Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nada está escrito por Lauradcala

[Reviews - 101]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Dante

Estoy en el sofá con el teléfono en mis manos, pero al ver la hora, decido que ya lo he dejado dormir suficiente, así que me levanto y me dirijo a la habitación. Al llegar al umbral del cuarto, me detengo y me permito contemplar el panorama que se extiende frente a mis ojos. Ángel duerme profundamente boca abajo con las cobijas enredadas en su cintura, la única tela cubriendo su desnudez. Sonrío un instante antes de percatarme de su rostro. Su ceño está fruncido y su mandíbula se aprieta y se afloja por momentos.

Está teniendo una pesadilla. Aun cuando ya han pasado cinco años, las pesadillas vienen de vez en cuando para atormentarle en sueños.

Rodeo la cama y me siento en ella, acercándome a su oído para susurrarle.

– Despierta ya, ingeniero.

Sé que mi aliento le hace cosquillas porque se retuerce y tapa su oído con su mano lo que me hace reír ligeramente. Ya ha pasado los veinte y aún sigue siendo un niño. Rodeo su cintura y le doy la vuelta para ponerlo sobre su espalda, haciendo que abra ligeramente los ojos y vuelva a cerrarlos antes de suspirar. No se ha despertado.

– Hace cinco años pensaba que tenías el sueño ligero, no sabía cuan equivocado estaba –digo divertido.

– Cinco minutos más… – murmura con voz ronca.

– Ya te he dado cinco minutos, ¡Tres veces! –me rio.

– Estoy cansado…

– Vas a llegar tarde a la ceremonia, Ángel. Vamos, levántate ya.

– No…

Presiono la yema de mis dedos en sus costillas y empieza a removerse ante las cosquillas. Sonrío cuando empieza a reír y a intentar alejarse de mis manos, pero no le doy tregua.

– ¡Ya! ¡Estoy despierto! ¡Basta! –exclama.

Alejo mis manos y veo sus ojos grises brillar.

– Me encanta despertar contigo –digo.

– Llevas diciéndome eso desde que me mudé a tu apartamento –replica.

– Entonces no lo he dicho mucho tiempo.

– ¡Dos años!

– Faltan muchos años más, así que lo seguiré diciendo.

Rueda los ojos, pero se ve complacido.

– Vamos a desayunar para que puedas vestirte, ya te dejé dormir lo suficiente –le indico.

– Por tu culpa es que no podía despertarme.

Mis ojos vuelan a las marcas purpuras de sus clavículas que se resaltan contra su piel pálida y sonrío de lado. Cuando mi mirada vuelve a la suya, veo que está sonrojado.

– No escuché que te quejaras –le recuerdo.

Frunce los labios un poco, pero no discute y es porque está avergonzado.

– Venga, vamos a apurarnos. Tenemos una hora para estar allá –insisto.

– Está bien…

La mesa está lista así que solo nos sentamos directamente a comer. Ángel remueve su plato distraídamente y puedo adivinar que hay algo que está molestándolo. ¿Su sueño tal vez?

– ¿Estas bien? –pregunto.

Se sobresalta y abre los ojos, pero su expresión se relaja en seguida.

– Sí, sí, lo estoy –responde al instante.

Lo miro con sospecha, pero no le insisto. Nunca lo hago. Si quiere hablar, él vendrá a mí.

Terminamos de comer y anuncia que irá a ducharse en lo que yo me encargo de organizar los platos. Como me duché más temprano, tengo tiempo de sobra. Al volver a la habitación, escucho el agua correr y empiezo a imaginarme lo helada que debe estar el agua y niego con la cabeza. Algún dia van a encontrarlo congelado en el baño. Me dirijo al closet y saco el traje que está colgado al fondo para empezar a vestirme. Estoy acomodando la camisa blanca dentro del pantalón cuando Ángel sale de la ducha con la toalla colgando de sus caderas. Me da la espalda cuando busca su ropa en el armario y puedo apreciar la marca en su cuello que dice mi nombre. Se pasa la mano por el cabello y luego la aleja y la mira, extrañado por el viejo hábito de retirar los mechones de su rostro aun cuando lleva el cabello corto desde hace un año. Lo veo apresurarse en sacar el saco que guarda su ropa y la bolsa que lleva su toga, resoplando en el proceso y fulminando su ropa de graduado. Aprieto los labios para no reírme y me acerco al espejo para acomodar mi corbata. Con el estrés que tiene en estos momentos, me mataría si me atrevo a burlarme. Amarro el nudo rápidamente y me siento en la cama para darle espacio de vestirse y permitirme observarlo en el proceso. Ángel corre por toda la habitación, maldiciendo cada vez que su mirada se posa en la toga que tendrá que usar.

– Ángel, por más que la mires, no va a desaparecer –le digo.

– ¡No lo entiendo! ¡No tuve que usarla para el colegio! ¡¿Por qué ahora sí?! –exclama ofuscado.

– Reglas de la universidad –respondo.

Frunce el ceño y sigue abotonándose la camisa. Luego lo veo batallar con la corbata y, presintiendo que va a terminar ahorcado en cualquier momento, me acerco para ayudarle. Puedo sentir su mirada en mi rostro, atento a todos mis gestos. Termino y dejo un beso en sus labios antes de devolverme a la cama. Se coloca el saco y resopla cuando saca la toga de su gancho.

– Tarde o temprano tendrás que usarla –razono.

Asiente y se la coloca. El azul oscuro haciéndolo lucir más pálido de lo habitual. Se gira y extiende los brazos a los lados con la pregunta implícita.

“¿Cómo me veo?”

– Como todo un universitario a punto de graduarse –respondo.

– Eso es porque soy un universitario a punto de graduarse.

Rueda los ojos y toma el birrete en sus manos, pero sin colocárselo. Lleva semanas alegando que no va a usarlo hasta el último minuto. Donde es absolutamente necesario. Me coloco los zapatos y me cuelgo el saco en mis hombros, sintiendo el ligero peso extra al extenderse en mi torso, y bajamos al garaje donde mi camioneta nos aguarda. Ángel se sube y empieza a agitar el pie. Está nervioso y está intentando ocultarlo. Conduzco hasta la universidad. Hoy es el último dia de Ángel como estudiante y mi último como profesor. Ya no tengo nada que me ate allí y me uniré como economista en una empresa multinacional a partir de la próxima semana. Encuentro un lugar donde estacionar en medio de las decenas de autos y nos dirigimos al auditorio del campus, en cuya entrada se reúnen los graduandos con sus familias. Distingo el cabello rubio de Saint– Claire entre la multitud y, al acercarnos, no me sorprendo al verlo abrazado de su destinada. La chica de piel chocolate y rulos alborotados dentro de un moño nos saluda al acercarnos. Ángel los abraza efusivamente y yo los saludo con algo más de recato.

– ¿Nervioso? –pregunta el rubio.

– Algo.

– Ustedes, chicos, son unos llorones. Yo me gradué de la escuela militar y ustedes están quejándose por una universidad común –dice la chica cruzándose de brazos y apoyando su peso en un pie.

Ángel y su amigo la miran con indignación fingida y yo oculto mi sonrisa detrás de mi puño. Aún recuerdo el dia que conocimos a Angelique. Era verano y venía a visitar a sus padres, así que Saint– Claire insistió en salir todos juntos. Disimulé mi asombro al verla, pero Ángel no tuvo la misma decencia. Abrió los ojos como platos y su boca formó una “o” completa al verla con los pantalones verdes con camuflaje y una camisilla negra, sin contar las botas que le daban un aspecto rudo. Quise desconfiar por un momento, pero la sonrisa amable y los ojos achispados me dijeron que, en vez de la milicia cambiar a la chica, tal vez era la chica quien estaba cambiando la milicia. Tuve razón cuando subió de rango y empezó a convertirse en una estratega reconocida y temida. Por mi parte, era una mujer que merecía todo el respeto. Ser militar y estar emparejada con Saint– Claire requería de coraje.

No tuvimos que esperar mucho cuando empezaron a llamar a los estudiantes para que tomaran su lugar para hacer su gran entrada y los familiares a que buscaran un puesto para observar la ceremonia. Apreté la mano de Ángel un instante para tranquilizarlo y le sonreí antes de encaminarme con la morena al auditorio. Pronto habría una nueva generación de profesionales al ruedo. Encontramos un sitio apropiado para disfrutar de todo el rato y empecé a hablar con Angelique acerca del futuro de los chicos que en un rato estarían recibiendo el título de ingenieros y me comentó que ella y Daniel se mudarían del país hacia el continente asiático, persiguiendo una oferta que le fue ofrecida al rubio y que ella aprovecharía para poner en marcha una táctica de inteligencia que llevaba planeando desde hacía meses. A su vez, le comenté que Ángel tenía una propuesta en una disquera como practicante, pero que podría ofrecerle un puesto permanente si mostraba la competencia suficiente. Ella se mostró entusiasmada y seguimos hablando por un rato más hasta que las luces se atenuaron y una música empezó a sonar, indicando el gran momento de los chicos, ya no tan chicos, que esperaban afuera y que empezaban a ingresar lentamente y a sentarse en las primeras filas. Jennifer se acerca al estrado y les da la bienvenida a todos los presentes y empieza a leer el programa de la noche, felicitando a los estudiantes por el nuevo logro y deseándoles un futuro próspero.

La escucho vagamente porque son solo palabras protocolarias, pero antes de bajarse, la veo buscar con la mirada en la multitud antes de fijarse en uno de los estudiantes y luego encontrándome entre todos. Sé que está deseándome suerte a partir de ahora con Ángel y le sonrío para agradecerle. Me recuerda a Nahiara y se ha convertido en una gran amiga.

La ceremonia sigue su curso con las palabras del rector y los discursos de los estudiantes destacados antes de empezar a llamar a cada uno para hacerles entrega de su título. Veo a cada joven subir al escenario y recibir el diploma con una sonrisa, relajándose visiblemente como si un peso se levantara de sus hombros en cuanto el papel toca sus manos. Cuando Ángel es llamado, lo veo caminar como en trance hasta el profesor que aguarda con su título y, al recibir el rollo envuelto con un lazo azul, su expresión ansiosa se convierte en una de absoluta felicidad, antes de volverse al fotógrafo para que capture el momento y bajar de allí. Mientras vuelve a su puesto, me encuentra por un instante y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa. Cuando la ceremonia se da por terminada, los estudiantes lanzan sus birretes al aire y se oyen risas y gritos de emoción que resuenan en el recinto al rebotar en las paredes. Todos están felices.

Encuentro a Ángel entre la gente y lo atraigo para besarlo.

– Felicidades, Ingeniero de sonido –le digo, poniendo mi frente sobre la suya.

– Ahora si tienes derecho de decirme ingeniero, lo de esta mañana no cuenta.

– Creo que prefiero decirte Ángel.

– Llámame como quieras, realmente no me importa.

– Te tengo un regalo.

– Yo también.

Lo miro extrañado.

– ¿A mí? –pregunto.

Él asiente con la cabeza.

– Pero quiero ver el tuyo primero –dice.

– ¿Seguro?

– Por supuesto, no quiero que te arrepientas luego de ver que el mío es mejor.

– Vaya, tenemos un problema de ego aquí.

Él sonríe con algo de misterio y me insta a que continúe. Trago en seco y le tomo la mano.

– Yo…No sabía en qué momento regalártelo, aun no sé si este sea el momento adecuado, pero no podía esperar más. Sé que eres mío, sé que te tengo para el resto de mi vida, pero quiero tenerte en todas las formas posibles. Una vez creí perderte, no quiero volver a sentir eso otra vez, la sola idea me aterra. Mi vida empieza y termina contigo –saco la pequeña cajita de terciopelo negro y la abro, dejando ver la argolla plateada y sencilla en su interior, y la coloco en la palma de su mano–  Cásate conmigo, Ángel. Por favor.

Dejé salir las palabras tan rápidamente que me quedé casi sin aliento al terminar y mi respiración se atora en mi garganta al verlo mientras espero por su respuesta. Ángel luce sorprendido antes de empezar a reír. Mi pecho se contrae y decido esperar un momento antes de reaccionar. Con Ángel cualquier cosa es posible. Con su mano libre empieza a rebuscar dentro de la toga por algo y presumo que es algo que tiene guardado en su traje. Con algo de dificultad, su mano vuelve a aparecer con un sobre blanco que me entrega.

– Ahí está mi respuesta, ese es mi regalo –dice.

Toma la cajita y me deja para que examine el sobre, que ya está abierto. Saco la hoja de su interior y siento un nudo en la garganta al leer el contenido. Miro a Ángel y al papel una y otra vez para comprobar si me está mintiendo, pero Ángel sigue ahí con una mirada de suficiencia que me dice que es real y que él tenía razón. ¡Y joder si la tenía! Lo jalo hacia a mí y atrapo sus labios en un beso mientras que le coloco el anillo en su dedo con una mano y empuño el papel con la otra. No la necesito, la leí tantas veces que ya memoricé su contenido. El regalo de Ángel fue mil veces mejor.

 

 

HOSPITAL GENERAL DE LONDRES

Paciente: Ángel Dorek White Williams                        

Edad: 23 años

Sexo: Masculino

PRUEBA DE EMBARAZO

Resultado……………………………..Positivo

 

 

 

 

 

Notas finales:

N/A: ¿Oyen eso? Soy yo llorando en la distancia.
En estos momentos tengo demasiados sentimientos encontrados y me parece estar en un sueño, que nada esto es real. me está costando hacerme a la idea de que terminé un libro, de que terminé una historia y de que, de alguna forma u otra, fui parte de la vida de otra persona por medio de mis escritos. Creo que estoy en shock.
Por el desorden de mi cabeza, vendré mas adelante y haré un apartado exclusivamente para agradecimientos porque definitivamente tengo que expresarles de algun modo lo emocionada que estoy de que ustedes me hayan dado la oportunidad y haya leido mi historia y que me hayan acompañado hasta el final.
No se preocupen, tengo planad algunos capitulos extras porque yo tampoco estoy lista para despedirme de Dante y Angel todavia, esos capitulos pueden recibir sugerencias, asi que si hay algo que quisieran ver y que no está dentro de la historia, son bienvenidas las peticiones.
Una vez mas, gracias por todo, este proyecto es gracias a ustedes.
Nos leemos despues.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).