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Enamorados sin amarse por Kuryumn

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Había un vago recuerdo rondando por su memoria.


Cuando tenía quince años comenzó la preparatoria, era estresante y angustioso puesto que él no era alguien inteligente, y aquella escuela en la que comenzaría a cursar sus tres últimos años era de un muy destacado nivel. El único motivo por el cual alguien como el terminara en dichosa escuela era su pasión, la cual había sido capaz de pulir y darle forma de talento. Así es, su trabajo había sido reconocido y recompensado con una beca deportiva en una Academia destinada a grandes jugadores y futuras estrellas. Naturalmente en su cabeza no había nada más que ello, el haber sido reconocido a pesar de no destacar en el ámbito escolar, era halagador y motivante. Su mente se aferraba a ello de manera persistente, jugaría con personas fuertes y su talento crecería en base a ello, no había nada más, el voleibol lo seria todo. Pero no, no fue así.


La primera vez que vio a la persona que arruinaría sus planes de que el vóley lo fuera todo en su mente, fue durante su presentación en el que, a partir de ese momento, seria su club. Aquel chico no era el único, pero era el que más resaltaba. Lo que en primer momento despertó su curiosidad fue su expresión, similar a la de un gatito y su cabello, el cual llevaba peinado hacia arriba, de un intenso color rojo. Fue cuestión de tiempo que tocaran sus primeros partidos de práctica, exclusivos para los de, en ese entonces, primer año.


Él era genial. No dudaba al momento de saltar para bloquear un balón, podías ver claramente en su rostro el ego de un trabajo bien realizado. Por más que no lo aparentara para nada, era inteligente, demasiado para su relajada y directa personalidad. También, la confianza que se tenía era inquebrantable y la contagiaba a los demás.


Las cosas pasaron a segundo plano, y su compañerismo se transformó en amistad. Todos en ese primer año se llevaban bien, solían tener sus disputas y demás, pero en general nada serio. Sin embargo, las cosas con el bloqueador central eran diferentes, eran un par de idiotas capaces de reír con estupideces que los demás no entenderían. Pasar el tiempo juntos se hizo cada vez más confortable y era divertido. Durante los partidos, cuando al armador le faltaba confianza o fe en sus pases, el ver a su compañero con sus ánimos de siempre o escuchar las palabras de aliento del mismo, le brindaban la seguridad que necesitaba en el momento. A pesar de que muchas veces esas palabras no eran más que tomadas de pelo o maneras de hacer enojar al más bajo, sabía que el pelirrojo lo hacía para que no dude ni un momento de sus acciones o jugadas.


Probablemente lo que haya terminado de despertar esa extraña sensación de que las cosas con el eran diferentes, fue cuando le llamo por primera vez "Eita". A pesar de que el más alto era de naturaleza confianzuda y llamaba a todos por su primer nombre, cuando dijo el suyo, Semi se sintió raro, Incómodo y avergonzado. Creyéndose incapaz de llamar a Tendou, "Satori" así como si nada. Pero bueno, tenía apenas quince años.


Tenía dieciséis cuando fue consciente de que no había vuelta atrás, se había enamorado. Quedó encantado como un idiota con esa extravagante sonrisa, deslumbrante confianza, disparatada locura e irónica inteligencia. Pero eso no estaba bien, para nada bien.


Un hombre no puede darse el lujo de enamorarse de otro hombre. Ese pensamiento estaba siempre presente en la mente del Armador, como un gran impedimento para siquiera imaginar confesar sus sentimientos algún día. Y es que no quería, en un acto egoísta, arruinar esa agradable amistad que habían forjado, quería más que nada en el mundo, seguir siendo capaz de reír a su lado durante todo lo que les quedase de vida como estudiantes de preparatoria. Con seguir siendo los amigos y compañeros de equipo que eran, el sería feliz. Con despejar su mente y guardar sus sentimientos en lo más recóndito de su ser, estaría bien ya que así podría seguir al lado de su carismático amigo.


Y como siempre, es más fácil decirlo o pensarlo, que hacerlo. Su segundo año fue un infierno, al estar consciente de sus sentimientos por Satori, estar con él era cada vez más difícil. Si el mismo se acercaba demasiado el corazón se le aceleraba, cuando le hacia sus típicos comentarios burlones, algunos de ellos como "Eita, Cásate conmigo y hazme el almuerzo" o "Duerme conmigo y así pasaremos menos frio", a pesar de que se los hacia a casi todo el mundo, el rostro se le tornaba completamente rojo y el estómago le daba vueltas. Se sentía un estúpido, aunque reconocía que en muchos aspectos si era un estúpido, pero cuando de lidiar con la persona que le gusta se trataba era algo así como, un estúpido que en un concurso de estúpidos pierde, por estúpido. Incluso hubo una vez en la que el pelirrojo le molesto diciéndole que se veía "poco cool" en ropas casuales y por ello evitó verlo fuera de las practicas hasta comprar ropa nueva. Si, así de patética era la cosa según él.


Entrando en su tercer año todo se volvió más manejable, el ahora ex armador titular aprendió a controlarse, podía conversar y bromear con el actual número 5 como lo hacía en su primer año. Sin embargo, no es como si se hubiese convertido en un experto en ocultar lo que sentía, muchas veces sin darse cuenta terminaba por quedarse embobado observando al más alto jugar durante los entrenamientos, y ni hablar de los juegos. Como durante los partidos oficiales pasaba más tiempo en la banca que en la cancha, era imposible no perderse viéndolo bloquear, rematar o inclusive molestar a sus rivales.


Era obvio que sus sentimientos amorosos seguían allí,aún así, desde hace no mucho tiempo había otra persona que comenzaba a despertar algo de curiosidad en él. 

Notas finales:

¡Gracias por leer! 


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