Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vínculo predestinado por Daena Blackfyre

[Reviews - 530]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola. Volví con otro capítulo. Es divertido escribir de ellos dos, me muero de risa escribiendo a través de Inuyasha, pero Sesshomaru sí que es difícil. Así que no esperen nada loco(?

Advertencias: Sesshomaru x Inuyasha. Maltrato infantil(?

Inuyasha no me pertenece a mí, es de Rumiko Takahashi y estudio Sunrise.

Sólo una vez. Una vez y será suficiente.

 

Ese razonamiento recorrió la mente de Sesshomaru desde que se había propuesto ir a ese lugar. Había hecho la promesa que no pondría un pie cerca de esa bestia, pero tuvo que declinar su palabra.

 

Tenía que verlo y saber qué tan grande y espesa era la deshonra que cargaba su raza.

 

Desde que su padre falleció, Sesshomaru había olvidado todo ese asunto o al menos fingía no recordarlo, pero inevitablemente estaba ahí. La existencia de esa cría en el mundo representaba un suplicio para él y, como el hijo de Inu no Taisho, tenía el deber de hacer lo que éste no fue capaz. Sin embargo, recién ahora, algunos años después, decidía que el momento había llegado.

 

Encontrar al hanyō no sería difícil. Su aroma estaba impregnado por una mezcla repulsiva de humano y perro demonio. Sesshomaru no podía equivocarse, esa esencia sólo podía pertenecer a aquél que su padre había insistido en que llame hermano.

 

Esa idea era absolutamente absurda, tanto que no sabía por qué recordaba eso justo ahora. El híbrido sólo era algo que tenía que desaparecer de ese mundo e Inu no Taisho no tuvo el valor de hacerlo. Con rapidez, se acercó más hacia aquella fragancia que cada vez se volvía más fuerte y se quedó posado sobre un árbol cuando lo encontró. Un desconcierto le embargó cuando presenció algo que sin duda no esperaba.

 

Aquel niño debía ser quien buscaba, no tenía dudas, pero se veía tan… diferente.

 

Un hanyō, híbrido entre un humano y un inuyōkai. Le costaba asimilar lo que estaba viendo. Ese pequeño lucía… menos espantoso de lo que pensó.

 

Envuelto en sus ropas rojas, el niño vagaba solo por el bosque y eso le llevó a preguntarse qué ocurrió con la humana que le dio a luz. Su primer pensamiento fue que murió. Después de todo, los humanos eran tan frágiles como las hojas de los árboles y no le extrañaría que esa mujer haya fallecido. Sin embargo, su cría aún seguía caminando por el mundo.

 

Entrecerró los ojos, observando con más detalle. Las orejas perrunas entre todo el cabello plateado, que en realidad parecía un blanco manchado de suciedad, eran la prueba más grande que necesitaba para saber que ese niño era un demonio incompleto. Con que aquí estaba la deshonra de su padre caminando por el bosque sin un rumbo fijo. Eso le llamó la atención, llevaba unos instantes ahí y el mestizo ni cuenta se había dado. Tampoco parecía alerta o prestando atención a sus alrededores. Así era una presa fácil para cualquiera, incluso para él.

 

Antes de acabar de coordinar sus ideas un olor diferente le previno. Salió de su escondite y sus garras atravesaron a una serpiente yōkai que intentaba atacar al desprevenido hanyō. La sangre penetró en sus garras y Sesshomaru se preguntó por qué hizo eso. ¿Por qué saltó en defensa de ese mestizo? ¿Por qué había actuado así sin pensar?

 

No respondió sus preguntas al instante, sólo se volteó a ver al hanyō, quien le miraba con una mezcla de asombro y miedo en sus ojos. En su imprudencia, había acabado revelándose ante él también.

 

Con sus garras tensas y cubiertas de sangre, se giró completamente hacia el híbrido quien parecía no poder sacarle la vista de encima. Este era un buen momento para terminar lo que había venido y no permitió que esa serpiente hiciera. Aquel trabajo le pertenecía y no a otro. Sí, por ese motivo fue que había eliminado al yōkai. Sin embargo, al ver a ese indefenso mestizo, a quien podría exterminar con tanta facilidad, se sintió igual que esa serpiente y él, Sesshomaru, era no sólo superior a ese insecto, sino que era uno de los yōkai más fuertes que existían.

 

Por ese mismo motivo, matar a esa pequeña cucaracha le hacía sentir un ser tan débil, bajo y miserable como esa serpiente. No, él no era eso, pero tampoco podía dejar que aquel híbrido escapara de sus garras.

 

—Tú eres… —Una pequeña voz le llamó la atención y Sesshomaru clavó su vista en el pequeño hanyō frente a él, quien se mostró levemente cohibido ante su presencia, pero siguió hablando—. ¿Te conozco?

 

Esa pregunta le generó desconcierto. Era imposible que ambos se hayan visto antes, esta era la primera vez, por lo que no había forma que ese niño sepa de su existencia.

 

—No —contestó de forma seca y sin saber por qué siquiera se molestaba en responder la pregunta que le hizo. ¿Curiosidad? Posiblemente.

 

—Ah, es que… Tus ojos se parecen a los míos —dijo el pequeño señalando sus propios ojos, mostrando las garras minúsculas que salían de sus dedos—. Nadie más los tiene así, mi madre me dijo que sólo mi padre y gente de su familia tiene ojos de ese color. Tú… ¿A dónde vas?

 

No pudo oír más, simplemente se marchó. No quería oír la voz de ese niño ni sus propios pensamientos que comenzaban a ser tortuosos. Nunca, jamás, se había sentido así de turbado. Culpó a su padre en aquel instante y nadie más por dejarle esa maldición impregnada de sucia sangre híbrida.

 

.

.

.

 

Caminó entre los árboles sintiendo el pasto cosquillearle los dedos y cada olor de ese bosque brindándole todo tipo de información. Inuyasha estaba intentando aprender cómo usar su nariz, pero era algo realmente difícil. Desde que nació supo que no era como los demás. Su mamá nunca lo trató diferente, pero ella lo sabía. Izayoi lo amaba, nunca dudó de eso, pero continuamente la veía sufrir. Sabía que el dolor de esa mujer era porque un niño como él jamás encajaría en el mundo y eso Inuyasha poco a poco lo estaba descubriendo.

 

Las orejas en su cabeza se movieron al oír algo a la distancia, pero no sabía muy bien de qué se trataba. Había nacido con unos instintos diferentes, además de su apariencia rara, pero aprender a utilizar su propio cuerpo era difícil. Intentó moverse rápido y olfatear para buscar algo que comer.

 

No hacía mucho que su madre pereció a causa de una enfermedad y él había prometido volverse más fuerte. Ese mundo cruel no lo consumiría, al contrario, Inuyasha sería quien despedace a ese mundo grotesco entre sus garras. Sobreviviría y demostraría que aún él, un solitario hanyō, podía vivir sin convertirse en la presa de nadie.

 

Aún no era capaz de cazar bien ningún animal que valiera la pena, pero al menos encontró algunas frutas y cosas comestibles que, al parecer, no eran venenosas porque seguía vivo. No era suficiente. Tenía que volverse más rápido, ágil y fuerte. En aquel instante, un recuerdo asaltó su mente. No hacía mucho tiempo un misterioso hombre —o demonio en realidad, no recordaba bien, pero suponía que no era humano— le había salvado de una serpiente. Recordó cómo lo hizo y pensó que le gustaría ser así de fuerte.

 

Inuyasha se paró frente a un árbol e intentó usar sus garras para atravesarlo, pero apenas le hizo unas marcas y le causó cierto dolor. ¿Será que él no podía hacerlo? Intentó de nuevo, una y otra vez, lo haría lo necesario hasta que ese árbol caiga ante sus pies. Sin embargo, no era tan fácil y acabó perdiendo el equilibrio hasta caer al suelo.

 

Cierta frustración le llenó el cuerpo y se preguntó cuánto tiempo tendría que estar dando golpes como para llegar a ser fuerte como ese sujeto. ¿Toda su vida? Probablemente. Apenas se levantó, percibió alguien apareciendo cerca de él e Inuyasha se sorprendió al ver a ese mismo tipo que hizo pedazo a la serpiente.

 

Permaneció unos instantes en silencio, mirándolo como si esperara ver qué quería con él. Tal vez se había cruzado por casualidad o venía a matarlo. No le daba muy buena espina, por más que lo haya salvado anteriormente, le generaba desconfianza. Durante esos escasos segundos, Inuyasha tuvo la oportunidad de analizar a ese sujeto y comprobó efectivamente que no era humano. La energía que desplegaba de su cuerpo era sin duda demoníaca, sin mencionar las marcas en su rostro y el resto de las facciones, pero lo que seguía llamándole la atención eran los ojos dorados tan parecidos a los suyos propios.

 

Estuvo a punto de decir algo, acercarse o lo que sea, pero no lo hizo porque un hombrecito verde apareció detrás de la blanca estola.

 

—Amo Sesshomaru, no entiendo porque siempre deja a su fiel sirviente atrás… —se quejaba aquel que, Inuyasha suponía, era el acompañante del tipo misterioso. Los ojos grandes, que le hicieron recordar a los de un sapo, se clavaron en él bañados de asombro cuando notó su presencia—. ¡Ay, amo! ¿Qué es esa cosa? Parece un hanyō, es horrible… ¿No me diga que él es...?

 

—Oye, ¿a quién llamas horrible, sapo asqueroso? —espetó sin medir sus actos o palabras. Una persona con sentido común habría callado, pero Inuyasha no era así. No le gustaba que lo insulten, ya había recibido mucho maltrato y se prometió no volver a tolerar nada parecido. Mucho menos lo soportaría de ese enano verde que, incluso, era más pequeño que él.

 

—¡Ay, cómo te atreves a hablarme así ante mi amo, hanyō! —Avanzó muy enojado sosteniendo su bastón e Inuyasha no se amedrentó—. ¡Te cocinaré para que mi amo y yo podamos comerte en la noche!

 

—Inténtalo y yo te echaré al río para ver si así se te quita un poco la peste a basura.

 

—Niño insolente… —masculló entre dientes y antes de poder usar su bastón, Sesshomaru interrumpió.

 

—Suficiente, Jaken —Con un paso muy ligero e imponente, Sesshomaru se adelantó a su sirviente y se puso frente a Inuyasha. No quería temblar de miedo, pero ese sujeto tenía una mirada tan fría que hasta le llegaba a erizar cada cabello de su cuerpo—. Tu nombre.

 

Parpadeó un par de veces confundido hasta entender que estaba exigiendo que se lo diga.

 

—Ah… Ehm… In-Inuyasha —dijo balbuceando sin poder evitarlo, pero no quería mostrarse débil ante alguien que, sin siquiera demostrarlo, se notaba muy fuerte—. Me llamo Inuyasha —habló con claridad mirando a ese hombre—. ¿Tú nombre cómo es?

 

—¡Tonto! —espetó Jaken golpeándole en la cabeza con su bastón—. ¡Respeta al amo Sesshomaru, hanyō! ¡Habla con más propiedad cuando te dirijas a él!

 

—Sesshomaru… —susurró para sí mismo, dándose cuenta que hasta ese nombre era escalofriante. Sin embargo, recibió otro golpe del maldito enano.

 

—¡Llámalo señor Sesshomaru, mestizo tonto!

 

Inuyasha no lo soportó más y le devolvió el golpe en la cabeza.

 

—¿Por qué debería? ¡Yo ni siquiera los conozco! —Finalmente, dijo lo que estaba pensando hace un rato. No entendía qué estaba pasando, quiénes eran ellos o con qué derecho venían a hablarle así—. Sólo son un tipo raro y una rana fea, ¡déjenme de joder!

 

Al terminar de gritar, el mundo pareció quedar en silencio y cierto temor le invadió. El hombrecito verde miraba todo como si acabara de comer el peor de los sacrilegios y observaba a su amo, atento a qué castigo le daría por su osadía.

 

—Inuyasha —habló Sesshomaru con una imponente voz—. ¿Así es cómo pretendes defenderte?

 

No entendió para nada esa pregunta o a qué se refería, hasta que notó que lo que realmente miraba ese tipo era el árbol que apenas contaba con unos cuantos rasguños que le propinó en su entrenamiento.

 

—Ah, eso… Yo… —Bajó la vista sin saber qué decir, molesto consigo mismo cuando sintió la vergüenza colorearle la cara—. Estaba practicando, quiero ser fuerte y hacer eso como tú cuando acabaste con aquella serpiente.

 

—¿Que el amo bonito hizo qué?

 

Sesshomaru ignoró el desconcierto de su sirviente y se acercó al árbol que Inuyasha había intentado derribar en inútiles intentos.

 

—Así jamás lograrás hacerlo —mencionó alzando su garra, separando sus dedos bien tensos y mostrandos sus filosas uñas como cuchillos. Corto ese árbol en pedazos e Inuyasha sólo abrió los ojos maravillado ante esa acción.

 

—Sí… —murmuró sabiendo que no era tan fuerte, pero aun así decidió intentarlo. Corrió hasta otro árbol, alzó la mano igual que Sesshomaru lo hizo y con toda su fuerza logró dañarlo muchísimo más que antes. Se alegró al ver esto, notando que podría incluso partirlo en dos si se esforzaba un poco más—. ¡Lo hice!

 

—Débil —Fue lo que oyó a Sesshomaru decir y se dirigió a otra parte del bosque a paso lento.

 

Esta vez, en lugar de quedarse allí, Inuyasha lo siguió, por más que el sapo feo intentase echarlo. Quería saber más de ese tal Sesshomaru.

 

—Oye, sapo —llamó al enano acompañante, quien le miró sumamente furioso.

 

—¡Mi nombre es Jaken, hanyō estúpido!

 

—Y el mío Inuyasha, pero como no te lo aprendes tampoco te llamaré por el tuyo —Sacó la lengua haciéndole burlas a ese duende feo, pero al instante recordó que quería preguntarle algo—. ¿Quién rayos es él? —preguntó refiriéndose a Sesshomaru quien había desaparecido rápidamente y, suponían, debía encontrarse más adelante.

 

—Como se nota que eres un mestizo con lo tonto que saliste —Volvió a quejarse irritado e Inuyasha se contuvo porque realmente quería que le contestara—. No sé qué clase de interés tenga el amo viniendo hasta donde estás, pero debes tenerle respeto.

 

—¿Sí? —preguntó Inuyasha mirando a su alrededor buscando a ese sujeto, pero al instante volvió la vista a Jaken—. ¿Tan fuerte es?

 

—Jm, ¿fuerte? —Levantó una ceja y rió por la ignorancia de ese niño—. El amo Sesshomaru es el demonio más fuerte que existe. Señor de las tierras del oeste, protector de las mismas y el más poderoso inuyōkai existente. Con una sola mirada él podría desaparecerte de este mundo, un híbrido como tú no podría comparársele jamás, así que más vale que comiences a tenerle un poco más de respeto y… ¿Oye, me estás escuchando?

 

La realidad era que Inuyasha había dejado de prestarle atención al sapo y buscó la esencia de Sesshomaru para poder dar con él. Tenía algo muy importante que saber con respecto a esa persona. Corrió con rapidez, dejando al enano verde atrás, hasta que llegó a un lago y allí lo vio parado, pero no se acercó. Permaneció en ese sitio, observándolo unos instantes.

 

—Inuyōkai… —murmuró admirando cada detalle y recordando palabras dichas por su madre antes de morir.

 

El cabello blanco, ojos dorados, marcas en el rostro, orejas puntiagudas de demonio, una gran estola peluda y, sobre todo, el gran e imponente porte que mostraba su fortaleza. ¿Podría ser esto posible?

 

Con precaución, se acercó a ese hombre y se quedó a unos pasos de distancia. Recordó la forma en que lo salvó de ese demonio serpiente y cómo le enseñó la forma correcta de usar sus garras. Tal vez realmente podría ser…

 

—¿Qué?

 

Pegó un respingo cuando oyó esa voz dirigirse a él. Alzó la vista y observó a ese tal Sesshomaru recordando las palabras de su madre. El inuyōkai más fuerte.

 

—Yo… Tú… —Respiró hondo y no encontró otra forma de decirlo, a pesar de la vergüenza que le generaba hacer esa pregunta—. ¿Eres mi padre?

 

Sus palabras salieron claras, pero Sesshomaru parecía no haberlo oído o en realidad sí lo hizo, pero no le gustó para nada. Inuyasha se arrepintió de sus palabras y supo que no debería haberlas dicho cuando ese tipo le tomó del cuello con una fuerza monstruosa y lo alzó en el aire.

 

—¿Qué has dicho? —dijo el yōkai apretando su garganta e Inuyasha intentó librarse de él, pero era imposible.

 

Era como un dragón a punto de aplastar a una pulga. ¿En serio iba a morir en ese instante? Esos ojos, tan parecidos a los suyos, le estaban dando una respuesta positiva. El aire comenzó a faltarle cada vez más y realmente creyó que ese era su final, pero Sesshomaru lo aventó contra uno de los árboles cercanos. El estruendo le dolió, muchísimo. Tanto que le costó mantener la consciencia pero lo hizo y se levantó.

 

Inuyasha sabía que tenía que huir, pero una parte de él aún quería saber de ese sujeto, por más que fuera peligroso. ¿Su padre sería capaz de matarlo? Antes de morir, su mamá le dijo que había sido un yōkai, el más fuerte, pero que no era malo. Al ver a Sesshomaru, comenzó a creer que tal vez se había equivocado.

 

—¡Amo Sesshomaru! —Jaken al fin llegó a donde estaban y vio la escena, acercándose a Inuyasha muy enfadado—. Hanyō, ¿te atreviste a molestar al amo, verdad? Me sorprende que te haya dejado vivir pero ahora sin duda él te matará, ¿verdad, amo?

 

Cuando Inuyasha alzó la vista, vio que ese sujeto se estaba acercando a él y supo que no tenía las mejores intenciones, pero eso no lo haría cambiar de parecer. Como pudo, se levantó y le hizo frente nuevamente.

 

—¡Respóndeme! —exigió saber nuevamente—. ¿Eres mi padre o no?

 

Cuando volvió a decir eso, un audible e impactado suspiro salió de Jaken, casi amenazando con caer desmayado.

 

—¡Ahora sí te pasaste, niño tonto! —expresó aún sin poder creerlo—. El amo Sesshomaru jamás tendría un hijo que sea híbrido y menos tan estúpido como tú.

 

—Dijiste que que era el inuyōkai más fuerte y él se parece a como mi mamá me dijo que era mi padre.

 

—Eso es, tonto y sucio mestizo, porque tú y el amo comparten el mismo padre —Aquella declaración impactó a Inuyasha. No sabía nada de su familia o linaje, sólo lo que su madre le había contado que era muy poco, pero ahora se sentía muy confundido—. El señor Inu no Taisho murió hace mucho tiempo y el amo Sesshomaru heredó su título, pero antes tuvo que dejar una desgracia como tú en el camino para molestarlo. ¡Ay, pobre de mi amo bonito!

 

Sintió que sus ojos temblaban al entender todo finalmente. Su papá había muerto. Ahora recordaba una vez que su madre le dijo que él no tenía papá porque éste estaba en un lugar donde no podía ser alcanzado. Sin embargo, olvidó ese pequeño detalle al ver a Sesshomaru y se ilusionó como un tonto, pero ahora entendía por qué sentía que algo tenían que ver ellos dos.

 

—Entonces, nosotros somos… —No acabó de decir la frase completa porque fue tomado del cabello y nuevamente sus pies estaban colgando del aire.

 

—Escúchame bien, Inuyasha —lo oyó decir con una voz seria y amenazante, pero no podía dejar de verlo por más terror que sintiera—. La próxima vez que te vea te aplastaré como el insecto que eres. Así que vuélvete más fuerte o muere.

 

No contestó nada a eso, Sesshomaru simplemente lo aventó de nuevo y se dio la vuelta para marcharse con Jaken atrás preguntándole por qué había dejado al hanyō vivo, pero lo único que recibió fue un golpe de su señor para que se calle.

 

No se paró al instante, sólo se quedó allí tirado en el suelo y adolorido. Ahora se supone que tenía un hermano y éste lo odiaba. Hubiera sido bueno que su mamá se lo dijera antes de morir, pero no importaba. Ahora otro motivo para sobrevivir y volverse más fuerte. Había ganado un hermano ese día y un enemigo.

Notas finales:

Fin por hoy(?) Este capítulo se me hace lindo, quería escribirlo y no hacer cosas tipo flashbacks. Había pensando hacer esta idea a parte, pero finalmente la incluí aquí. Cuando leía el manga me preguntaba cómo es que Inuyasha había aprendido a sobrevivir o luchar, entonces se me ocurrió que Sesshomaru podía haber tenido que ver con eso indirectamente. Lo de Inuyasha creyendo que era su papá me pareció gracioso y algo no muy desvariado si pensamos que él nunca conoció a Inu no Taisho y Sesshomaru se le parece mucho(?

En fin, nos vemos en una semana, ahí ya empieza todo en un tiempo más contemporáneo.

Gracias a los que leyeron. Saludos!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).