Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Comienzo de una nueva leyenda por Otogi Rinkaku Nishimura

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

— El amo Otogi no me ha dirigido ni una palabra desde esa vez... —El cabello rosa de Koichi se movía gracias al viento, en tanto este miraba a la lejanía con cierta tristeza. Hablar con uno de los sirvientes de su amo era una de las pocas cosas que podía hacer— ¿Qué puedo hacer, Meto? ¿Y si se ha cansado de mí? ¿Me matara?  




— Te preocupas por algo que aún no ha sido dictado, Koi. —El extravagante chico de cabello negro pudo voltear hacia el kitsune, dedicándole una pequeña sonrisa— El amo Otogi no es tan malo como para matarte, si te soy sincero, es la persona más noble que he conocido... Agradezco mucho haber caído en sus manos. 




— ¿Cómo es que te volviste su sirviente? —Interés. Eso había provocado lo dicho por el más bajo en él, así que ahora le miraba en busca de una respuesta. 




— Mis padres eran humanos, mi madre murió en el parto. Desgraciadamente, mi padre se endeudo cuando yo nací gracias a unas apuestas con las personas equivocadas. Mi padre en un intento de salvar su pellejo, me ofreció a los dioses cuando estaba por cumplir un año para que le dieran lo que él merecía para saldar la deuda... Otogi fue el que apareció y me tomo entre sus brazos. Luego miro a mi padre y le dijo ''¿Quieres tu valor en oro a cambio de este bebé? De acuerdo... Lástima que tu valor es igual a cero'' —La risa dada por el de cabello negro hizo que el zorro esbozara una pequeña sonrisa, sin poder evitar dar también una ligera risa— Muchos dicen que debería lamentarme por mi padre, ya que no solo perdió todo por las apuestas, si no que me perdió a mí también. Pero la verdad es que ese hombre gano lo que merecía. Luego de eso, Otogi me crio como si fuera su hermano pequeño, incluso podría decir que como un hijo. Era divertido y a la vez raro sentir la mirada de Izanami sobre mí, esa mujer me detestaba... Pero el amo Otogi siempre me protegía. Cuando llegue a la mayoría de edad, hizo algo para que también me convirtiera en un demonio, uno inferior, pero al menos así podría tener la eternidad... Conozco a nuestro amo... Y sé que tiene una mirada especialmente dedicada a ti... Por eso... Solo puedo decirte... Cuídate de Izanami.  




— … Gracias... Meto...  




 




La conversación casi al instante tomo otro rumbo. Meto era bueno para cambiar los ambientes, pero las últimas palabras que había dicho siguieron rondando por la cabeza de Koichi una y otra vez. 




¿Cuidarse de Izanami? Si, sabía que la Diosa no sentía cariño por él, pero luego del incidente nunca más la había visto. Al menos sabía que no era el único al que la Diosa le profesaba desagrado.  




Como todos los días luego de visitar a Inari, la aparición de Otogi fue algo que no pudo presenciar. No sabía de su amo desde hace dos semanas humanas y eso comenzaba a desesperarle. ¿Desde cuándo se había vuelto tan dependiente del demonio? 




Estando en su habitación pudo acomodarse para dormir, dando varias vueltas sobre el tatami sin poder conciliar el sueño. 




Su cuerpo se incorporó hasta quedar sentado, mirando hacía todos lados cuando comenzó a captar sonidos similares a murmullos, más no lograba escuchar bien que era lo que decían. 




 




— ¿Quién está ahí?  




— ¿Quieres ver? ¿Saber su vida? ¿Saber hasta dónde llega su maldad?  




— ¿Saber? ¡Quien sea que esté hablando, deje de molestar! —En un salto fue que Koichi se puso de pie, girando sobre su lugar en busca de la voz. 




— Te lo mostrare.  




 




La última frase sintió que era dicha sobre su oído, por lo que giro para enfrentar a quien sea la persona que le estuviera molestando. 




Cuando logro ver quien era la persona quedo petrificado. 




Izanami estaba a centímetros de su rostro, mirándole con unos ojos que comenzaban a hacerse amarillos, quedando totalmente prendido de estos.  




Todo se volvió negro antes de caer al suelo, mientras en sus sueños comenzaban a formarse imágenes de un pasado que no era el suyo.  




Cuando sus ojos se abrieron noto que estaba de pie frente a una cueva, de donde provenían una serie de sonidos que pudo catalogar como llantos y lamentos. 




No supo porque, pero sus pies le guiaron dentro de aquel lugar, sintiendo que nadie le vería. Efectivamente, pudo encontrarse con algunos seres, más ninguno le vio, incluso uno parecía atravesarle.  




Cuando llego al fondo de la cueva, vio con total impresión a la Diosa Izanami.  




Podía verla recostada en el suelo, llorando y gritando de dolor mientras presionaba la mano de quien pudo diferenciar como Shinigami. El abultado vientre era lo más notable.  




Las contracciones eran lo que hacía que la mujer se quejara.  




La sangre fue algo que mancho el suelo en un momento. Koichi no podía evitar asustarse al ver como todos los sirvientes allí presentes comenzaban a moverse de un lado a otro con desesperación, intentando ayudar a la mujer que había comenzado la labor de parto.  




Gracias a las criaturas frente a si no llego a ver bien lo que sucedía, solo que en un momento pudo escuchar un fuerte llanto que hizo que todos los presentes tuvieran que cubrir sus orejas por un segundo.  




En un momento, el Kitsune pudo diferenciar a un pequeño bebé, el cual tenía una ligera mata de cabello negro sobre su cabeza. Su piel tan blanca como la nieve, pero lo que más llamaba su atencion, eran los ojos completamente negros del infante.  




Enorme fue su temor cuando uno de los seres toco al niño, para luego caer al suelo sin vida.  




Todos los presentes se asustaron, no queriendo acercarse a ese niño que comenzaba a mirar a todos a su alrededor.  




 




—Te dije lo que sucedería si tenías a ese niño, Izanami... —¿Cómo podría describir Koichi su gran sorpresa cuando vio a la gran Amaterasu pasar por uno de sus lados? Era algo que nunca hubiera imaginado— Te dije que ese niño seria la muerte de todos los Dioses... Tiene más poder que tú, más poder que yo...  




— ¡Es mi hijo! Solo mío, mío, mío, mío... No tienes derecho sobre él... ¿Qué es capaz de matarme? Lo es, pero aprenderá a no hacerlo. ¡Yo lo educare!  




 




La escena frente a sus ojos se hizo borrosa, para luego dejar a la vista algo totalmente diferente. Sus ojos no recorrieron el lugar, ya que estos se encontraban fijos en un niño, el cual no pasaba los cinco años. Supo que el niño era Otogi, sus ojos lo delataban, pero lo que más le afectaba era ver como el infante estaba tendido en el suelo, mirando hacía el techo del lugar, mientras era cubierto por un líquido carmesí que identifico como sangre. A su alrededor, varios cuerpos de diversos seres estaban desparramados.  




Un sonido hizo que se volteara, viendo como Izanami ingresaba al lugar.  




El fuerte gruñido dado por el niño hizo que Koichi sintiera un escalofrió, viendo como el negro cabello comenzaba a verse de un rojo brillante mientras sus ojos se volvían verdes claros. Conocía a la perfección que eso significaba que su amo, porque seguía siendo su amo por más que allí fuera un niño, estaba a punto de atacar.  




Su sangre se congelo cuando el grito de dolor del niño retumbo por todo el lugar en tanto unas cadenas comenzaban a rodear todo el pequeño cuerpo, el cual se movía con brusquedad intentando liberarse. 




 




— Otogi... Cariño... ¿Qué forma es esa de recibir a tu madre? —Koichi veía como Izanami se acercaba en delicados pasos hasta el niño, quien al ver a la mujer cada vez más cerca parecía enojarse más y más— Bebé...  




— ¡Suéltame! ¡Suéltame, suéltame, suéltame!  




— No hasta que sepas comportarte conmigo...  




— ¡Muere, muere, muere, muere!  




 




El odio era algo bastante palpable en los verdes ojos, los cuales se cerraron al momento de dar otro grito cuando su costado fue atravesado con una daga.  




Las manos del Kitsune fueron a cubrir su boca con sorpresa y miedo. ¿Cómo era posible que Izanami hiciera ello a su hijo? ¿Y ahora deseaba protegerle?  




 




Su vista volvió a estar negra, más al lugar no cambio. Lo único cambiado era que el niño parecía ya un chico de diez años.  




Lagrimas corrían por las mejillas del alto de cabello rosa, en tanto veía como el joven Otogi arañaba con total furia las paredes mientras gritaba por su liberación. Al parecer llevaba un tiempo haciendo ello, ya que todas las paredes estaban totalmente arañadas y con marcas de sangre, la cual pertenecía a los dedos que rasgaban todo el lugar. Nuevamente hubo un sonido que indico la entrada de alguien, pero esta vez no era Izanami, sino que era un chico un poco más grande que Otogi, quien había entrado con miedo al ver a su alrededor. 




Koichi solo pudo cubrir sus ojos mientras escuchaba los gritos de ese muchacho mientras Otogi acababa con su vida de la peor de las maneras. 




Las imágenes pasaron, dejándole ver como Otogi crecía, pero siempre conservaba el odio en sus ojos. Era como una llama que nunca se extinguía, solo podía hacerse más fuerte si es que Izanami aparecía.  




Todo cambio cuando la imagen de un chico que parecía mayor a Otogi se sentó al lado de este, hablándole como si fueran amigos de toda la vida.  




Koichi se sintió extrañado, acercándose para escuchar mejor lo que hablaban los de apariencia adolescente, quedándose algo sorprendido por ello. 




 




— ¿Por qué debo seguir esperando, Natsuki? He estado toda mi vida aquí... Quiero irme... Quiero irme contigo. —Por primera vez, el odio no fue lo que se reflejaba en los oscuros ojos del demonio, era un sentimiento que hizo que el de cabello rosa sintiera un sabor amargo, junto a unos celos— Ya se controlar mis habilidades... Yo... Puedo tocarte sin hacerte daño... 




— Lo sé, Otochibi, lo sé... Pero debemos esperar a que tu madre se distraiga. Sabes que ella no sabe que yo vengo aquí... Si se enterara de eso o si supiera lo nuestro... Creo que nos mataría a ambos. —La risa del chico rubio se vio interrumpida.  




 




Los ojos del Kitsune se llenaron de lágrimas al presenciar aquel beso. La imagen volvió a cambiar, pero esta vez Otogi se encontraba acostado sobre el suelo con los ojos cerrados, en tanto el chico, de nombre Natsuki, acariciaba sus cabellos.  




El que parecía mayor llegaba a sonreír en tanto comprobaba que el demonio estaba profundamente dormido, mirando luego hacía la puerta. Ello llego a extrañarle al ser que miraba todo, dándose cuenta que otro ser ingresaba al lugar, sorprendiéndose al ver que era un Kitsune de cinco colas. El cabello negro y algo corto se movía con el viento, en tanto se movía con lentitud hacia ambas personas.  




Algo había que no le agradaba a Koichi, no sabía si era el aura del otro Kitsune o la mirada que este compartía con la persona a la cual su señor miraba con tanto amor.  




Sus sospechas se vieron acertadas cuando vio que el Kitsune de cinco colas saco un par de cadenas, utilizando un conjuro que todos los de su especie sabían para apresar las muñecas y los tobillos de Otogi, el cual abrió sus ojos sobresaltado.  




Los gritos del demonio no se hicieron esperar, removiéndose mientras su cabello se volvía de un rojo furioso. Podían notarse las lágrimas derramarse por las pálidas mejillas, conteniendo el dolor que las cadenas producían.  




 




— ¡¿Qué diablos es esto?! ¡Confié en ti, Natsuki! ¡Confié en ti! —Koichi no había podido soportar todo ello, viendo como los golpes comenzaban a ir y venir al cuerpo del menor de entre los tres. Había hecho una pequeña carrera hasta estar cerca del cuerpo, viendo de cerca los moratones que se iban formando en su piel— ¡¿Por qué?! Quiero saberlo... 




— ¿No te has dado cuenta? Eres el hijo de la muerte, eres un mounstro, ¿Quién podría quererte? Ademas... ¿Por qué me fijaria en ti cuando tengo a tal preciosura conmigo? —Natsuki dio una sonrisa llena de burla, abrazando por la cintura al zorro, quien imito la sonrisa—Te presento a mi amado Ice, es un zorro muy inteligente, me ha ayudado a hacer esto.  




 




Las risas inundaron el lugar. Koichi no podía evitar sentir una enorme rabia. Sus colas danzaban con furia detrás suyo, queriéndose encargar de esas dos personas que hacían que su señor derramara lágrimas.  




Cuando las cadenas se rompieron una sonrisa adorno el rostro del joven de cabello rosa, viendo como la furia y tristeza había dominado al demonio, atacando a los dos presentes. Por más que estos intentaran defenderse no lograban hacer mucho. 




El poder de la muerte era demasiado, más con un gran odio y decepción de por medio. 




Las puertas se abrieron cuando el zorro de pelaje negro estaba moribundo en el suelo, llorando. 




Izanami hizo su aparición, mirando con sorpresa a los cuerpos ensangrentados, viendo como su hijo comenzaba a acercarse hacía sí. Pero antes de tener que hacer un movimiento para frenarle, este se arrodillo frente a ella. 




 




— Me controlare, solo sácame de aquí, Izanami. Matare a tus enemigos, torturare a quienes te han ofendido, premiare a los que dejan ofrendas en tus templos... Pero sácame de este maldito lugar... Quiero ser libre... —La voz apagada hizo que Izanami se sintiera enternecida, acariciando el rostro de su ''niño'', inclinándose para rozar sus labios con los de este. 




— Eres mi precioso hijo, mi amado retoño... Eres la perfección, por eso te he cuidado tanto, quiero que te conviertas en ese hombre que quiero... Pero quiero que seas solo mío.  




 




¿Solo suyo? ¿Hombre que quería? Los ojos del Kitsune se abrieron en total sorpresa, mientras sus piernas temblaban en tanto veía como tanto Izanami como Otogi salían por la puerta del recinto.  




Antes de que la imagen ante sus ojos se fuera, giro hacía el cuerpo aún con vida del zorro negro, viendo a este decirle algo en un idioma que solo los de su clase conocían, conmocionándose más de lo que quisiera, cayendo desmayado para volver a la que era su habitación. 




Las palabras nunca dejaron de repetirse en su mente. 




 




— ''Ella lo quiere, pero no como un hijo... Diosa Amaterasu, hemos fallado su mision'' 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).