47-Ataque
Sus ojos miraron los verdes--¿Qué…?—fue lo que intentó preguntar pero su garganta le dolía y su voz salía rasposa.
No te esfuerces. El médico ha dicho que hables lo mínimo por un tiempo y si puedes no hables. Parece que un tonto como tú aspira el aire por la boca cuando está apanicado y al hacerlo quema parte de su garganta con ello. Estarás bien en unos días si te cuidas—dijo el ojiverde y al ver en los ojos melados la pregunta agregó—Está en la habitación de al lado con la señora Shmiters, es la esposa del posadero. Está bien. Tranquilízate—
El rubio se relajó mientras permanecía sentado. Eres un idiota pero ambos lo sabemos—dijo el castaño mientras se le acercaba y se sentaba a su lado.
¿No… te creo problemas?—preguntó Joseph sin mirarle haciendo luego una mueca por el dolor.
No más que de costumbre, no—contestó el otro.
Reinhardt, yo…--sus labios fueron acallados con un dedo.
Si sigues así de idiota tendré que aprovecharme de ti para que te calles—dijo el otro con media sonrisa—Ahora tengo que irme o mi jefe mandará que me den una lavativa—dijo levantándose ahora, el otro solo asintió y el contestó—Así me gusta—después de mirarlo por unos segundos le preguntó--¿Por qué no me dijiste?—Como el otro lo mirara con extravío el hombre añadió—La madre del niño está muerta. Wheeler le miró un poco sorprendido y luego bajó la cabeza—No me importa tanto eso, pero sabes que no me gusta que me mientan—la cabeza de Joseph siguió gacha un poco más pero luego la levantó e intentó hablar pero el ojos verdes volvió a tapar su boca con un dedo—Hablaremos cuando te recuperes—añadió Reinhardt antes de caminar hacia la puerta.
Al abrir la puerta de golpe se encontró con un hombre alto y fuerte del otro lado de ella, el otro sacó un arma e intentó dispararle pero a último momento el ojos verdes la logró desviar lo suficiente para que en vez de atravesarle el pecho le pasó por una costilla y salió limpiamente por su costado sin afectarle ningún órgano pero el cuerpo de Reinhardt dio un paso involuntario para atrás mientras el otro intentaba corregir su error con un segundo disparo. El castaño se trabó con él en lucha mientras gritaba al atarantado rubio que escapara mientras pues ambos habían caído en medio del piso dentro de la habitación, dejando la puerta libre.
A Joseph le costaría escapar por ahí pero si le daba tiempo suficiente de seguro el otro…
Un duro culatazo en la cabeza el ojos verdes le hizo perder el hilo de sus preocupaciones y sin querer soltó al otro que con sonrisa macabra se paró para apuntar mejor mientras le decía “idiota” entre dientes y “tú eres el que debía de cuidarse”. La preocupación de Reinhardt era que el otro intentaría luego acabar con Joseph por ser testigo.
Cuando estaba resignado a su muerte una silla cayó literalmente para salvarle sobre la espalda de su agresor y medio vio borrosamente al rubio que se agarraba la pierna del tobillo lastimado mientras hacía una mueca. Por el rabillo del ojo también vio como el otro tipo le disparaba y un chorro rojo salía de la cabeza del melado mientras caía.
Siento que haya visto algo como eso en su primera visita a los States, Mr. Kaiba—dijo el representante de la compañía con la que había firmado el negocio el día antes.
Tranquilo. No es como si eso fuera a afectarme de por vida, Mr. Nerves—contestó el castaño. El incendio que había visto solo figuraría como una anécdota para él, después de todo, se dijo—Pronto volveré para más negocios—añadió para que ese idiota no se pusiera a llorar de los nervios y lo molestara. El se despidió sin más antes de tomar su vuelo de regreso.