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Buscando el Amor por Bernkastel

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Notas del capitulo:

¡Hola!

¿Cómo han estado?

Lo se, y lamento la tardanza.

Solo puedo decir que la inspiración me abandono y que fue algo demasiado frustrante.

Espero no me hayan dado por muerta.

Ok no.

Bajó las grandes escaleras con tranquilidad, sin apuro, preguntándose qué era lo que quería ahora, esperando que no le saliera con el mismo tema de siempre, no estaba de humor para sus caprichos. Frunció un poco el ceño y gruño por lo bajo, hablar con su esposo era un dolor de cabeza, siempre encontraba la forma de destrozar su autocontrol, exasperándolo, provocando que terminaran discutiendo. Maldijo el día en el que su padre propuso casarlo con ese engreído.

«Es por tu bien»

Le había dicho.

—Sí, claro… por mi bien…  -susurró.

Caminó hacia donde suponía lo encontraría, la habitación principal.

Y efectivamente ahí estaba, soberbio, como siempre, como todos los días desde que se enredó con él, sentado en la lujosa mesita que quedaba en el balcón, mirando los jardines, tomando una merienda mientras uno de los sirvientes lo atendía. A veces se preguntaba que paso con la persona que alguna vez se hizo llamar su “mejor amigo”.

Probablemente nunca lo sabría.

—Hola. -saludó cortésmente. No lo había visto desde la discusión de la noche anterior.

—Hola. -contestó el saludo. Miró al alfa con una sonrisa alegre-. Siéntate por favor.

El menor solo obedeció de manera automática, su rostro no expresaba ninguna emoción.

—Espero que sea algo importante. -expresó fríamente.

El omega sostuvo la sonrisa, ahora no tan alegre, al ver la cara de su esposo.

—Sabes que odio que me mires así -hizo una pequeña pausa, tomó la taza de té y dio un sorbo, de reojo miró al sirviente que tenía a su costado quien inmediatamente atendió al señor de la casa-. Mira, yo solo quiero conversar.

El alfa parpadeó con pereza, antes de tomar un bocadillo.

—Retírate, por favor. -ordenó seriamente.

El sirviente obedeció sin chistar. Una vez solos el mayor se dispuso a hablar.

—¿Sigues molesto conmigo? -preguntó.

—...

El pelirrojo suspiró.

Afirmativamente, seguía molesto con él, sin embargo, él quería pasar una mañana tranquila y un día sin discusiones, así que optó por seguirle la corriente.

—No.

Un incómodo silencio invadió la habitación por unos minutos los cuales se le hicieron eternos, se miraban fijamente, como si estuvieran estudiándose el uno al otro.

El mayor al ver que el alfa parecía no querer hablar más decidió que lo mejor sería dejar de importunarlo, por el momento.

—Bien.

El omega se levantó de su asiento, sacudiendo su elegante ropa con gracia y delicadeza, irguiéndose, se dirigió hacia su esposo, besó su frente.

—Saldré a visitar a mi hermana, volveré en unos días —informó— para ese entonces espero hayas recapacitado.

«O me veré forzado a tomar medidas drásticas, Dégel»

—Creí haberte dado una respuesta ayer —respondió con frialdad, escondiendo su incomodidad bajo esa actitud controlada que siempre suele aparentar.

—Pues, para mí no lo fue —contestó el mayor indiferente.

Seguidamente salió del lugar dejándolo solo en aquella habitación.

Dégel respiró aliviado, un día sin su esposo era un día sin tortura, sin dolores de cabeza, estaba feliz de saber que se libraría de él por unos días, llevó unas manos a su cabello y lo peinó pasando sus largos dedos por las gruesas hebras de su melena, relajándose con ese acto, pensando en qué tal vez debería ir a visitar el pueblo por un rato, hace un tiempo ya que no salía de su mansión, podría visitar algunas de las pequeñas tiendas del lugar en busca de nuevos libros que pueda agregar a su, ya de por sí, gran biblioteca privada. Aunque eso estaría un tanto difícil, pero no imposible. Incluso podía arrastrar a Albafica junto con él, puede que el chico también tuviera ganas de salir.

Bien, estaba decidido.

Salió de la habitación con rumbo a los jardines, donde seguro estaría el joven de largos cabellos azul cielo, buscándolo con la mirada, caminando por todo el lugar, más lo único que encontró fue a la joven hija de la cocinera, una hermosa doncella procedente de aquel lugar conocido como el Nuevo Mundo, un omega femenino de belleza exótica, lacio cabello negro, ojos oscuros, piel notoriamente bronceada y cuerpo curvilíneo, algo un tanto fuera de lo común.

Se acercó hasta quedar a unos pocos centímetros de la dama, quien lo miró con sorpresa.

—¡Jo-Joven Dégel! —exclamó la sirvienta.

—Señorita Calvera —saludó el pelirrojo con serenidad, ante los ojos curiosos de la menor— disculpe haberla importunado, pero, ¿podría usted decirme si ha visto mi hermano por aquí? —preguntó cortésmente.

La joven lo miró antes de meditarlo unos momentos, para después sonreírle.

—Claro que sí, el joven Albafica estuvo merodeando la zona de la rosas, recolectando algunas hace unos momentos, y después se retiró hacia su habitación con una gran cantidad de ellas, entre blancas y rojas. —contestó.

—Merci —agradeció y se dirigió hacia el lugar indicado.

Tocó la puerta, escuchando un “¡Adelante!” desde el interior, ingresando casi al instante, encontrando al menor en la cama arreglando lo que parecía ser un gran ramo, distribuyendo bien los colores, atando los tallos con delicadeza para luego cortarlos dejándolos parejos, colocándolo en un hermoso jarrón.

—Hola Jo- digo, Dégel  —habló el menor con las flores en sus manos— ¿Qué te trae por aquí? —preguntó.

—Nada en especial… —respondió sin quitarle los ojos de encima a las flores, sonriendo internamente— Son para él, ¿verdad?

Y le atinó, lo supo cuando vio que las mejillas del peliceleste se tornaron rojas de golpe, salió a la puerta y con una de sus manos hizo una señal a uno de los sirvientes para que se acercase.

—Esto… esto es vergonzoso… —escuchó decir al menor, que estaba cabizbajo, con una mano en su rostro.

—El amor no es algo de lo que debas avergonzarte —continuó— es algo hermoso. A él de seguro le encantarán.

Albafica lo miró con tristeza, si tan solo supiera. Tuvo que morderse el labio para evitar que salga un gruñido de frustración e impotencia. Minutos después hizo acto de presencia uno de los sirvientes en la habitación, pidiendo disculpas por el pequeño retraso, recibiendo el ramo que le era entregado.

—Ya sabes a donde enviarlo. —fue lo único que dijo el peli celeste.

El sirviente hizo una pequeña reverencia y desapareció de inmediato. Se levantó de la cama con tranquilidad y miró a su hermanito.

—Albafica, hoy aprovecharé que mi esposo no se encuentra e iré al pueblo —le informó— ¿Gustas acompañarme?

Levantó si vista por unos segundos hacía donde se encontraba el pelirrojo expectante, lo pensó por unos momentos.

«Tal vez no sea tan malo. Necesito distracción»

—¿Puede venir mi amigo? —preguntó inseguro.

—Claro.

Una sonrisa apareció en el rostro del menor de inmediato.

De un salto se puso de pie y corrió a la puerta, sin embargo una voz lo detuvo.

—Está bien, pero iremos después de comer.

 

***

 

Cajas, cajas y más cajas, estaba aburrido de ellas, sin embargo, si es que las cargaba y ayudaba en su transportación era porque el pago le era satisfactorio, aunque después terminara con la espalda completamente adolorida. Al menos tenía la suerte de saber que esa era la última carga del día y que ya no las vería de aquí a una semana más, cuando la tienda vuelva a reabastecerse de mercancía y lo volvieran a llamar.

—Gracias por tú colaboración chico, aquí tienes tú premio —escuchó decir a uno de los hombres para los que trabajaba.

—De nada —fue su respuesta inmediata— gracias a ustedes más bien.

Los hombres solo rieron y le acercaron una pequeña bolsa llena de monedas, junto a un cajón con varios alimentos, la mirada pronto se le iluminó al presenciar los deliciosos panes y demás cosas con las que había sido recompensado.

—Nos vemos la próxima semana, muchacho —dijo uno de los hombres acariciando sus cabellos para luego despeinarlos.

—Si mocoso, la semana que viene necesitaremos mucha ayuda, y como esta te esforzado, te ganaste un regalo especial —añadió el otro guiñándole el ojo— el cargamento que traeremos será desde tu tierra, ¿qué es lo que deseas escuincle?

Inmediatamente la expresión sorpresa apareció en el rostro del joven, para luego pasar a una de felicidad.

—Wow, ¡gracias! ¡Gracias, Saga y “Saga número dos”! —dijo el menor casi gritando.

A lo que los gemelos lo quedaron mirando para después explotar en risa, o al menos el mayor, pues el otro estaba molesto.

—Tú… pequeño bastardo impertinente —gruño el menor de los hermanos, calmándose casi al instante, el mocoso sabía que odiaba que le digan así, pero parecía no querer entender— Como sea… ¿algún día dejarás de apodarme así? —preguntó con una sonrisa.

—Que no soy un mocoso… ya tengo 21 —refunfuñó— y… cuando me muera… o cuando Saga deje de ser un virgen… lo que ocurra primero —respondió el menor encogiéndose de hombros— aunque lo más probable es que tenga una cita con la parca antes…  —susurró en el oído de Kanon.

Ahora fue su turno de reírse a carcajadas.

—¡Niñato del demonio…! —exclamó Saga totalmente sonrojado, viendo como los otros dos se burlaban de él— me largo.

Dio media vuelta y empezó a andar, callando a ambos en el proceso.

—Creo… creo que se ofendió… —observó curioso, Kanon, mirando como su hermano se perdía entre la multitud.

—Tú crees… —calló unos segundos— ¿qué debería disculparme? —preguntó llamando la atención del mayor.

Llevó su mirada al cielo y lo pensó por unos minutos, después llevó su mirada al joven que se encontraba con él que lo miraba sereno.

—… No. —dijeron ambos al unísono, alargando la “o” infantilmente.

—Ya se le pasará —agregó el gemelo menor— lo conoces.

—Lo sé.

Continuaron hablando unos momentos más hasta que llegó la hora de despedirse y el mayor se tuvo que retirar, despidiéndose con un grito. Bufó cansado, tomo sus cosas y se puso en marcha hacia el lugar donde vivía, a las afueras del pueblo, en una pequeña casa junto a un rio que no quedaba ni muy lejos, ni muy cerca, solo a unos diez minutos de caminata.

Apareció al atardecer, abrió la puerta con un poco de dificultad, gracias a las cosas que traía con él.

—¿Hola? —preguntó para hacerce notar, sin embargo no obtuvo respuesta alguna.

Extrañado, cerró la puerta y se dirigió a la pequeña cocina con la esperanza de verlos ah, pero nada. Dejó las cosas y decidió buscarlos en el pequeño patio que tenían.

—¿Chicos? —llamó, obteniendo el mismo resultado.

Se preocupó un poco, ellos casi nunca salían de casa, ¿habría pasado algo? No, no creía en eso, aunque, todavía no encontraba una explicación para su ausencia… ¿¡Y si los han secuestrado!?

Una alarma se activó dentro de él.

Volvió a la cocina con rapidez para servirse un vaso con agua antes de salir en su búsqueda, cuando se percató que había nota en la mesa.

 

“Querido, idiota:

 

Te dejó esta nota porque sé que te pondrás paranoico si no nos encuentras en casa, te conozco.

 

Estamos en el río, si es que no estás cansado ven a buscarnos.

 

PD: No, no nos han secuestrado, imbécil.”

 

—Amo las hermosas palabras con la que me expresas tu amor, cariño. Todo un romeo, como siempre...

«¿Sarcasmo?... ¿Dónde?»

Una pequeña risa salió de sus labios al leer el mensaje plasmado en papel, ese chico jamás cambiará, arrugó el papel y lo lanzó a la basura, terminó su vaso ya más tranquilo, tamo sus llaves otra vez y se puso en marcha al lugar, quedaba a unos cinco minutos.

Una vez allí los buscó con la mirada, divisándolos cerca a unos árboles, se acercó.

—¡Papá! —salió a su encuentro un pequeño, de a lo mucho, 6 años de edad, lanzándose a sus brazos.

—¡Hola, renacuajo! —saludó feliz, cargándolo y apegándolo a su pecho— ¿Dónde está mami?

El pequeño solo sonrió y señalo con su pequeño bracito hacía el aludido, quien venía con una canasta con ropa recién lavada en sus manos.

El joven omega solo miró con molestia.

—Cuantas veces te voy a decir que no le enseñes a decirme así —le regaño, recibiendo una alzada hombros por parte del otro— Papi… —corrigió mirando al niño con esperanzas de que obedeciera.

—Mami…

Lamentablemente, al pequeño no se le daba la gana de hacerle caso, pues, no estaba acostumbrado a decirle así, pese a los intentos del mayor por cambiarlo.

Suspiró, no se daría por vencido, lograría hacer que su pequeño hijo dejara de llamarlo así, o se dejaba de llamarse por su nombre.

—Pa-pi —volvió a corregir, el mayor, con determinación en su mirada.

Su niño le diría “papi”, porque le diría “papi”, así sea lo último que haga.

—Ma-mi —repitió el pequeño con un tono burlón.

El mayor estaba perdiendo la paciencia.

—Papi —dijo por tercera vez.

—Mami —le siguió el niño.

Ya había perdido la cuenta de cuánto tiempo habían estado así. Él solo observaba con diversión, sí había algo que ese niño había heredado del joven, era su terquedad. Cuando algo se le metía en la cabeza a ese niño, no había poder en la tierra que le haga cambiar de opinión. Si su hijo se empecinaba en llamarlo “mami”, “mami” sería hasta que se muera, y eso el orgulloso omega lo sabía muy bien, pero aun así se empeñaba en corregirlo.

Esos dos eran más testarudos que una mula.

Parecía que nunca terminarían de discutir, hasta que…

—¡Papi! —gritó el omega con el ceño fruncido y una mirada asesina.

—¡Mami! —exclamó el menor de igual manera.

Se miraron fijamente por unos minutos, parecía que se iban a matar entre ellos en cualquier momento, aunque después el mayor suavizó la mirada.

—Está bien, está bien. Me cansé, tú ganas esta batalla —bufó el mayor— pero no la guerra. Ya verás que te haré hablar, enano.  —continuó, con una sonrisa algo… perturbadora— volvamos a casa, prepararé un guiso —que de inmediato fue reemplazado por un puchero, antes de marcharse.

Mi hijo volteó a observarme.

—No permitiré que mami me gane, papá —dijo con la misma sonrisa que tenía el otro hace unos segundos.

Y luego se bajó de mis brazos para darle alcance a su “papi”, tomándolo de la ropa, mientras caminaba junto a él.

«De tal palo... tal astilla»

—Y luego dice que no se parecen... —susurró.

Emprendió camino de vuelta su hogar.

 

 

Notas finales:

Hasta aquí el capitulo.

*¿Para quién serán esa rosas?

*¿Quienes eran la parejita del final?

...

No lo se.

Me gustaría leer sus opiniones. :D

Ojala les haya agradado.

Saludos. :D

 

***


Palabras: 2 359

;-;


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