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Maravillosas Heridas [Omegaverse] Un Cuento de Maravillas #4 por soreto

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Park Shin siempre tuvo en su corazón, y en sus más preciosas memorias aquellos días que conoció a Hye, sus primeros años de matrimonio, el día que recibió la noticia del embarazo de su Omega, y cuando su único hijo nació. También recordaba con profunda culpa, como todo eso se encargó ella misma de destruirlo, dejando que sus fantasmas la devorasen, dejando solo egoísmo, como un corrosivo resentimiento.

 

Años fueron para poder dejar ir a Hye en cierta manera, de verle feliz, de verle amar a otra persona; y no es que lo olvidará, la marca que siempre estará en el cuello del Omega se lo dejaba claro, pero al final, tras mucho tiempo aprendió a amar de otra manera, e incluso a formar un lazo que nunca tuvo con su hermano; los hermanos Park, se alejaron de sus padres, lamentablemente no pudieron seguir soportando la frialdad con que eran recibidos.

 

Al ver la devoción de Hye y Teuk, pudo sentirse tranquila; con paz en sus emociones, pudo dar la despedida que, aquel amor que una vez fue merecía. Con renovados ánimos, decidió que también era momento de que intentara ser feliz.

 

—Gracias por todo Shin, por lo feliz que fui en aquel tiempor—le dijo un día Hye, antes de que la Alfa se fuera de visitarle por su cumpleaños.

 

Shin le abrazo, agradeciéndole también todo lo que pasaron juntos.

 

Cuando su nieto Mae tenía cerca de dieciocho años, acepto, tras interminables insinuaciones, sintiendo ya los mediados de sus cincuenta años, las invitaciones de una, nada discreta, mujer Omega que trabajaba en el comedor de su compañía; la mujer le miro con una sonrisa de oreja a oreja cuando salieron a cenar un día, y anunciando su triunfo le dijo con expresión picara:

 

—Hasta que te pude atraparr—dijo una pelinegra, de nombre Yun Yon—No es que me fuera a rendir, ¿Tienes en cuenta que seguiría insistiendo?—le señalo mordiendo un buen bocado de su comida.

 

A Shin rara vez solían dejarla en silencio de la pura impresión, esa fue una de esas extrañas ocasiones.

 

Por otra parte, dos años después de comprometerse, el ahora nuevo matrimonio de Ahn y Mae, estaban admirando la casa que lograron comprar con sus ahorros. Aun no pensaban en hijos, preferían esperar a que estuvieran más estables, eso no cambiaba que el joven Alfa ya estuviera enlazado con Mae.

 

No todo logro solucionarse de manera rápida, la relación de Suni y su madre, aún continuaba lastimada, tomándoles tiempo, como a veces darse su espacio, en especial para Suni que apenas estaba perdonando a la Alfa, pero los dos dejaron ir aquel odio, aquellas tristes remembranzas, especialmente al ver como Hye logro encontrar sus propias aspiraciones y felicidad.

 

La marca de Hye permanece, las heridas también, mostrándose en cicatrices; lo importante era aprender de ellas, y atesorar esas memorias.

 

El amor que alguna vez fue para Shin y Hye, era uno diferente ahora; la Alfa, después de años sola, era parte de una familia.

 

Algo que estuvo a punto de perder.


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