Cuando llegué a mi casa la encontré extrañamente vacía, era raro porque mis padres usualmente pasaban el sábado acurrucados en el sofá o en su habitación. Mis dudas se disiparon cuando encontré una nota en la barra de la cocina.
“No eres el único con derecho a salir, volveremos algo tarde pero no tienes derecho a armar una fiesta en casa.
Con amor, tus padres.”
Me reí ligeramente, como si yo fuese lo suficientemente social para armar una fiesta en cuanto tuviese la casa sola, además, la mitad de mis amistades estaban fuera de la ciudad.
Luego caí en cuenta de que tenía la casa sola y una bolsa con juguetes que removían mi curiosidad, ¿podía ser el tiempo más perfecto? Me sonrojé al pensar lo que estaba a punto de hacer.
Subí a mi habitación y me metí a la ducha con la bolsa, estaría más cómodo en un sitio donde solía estar desnudo la mayoría del tiempo, además, si mis padres llegaban y asumían que estaban en el baño no entrarían y se llevarían una desagradable sorpresa.
Vacié la bolsa en el lavamanos y empecé a examinar nuevamente lo que Riley me había recomendado.
Tenía lubricantes sin olor ni sabor de texturas siliconadas con anestesia y sin anestesia y otro a base de agua. Aparté el que tenía efecto anestésico porque era el que tenía planeado usar en aquel momento.
Luego examiné los juguetes, había un plug para usar en tiempo prolongado así que lo descarté, en cambio me llamó la atención un dilatador con vibrador que prometía estimular bastante bien al tiempo que entrenaba los músculos, definitivamente fue el ganador.
Guardé el resto de cosas en una bolsa oscura que escondí al fondo de mi closet, definitivamente no quería momentos incomodos.
Aseguré la puerta y me desvestí antes de entrar a la ducha con la botella y la cajita en las manos, las cuales dejé en la esquina opuesta del cubículo, tenía una sensación de ansiedad en mi vientre, no sabía si era excitación o algo diferente pero no sabía cómo empezar.
Usualmente pensarías que un chico de dieciocho años tendía a jugar a solas todo el tiempo, y ciertamente si lo había hecho algunas veces pero ahora se sentía diferente, ahora solo tenía una sola cosa en mente, bueno, un solo momento.
Solo podía pensar en cómo se había sentido el tacto de Dante sobre mi piel.
Sentí un tirón en mi entrepierna y mi bajo vientre se contrajo en anticipación.
Abrí la ducha y me metí bajo el agua tibia muy a mi pesar, me encantaba el agua fría pero no me ayudaría en nada para esto y realmente necesitaba empezar si quería avanzar en algo con Dante.
Cerré los ojos y me concentré en el recuerdo que persistía en mi cabeza, los labios de Dante sobre los míos, sus manos recorriendo mi piel, sus dedos…
Jadeé cuando el recuerdo me golpeó con fuerza y supe que estaba funcionando, por lo que tomé la botellita y derramé un poco en mi mano, empezaría por lo que conocía mientras entraba en el ambiente.
Respiré profundamente y tomé mi hombría en mi mano mientras imaginaba que no era yo quien lo hacía, enfocándome en como la mano de Dante me llevó al éxtasis, imitando los movimientos que hicieron que enloqueciera y como mis terminaciones nerviosas se sintieron como fuegos artificiales, pronto empecé a gemir quedamente, abrumado por las sensaciones que estaban acumulándose en mi cuerpo.
Mi otra mano se movió inconscientemente por mi torso y empezó a estimular mis pezones antes de que yo mismo me diese cuenta de lo que hacía, no es que parase en cuanto noté lo que estaba haciendo, ciertamente no conocía lo sensible que podía ser y lo bien que se siente el enfocarse en varias partes de tu cuerpo a la vez.
Estaba tan ensimismado en mi propia nebulosa que el orgasmo me golpeó con fuerza, tomándome por sorpresa y haciéndome temblar hasta deslizarme al suelo con mi espalda apoyada en la pared.
Dios… eso fue increíble, pero quería más, ahora que estaba relajado debía aprovechar.
Medio adormilado por la reciente liberación, volví a tomar la botellita y, poniendo una buena cantidad en mi mano, la dirigí hasta mi parte trasera mientras sentía como el sonrojo me golpeaba profundamente, nunca creí posible que yo estuviese haciendo algo como esto.
Empecé a sentirme incomodo al instante, realmente no me gustaba esto pero sabía que podía sentirse bien así que continué buscando tal como hizo Dante en su momento, aunque realmente no sabía que es lo que tenía que encontrar.
El gel debía de estar funcionando porque el asunto se puso un ligeramente más flojo luego de unos minutos, lo que facilitó la situación de explorar.
Cuando la yema de mi dedo rozó una pequeña protuberancia en mi interior que envió las tan anheladas corrientes eléctricas, supe que había finalizado mi búsqueda del tesoro, así que me concentré en ese pequeño lugar. Intenté presionar un poco más pero, cuando las corrientes que surgieron fueron unas de dolor, supe que con solo rozar bastaba y me enfoqué en eso.
Era extraño, realmente extraño, mientras mis manos se enfocaban en provocar las sensaciones que tan bien se sentían, mi mente solo era capaz de evocar una imagen, la imagen más erótica que había visto en mi vida, Dante rindiéndose bajo mis manos, ese solo pensamiento estaba haciendo estragos en mi cordura.
En medio de mi ensimismamiento fui capaz de agregar un dedo más con algo de esfuerzo, aunque no dolió si volvió la incomodidad, pero era necesario, además, ahora que sabía dónde estaba el origen de esas sensaciones, me fue mucho más fácil encontrarlo y el sentimiento incomodo se esfumó rápidamente.
No sé cuando empecé a jadear, ni cuando mis gemidos se empezaron a ahogar en mi garganta, ni cuánto tiempo estuve en el suelo siendo bañado por el agua tibia y mis manos conociendo mi interior. Pudieron ser minutos, horas o simples segundos, realmente no lo sé, solo estoy seguro que, cuando el segundo orgasmo llegó, más fuerte que el primero, realmente quise quedarme durmiendo en la ducha.
La estimulación fue más de lo que pude imaginar, mis piernas me temblaban y mi respiración era agitada, justo al compás de mi errático corazón.
¿Desde cuándo me había estado perdiendo de esto? Realmente quería golpear al bastardo de mi primera vez.
Esperé un rato más antes de que pudiese ponerme en pie y lavarme. Al hacerlo, noté la cajita que no me había molestado en abrir, realmente no la había necesitado pero quería intentarlo algún dia, mi curiosidad se había despertado y quería saber más.
Cuando estuve totalmente aseado y libre de restos de gel, guardé la botella y el accesorio en una pequeña bolsa, porque su caja había quedado mojada e inútil, junto con el resto de los de su clase para vestirme con algo ligero.
Bajé a la sala y me tiré en el sofá para ver televisión, el sol ya se había ocultado lo que me indicó que había estado más de una hora en la ducha, aun así, mis padres no habían vuelto.
El televisor se encendió en el canal de noticias, tenía sentido, mis padres estaban al tanto de los ataques de las extremistas, que era justo lo que estaban pasando en el momento.
La periodista estaba informando acerca del caso que me había comentado Jeremy, el chico que habían atacado a las afueras de la ciudad y cuyo padre estaba empeñado en investigar al máximo, al parecer seguían en las mismas, esas chicas eran realmente cuidadosas y no habían dejado rastros tras de sí, lo único que habían sabido era por la misma víctima, que había recobrado la consciencia hacia unas horas y estaba brindando sus declaraciones.
El chico había comentado que sus atacantes eran todas mujeres y que parecían saber que era lo que estaban haciendo pues se aseguraron de incapacitarlo primero antes de golpearlo repetidas veces en el vientre hasta hacerlo perder el conocimiento del dolor. El reporte médico fue el mismo que los otros chicos atacados, había quedado estéril de por vida sin posibilidades de cambiar eso.
Cambié el canal para buscar alguna película, me compadecía del chico pero no quería caer en la paranoia que había rodeado a mi familia y amigos, quería creer que mi ciudad seguía segura, no podía dejarme llevar por el miedo.
Me quedé en la sala hasta que llegaron mis padres, riendo y compartiendo miradas cómplices, como siempre que compartían un momento juntos.
-¡Hola, cariño! Veo que no armaste una fiesta en la casa –saludó mi madre con una sonrisa.
-Ah, es que están todos escondidos en mi cuarto, mamá, si hicieras el favor de dar una vuelta y volver en veinte minutos podría sacarlos a todos –bromeé.
-¿Quiénes? ¿Los cuatro amigos que te quedan en la ciudad? –se burló mi padre.
-Mi cuarto es pequeño, han de estar apretados los cuatro allá arriba –dije pensativamente.
-¿Te aburriste aquí solo? –preguntó mi madre.
-No realmente… -dije concentrándome en no sonrojarme.
-Bueno, eso está bien, no quiero cocinar así que tu padre accedió en que pidamos pizza –dijo ella emocionada.
-¿Pizza? –pregunté sorprendido, mi padre no era muy amante de la pizza, no le disgustaba pero prefería comer otras cosas.
-Una vez al año no va a matarnos –explicó el encogiéndose de hombros.
Yo supe interpretar ese gesto a la perfección, mi madre le había suplicado y él no había podido resistirse.
Pedimos la comida y nos sentamos los tres en la sala mientras comíamos y veíamos películas, mi madre estaba en una nube y mi padre y yo coincidíamos en que se sentía bien hacerla feliz, así que nos dedicamos a disfrutar del resto del dia juntos.
Nos fuimos a dormir bastante tarde y, en cuanto mi cabeza tocó la almohada, caí en un sueño profundo y sin sueños, había sido un dia bastante relajante y productivo.