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Una segunda oportunidad por Neko_Elle

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Tangible.

El resto de la presentación sucedió tranquila. Luego de la muestra, y antes de marcharse, Degel observó a Calvera abrazar a Kardia como atesorándolo y darle unas palmadas en el brazo. Huexda le dio un apretón de manos y lo atrajo hacia sí, para darle un abrazo amistoso. De entrada, no le gustó lo que vio. Sin embargo, notó preocupación en la mirada de ambos extranjeros, lo cual lo hizo ponerse alerta. ¿Qué sería eso?

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Algunos días después, Degel notaba a Kardia un tanto intranquilo. Al juzgar por su forma de actuar, quería contárselo, pero no encontraba como. Le encantaba que incluso para algo como eso, el cuerpo del griego fuera sincero por él. Sin embargo, esa conducta ya la había visto antes ¿en qué momento habría sido? No lograba recordarlo bien. Uno de tantos días, iba saliendo de la escuela junto con Kardia, vio a Serafina y Unity, ir en su encuentro, pero decidió disculparse con ellos y le pidió a Kardia aun acompañarlo. Fueron al auto y Degel se puso en marcha junto al dueño de sus pensamientos. El griego estaba un tanto intrigado por la actitud de Degel. Era la primera vez, que él recordara, lo ponía a él por sobre el dúo ruso. No le desagradó, pero sí le pareció hasta sospechoso.

Degel conducía casi “en automático” puesto que, en su mente estaba conteniéndose lo más posible de interrogarlo como le gustaría, más que nada, para no dejarle ver ese lado suyo tan posesivo y controlador. Kardia era una persona que detestaba ser reprimida. Aunque sabía que, Kardia conocía desde mucho antes ese “yo” tan controlador que poseía, pero lo que el griego ignoraba, era la intensidad y frecuencia con la que se presentaba ese lado suyo. O eso creía.

Se hundió en sus pensamientos, meditando, cómo a menudo, Kardia se le acercaba cuando estaban a solas principalmente y se pegaba a él, ya sea recargándose o usando su regazo como almohada. En otras ocasiones jugueteaba con su cabello o le quitaba sus lentes para solicitar su atención. O bien, hacía travesuras, dando algunos besos sorpresa o roces “accidentales”. Había ciertos momentos, en los que admitía, se desesperaba y le pedía parar, ya que estaba ocupado. Pero la mayor parte de las veces, evitaba tocarlo demasiado por una razón específica. No porque no lo deseara, sino porque Kardia era una persona un tanto voluble. En un momento querría mimos y para el siguiente, se hartaría y buscaría espacio. Trataba con todas sus fuerzas de no empalagarlo. Pero también con eso, parecía no hacerlo feliz. Suspiró. Quería saber que pasaba por su cabeza.

Por su parte, Kardia lo observó. Supuso rápidamente que Degel ya se había dado cuenta que tenía algo por decirle, así que meditó cómo hacerlo. Degel sabía que algo ocurriría, aunque todavía no sabía qué. Ya había visto a Kardia así de inquieto, pensativo y callado, pero no recordaba aun cuando. Y Kardia sabía esto. Era ese el motivo de todo, lo que el buscaba precisamente era una explicación de su parte. De repente, el griego, como siempre, rompió el hielo con un mazo, derrumbando con ello una pared invisible que lo superaba una y otra vez.

-       Van a operarme de nuevo- dijo distraído, viendo fuera de la ventana.

Degel sintió su sangre abandonar su rostro. Era cierto, su tío le había dicho hace mucho que Kardia necesitaría varias operaciones a lo largo de su vida. Y aunque hasta ahora, siempre había salido bien, no podía evitar inquietarse. Su rostro se mostró afligido. Dio un vistazo veloz y solo pudo ver los ojos apatita de Kardia reflejados en el cristal de la ventana. Por desgracia para él, no pudo contemplarlos mucho al ir conduciendo.

-       ¿Cuándo será? – dejó salir apenas.

-       En 3 días.

El estudiante de medicina, se estacionó en seguida, por suerte estaba libre un espacio en la orilla de una acera. Dirigió una rápida mirada a los ojos del griego y vio algo que lo llevó a sujetarle la mano en silencio. Kardia pronto cayó en cuenta de que Degel no estaba apretando su mano porque estuviera disolviendo su propia angustia. Era porque trataba de darle confort, había visto el miedo que se asomaba en sus ojos.

-       No quiero morir en un quirófano – prácticamente había vomitado esas palabras.

Y Degel recordaba esas palabras, en su mente bufó. Por fin recordaba en qué ocasiones Kardia se comportaba así. Era normal no recordarlo, era algo desagradable. A los 7 y a los 13 años, hizo el mismo comentario. Incluso, había sido así cómo Kardia le había besado. Aunque la intensión había sido dárselo en la mejilla.

-       No lo harás- le aseguró. Volvieron a cruzar sus miradas y solo eso bastó para saber qué pasaría.

En la mente de Degel, se proyectaba como una película aquella ocasión, en que antes de entrar al quirófano, mientras se cambiaba por la bata, un Kardia de 7 años, se volteó hacia él y se acercó de forma alarmante a su rostro. Por el nerviosismo, volvió su rostro hacia el griego, logrando que accidentalmente, el beso que iba dirigido a su mejilla aterrizara en sus labios. Fue un “picotazo” rápido: el primer contacto con sus labios. Con un respingo ambos se separaron con sorpresa y se vieron a los ojos. El rostro de Degel se cubrió de un rojo intenso, parecía una manzana; en cambio, el rostro de Kardia había pasado por una serie de colores: primero había palidecido por aquel accidente, luego se puso algo azulado por el miedo de lo que Degel pudiera pensar, para después ponerse tan rojo como Degel. Los dos sintieron que no había sido algo malo, pero era algo que los adultos hacían. Pronto, Kardia sonrió y empezó a reírse, acción con la cual, contagió a Degel. No había sido malo.

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Finalmente llegó el día de la operación. Kardia apenas iba a cambiarse para ingresar a cirugía. Notó la mirada de Degel y su renuencia a dejarle irse, por lo que lo invitó a entrar con él mientras se cambiaba. Generalmente no estaba permitido, pero al ser estudiante de medicina y ser su tío el encargado de esa cirugía, se hizo una excepción para él. Kardia se desvistió con lentitud ante la mirada anhelante y angustiada de Degel. Luego, se puso una bata casi suelta y volteó a ver al muchacho. Era obvio para ambos que estaba probando sus reacciones. Luego, sintió que Degel no pudo contenerse, ya que le abrazó con más fuerza de la necesaria, hundió sus fosas nasales en la curvatura del cuello griego y respiró su aroma.

-       ¿Es esa tu mano? - dijo Kardia con una sonrisa, al sentir unos traviesos dedos abrirse paso por la bata y acariciar la piel de su espalda, rozando aquella zona limítrofe entre ella y sus posaderas.

-       …

Se vio imposibilitado de responder. No por vergüenza, sino porque en realidad, sentía que, si hablaba, no podría contener aquello que estaba dentro y amenazaba con salir. Recordó las palabras de Kardia de un par de días antes, mientras tenían una discusión:

-       No quiero que me des gusto siendo condescendiente conmigo y haciendo lo que, según tú, yo quiero- dijo molesto. Sabía que estaba nervioso y estaba desquitándose con Degel. Sin embargo, sus palabras no eran mentira.

-       No estoy siendo condescendiente. Solo quiero hacerte feliz- explicó tratando de mantenerse calmado, sin lograrlo.

-       ¡No soy solo un moribundo a quien debas cumplirle sus deseos! ¡Puedo hacerlo por mi cuenta, incluso si no cuento con mucho tiempo!

-       Entonces, ¿Cómo puedo ser parte de tu vida? - Estaba exasperado.

-       Sé tú mismo. Trata de hacerte feliz tú, eso es lo que quiero que hagas.

Sus recuerdos se interrumpieron cuando sintió ahora él unas manos de lleno en sus posaderas. Rio levemente.

-       ¿Esas son tus manos? – fue su turno de preguntar.

Kardia se prendió de los labios de Degel, dio un beso voraz y veloz, dejándolo con necesidad de más. El griego se alejó pronto de él y salió de la habitación, haciéndole notar a los médicos que estaba listo. Echó a andar por una pendiente, aquella bola de nieve que no podría detenerse.

-       Nos vemos en unas horas – dijo con un ademán de mano.

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Luego de varias horas, Kardia abrió los ojos aun somnoliento y mareado. Había sido una cirugía larga y la anestesia apenas comenzaba medianamente a abandonar su cuerpo. No se sentía bien. En realidad, se sentía muy drogado, probablemente para evitar no solo que su ritmo cardiaco aumentara, sino también por la morfina que seguramente lo recorría. Estaba entubado a maquinas que respiraban por él y se inquietó. Casi de inmediato un par de enfermeras y Krest se le acercaron para revisarlo y luego de un tiempo, le extubaron.

-       Bienvenido de vuelta al mundo de los vivos, Kardia- dijo Krest terminando de retirarle aquellas cosas de su cuerpo. Su voz se escuchaba lejana, pero podía entenderlo.

-       ¿Me morí? - dijo apenas. Había una imagen mental extraña en su mente, muy similar a una memoria, pero no estaba seguro de su veracidad.

-       Sí, una vez. Pero te trajimos de vuelta- mencionó como haciendo menos el asunto- Quiero que respires profundamente.

Kardia hizo tal cual le pidió, respiró para poder inflar de nuevo sus pulmones y comenzó a toser. Apretó los ojos en señal de dolor. Luego de algunos pocos ejercicios más de respiración, consistentes en “inhalar, sostener, exhalar”, lo ayudaron a sentarse, para después pasarlo a una silla. Necesitaban que se moviera para evitar complicaciones. Kardia ya sabía todo eso, así que con dificultad comenzó con el ritual de recuperación. Vio por fuera a Degel, al estar en la unidad de cuidados intensivos, los muros eran de cristal. Pudo verlo usando su bata blanca de practicante. No lo dejaban entrar todavía al ser cercanos. Pero luego, lo vio unirse a ellos cuando estaban tratando de ayudarlo a ponerse de pie. Degel ingresó con apuro y lo sostuvo para ayudarlo a levantarse. Ese era el primer contacto desde que se habían despedido.

-       Hola – le saludó con la voz ronca.

-       ¿Cómo te sientes?

-       Como si me hubieran apuñalado en el pecho.

Le costaba hablar y cualquier cosa que contribuyera en mantenerlo con vida, pero al mismo tiempo, le gustaba esa clase de dolor. Le hacía percatarse de que era afortunado de seguir formando parte del mundo. Pero aun en ese estado, logró ver a Degel que estaba con él. Lucía más tranquilo, como si le hubiesen quitado un peso de encima.

Por su parte, no podía dejar de pensar en una especie de sueño que tuvo, o eso creía. Se vio envuelto por una especie de dragón blanco, quien lo resguardaba de un jaguar negro, que estaba parado sobre sus patas traseras. No logró ver sus caras, pero pronto tomaron forma humana. La serpiente emplumada era una mujer con un cuerpo curvilíneo y proporcionado, el jaguar era un hombre alto y musculoso. No estaba seguro de cómo sonaban sus voces, pero creyó escucharles hablar sobre una apuesta que la mujer ganó.

Luego, vio a ambas personificaciones, de lo que él interpretó como deidades, hacerse a un lado. La dama que anteriormente había sido una serpiente, le dio la mano a otra cosa que no vio bien qué era al inicio. Sintió una luz muy cálida abrazar su cuerpo y aquello tomó forma. Era el cuerpo de otra dama de cabello largo que se acercó a abrazarlo.

Degel sabía que Kardia estaría mareado y somnoliento por algunos días. Así que esperaba poder tenerlo de vuelta dentro de poco y hablar con él. Se había enterado por boca de su tío que Kardia había muerto en la operación. Pero gracias a los esfuerzos médicos que hicieron, lograron recuperarlo. Estaba seguro que esa oportunidad no era “cualquier cosa”. Casi podría apostar su propia vida a que había habido intervención divina. No sabía a quién debía agradecer, pero lo agradecía.

-       ¿Logré obtener un sueño capaz de trascender el tiempo? – se preguntó en un murmullo.

Estaba consciente que el motivo por el cual, se habían encerrado en una habitación de hotel por dos días antes de la cirugía, había sido por si no volvían a verse en esa vida. Pero ahora, la existencia tan efímera e ilusoria de Kardia, se sentía más tangible de algún modo. Sonrió.

 


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