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Sólo una vez más por Mazeni

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Notas del capitulo:

¡vengo con otro capitulo!

Todos los ángeles que Vivian en el paraíso sabían que no había ser más increíble y poderoso que An, ellos lo adoraban y aunque muchos no lo habían visto sabían que a pesar de todo su juicio era el más prudente, solo entre los ángeles los únicos que conocían a An eran los ángeles que estaban en la primera jerarquía, aquellos que le servían y no solamente conocían al deidad An, también a su amado, y los rumores decían que An podía cambiar su rostro de uno severo a uno tierno y sumiso cuando llegaba el deidad Ki.

En el mundo que creó An habían tres jerarquías, la primera se encargaba de servirle y entretenerlo, solo algunos ángeles estaban a su servicio tan de cerca, no eran demasiados pero tenían el privilegio de estar a su lado ya que fueron los primeros ángeles creados por las dos deidades. En la segunda jerarquía se encontraban los ángeles protectores llamados Arcontes, ellos eran justos y su deber era juzgar a los que habían hecho algo imprudente, nunca peleaban pero si algún ser se enfrentaba a ellos tenían que luchar, se caracterizaban por tener cabello plateado, dorado y en algunos casos cabello azul.

En la última jerarquía estaban los ángeles custodios, los cuales cuidaban a los seres humanos, los vigilaban y si veían algún problema avisaban a sus superiores, la mayoría de ellos eran alegres, pero no todos tenían esa suerte.

Entre los pequeños ángeles custodios existía uno en especial de cabello negro con ojos color miel y blanca piel que le agradaba ver a los humanos, le entretenía todo lo que ellos hacían, y aunque no eran muy diferentes a ellos, ya que muchos no se podían amar con libertad por las mismas diferencias de poder que tenían unos de otros aun así los admiraba porque en algunas ocasiones morían por amor.

El pequeño ángel estaba enamorado, no de uno cualquiera, estaba enamorado de un ángel de la segunda jerarquía, sabía que nunca se llegarían a conocer, pero el pequeño ángel lo admiraba de lejos y siempre admiraba su larga cabellera de color plateado, era tan hermoso.

-Vamos pequeña avellana, vamos por algo de diversión – el pequeño ángel no logro captar la voz hasta que se dio cuenta que lo abrazaban por el cuello.

-No creo que tu definición de diversión sea la misma que la mía – aunque el pequeño ángel no entendía por qué le decían avellana, nunca le molesto ese apodo – además tengo un lugar al que debo ir.

-Oh, vamos, vas a comenzar de acosador, ¿sabes que nunca te tomara enserio, verdad?

Aunque el pequeño ángel de ojos miel sabía eso, no podía evitar sentirse un poco dolido por las palabras de aquel ángel.

-Sí, lo sé – agachando la cabeza y con lágrimas apenas visibles en sus pupilas se levantó y se fue de aquel lugar.

No le gustaba que lo vieran llorar, de hecho, odiaba que fuera tan sensible y tan inseguro, muchos de sus compañeros eran alegres y otros carismáticos, algunos incluso tenían amistades con ángeles de jerarquía mayor a ellos, entonces ¿Por qué él tenía que ser así?, se burlaban de él y algunos incluso le hacían bromas crueles, pero no tenía el coraje para defenderse, de verdad odiaba ser así de inseguro. 

Cuando llego al lugar donde muchos de los ángeles podían divertirse y pasar un rato de tranquilidad a solas se percató de que muchos de ellos tenían pareja, aunque no era un delito tener pareja siempre y cuando su amor fuera puro, al ver aquellas parejas siendo amadas no se sentía a gusto, así que solo caminó sin rumbo alguno.

“Si tan solo pudiera convertirme en humano un solo día, podría tal vez, ser un poco más seguro.”

“Pero entonces no podría volver a verlo.”

“Pero ni  siquiera me mira.”

“Tal vez nunca lo note, pero me gusta mucho.”

“Soy tan tímido para decirle mis sentimientos”

“¿De que estas hablando?, ni siquiera puedes acercarte a él.”

“Eres tan….”

-Cuidado pequeño, si caminas un poco más no podrás salir de ese lugar – el pequeño ángel miro quien había interrumpido su caminata y sus pensamientos, al ver al ángel que tenía enfrente no pudo evitar sonrojarse.

Un ángel de segunda jerarquía había aparecido frente a él, y no uno cualquiera, era un hermoso ángel con cabellera larga y plateada, con ojos de color zafiro y con una sonrisa angelical, era el ser más hermoso que el pequeño ángel había visto, y aunque no era la primera vez que lo veía, nunca había estado tan cerca de él. Al darse cuenta de que estaba mirando mucho al arconte se sintió más apenado que nunca.

-¡lo siento mucho! – sin poder ocultar su vergüenza trató de zafarse del agarre del arconte que estaba frente a él.

-ah, no te preocupes, pero no deberías de cruzar por ahí, este es el límite que tenemos permitido, si pasas un poco más no podrás salir – al arconte le llamo la atención el pequeño ángel que tenía frente a él. – No te había visto antes, ¿eres un nuevo recluta?

-¿recluta?, no se de lo que está hablando – el pequeño ángel no sabía a lo que se refería, por lo que de seguro se vio como un tonto.

-¿Cómo llegaste hasta aquí? – cada vez más el arconte tenia curiosidad de como esa hermosa criatura de piel blanca que estaba frente a él. – ¿No eres un arconte?

-¡¿Qué?! Claro que no, solo soy un ángel custodio, no podría ser un arconte, ni siquiera sé cómo llegué aquí, solo estaba caminando y sin darme cuenta llegue hasta aquí. – aunque el ángel de dulces ojos le estaba hablando al ángel no se atrevía a levantar la vista, ya que delataría el sonrojo que tenía.

-Pues es una suerte que estuviera como guardia, vamos pequeño, te llevare de regreso. -  sin dudarlo dos veces tomo la mano del ángel más pequeño y comenzó a caminar, sin lastimarlo ni ser rudo con él lo miraba de reojo, por alguna razón ese ángel de mirada dulce y tímida le llamaba la atención. Lo encontraba adorable.

-¿Por qué no puedo acercarme a ese lugar? – Preguntó al mayor mirando hacia atrás - ¿es tan malo? 

-Lo es. – contestó sin dudarlo – en ese lugar están a los que nosotros los arcontes llamamos como pecadores, y a los que dios los llama como ángeles caídos, son seres que alguna vez fueron ángeles pero por pensar en ellos mismos decidieron ir en contra de nuestro dios y revelarse, así que ellos solo son pecadores. 

-Pecadores – repitió en un susurro el pequeño ángel, es la primera vez que escuchaba acerca de ellos. - ¿fueron expulsados?

-Exacto, lo fueron por ser egoístas – a medida que hablaba el arconte su rostro se tensaba más.

-¿Qué pecados hicieron para que tuvieran ese castigo? – se atrevió a preguntar una vez más el ángel menor, no se imaginaba que podían hacer esos seres para recibir ese nombre.

-Algunos han matado, otros son orgullosos y han sucumbido a la lujuria, otros simplemente han renunciado a dios y se han entregado a la maldad, por eso no te debes acercar a ese lugar, ¿de acuerdo? 

-Sí, no lo haré más, gracias por ayúdame – aunque todavía no entendía bien la palabra pecador, esos seres debían de ser crueles si se les dio ese nombre, pero por alguna razón extraña el pequeño ángel no entendía porque algo así fuera tan horrible para ellos pero para los humanos no, ellos tenían deseos, incluso mataban a sus semejantes y no eran llamados pecadores.

-Bien, hemos llegado pequeño, espero que no te pierdas nuevamente. – el arconte acerco su mano a su boca y sin dudarlo le dio un suave beso en los nudillos del menor.

-¿Qué haces? – como si estuvieran cometiendo un crimen el pequeño ángel lo miró asustado y nervioso.

-Me estoy despidiendo de ti – no entendía  porque su compañero se había alarmado de esa manera. - ¿te molesta?

-No, no me molesta para nada, solo me tomo por sorpresa. – sabía que los arcontes eran buenos con los demás, así que no tenía por qué sentirse asustado.

-Me gustaría volver a verte, me agrada tu compañía.

El arconte hablo por instinto, pero era sincero en lo que decía, le agradaba la compañía de ese pequeño ángel, aunque ellos no tenían permitido pasar a su jerarquía él si podía hacerlo, así que ver al pequeño sería muy fácil

-¿Quieres volver a verme?

-¿No quieres? – el arconte deseaba volver a encontrarse con ese pequeño ángel, pero si este no quería no podía hacer nada más.

-Quiero verte nuevamente.

Sin poder evitarlo el pequeño ángel bajó la mirada sonrojado, ni en sus mejores fantasías había imaginado estar tan cerca de aquel arconte. Era como un sueño hecho realidad.

-Bien, entonces te veré nuevamente, te vendré a buscar.

Sin decir nada más el arconte extendió sus alas y emprendió el rumbo, no sin antes mirar por una última vez a su compañero para guiñarle un ojo y sonreírle.

Por otro lado el pequeño ángel aun no podía creer lo que acababa de pasar, pero al fin se sentía feliz, y pensaba en lo afortunado que era al haber conocido a esa persona.

Ambos ángeles no sabían en ese momento que al encontrarse nuevamente sus vidas cambiarían y que uno de ellos iba a ser llamado pecador. 


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