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Away from me. por Akudo

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Notas del capitulo:

Bueno, me dieron ganas de actualizar rápido <3

El beso se tornó más furioso en cuanto las caderas de ambos empezaron a chocar con más fuerza, dejando las cobijas hechas un desastre. Finalmente, en la plenitud de sus orgasmos sus sentidos explotaron en luces y colores y soltaron sus bocas para gemir lo más bajo posible, no estaban solos en casa.

Tan intenso y satisfactorio como siempre.

Luego de disfrutar hasta la última gota de placer Tatsuya le soltó las piernas y se alejó, dejando ver el caos de fluidos regado en la entrepierna de Fukui que se metió las manos en su pelo transpirado, despegando los mechones de su cara.

— Ya no saldré más contigo.

Himuro dejó de regreso el reloj en el buró luego de checar la hora, mirando confundido al de cabello claro.

— ¿Qué?

— Realmente la paso estupendo contigo, Tatsuya, pero ya no quiero que nos veamos. —se levantó de la cama, dejando que todo el líquido chorreara afuera gracias a la gravedad para limpiarlo con unas toallitas de papel. Buscó sus prendas regadas por la habitación y comenzó a vestirse— La idea era mantener esto como algo casual y sin ataduras, pero ya no creo que estemos yendo por el mismo camino.

El menor se mostró ligeramente sorprendido, a pesar de que por dentro estaba más que decepcionado y, para qué mentir, dolido.

— No sabía que invitarte a cenar fuera una propuesta de matrimonio.

— En tu casa, con tu hijo. —Kensuke resopló mientras se abrochaba los pantalones— Acepté porque creí que ibas a dejar al niño con otra persona y estaríamos solos, en cambio me senté a la mesa y sentí que él me miraba buscando aprobar a su nueva madre.

No quería que el chico se hiciera ideas que no son y para la próxima ya lo estuviera llamando “mamá”. Tatsuya también se vistió, acercándose al más bajo para hablar cara a cara.

— Ya lo habías visto antes, no pensé que fuera un problema. Me dijo que quería conocerte.

— Ese es mi punto, Tatsuya. Cuando te levantaste llevando los platos a la cocina, lo primero que hizo fue preguntarme si ahora viviría con ustedes. —Kensuke puso una mueca incómoda, tratando de hallar con la mirada su calcetín faltante— Se está haciendo ilusiones… y aunque no lo notes, tú también.

El del lunar dejó caer sus hombros pensando en eso, tal vez era verdad. Había congeniado muy bien con Kensuke, compartían con el otro sólo la información necesaria sobre sus vidas para saber de dónde jalar y tener unas excelentes citas, y por supuesto el sexo era fenomenal. Ocho meses, es la persona con quien estuvo más tiempo en todos estos años y quizás inconscientemente empezó a apegarse de más a él, activando las alarmas de Fukui.

Himuro Tatsuya se estaba ablandando. Después de todo nunca le presentó alguno de sus anteriores ligues a su hijo, ni siquiera le dejaba descubrir que se veía con alguien, y ahora se daba cuenta de que no debía volver a hacerlo.

— Fue todo muy bueno, pero…

— Habría sido mejor si no tuviera un hijo, ¿no? —completó y Kensuke se alzó en sus pies para darle un beso, lanzándole una mirada de “este es el final”.

— Sé que él es más importante, por eso no quiero discutir. Adiós.

— Entiendo. Cuídate.

Desde el comedor de la cocina Kohara vio pasar a Fukui directo a la puerta.

Era un chico de once años que estaba por encima de la estatura común, de piel muy blanca y cabello rubio brillante que llevaba corto atrás, mientras adelante un lacio flequillo llegaba hasta arriba de sus ojos aqua. Eran lo que más destacaba en su ya de por sí llamativo físico y eran aún más acentuados por sus rasgos poco asiáticos, además del distintivo lunar pintado en la esquina derecha debajo de su boca.

— ¿Ya te vas? Puedes desayunar con nosotros.

El mayor no supo cómo mirarlo, después de todo el muchacho no tenía la culpa de entusiasmarse con falsas expectativas.

— Debo ir a trabajar, que te vaya bien en la escuela. —hizo lo posible porque su mueca pareciera una sonrisa y se fue.

Poco después apareció Tatsuya, con la cara lavada y una capa de desodorante encima para no oler a sexo. No le daba tiempo ducharse, ya lo haría en el gimnasio luego de sudar durante medio día en las clases donde enseñaba defensa personal.

— ¿Ya estás listo para la escuela?

— Sí.

No fue difícil para el azabache notar el poco ánimo en la voz de su hijo, quien se levantó para lavar su taza vacía. Fue tras de él, posando una mano en su cabeza.

— ¿Todo bien?

— Él no va a regresar, ¿cierto? —no miró a su padre mientras decía aquello.

Tatsuya suspiró, no había caso en mentir.

— No, no lo hará.

— Es mi culpa.

Fue girado por el mayor, quien lo tomó por los hombros para lo que mirara a la cara.

— Quiero que entiendas bien que no tienes nada qué ver en lo que haya pasado. Fui yo quien hizo sentir incómodo a Kensuke.

Kohara estrechó sus ojos, no demasiado convencido.

— Dices eso pero básicamente salió huyendo en cuanto me conoció.

— Mira, hay veces en que dos adultos quieren hacer cosas de novios pero sin serlo. —Tatsuya lo vio parpadear varias veces, un poco confundido con eso. Después de todo estaba siendo educado en una cultura donde lo correcto es una pareja completamente entregada al otro y que eventualmente se casan para convertirse en papá y mamá— Es como si yo siguiera siendo tu padre pero no quisiera tener que llevarte al colegio ni pagar tus cosas, un noviazgo también tiene ciertas obligaciones y eso es a lo que no quería llegar Kensuke.

— ¿Y tú sí?

Tatsuya hizo un gesto con la cabeza, pensando.

— Tal vez, o al menos eso es lo que Kensuke pensó. —le dio unas palmadas en ambos hombros antes de soltarlo, indicándole que fuera por sus cosas o se les haría tarde a ambos— Esas cosas pasan más seguido de lo que puedas imaginar, querer a alguien no garantiza que vayan a quedarse juntos.

— ¿Eso fue lo que te pasó con mi mamá?

La mirada del pelinegro se oscureció mientras cerraba la puerta para seguir a su hijo al auto.

— Así es.

 

Después de su jornada de trabajo Tatsuya hablaba por teléfono en el área de los casilleros. Ya se había aseado y guardaba sus cosas para ir a buscar a Kohara.

— Metí la pata, Taiga. No debí dejar que supiera de Kensuke.

No es tu culpa. Ya tienes 37 años, es natural que busques un compañero estable aunque no seas consciente de ello. —del otro lado de la línea se notaba que Kagami se encontraba en casa, el pelinegro pudo oír de fondo el grito gringo de Alex preguntando en qué canal pasaban Naruto.

— Pero soy su padre, debo pensar más en él que en mí. Siento que le di esperanzas falsas y luego se las arrebaté.

Hermano, es inevitable que Kohara tenga esa añoranza incluso si no estuvieras saliendo con nadie. Créeme, yo crecí sin madre y adoro a mi viejo, agradezco todo lo que hizo por mí pero eso no quita el haber pasado la mitad de mi vida mirando a otros chicos, deseando tener dos padres también.

— Taiga…

Tranquilo, ya estoy muy grande como para sentirme mal por eso. Sólo no te culpes por algo que no puedes evitar, y Kohara debe sentir también que te arruinó la oportunidad de estar feliz con alguien. —Tatsuya se amargó un poco por eso, sabía que su hijo se sentía responsable por lo de Kensuke— Creo que deberían hablar más sobre eso.

— Lo sé, es sólo que… demonios, Taiga, sé que hará preguntas y no me veo capaz de contener las ganas de decirle que el sujeto que lo parió es una basura y que agradezca no saber nada de él.

Sí, bueno, es complicado.

Himuro se colgó su bolso al hombro, pasándose la mano por el cabello para después apretar sus mechones en un puño. Siempre lo ponía tenso hablar o pensar sobre Nash.

— Te hablo otro día, voy a recogerlo. Dale mis saludos a Alex.

Eres demasiado sobre protector.

 

— Eres demasiado sobre protector, puedo volver solo a casa.

— Ya lo harás cuando tengas tu propio auto, casa y familia. —el pequeño rubio rodó los ojos, recibiendo el beso de su padre en la mejilla. Tatsuya lo miró divertido— Déjame hacerlo cuanto pueda, es algo que disfruto.

— Bieeen.

Kohara se metió al vehículo, lanzando su morral a los asientos traseros. Afuera, Tatsuya podía ver a todos los alumnos que miraban en su dirección como cada día, seguramente cuchicheando sobre el casi nulo parecido que tenía Kohara con él y el hecho de que fueran una familia incompleta. Ese pensamiento lo volvió más consciente sobre lo que Taiga mencionó, ¿todos los días su hijo fantaseaba con tener una madre aunque no fuera biológica? ¿y él como su padre tenía la obligación de darle una?

A punto de rodear el auto para subir al asiento del conductor notó a la muchacha que se despedía desde la entrada del colegio y Kohara le respondía el gesto por la ventanilla. Himuro la reconoció, era una compañera de su hijo. Conocía a sus padres por las reuniones de apoderados, Ryota y Kazunari, por lo que como resultado Hisame poseía un largo cabello áureo y ojos celestes casi transparentes que le daban un aire extranjero, y si a ella la llegaban a molestar por eso seguramente a Kohara aún más al ser genuinamente mitad americano, pero el chico se negaba a reconocerlo.

— ¿Qué tal el club?

— Igual que siempre. —el rubio se mantuvo de cara al vidrio de la ventana, dándole respuestas cortas en todo momento. Seguro le afectaba todavía lo que pasó en la mañana.

Himuro sabía que debían hablar, pero temía lo que se pudiera desatar con eso. ¿Por qué no podían estar bien siendo solo ellos dos?

Al llegar el viernes Kohara no tuvo club, la escuela estaba haciendo sus revisiones periódicas para cerciorarse de que las instalaciones para las actividades extracurriculares se encontraran en óptimas condiciones y contaran con todo lo necesario, así que Tatsuya fue a recogerlo más temprano para ir a gastar energías en otra parte.

— Lanza más fuerte, no soy una nena. —se quejó Kohara, dándole un puñetazo a su guante.

Después de un par de días todo pareció normalizarse, excusa con la que Tatsuya siguió posponiendo aquella conversación incómoda pendiente.

— No quiero lastimarte.

— ¡No lo harás! —bien, el azabache puso algo más de fuerza en su lanzamiento que siguió sin darle mucho problema al menor— Voy a creer que estás escondiendo una enfermedad terminal si sigues lanzando como una abuela.

La bola retornó a manos de Himuro.

— Eso ofende, jovencito.

— Entonces dame una buena recta.

Tatsuya sonrió al verse desafiado, adoptando la pose de pitcher para acumular energía en su brazo. La bola salió disparada con potencia directo al pecho de Kohara donde éste aguardaba con su guante, cerrando un ojo cuando atrapó el proyectil. Enseguida se mostró entusiasmado al poder probarse ante la fuerza de un adulto, lanzándole de vuelta a su padre pidiendo que lo hiciera de nuevo.

Al rubio del lunar se le daban bien los deportes, sólo que no parecía tener mayor interés por alguno en especial, así que en lo que llevaba de la primaria ya había estado en el club de fútbol, básquet, y ahora béisbol, y Kohara le mencionó que pensaba probar atletismo cuando entrara en la secundaria el año siguiente.

Al pasar una hora a Himuro ya le dolía el hombro, lanzó demasiado alto para Kohara y la pelota cruzó a través del parque, llegando al área de juegos recreativos para los niños más pequeños.

— Iré por ella.

— Ten cuidado. —advirtió el azabache, incluso dio un paso con intenciones de acompañarlo.

— ¡No soy un bebé! ¡Ve a comprar bebidas! —gritó ofuscado mientras corría tras la bola, le exasperaba que Tatsuya fuera tan sobre protector. ¡Sólo iría a buscar una tonta pelota!

En su lugar Himuro resopló al verlo desaparecer entre la gente y los arbustos, no podía evitar ponerle tanto cuidado a su hijo después de lo que le había visto pasar a los Kiyoshi, a pesar de que fuera algo completamente distinto. Tampoco quería que los otros chicos en la escuela de Kohara aprovecharan la oportunidad de molestarlo si lo vieran caminando solo a casa.

Incluso si se ponía un poco paranoico, al dejar su anterior trabajo y cambiar de ciudad no se consideraba enemigo de nadie, pero estaba seguro de que luego del nacimiento de Kohara empezaron a ser vigilados.

Se decidió a ir por unos raspados, tal vez deliraba tal como Taiga le dijo cuando se lo contó hace años, después de todo a pesar de su sospecha nadie había intentado nada contra ellos en todo este tiempo. Quizás ya era momento de darle más libertad a su hijo.

Estaba contando el dinero para pagarle a la chica de la tiendita cuando el teléfono empezó a vibrar dentro de su pantalón, sacándolo para atender luego de ver el nombre en la pantalla. Era su abogado.

— Makoto, es inusual que me llames.

El cejón no se molestó en saludar ni dar rodeos, fue directo al grano.

Nash salió de la cárcel.

Y como si un cuchillo le pasara por la garganta Himuro se quedó sin aliento.

— Es imposible. ¿Escapó?

No, fue liberado hace algo más de tres horas. Acabo de enterarme.

— ¡¿Eso cómo puede ser?! ¡Todavía le quedaban dos años! —notó que la señorita lo miraba con algo de temor por sus gritos y trató de calmarse— ¿Dónde está?

Todavía no lo sé, pero existe una probabilidad y ya puedes imaginártelo.

Maldición. Tatsuya miró a todas partes, todo se veía borroso y no había señales de Kohara.

— ¡Señor! —la chica de los raspados lo llamó al verlo correr y dejar todo tirado.

 

Luego de murmurar malas palabras Kohara por fin localizó la bola de béisbol, algo gastada por el uso.

— Te encontré. —la tomó con una sonrisa, golpeándola dentro de su guante.

— Y yo te encontré a ti.

Aun con una rodilla en el suelo, el pequeño del lunar levantó la vista al oír la desconocida voz. Frente a él se encontraba un hombre enorme, más alto que Tatsuya, con ropa simple de colores apagados y una gorra que ocultaba de la luz la mitad de su rostro.

— ¿Quién eres?

Kohara se puso de pie, logrando apreciar bajo las sombras un par de ojos muy azules cuya mirada lo dejó estático, y unos mechones dorados que escapaban bajo la gorra.

— Ya me conoces, aunque es normal que no me recuerdes. No eras más que un feto. —la curva que se formó en los labios de aquel hombre le produjo un escalofrío extraño— Soy tu otro papá.


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