo como conejos, aunque no es solo sexo, el deseo carnal que sentimos no es solo atracción física, porque hay más allá que solo eso.

 

 

- Debemos llevar el postre –susurré tras separarme de él, intentando enfriar mi mente.

- No quiero postre, te quiero a ti –Repasó mi labio inferior con su lengua y luego se separó de mí, resoplando-. Tu exceso de disciplina siempre termina dándote dolores bajos, deberías saber que siempre me cobro tu falta de intrepidez.

 

 

Volvimos a la mesa del comedor y sonreímos como si nada hubiera pasado.

El bizcocho estaba suave y la crema dulce, a los padres de Taemin parecía haberles encantado el pastel y yo no podría sentirme más feliz de eso. El día siguiente al que Tae me dijo que sus padres querían conocerme fui a las pastelerías del centro de Seúl, como si fuese el pastel para una boda pedí un trozo de cada pastel de zanahoria en todas ellas, al menos a las que fui, que fueron las pastelerías de más prestigio, quería cerciorarme del sabor y no pedir algo que luego tuviese el bizcocho reseco y la quema quebradiza.

La señora Lee hablaba animada y de a ratos el señor Lee aportaba detalles y relatos a la conversación que yo escuchaba atentamente, el centro de la charla era Taemin, un Taemin pequeño, dulce, curioso y bastante ingenuo entre sus 4 y 10 años.

Lo que más me encantaba era que mi novio no parecía haber cambiado en absoluto, seguía siendo igual de adorable y mimado que ahora, solo que en este nuevo cuadro estaba yo, o sea, alguien más para seguir consintiéndolo.

 

 

Tomé la tetera y vertí un poco de té en mi taza, estaba por adentrar la segunda cucharada de azúcar a mi taza cuando una pequeña y fina mano se posó con sutileza sobre mi pierna.

‘Aquí va otra vez’ revolví levemente el té y dejé la cuchara de lado, sonriendo a algo que contaba el señor Lee y que no había alcanzado a comprender porque el descarado de su hijo había comenzado a meterme mano.

Lo miré de reojo.

Él solo sonreía levemente, con el codo sobre la mesa y su mejilla recargada en la palma de su mano. Bajé con lentitud mi mano izquierda e intenté que su mano dejara de subir por mi pierna, sabía hasta dónde quería llegar, y no era un lugar apto, no frente a sus padres, ni frente a nadie.

Mantuve su mano quieta durante unos segundos, segundos en los que comencé a beber té bajando la guardia y que él aprovechó para escabullir su mano hasta mi entrepierna, apretando suavemente y causándome un escalofrío que no pasó inadvertido por sus padres, obligándome a mentir y decir que el té estaba algo caliente.

 

‘Tan caliente como su hijo’

 

Fueron segundos, no puedo decir con exactitud cuántos fueron, pero sí sé con precisión que no alcanzó el minuto, aun así fueron segundos tortuosos en los que debí apoyar los codos sobre la mesa y esconder la mitad de mi rostro en mis manos que estaban hechas puño, intentando soportar el lento masaje que Taemin hacía en mi entrepierna.

Masajeaba y apretaba a su gusto, llevando un ritmo lento, dispuesto a deshacer mi cordura.

No fue sino hasta que una gota de sudor bajó por mi sien que Taemin quitó su mano y la atrajo hasta su cuerpo, sonriendo satisfecho mientras yo quedaba con mi intimidad adolorida y la espalda cubierta en sudor.

El sonido de las sillas arrastrándose llegó hasta mis oídos y sonreí agradecido al Vayan a descansar de la señora Lee. Taemin avanzaba delante de mí como si nada, claro, no era a él a quien le dolía la entrepierna con cada paso que daba.

 

 

- ¿Se puede saber qué fue eso al final de la comida? –pregunté con voz de regaño. Ya habíamos llegado a su habitación y él me había dejado entrar primero para cerrar su puerta con cerrojo. Me sentía agitado y molesto.

- No sé de qué me hablas –me senté sobre su cama y me crucé de brazos.

- Oh, sí, claro que sabes de qué hablo -Me miró haciéndose el desentendido, caminando lentamente hacia mí y sentándose sobre mi regazo para acurrucarse. Suspiré, abrazándolo. Estando así no podía enojarme con él-. Tae, bebé. He estado todos estos días nervioso porque en verdad quiero agradarle a tus padres, por favor no vuelvas a tocarme de esa forma estando ellos cerca, no quiero que me crean un degenerado –susurré.

- Está bien –Se removió entre mis brazos y dejó su rostro en el hueco de mi cuello-. Es solo que desde que te dije que estabas invitado a venir no me tocas, solo me besas, pero poquito.

- Lo siento. No me había dado cuenta que lo hacía –suspiré acariciando sus cabellos.

- Min –susurró dejando su rostro frente al mío-, bañémonos juntos.

- Pero tus padres-

- Ellos están abajo y el seguro está puesto, solo quiero tocarte un poquito, estás muy guapo –suspiré, o mi novio tenía el don del convencimiento o yo no podía resistirme a él. Además, también extrañaba tocar su cuerpo.

- De acuerdo, vamos.

 

 

Mentiría si dijese que no lo disfrutaba, porque el tener a Taemin entre mis piernas, con su cabeza en mi pecho y sus manos acariciando mi espalda me hacía sentir una satisfacción inmensa.

Tomé la esponja de baño y empecé a tallar su piel, recorrí su espalda completa y al terminar lo alejé de mí para seguir con sus brazos y su pecho, Taemin me miraba mientras lo hacía y repentinamente me sentí cohibido, me era increíble que alguien como él se pudiera fijar en mí, somos muy diferentes y eso era algo que me preocupaba, al inicio de nuestra relación temía que se aburriera de cómo soy, pero en vez de alejarse de mí o pedirme que cambie él siguió a mi lado.

Alejó la esponja de su torso y se levantó un poco, acomodándose hasta quedar con cada una de sus piernas a cada lado de mi cadera. Sus dedos recorrían mis hombros y mi pecho con suavidad, como si estuviese descubriendo algo nuevo a pesar de que sus manos conocían ese recorrido a la perfección. La dedicación que usaba era tanta que fue imposible cerrar mis ojos y apegar mi espalda a la fría baldosa, disfrutando del tacto que esparcía mi novio sobre mi cuerpo.

Escuché el agua moverse y al abrir mis ojos lo vi recostado ligeramente sobre mí.

 

‘Tan hermoso’

 

Rodeé su espalda con mis brazos y lo acerqué a mí, disfrutando de una lenta armonía entre sus labios y los míos.

 

Para mi satisfacción nuestro baño fue tal cual como esperaba que fuera, besé y toqué a mi novio sin salirme de mis normas impuestas, disfrute de su boca, de su tacto, y a la vez relajé mi cuerpo, haciéndome pensar que quizás la pócima que necesitaba para quitar mi nerviosismo era él.

El resto de la tarde continué disfrutando de su compañía. Al salir del baño ordené mi ropa en un cajón del armario de Tae que había desocupado para mí, secamos nuestro cabello con la ayuda del otro y terminamos enrollados en una larga manta de polar viendo una película. De a ratos recibíamos la visita de sus padres que atravesaban la puerta con dulces y gaseosas, haciéndome sonreír divertido porque las idas para darnos refrigerios eran más bien para vigilar qué hacíamos.

La cena pasó tranquila, sin inconvenientes ni caricias ocultas de Taemin bajo la mesa, diferente al almuerzo esta vez yo también era contribuidor y partícipe de la charla, mientras que Tae al igual que en el almuerzo lo que más hacía era comer.

Los sabores y olores que provenían de los platillos de la mesa comenzaron a desaparecer y cuando pasamos del comedor hasta el living los álbumes de fotos comenzaron a llegar, junto a un Taemin que reclamaba porque no quería que yo viera sus fotos de bebé donde se encontraba desnudo.

‘Como si no me dejaras verte desnudo otras veces’ pensé, encontrando divertida su nueva y avergonzada actitud, probablemente he visto a mi novio desnudo más veces de la que sus padres lo hayan hecho, o quizás era para mantener la apariencia de que nuestra relación no pasaba de besos y abrazos.

Pasó álbum tras álbum cuando un bostezo del menor de nosotros nos hizo parar. Se había hecho tarde rápidamente, ni siquiera me había dado cuenta en qué momento comenzó a oscurecerse pero culpaba de eso a mi horario de salida de la universidad.

El menor de los Lee tenía sueño y eso vino junto a un Chicos, es hora de que vayan a dormir. Tampoco es como si me molestara, no estaba cansado pero el baño de esta tarde me había dejado con unas grandes ganas de dormir, además, por fin podría estar nuevamente solo con mi novio.

 

 

A tientas en la oscuridad tomé las mantas que yacían sobre el piso y las atraje hasta mí, era una cama improvisada bastante cómoda y blanda, mi espalda no sufriría y lo mejor de todo es que pasaría la noche entera en la habitación de mi novio que se encontraba impregnada a su dulce aroma.

Sonreí feliz cuando un pequeño cuerpo se coló bajo mis mantas dejando pasar una pequeña corriente fría. Abrí mis brazos y lo atraje hacia mí, enterrando mi nariz en su cabello.

                                                                                                                       

 

- Dormiré aquí –proclamó.

- Estarás más cómodo allá arriba.

- Pero tú estás aquí abajo.

- ¿Me usarás de almohada?

- No lo digas como si no te gustara. Además, prometo no destaparte por la noche si me da calor.

- Debería grabar tus palabras.

- Min –susurró alargando la vocal de mi nombre y pasando una pierna sobre las mías, encerrándome.

- Está bien, pero por la mañana tendrás que trepar hasta tu cama, si viene tu mamá a vernos estaremos en problemas.

- A mamá no le importa que durmamos juntos, papá es el que quería hacerte dormir en el sillón, pero lo convencimos diciendo que podía darte frío, además, yo dije que eras alto y tu espalda podría lastimarse, que sería un mal suegro si te hace dormir allí y terminas adolorido.

- Gracias por cuidar de mí, conejito –susurré bajando mi cuerpo hasta quedar frente a él. Dejé un suave y lento beso en sus labios.

 

‘Amo a este niño’

 

 

 

 

 

- Antes de irme me disculpo, nuevamente –dijo el señor Lee, mirándome con ojos culpables por tercera vez en el día, algo así como Era tu espalda o que duermas con mi hijo, lamentablemente preferí arriesgar tu espalda, pero lo siento.

- No se preocupe, realmente dormí muy cómodo –rodeado del aroma más exquisito del mundo, el de mi novio.

- Eso en verdad me tranquiliza –susurró el señor Lee bajando la mirada, avergonzado. Típico gesto Lee.

- Espero que Tae te atienda correctamente y me haga sentir orgullosa de todas las veces que he intentado enseñarle a cocinar.

- Minho sabe cocinar –dijo Taemin. Los señores Lee rieron divertidos y yo solo sonreí. Sí, el que usaba la cocina en esta relación era yo, Tae podía ayudar pasándome los ingredientes o cortando carne y verduras, pero yo me ocupaba de todo lo demás.

- Entonces ayúdale y no lo dejes solo en la cocina.

- Sí, mami –‘Bebé’ pensé enternecido.

 

 

La puerta de la casa Lee se cerró y de inmediato dos delgados brazos me rodearon, el pequeño rostro de mi novio se recargó sobre mi pecho y yo pegué mi mejilla a su cabeza. Los señores Lee debían comenzar a prepararse para la repartición de huevitos del día de mañana, según lo que me había dicho Taemin cada sábado anterior al domingo de Pascua debían ir a Una aburridísima charla donde cada año dicen lo mismo, lo peor es que es obligatoria e intentan darnos ánimos para hacer un buen trabajo pero siempre termino dormido sobre la silla, o al menos eso dijo.

 

 

- Aún no puedo creer que les agrade –susurré. Una leve risa por parte de él comenzó a escucharse, causándome un leve cosquilleo en el pecho.

- Te dije que les agradarías, bobo.

- Desaparecieron tus padres e inmediatamente vuelves a llamarme bobo, ¿Qué pasó con ese dulce Tae de hace un rato? –lo separé de mí y alcé una ceja, divertido. Tal parece que frente a nuestras familias mi novio se convertía en un chico encantador y recatado, pero estando solos los dos volvía a ser como cuando lo conocí, porque avergonzarme y ponerme nervioso es su pasatiempo, ejemplo de eso fueron las caricias a escondidas en el almuerzo de ayer.

- Tiene hambre –respondió contra mis labios.

- No soy comestible –sonrió coqueto.

- Oh, sí. Claro que lo eres –pequeños besos comenzaron mientras intentaba levantar mi polera. Y aunque quería ceder sabía que la comida no se haría sola, no si yo no la hacía.

- Ahora no, conejito. Iré a ver que hay en la despensa para cocinar –besé su nariz, la que próximamente se arrugó junto a su entrecejo- volveré en un rato, ¿sí?

- De acuerdo –susurró, acomodándose en el sillón frente a la tv- cuando necesites ayuda me avisas.

 

 

 

~*~

 

 

 

- Minho –susurré-.

- ¿Mmh?

- Minho, no te duermas, estoy aburrido.

- Ve la película –balbuceó.

 

 

Resoplé.

Mi plan de Solos con Minho se desvió en el momento en que acepté que viéramos una película luego de comer.

Me gusta acurrucarme con él, sí, pero mi idea de un día solos en mi casa era para celebrar nuestro primer año de conocernos. El día anterior creí haberlo incitado lo necesario como para que esta tarde quisiera olvidar sus reglas.

 

Con cuidado me desenredé de entre sus brazos y me paré frente a la cama, observándolo, no parecía tener intención de preguntarme dónde iba.

 

‘Si él no planea propasarse conmigo ayudaré para que quiera a hacerlo’

 

Caminé hasta mi armario y tomé una polera manga larga, la había comprado hace poco, para la ocasión, era blanca, holgada, un poco transparente y mostraba parte de mi clavícula, lo mejor era que llegaba hasta la mitad de mis muslos, una prenda a la que Minho no podría resistirse.

Me cambié intentando no causar demasiado ruido. Cuando la liviana prenda ya estaba sobre mí caminé hasta la cama, dejando la laptop en el mueble de noche y pausando la película, miré a través de la ventana, aún era temprano, probablemente estábamos cerca de las 3 p.m.

Me visualicé mentalmente con mis partes de conejo, si lo pensaba lo obtendría, así era como funcionaba lo que Minho llamaba como “Transformación”.

En realidad Minho creía que la habilidad genética de tener orejas y pompón de conejo era solo para los domingos de pascua, algo así como la trasformación de un hombre lobo solo en luna llena, pero no, podía aparecer y desaparecer mis orejas y pompón cada vez que quisiera, lo que sería de un buen uso mostrarlas ahora, en medio de la celebración de aniversario por conocernos.

 

 

- Hyung –susurré en el oído de Minho, sentándome sobre él con las piernas a cada lado de su cintura.

- Dime.

- No te duermas, quiero besitos.

 

Sonreí, acomodando mi pompón para no lastimarlo, rozaba la tela del jeans azul de Minho, el que esperaba que pronto desapareciera. Solo quería que abriera sus ojos, sé perfectamente que una de sus fantasías sexuales era hacer el amor conmigo portando mis orejas y pompón de conejo, pero no lo habíamos hecho antes, porque esperaba mostrarme de esta forma en una ocasión especial, y dado el caso la ocasión especial sería ésta.

Comencé a alzar su playera, notando sonriente su abdomen bien marcado.

Dejé pequeños y ruidosos besos por su torso, logrando sentir una pequeña dureza bajo mi trasero.

 

- Tae –susurró. Alcé mi mirada y dejé mis manos en cada lado de su cara.

- Abre tus ojos, Minho Hyung.

 

Obedeció.

Cambiando su expresión semi adormecida por una sorprendida, sonreí.

‘Lo he impresionado’

 

- Hyu-

- ¡Tae! –Se sentó rápidamente, tirándome bajo la cama- ¡Tae, estás-

- ¡Animal! –Le grité molesto, levantándome del piso y sobando mi pompón- ¡Me tiraste!

- Otra vez tienes orejas –susurró, pasándose las manos por el rostro.

- Ya me has visto así antes, ¿era necesario botarme de la cama? Se supone que me besarías, no que te alterarías, ¿cuál es tu problema? –me acomodé nuevamente sobre la cama, pero lejos de él, mirándolo con los ojos entrecerrados y esperando un lo siento.

- Tae –susurró-, te ves tan lindo.

 

Moví mi nariz, esquivando su mirada, estaba molesto, pero dijo que me veía lindo.

 

- ¿Me tiraste de la cama porque me veía lindo?

- Lo siento, bebé. Hace mucho que no te veía así –hizo una pausa, recorriendo mi cuerpo con la mirada. Sonrió, haciéndome sonrojar-. Estás hermoso.

- Ummh.

- ¿Estás molesto?

- Mi pompón se lastimó.

- Puedo acariciarlo hasta que deje de doler –temblé, la mirada que me dirigía era exactamente la que intentaba obtener.

- Mi trasero también se golpeó –musité, gateando hasta llegar nuevamente hasta Minho.

- También puedo acariciarlo hasta que deje de doler.

 

Mojé mis labios con la lengua, sintiendo sus manos sobre mi cintura, haciéndome quedar nuevamente sobre él.

Asentí.

 

- No traigo ropa interior.

- Lo noté –acercó su boca a mi cuello, acariciándolo con su nariz mientras su mano viajaba hasta mi espalda baja, tocando sobre la delgada playera.

- Y yo he notado que te agrada –contesté dando un movimiento sobre su entrepierna. Minho es un hombre tierno, preocupado y amable, eso lo he sabido desde hace mucho, pero si hay algo que me encanta es su cambio de actitud en la intimidad.

- ¿Debería preguntar por qué las orejas y pompón? Aún es sábado.

- Puedo tener orejas de pompón cuando quiera, sea lunes o domingo, enero, abril o diciembre.

- ¿Por qué no estaba enterado de eso? –preguntó separándose unos centímetros para mirarme interrogante, su ceño estaba fruncido, como si se golpeara mentalmente por no haber obtenido ese detalle antes.

- Nunca preguntaste –me encogí de hombros-. De todos modos, en unas horas cumpliremos un año de conocernos –sonreí coqueto- y estamos solos.

- Te amo, conejito.

- También te amo, Minho Hyung.

 

 

Enrollé mis brazos a su cuello y lo besé.

Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo descaradamente, descansando una de ellas sobre mi pompón, acariciándolo.

Gemí.

 

- Mi pompón es una área sensible –susurré.

- Eso me da un par de ideas.

 

 

Suspiré.

La tela de la playera rozaba mi miembro, haciéndome tiritar, el tacto de Minho se paseaba desde mis piernas hasta mi cintura, aun tocándome sobre la ropa, intentando provocarme un poco más.

Quité su polera y la tiré lejos, llevé mi boca hacia uno de sus pectorales y jugué con su pezón izquierdo, los pezones eran sensibles tanto para él como para mí. En respuesta a mis lamidas y mordidas su mano se coló bajo mi ropa, acariciando la abertura entre mis nalgas.

Tus pantalones, susurré alzándome para que me ayudara quitar su ropa.

Bajé el cierre de su pantalón y lo tiré hasta sus tobillos, Minho se encargó de tirar sus zapatos y patear su pantalón hasta quitarlo, en su ropa interior se veía una pequeña mancha de semen.

Me acomodé sobre su entrepierna con la respiración agitada, montándolo y rozando mi trasero contra su dureza. Sus manos de aferraron a mi cintura y recostándose sobre la cama comenzó a restregarme contra él, dejé mis manos en su pecho y cerrando mis ojos empujé con fuerza sobre su entrepierna, dejando el bulto entre mis nalgas sin parar la fricción.

Con cada segundo que pasaba su dureza se volvía más grande y mi miembro se alzaba aún más, dejando un pequeño círculo de humedad en la tela blanca de mi polera.

 

- H-hyung –gemí cuando una de sus manos acarició mi pompón, una nueva sensación de placer se sumó junto a la tibia humedad que sentía en mi trasero.

- Voltéate –ordenó.

 

 

Con la respiración agitada me levanté, la ropa interior de Minho se veía apretada y la mancha de humedad era más grande.

Lamí mis labios y me di media vuelta, alzando mi trasero y apoyando mi cabeza sobre el edredón. La punta de mi miembro rozaba la colcha y el anillo muscular de mi trasero se contraía y extendía contra mi voluntad.

Uno de sus dedos paseó por la abertura entre mis nalgas haciéndome suspirar, acarició de arriba hacia abajo de forma lenta. Exhalé fuerte, apretando el cubrecama entre mis manos, sus caricias me hacían temblar, pero me exasperaba que no prestara atención en el lugar que quería. Alcé un poco más mi cadera y sentí sus manos sobre mis nalgas, masajeándolas hasta que su húmeda lengua entró en mí.

 

- ¡Minho!

 

Arqueé mi espalda, enterrando aún más mi rostro sobre la cama.

Su lengua entraba y salía de mi cuerpo, lamía el contorno de mi centro y luego volvía a internarse en medio de mis nalgas, de a ratos sus labios lo chupaban y su mano acariciaba mi pompón. Abrí un poco más mis piernas, entregándome a la idea morbosa y placentera de tener su boca en mi trasero.

Su boca se despegó, dejando entrar sus dedos, primero uno, luego dos más.

Entraban, salían, volvían a entrar y buscaban mi próstata, moviéndose rápidamente sin darme tiempo para hablar o respirar adecuadamente.

 

‘Se siente tan bien’

 

- M-Min –susurré con dificultad- Ya.

 

 

En respuesta quitó sus dedos de mi interior, causándome un escalofrío por la sensación de vacío. Mojé mis labios una vez más, acostándome a mitad de la cama sin quitarle ojo de encima.

El cuerpo de Minho estaba perlado por el sudor y su cabello se apegaba a su frente, con rapidez sus manos bajaron su ropa interior. La punta de su miembro estaba brillosa y todo su miembro en sí estaba hinchado, se veía erótico.

Quité mi playera y la lancé lejos.

 

 

- Feliz primer año de conocernos –susurró dejando la cabeza de su falo en mi entrada.

- Feliz. Muy, muy feliz.

 

 

Gemí fuerte y con satisfacción, tirando mi cabeza hacia atrás. Había entrado de un solo golpe.

Pasé mis brazos por sus hombros y envolví mis piernas a su cadera, instintivamente Minho escondió su rostro en mi cuello –el que alcé para darle espacio- y sus brazos rodearon mi espalda para tener una posición cómoda, una que ayudara a obtener penetraciones constantes.

Sentí sus labios en mi yugular y sonreí cerrando mis ojos, las embestidas comenzaron por segundo, haciéndonos disfrutar del placer ya conocido que daba el tranquilo inicio de la copulación al hacer el amor, la cama se mecía suavemente y nuestras respiraciones estaban entre el delgado hilo de la serenidad y la desesperación.

Empujé mis caderas con fuerza cuando iba a entrar en mí, un claro mensaje para que fuera más rápido.

Él obedeció y me limité a disfrutar del placentero roce de nuestras pieles. Hacer el amor con o sin protección influye en el placer mucho más de lo que se cree, lo hemos hecho con y sin él, aunque ambos estamos limpios y no necesitaríamos usarlo, pero si el deseo de estar con el otro nos llegaba en lugares como un restaurante, la universidad o el centro comercial era preferible usar condón antes de pasearme por un lugar público con sus fluidos cayendo entre mis piernas.

 

 

- ¡Allí! –grité arrugando mi ceño- M-Minho, allí.

 

 

Sus caderas comenzaron a chocar con más fuerza sobre las mías, todo era placer.

El olor a sexo estaba en el ambiente, el aroma de nuestros fluidos y nuestro sudor se mezclaba, entrando por mi nariz. El golpeteo de su pelvis en mi trasero sonaba exquisito, igual o más que el sonido de la cama contra la pared, la que sonaba cada vez que Minho se adentraba en mi cuerpo.

Hemos estado juntos una gran cantidad de veces, pero lo que hacíamos ahora era diferente, esta era la unión de nuestras fantasías sexuales hecha una sola, por un lado estaba la de Minho, que una vez admitió querer hacerme el amor cuando conmigo portando orejas de conejo y pompón, además, por otro lado estaba mi fantasía sexual con Minho, llevaba años imaginándolo así, adentrándose profundamente en mi cuerpo, gritando mi nombre y gozando de mí en este lugar, en mi cama, pese a que este era nuestro primer año conociéndonos mutuamente yo llevaba años queriendo tener a Minho en mi cama haciendo el amor.

 

Gemí fuerte.

Mi miembro estaba duro y mi centro era llenado por Minho cada vez más rápido.

Dejé mi mente en blanco y apretando mis dedos en su espalda comencé a gemir más alto, las embestidas eran más erráticas y nuestras respiraciones estaban entrecortadas

 

 

- ¡H-hyuung! M-más. Me gusta, me gusta mucho.

 

 

Paró por un momento y su mano viajó hasta mi entrepierna, tomándola entre sus dedos y apretándola suavemente mientras continuaba con el movimiento de sus caderas. Movía su mano acorde con las penetraciones, sentía que estaba a punto de correrme y enterré mis uñas en la piel de la espalda de Minho.

Estaba a punto de terminar y la cama chillaba haciendo el ambiente aún más erótico.

 

 

- T-te amo, c-conejito.

 

 

Mordí mi labio con fuerza y gemí alto por última vez, sin poder responderle.

Mi miembro se sintió liberado al mismo tiempo que mi torso se mojaba con mis fluidos. Sonreí, cansado, mi anillo muscular se contrajo y las embestidas de Minho continuaron por un momento hasta que se corrió dentro de mí.

Apoyó su frente en mi cuello y respiró fuerte buscando aire para sus pulmones.

Seguimos en esa posición esperando a que nuestras respiraciones se tranquilizaran. El sudor en mi cuerpo se hizo frío y la sustancia entre nuestros torsos me hacía sentir pegajoso, pero por otro lado la satisfacción de tener su semilla aún tibia en mi interior me hacía sentir satisfecho.

Mojé mis labios con la lengua y tragué, sentía la boca seca y el estómago vacío.

 

 

- ¿Minho? –susurré.

- ¿Mmh?

- ¿Vas a dormirte? –pregunté escuchando una suave risa.

- No, bebé. Solo descanso.

- Minho.

- Dime, conejito.

- Te amo –susurré-. Te amo mucho, en verdad mucho. Mucho, mucho –tragué una vez más. Mis ojos estaban llorosos y mi garganta apretada, estar así, con él, tocaba sentimentalmente mi corazón-. Me haces muy feliz.

- Oh, Tae –susurró. Elevó su cabeza y desvié la mirada, quería detener mis lágrimas pero solo rodaron por mis mejillas, me sentía avergonzado de que me viera así, acabábamos de hacer el amor y yo me ponía a llorar-. Mírame, conejito.

 

Negué con la cabeza, haciendo un puchero. Estaba avergonzado y él lo sabía.

Quería parar de llorar pero no podía.

 

- Conejito –acunó mi mejilla bajo su palma y movió mi rostro, obligando a mis ojos toparse con los suyos-. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, todo tú. Amo todo de ti. Amo tus ojos, tu sonrisa, tus labios, tu cabello, tus lunares y tu figura. Amo también tu risa, tu forma de pensar, tus berrinches y tus gritos de felicidad, amo tus besos y tus caricias. Eres todo lo que siempre deseé tener junto a mí –sollocé-. Amo cada parte de ti, Taemin, eres mi conejito, mío, solo mío, y agradezco que me ames y que me dejes hacerte tan feliz como tú me haces a mí.

 

 

‘En verdad me ama’ Sonreí y cerré mis ojos cuando se acercó a mí, besándome.

‘Me ama mucho. Minho me ama mucho’

 

 

 

 

 

~~~*~~~

 

 

Sabía que era una sola vez al año, una sola noche, pero me parecía increíblemente absurdo tal escándalo por simples y pequeños chocolates con forma de huevo de gallina.

Pascua era un solo día al año, pero seguía sin entender por qué debíamos prepararnos todos los siguientes 364 días luego de la fecha. Terminaba el domingo de Pascua y el día siguiente todos los de mi especie debían reunirse nuevamente a planear todo para el siguiente año, desde la cosecha de árboles de cacao, la cantidad de azúcar apta y el diseño de las envolturas, eso y más.

 

Suspiré aburrido.

La oficina de papá era increíblemente grande, después de todo era una planta completa construida bajo la casa. El lugar estaba lleno de mapas del mundo, computadoras, trofeos, medallas de honor e informes de algunos niños de una que otra ciudad, lo normal para la oficina de un jefe de hogar de mi especie.

 

 

- Papá –lo llamé. Llevaba unos minutos hablando con el tío Yun sobre las nuevas ideas planteadas para la próxima pascua, lo gracioso de esto es que apenas habían pasado solo unos meses desde pascua pasada y las propuestas para la siguiente eran infinitas-. Estoy aburrido, ¿puedo ir a ver televisión?

- Quería mostrarte… Está bien, luego de la cena necesitaré tu ayuda con un par de cosas.

 

 

Bufé, saliendo de la oficina por la escalera principal.

 

Estaba a unos días de cumplir 13 años, lo que significaba un claro Bienvenido al negocio. Los niños con trece años debían por ley –de mi especie- ayudar en la pintura de las envolturas de los huevitos y las manualidades de mazapán, algo que se me daba bastante bien, pero no era lo que quería, llevaba años viendo a mis padres, tíos y amigos de la familia haciendo el sacrificio de la perfecta organización y animo por la Pascua, pero ¿es que nadie se interesaba en conocer a los humanos?

 

Era absurdo trabajar todo un año para darles un día bonito pero tomar como algo indebido el querer acercarse a ellos. Pese a que los humanos no se daban cuenta nosotros vivíamos en su mundo, en medio del bosque para ser exactos, pero a la vez estábamos apartados de su civilización, tecnológicamente no, pero aunque no era prohibido por ley nadie de acercaba a ellos, un contacto más allá de dejar chocolates en sus casas no era algo que llamara la atención.

Me acomodé en el sillón, prendiendo a tv y dejando un cojín suave bajo mi pompón.

 

Sonreí al ver el canal de animales.

Yo no quería ser un simple repartidor, quería hablar con los humanos, quería estudiar con ellos, no con los de mi especie, todos ellos solo hablaban de Pascua mientras que a mí también me interesaba Halloween y Navidad, días de celebraciones que solo tenían los humanos.

 

 

- Sabes que tu padre solo quiere seguir la tradición –dijo mamá sentándose a mi lado. Sonreí al verla, traía consigo galletas de animalitos.

- Pero es aburrida –susurré dejando una en mi boca. Ella solo rió bajo.

- Puede que sí, para mí ya es una costumbre, pero tu padre como jefe de hogar encuentra orgullo en la tradición.

- ¿Y si no me deja ser lo que quiero?

- Si sigues la tradición correctamente por un par de años puede que acepte.

- ¿Tú no te sientes decepcionada de mí?

- Ni en mil años –sonreí-.

- Cuando sea grande seré el mejor veterinario del mundo –musité bajito al escuchar los pasos de papá en la escalera de su oficina.

- Lo serás.

 

 

 

Después de la cena el tío Yun volvió a su casa. Mientras mamá limpiaba el comedor yo bajé con papá hasta su oficina.

En la mesa central había carpetas de diferentes colores, supuse que eran las nuevas propuestas que trajo el tío Yun esta tarde.

 

 

- Hijo, pintas hermoso, deberías estar feliz, te pagarán por hacer algo que te gusta –bromeó mi papá. Yo fruncí el ceño.

- No nos pagan hasta los quince.

- Los primeros dos años a los niños les pagan con zanahorias- rodeé los ojos, allí estaba el chiste.

- Papá, sabes que no me gusta el sabor de la zanahoria.

- Lo sé, que hijo más raro tengo –sonrió y yo le imité.

 

 

Era probablemente el único en mi especie al que el sabor de la zanahoria no le era agradable. Probablemente todo en mí era inusual a mi especie, en realidad.

Amaba la carne y el pescado, odiaba la zanahoria, me gustaba más hablar con los animales que con mis compañeros en la escuela y quería ser amigo de los humanos, mis gustos eran un repertorio amplio para las burlas de mis compañeros, pero es no me importaba.

 

 

- Ayúdame con esas carpetas –indicó las coloridas sobre la mesa central-. Debo revisarlas luego y terminarlas dentro de mañana o pasado, podrías ayudarme con un par.

- ¿Qué es lo que tengo que hacer?

- Lo de la cantidad de huevitos –dijo.

- Ooh. Está bien.

 

 

La cantidad de chocolates para los niños o adolescentes se sacaba según la edad, peso y estatura del humano, eso era algo esencial, así luego se sumaba la cantidad de huevitos para cada niño en el mundo y una o dos semanas anterior a Pascua comenzaba la producción de chocolates.

 

Iba en la hoja final de la segunda carpeta cuando comencé a bostezar, probablemente más de aburrimiento que de sueño.

Cada carpeta traía el perfil de un niño, pero por hoja, y en cada carpeta había probablemente unos 50 perfiles, los que traían nombre, edad, peso, estatura y comportamiento del humano, algo así como su reacción ante pascua, si es que le gustaba o no la celebración, además de uno que otro dato.

 

Estiré mis brazos y sacudí mi muñeca derecha, dejando a un lado el destacador amarillo con el que debía marcar si el humano era intolerante a la lactosa, tenía alergia al chocolate o simplemente no le gustaba, que ahí era donde comenzaba más producción de mazapán

Dejé la segunda carpeta a mi lado derecho, mirando con horror a la rumita de carpetas que se encontraban frente a mí, aún quedaban muchas. Moví mi cuerpo hacia un lado, detrás del montón colorido estaba papá y a un lado de él había cinco o seis carpetas, claramente él era más rápido que yo, llevaba años en esto.

 

Con un suspiro tomé la carpeta azul que estaba en la cima, teniendo que levantar mi cuerpo para poder tomarla, cuando la dejé en la mesa papá dijo que si quería podía irme a dormir, pero insistí en que podía terminar con ella.

Iba en la mitad de la carpeta cuando mi ánimo bajó nuevamente, parecía interminable y era agotador, papá volvió a insistir, sabía que no quería continuar con la tradición así que intentaba ser liviano conmigo en cuanto al tema, dijo que podía ir por galletas y ver tv pero mi persistencia me hizo negar otra vez, lo que agradezco enormemente, porque al terminar con la hoja 49 y pasar a la última sonreí asombrado.

 

 

Choi Minho.

Era un niño humano de piel morena y ojos grandes, ya tenía trece, nos llevábamos solo por seis meses y aun así era mucho más alto que yo.

Con lentitud y dedicación leí cada uno de sus datos, marcando lo necesario y tomando una copia de la hoja cuando papá subió por un marcador nuevo.

 

 

Esa noche dormí con la foto del humano bajo mi almohada, sacándola de a ratos para volver a ver su rostro y apreciar sus rasgos, al pasar mis dedos sobre la hoja mi corazón latía desbocado.

Me prometí a mí mismo que lo conocería, pero la única forma de hacerlo era siendo un trabajador ejemplar ante la tradición, una que hasta el momento aborrecía pero que ahora se había convertido en mi pase hasta el lindo humano de ojos dulces.

 

Fue cerca de la Pascua siguiente cuando comencé a poder viajar a través de los agujeros en la tierra, dejándome curiosear por Seúl y dando inicio a una serie de visitas a Choi Minho en mis tiempos libres.

Al principio era incomodo tener que ocultar mis orejas y pompón, pero dejaba de importar cuando lo veía salir de clases por las tardes, siempre acompañado de sus amigos.

 

Fue a los catorce cuando logré colarme dentro de su casa, observándolo unos minutos por la noche, lo que me costó un poco de polvo adormecedor que a papá le había sobrado hace tres meses atrás.

A los quince lloré por él por primera vez, detrás del arbusto de una plaza mientras él le confesaba su amor a una chica un par de metros más allá, fue doloroso, tanto que no pude escuchar hasta el final, abriendo un nuevo agujero sin importarme que alguien me haya visto. El día siguiente a ese fui a verlo, nuevamente, para mi sorpresa la chica lo rechazó, sus amigos lo molestaban diciéndole que si seguía así nunca daría su primer beso, lo que me alivió, solo hasta el año siguiente.

A los dieciséis lo vi tener su primer beso, estaba tan dolido y furioso que quise enterrarlo a él y a sus fotos en un lugar por el bosque, no quería nada. Por suerte la semana siguiente conseguía una medalla por esfuerzo y dedicación, elevando mi ánimo nuevamente y obligándome a seguir siendo persistente.

A los diecisiete lo seguí hasta una biblioteca, fue a dejar libros de medicina veterinaria, lo que me estremeció por completo, él también quería ser veterinario.

Fue entonces con dieciocho años cuando se cumplió mi edad legal para ser repartidor de huevitos de pascua, inmediatamente mi destino a seleccionar para el año siguiente fue Seúl.

 

Bajé con el corazón en mano la escalera de su casa, era la mañana de mi primera Pascua siendo repartidor. Ya había adormecido a sus padres y a su hermana, evitando entrar a su habitación, estaba demasiado nervioso como para hacerlo.

Intentando tranquilizarme me fui directo hacia la cocina y ya dentro de ella conté hasta diez, tomando el jarrón con margaritas entre mis manos y lanzándolo al piso con fuerza.

Nuevamente comencé con una cuenta numérica, iba en el número nueve cuando mis orejas comenzaron a moverse.

Sonreí.

La madera del último escalón crujió avisándome que estábamos a segundos de conocernos mutuamente por primera vez, esperé otra vez y con mi corazón latiendo erráticamente sonreí,

Persistencia.

Persistencia y esfuerzo.

Fue difícil verlo de lejos, ser el único apostando todo por el otro y alimentando un amor unilateral por alguien que no sabía sobre mí, pero eso no importaba, porque estaba a punto de conocer a la persona que he amado durante años.

 

 

- ¿Quién eres? –Escuché a mi espalda. Sonreí entusiasmado antes de voltearme rápidamente.

 

 

‘Minho. Mi Minho’

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado <3

Gracias a quienes lo leyeron y por sobretodo agradezco el entusiasmo a quienes pidieron una segunda parte para Conejito de Chocolate, ya que originalmente iba a ser solo un oneshot.

¡Los adoro a todos!

Adiós.


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