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Tres meses. por HakudiNN

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Notas del capitulo:

Familia cibernética!!!! ¿a que me tardé horrores?

Lamento mucho la demora, simplemente mi vida anda de cabeza desde hace algunos meses pero, por algún motivo, me llegó la inspiración para este fic :D! 

Tengo la intención de continuarlo lo más pronto posible.

Este capitulo es únicamente MxN... ya el siguiente vemos un poco más de otros personales (Light y Elle por ejemplo y algo más de Matt)

Espero les guste :D

 

Era una mala idea.

No había parado de repetírselo. Era una mala idea, lo supo desde que Matt amablemente le recordó la extravagante reunión que tendrían aquella noche en el hospital (arruinando su bien detallado plan para fingir demencia y alegar haber olvidado el incómodo encuentro).

Era una mala idea. Lo musitó mientras su amigo le extendía el billete a la cajera y también cuando ella terminó de empacar en las bolsas plásticas el montón de comida chatarra que Mello presumía (acertadamente) que no podrían pasar clandestinamente al pabellón.

Era una pésima idea. Intentó convencer a Matt  durante el viaje, pero no se atrevió a dejar de conducir de todas formas; su amigo había empezado con unos Doritos y sencillamente no estaba poniéndole atención.

Era la peor de las ideas. Estuvo seguro una vez pusieron un pie dentro del hospital y anduvieron como si nada, sobre el camino que ambos conocían de memoria, hasta la habitación de Beyond. Justo cuando pasaron frente al sitio de enfermeras, Mello dio con la razón por la cual su amigo había elegido ese día: la encargada de guardia nocturna era la que más solidaridad le había mostrado a Matt desde un inicio.

Sentía una especie de ternura por la entrega del muchacho aunque el rubio seguía creyendo que su condescendencia se debía a un raro fetiche con el amor homosexual.

La mujer regordeta los vio pasar, y aunque sonrió para sí misma fingió no haberse dado cuenta de su cargamento.

¿Por qué Matt tiene que ser tan Matt?, naturalmente la incómoda idea no podía haber salido de nadie más…Y todo ese recorrido mental de cada ocasión en la cual se repitió lo mal que estaba esa estúpida reunión, lo llevó directo a sumirse en su propia amargura momentánea.

¡Y qué! El idiota pelirrojo lo había obligado prácticamente. Era acudir o…dejar que Nate hiciera el peor tercio de toda su vida junto a BB y Matt.

Y vaya que podían ser bastante extravagantes estando juntos.

¿Cuánto valía en realidad un control pesimista frente a la chance de otorgar un instante de normalidad a algún desafortunado desahuciado? Mello creía que no existía comparación aunque tampoco lo admitiría abiertamente; no era su estilo.

No obstante, sí se divertiría cuando la enfermera de recepción, luego del cambio de turno, le viera salir del pabellón cargando su laptop y el manojo de cables que Matt tuvo que llevar para conectar el mugroso aparato al viejo televisor empotrado en la pared.

Mello sabía además que se aburriría apenas pasados quince minutos y Beyond estría más ocupado molestando a Matt como para reconocer que también detestó la elección de su novio. ¿Cómo no hacerlo? ¿Quién, en su sano juicio, elegiría una comedia de amor? ¡Eran cuatro hombres por todos los cielos!

Ninguno estaría precisamente encantado, de lejos, en presenciar dos interminables horas de drama romántico que terminarían, justo cinco minutos antes de los créditos, con una confesión que exageraría de melosa y pretendería demostrar que el amor existe (generalmente otorgando esperanzas a determinados sectores de la sociedad).

¿Qué harían él y Nate? Matt y BB posiblemente tuviesen un ápice de oportunidad dado que eran novios, pero ¿y ellos? Ninguno iba a sentirse inspirado por la trama. Lo tenía bastante claro (de las pocas cosas que últimamente Mello tenía completa certeza), por sencillas razones, en principio porque él detestaba es género de película y luego, no se figuraba a Nate entretenido con algo así. No quería apresurarse al decirlo, pero la impresión que tenía del chico era de alguien con más cerebro que hormonas desatadas.

Por tanto, no le extrañaba tanto que todavía no se hubiese aparecido…

--Esto es una mala idea—gruñó por enésima vez, mirando a Matt.

Su amigo, acurrucado debajo del larguirucho brazo de BB, le sonrió.

--Vendrá, Mello.

--¿Por qué? ¿Por qué tú lo dices, idiota?—resopló molesto, decidiendo apartar la mirada de Matt antes de rendirse a sus impulsos y golpearlo.

Todo era una mala idea.

--Que quede claro: si no aparece no quiero hacer un trío con Kheel—apuntó Beyond, mirando aburrido la pantalla.

Mello enarcó una ceja.

--¿Significa que vamos a hacerlo?—preguntó Matt con una sonrisa traviesa.

--Tengo leucemia, no disfunción eréctil—apuntó Beyond, acercando su rostro hasta rozar la nariz del taheño.

--Me largo—gruñó el rubio antes que alguno pudiese agregar nada más. Lo último que necesita era presenciar una escenita de amor, sobre todo de ellos dos.

Mientras se ponía de pie pasó a traer su barra de chocolate y sin dirigirles otra mirada, se apuró a salir de la habitación.

¡Por supuesto que era una mala idea! ¿Cómo se le ocurrió dejar ser a Matt con algo tan tonto como eso? Estaba claro que iba a pasarlo mal, lo supo desde el principio.

Dio un portazo lo suficientemente fuerte como para que la enfermera apareciera y les interrumpiera.

Soltó un gruñido, dio una mordida feroz a su dulce y se volvió hacia el pasillo con la firme intención de llevar a rastras a la matrona. Sus planes pronto se interrumpieron al percatarse de la presencia de Nate en el corredor.

Al parecer estaba tan incómodo con su presencia como Mello lo estaba sorprendido con verlo ahí. Creyó que no iría, ¿por qué lo haría, de todas formas?

No los conocía.

Nate ladeó el rostro mientras se pasaba los dedos por el cabello. El rubio permaneció mirándolo un par de segundos, analizando si su espalda contra el muro o los hombros caídos sugerían que había escuchado la pornografía verbal de sus amigos o si acaso, llevaba ahí un rato.

--¿Qué haces aquí?—preguntó, y aunque no fue su intención el tono le salió brusco, casi grosero.

El muchacho lo miró de refilón, todavía no dejaba de frotarse un mechón de cabello con dos dedos. No parecía tener intención de responder, Mello frunció los labios con descontento, a lo mejor se había ofendido con la pregunta, la rudeza o sencillamente estaba ignorándolo.

--Oye…

--Te escuché—replicó Nate.

--Pues responde—gruñó, buscando no comenzar otra de sus acostumbradas discusiones—Por tu culpa estoy aquí—agregó dando un mordisco a su chocolate.

Si acaso Nate hubiese respondido con algún comentario altanero, probablemente Mello hubiese dado rienda suelta a la frustración acumulada, reclamarle a él para luego seguir con su mejor amigo. Pero no, el chico se mantuvo en silencio, ahora ladeando el rostro hacia el pasillo, evitando mirarlo…o que le observase.

El comportamiento era extraño dados sus encuentros anteriores, de hecho, Nate lucía casi… ¿incómodo?

Por primera vez en todo el rato, Mello analizó el entorno completo y dedujo, por último, que de sus dos primeras hipótesis la segunda era la acertada.

Nate llevaba allí quien sabe cuánto y aunque el rubio podía adivinar el motivo, creyó que por esta vez no haría un chiste macabro de ello.

Soltó un suspiro.

--Matt me envió a buscarte—mintió aunque la inflexión de apatía fue sincera.

--No tienes que ser benevolente conmigo solo porque sientes lástima—tajó.

El rubio sintió una leve punzada de culpa, detestaba que Nate le hiciere pensar que cada palabra que le dirigía esa únicamente eso: compasión. No se daba cuenta de ello sino hasta que lo precisaba con ese tono autosuficiente que taladraba en su buen humor (ya de por sí escaso).

--Bien—dijo al fin—De todas mis fantasías sexuales el voyerismo es la última en la lista—se inclinó al frente, sonriendo de lado con malicia—La encuentro igual de interesante que contemplarte a ti parado en medio del pasillo—al erguirse le propinó un nuevo mordisco al dulce y se echó a andar con renovado entusiasmo.

Nate lo siguió con la mirada conforme Mello se iba alejando por el blanco corredor, en medio de esa especie de nada, la figura del joven, forrada de negro, resultaba contradictoria. Estuvo seguro que si algún otro paciente del pabellón le viera metido en esos pantalones de cuero y la llamativa chamarra cuyo enrome gorro semejaba estar forrado de plumas negras, pensaría que estaba frente a la muerte.

El final del camino. Uno con ojos azules.

De pronto, el óbito se dio la vuelta y le dedicó otra sonrisa socarrona.

--¿Qué? ¿Te piensas quedar ahí a esperar tu turno?—señaló con el mentón la habitación de Beyond y ensanchó el gesto burlón.

Nate puso mala cara pero de todas formas se apartó del muro y se echó a andar hacia Mello, casi arrastrando los pies.

--¿A dónde vamos?—preguntó una vez que estuvieron frente a los ascensores.

--Buscar drogas.

Nate permaneció en silencio, calculando las posibilidades de que Mello estuviese hablando en serio, la conclusión fue positiva en menos de un cinco por ciento: puede que el rubio luciese como un gánster pero ello no quería decir que lo fuera.

Estudiaba periodismo,  según recordaba.

El mutismo se prolongó incluso dentro del elevador. Nate posó la mirada en el diminuto foco que se encendía detrás de los números, indicando en qué piso estaban. Subían.

Frunció el ceño levemente cuando estuvieron en el último nivel; se abstuvo de preguntar nuevamente porque sabía que el rubio respondería con otra frase irónica y lo último que quería era arrepentirse de lo que hacía ahora que la sensación de indecisión (tan impropia de él) lo asaltó una vez que se plantó frente a la puerta correcta.

En ese instante tomó conciencia de lo relevante que de pronto parecía no haber sido especialmente sociable cuando todavía no estaba enterado de su enfermedad, quizás entonces podría haberse molestado en hablar con sus compañeros de la preparatoria.

Él, que siempre creyó que el concepto gregario estaba sobrevalorado, él, que siempre se mantuvo al margen de cualquier bullicio social, solo rodeado por sus intereses y encontrando aburridos a los demás, de pronto sintió surgir una chispa de duda que le removió las entrañas. Por eso no había llamado a la puerta.

Sabía que ellos estaban del otro lado, el pelirrojo excesivamente gentil, su novio –que se parecía a Elle- y Mello.

¿Cómo se supone que conviviría con ellos? Nate nunca lo hacía, únicamente usaba su mente y siempre se distraía en todo lo que le parecía más importante.

Era, después de todo, un joven en el borde del precipicio… sin un solo amigo.

El ruido de las placas de metal al separarse captó su atención, Mello se encaminó hacia afuera y Nate, tras removerse un segundo sobre sus talones, a sabiendas que lo que hacían estaba prohibido, le siguió justo antes de que las puertas del ascensor volviesen a cerrarse.

El ambiente estaba más fresco, las paredes de cemento semejaban la bodega de una fábrica abandonada en lugar de un hospital de especialidades. Se respiraba un ligero aroma a humedad  y tan solo se oían el sonido de las botas de Mello al avanzar por el pasadizo oscuro.

Se detuvo unos metros adelante y empujó con fuerza la pesada puerta de lámina; Nate encogió suavemente los hombros dentro de su pesada sudadera, recibiendo la ventisca del exterior enredarse en su cabello.

--Adelante, enano—exclamó el rubio, sosteniendo la puerta para él. Nate entornó los ojos antes de llevarse una mano al pelo y cruzar el umbral de la puerta destinada únicamente a los empleados.

Afuera silbaba el viento (aunque puede que eso se debiera a la altura), se colaba por el cuello de la chaqueta de algodón y bajaba por su espina dorsal. Curiosamente lo disfrutó.

El techo estaba vacío, como era de esperarse, seguía oliendo a humedad y estaba cercado por una ancha barda de concreto que le llegaría más arriba de la cintura.

Mello se adelantó, dejando cerrar la puerta con un chirrido metálico que cimbró en medio del silencio y lo pasó de largo hacia un costado de la azotea.

Nate miró alrededor detenidamente, la noche estaba en su punto más álgido así que únicamente discernía formas donde el iluminado público alcanzaba a tocar.

--¿Qué hacemos aquí?—inquirió arrastrando los tenis hacia donde el rubio, quien se había sacado la capucha por fin. El viento le había despeinado.

--Aprovechar que los veladores no son personal requerido de los hospitales.

Otra vez no estaba respondiendo directamente.

--¿Cómo sabes de este sitio?—lo intentó de nuevo.

--Todos los edificios tienen azoteas, genio—lo miró sobre el hombro.

Nate entornó nuevamente la mirada, deteniéndose cuando el rubio lo hizo.  Lo contempló rebuscar en las bolsas internas de su chamarra hasta sacar una cajetilla y luego un cigarrillo.

--Cuando recién enfermó BB, Matt pasaba muchas noches aquí—dijo, con el cigarro entre los labios, concentrado en encenderlo—Subía a fumar a menudo.

El humo escapó de sus labios, de inmediato fue arrastrado por la ventisca que alborotaba sus cabellos rubios. El diminuto punto naranja entre sus labios le dio un nuevo brillo al color acuso de sus ojos.

--Tú lo acompañabas—dedujo Nate luego de un momento—Deben ser…buenos amigos—musitó, evadiendo su mirada y deteniendo el jugueteo con su cabello.

--Amigos—murmuró Mello, impulsándose con una mano para subirse al borde de la barda, acomodó una suela y dejó colgado la otra pierna, pendiendo a la distancia.

Nate intentó acercarse entonces. Nunca antes había estado tan lejos de la tierra, de hecho, tomar un avión estaba terminantemente prohibido por su hermano y los médicos pero sobre todo por el cáncer.

Echó una mirada hacia el vacío. Calculó al menos treinta metros.

La explanada del hospital estaba vacía, iluminada a partes por las lámparas públicas, los árboles alrededor parecían sumergir el camino hacia el resto de la ciudad. A la derecha, contó cinco ambulancias estacionadas, notó el rectángulo de luz proveniente del lobby y las bancas de metal, solitarias.

A lo lejos, más allá del cinturón de oscuridad que rodeaba el nosocomio, había pequeño puntos de luz salpicados en las penumbras.

Inspiró hondo, el oxígeno le supo helado.

--¿Por qué estás aquí?—preguntó Nate, sin apartar la mirada del horizonte, pero genuinamente interesado por la respuesta.

Mello apartó los ojos de la negrura para posarlos en el delineado perfil del muchacho; comprendió al vuelo la connotación de la pregunta.

--Por Matt—admitió y luego suspiró cansinamente—Oh, ma douce souffrance*—murmuró.

Los ojos grises de Nate parecieron cobrar vida de nuevo cuando se volvió al rubio para mirarlo atentamente, Mello supuso que esa expresión era lo más que el chico podía aspirar a expresar. Su rostro parecía hecho de cera.

No creía haberlo visto sonreír más que una ligera curvatura en la comisura de los labios y ahora mismo sospechaba que tampoco era dado a expresar su confusión con gestos.

--Matt organizó esta noche adolescente de películas—explicó, enarcando una ceja con arrogancia al saber que el chico claramente no tuvo idea de lo que dijo. No era un sabelotodo como decía ser—El muy idiota pensó en una noche diferente al resto—se encogió de hombros dando otra calada al cigarrillo.

Nate siguió en silencio, con las manos sobre la grumosa superficie de la barda.

--Y seguramente esto es mejor a tus planes nocturnos normales, enano—apuntó escupiendo el humo.

--No incluye allanar propiedad privada, si a eso te refieres—replicó con frialdad.

Mello puso los ojos en blanco.

--Probar tu primer cigarro tampoco—exclamó en tono malévolo, lanzando suavemente la cajetilla por sobre la superficie de piedra hasta quedar cerca de las manos del chico.

Los ojos grises, más sombríos gracias a la noche, contemplaron la cajetilla.

--¿Qué ocurre?—retó otra vez sonriendo con arrogancia—Si no puedes con el tabaco, jamás conseguirás las drogas que buscas.

--Ya tengo cáncer—explicó como si nada, empujando con un dedo marmóreo el punto exacto donde el empaque prevenía al consumidor sobre los riesgos de su consumo.

Transcurrió un largo momento en silencio hasta que Mello soltó una carcajada.

--¡Mierda!—exclamó entre risas malévolas—Admito que sí es más fácil cuando dejas la condescendencia de lado. Será más sencillo así.

Los hombros de Nate se tensaron al instante, ¿había dicho “será”? Como si estuviese hablando en tiempo futuro.

El estómago de Nate se anudó de forma extraña, a esa sensación no supo cómo definirla, tampoco si debía darle un nombre. Se removió incómodo, aunque trató que su expresión siguiese impertérrita, sin embargo, por poco sus manos empuñadas lo delatan.

Por su parte, Mello notó el suave temblor en los delgados hombros y se apuró a apagar el tabaco contra el cemento.

--Bajemos, enano—ordenó, tratando de sonar tan desagradable como antes, mientras se sacaba la pesada chamarra. Había malinterpretado el vibrar de su cuerpo.

Nate percibió su cercanía y de inmediato quiso retroceder, quizás demasiado tarde para evitar que el rubio le pasara el abrigo por los hombros.

Debajo Mello llevaba únicamente un chaleco negro de cuello alto…también un rosario plateado que antes no le había notado. Si no hubiese sido por la cruz que sobresalía encima de la tela negra, Nate se habría abrumado con la repentina cercanía. Usualmente nadie se le acercaba de ese modo, ni siquiera Elle.

La última vez que alguna persona violó su espacio personal le había tomado los signos vitales o acomodado el oxígeno.

Mello terminó de acomodarle la chamarra (que lucía desproporcionada en él), sobre los hombros, luego sujetó el borde de la capucha con la intención de subirla sobre su cabeza. Sus dedos rozaron sin querer el cuello de Nate. Era suave.

La diminuta distancia le permitió notar mejor las facciones del chico, aún en medio de la penumbra. Antes solo había notado la expresión vacía y la tristeza que reflejaban sus ojos, ahora también creyó ver una chispa de humanidad en ellos.

No la frialdad con la que seguramente ocultaba su sufrimiento, tampoco la altanería que pretendía hacerlo sentir inferior o incómodo con la idea de la leucemia…sino una pizca algo, a saber qué.

Su cabello era suave también, desprendía un aroma suave, quizás a algún champú que en este momento no podría reconocer. Y era jodidamente frágil.

Movido por el impulso (y la innata curiosidad) introdujo los dedos por debajo de los mechones, presionando apenas la piel para asegurarse que era tan suave y fría como parecía.

Nate no dijo nada, no se quejó y tampoco se apartó.

Mello bajó la palma por la garganta hasta el nacimiento del cuello, justo donde apenas se asomaba el hueso del esternón.

Luego, el chico alzó los grandes ojos a él.

Mello no supo por qué – dado que no se lo había planteado antes- pero quiso besarle.

Antes de dejarse llevar por sus impulsos, dio dos pasos atrás, resopló y se echó a andar hacia la puerta de lámina.

Se mesó el cabello, sacudiendo la cabeza luego para deshacerse de los pensamientos nocivos. No dijo nada cuando lo escuchó caminar detrás de él, tampoco cuando le dejó el acceso libre al pasillo y tampoco cuando ingresaron al elevador.

--¿Necesitas transporte?—la pregunta era estúpida pero fue lo primero que se le ocurrió para desviar la atención del muchachito.

--Elle me recogerá.

--Lo enorgullecerá tu sentido de lo correcto, enano.

--Supongo que ambos esperamos eso—replicó con frialdad, ganándose una mirada furtiva del rubio.

--Hablaba de los cigarrillos.

Nate le vio de reojo antes de ignorarlo. Mello frunció los labios buscando el mejor insulto que supiera y al mismo tiempo analizando la forma de los labios de Nate: bajo la luz artificial lucían más pálidos.

¡Qué mierda!

Impulsivo como siempre, habló.

--El tabaco no funcionó, podría darme cáncer—el tono fue malicioso a propósito—Probemos la marihuana, es terapéutica—le dedicó media sonrisa autosuficiente--¿Qué dices? Rompamos tu aburrida rutina nocturna otro día.

Automáticamente la mano de Nate subió hasta su cabello, jugando con él respondió:

--Elle saldrá mañana por la noche.

--Muy bien, Nate.

--Muy bien, Mihael.

El interpelado rodó los ojos con hastío.

--Si me llamarás por mi nombre tendré que ponerte un apodo lo suficientemente insufrible como tú, enano.

Nate no replicó porque cualquier mote era mejor que el actual, además estaba más ocupado valorando si el “será” era buena decisión en su situación actual.

Sospechaba que su mente tendría que trabajar más de lo usual para hallar la respuesta.

El resto de pisos los bajaron en silencio, mirando el foquito encenderse número a número.

Notas finales:

*Oh, mi dulce tormento.

Gracias por leer!!!}

Bshoss

tronadhozzz

y

sesnsualezzzzzzzzzzzzzzz


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