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Capullos Rosas por 1827kratSN

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Notas del capitulo:

Holis~

Al parecer el fic no atrajo a muchos XD

Pero para quien se anime a seguir, aquí está la actualización~

Disfruten~

 

Un pequeño dios que adquiere una tarea, un ente sagrado que se enreda en el designio. Generalmente la tarea que se cedía, se la relacionaba por las cualidades, aptitudes, incluso las mismas emociones que guiaban la mayor parte del tiempo al dios incompleto. Esa regla se venía dando desde el inicio de todo, cuando el primer llanto infantil daba muestras del primer hijo del dios padre y su esposa.

Pero algo no cuadraba.

“Deidades con emociones” eso sonaría extraño para cualquier humano que lo escuchara pues esos entes debían ser la viva imagen de la perfección, inmunes a cualquier daño, pero no era así, después de todo, los humanos fueron hechos a semejanza de sus creadores. Por eso, eran las emociones el regalo más maravilloso cedido por los dioses, a sus propios “hijos” mortales. Así de simple

 

 

—¿qué hace un dios… a un dios? — esa pregunta retumbaba en la habitación donde Michele se encontraba sentado frente a su escritorio de trabajo

—la capacidad de vida indefinida, propiedades especiales según muestre durante su crecimiento, capacidad por sobre otros seres, sangre pura como la tuya y la mía. Hay muchas cosas Michele, no puedo ser específica en eso — Minako estaba sentada frente a uno de sus alumnos más avanzados para la edad que cursaba. Con sus dedos acomodaba su castaño cabello y de refilón veía al menor hacer una mueca

—¿es verdad que yo heredaré a la guerra? — directo y serio, así era él

—ese niño te fue con el chisme, ¿no? — la maestra fruncía su ceño y dejaba de lado el libro que usaba

—ese idiota — el castaño menor frunció su ceño — no sólo me dijo eso, sino que empezó a molestar a Sara y a Yuuri. ¡No sé qué le pasa!

—¿sabes cuál fue su designio? — ya nada podía hacer en ese punto, así que decidió ser sincera

—no y no me interesa — bufaba mientras fruncía su ceño — por mí puede irse al inframundo y que se lo coma…

— y por eso la guerra es lo tuyo — reía Minako mientras se levantaba, mostrando su inmaculado peplo blanco y sedoso que destacaba su delgada cintura — ya ni modo. ¿Quieres ir a ver la ceremonia? — elevaba una ceja con diversión, pues conocía a su alumno — eso, para que sepas a lo que atenerte

—¿él es mayor que yo?

—un siglo menos — decía con tranquilidad

—¡y cómo demonios él obtiene su designio antes que yo!

—sabía que dirías eso — suspiraba con cansancio, a veces el carácter explosivo de Michele le causaba migraña — vamos y lo verás por ti mismo

—no me interesa

—pues a mí sí — sonreía con picardía, ese día no se iba a aburrir — así que puedes quedarte a estudiar un poco sobre los humanos mientras yo voy a ver aquello

—espera — cinco segundos, tal vez seis, eso fue lo que Minako tuvo que esperar para escuchar la voz del pequeño dios sin designio — iré

—no sé si eres tsundere o bipolar — bromeaba la bonita castaña mientras se adelantaba y sentía los pasos de su pupilo detrás de ella

 

 

Pasillos vacíos, donde resonaban sus pisadas. Un leve frío que extrañamente apareció de pronto, mientras se adentraban al ala derecha de su palacio en los cielos. Michele miraba con ansiedad la infinidad de camino enfrente de sí, desesperado por hallar la sala especial a la que sólo los que iban a ser designados a una tarea y a los dioses padres se les era permitido entrar. El castaño llegó al punto de agudizar su oído de tal forma que escuchó la risita amable de su madre y el golpecito en la cabeza de alguien por parte de su padre. Y cuando llegó a la habitación correspondiente, en frente de una enorme puerta hecha de un fino material blanquecino, adornado por oro brillante, tragó saliva. Pero la pregunta más grave era ¿cómo iban a entrar?

Minako mencionó que usarían un método de exploración bastante especial, pero jamás mencionó que se “colarían” silenciosamente por el techo. Obviamente el menor de los dioses no se esperó que, en vez de pasar por las enormes puertas, Minako se lo llevara a otro pasillo adjunto, donde no había nada más que estatuas, piso, techo, adornos y tal vez un poco de polvo estelar. La maestra justificaba su decisión diciendo que su pupilo debía mostrar sus habilidades físicas y que ella demostraría las suyas; para eso necesitaban dar tres saltos precisos entre los adornos sobresalientes de las paredes, para después sujetarse de las leves rendijas que adornaban las paredes superiores y demostrar que sus brazos soportarían su peso mientras ascendían por las alturas exageradas de esa construcción

«Sencillo» fue la expresión usada por Minako mientras palmeaba la espalda del más joven para que fuera el primero en intentar aquella proeza y obviamente debía ser lo más silenciosa posible. Michele suspiró profundamente, porque sabía que tal vez tanto esfuerzo no valdría la pena y aun así no iba a dejar de demostrar que su flexible y joven cuerpo podía realizar tan pequeña tarea. Mucho menos cuando la castaña hizo burla y se adelantó en el trayecto haciendo los dos primeros saltos con extrema facilidad. Salto, salto, suspiro, salto, dolor, agarre, esfuerzo, escalar, sujetarse y soportar su peso. Los dedos del moreno punzaron, se laceraron mientras escalaba, pero siendo orgulloso y “fiero” se negó a quedarse atrás de su maestra y terminó llegando al techo primero

Ya estando en esas alturas, Minako buscó con dificultad un pequeño agujero por el que su dedo cabía perfectamente y al meter la falange un leve ruidito abrió una compuerta, tan pequeña como para… ¡una rata! ¡por ahí no iba a caber ni su cabeza! La risita de Minako siempre presagiaba asuntos extraños, entonces Michele pensó que tal vez no debió aceptar hacer esa travesura. ¿Cómo ingresar por aquel lugar tan chiquito? Minako era la diosa de la sabiduría, obviamente ella era inteligente y… demente, dependiendo desde el punto de vista y fue así que…

 

 

—te dolerá un poquito, pero valdrá la pena. Te lo juro

—¡¿cómo que dolerá?! — se quejaba enseguida

—¿alguna vez has separado tu parte pensante de tu parte física?

—¿eso se puede? — elevó una de sus cejas con curiosidad. Cabe decir que sus brazos estaban temblando por soportar su peso desde esas alturas, unos treinta metros tal vez y sus piernas no estaban en mejor condición pues las rendijas eran demasiado pequeñas, delgadas y superficiales

—primero — Minako se sujetó con una sola mano y con la otra mostró su dedo índice como cuando daba lecciones de comportamiento y señalaba el primer elemento de ese accionar — debes dejar tu mente en blanco

—¿cómo quieres que haga eso si apenas puedo sostenerme?… momento — fue allí en donde Michele se dio cuenta que Minako no estaba temblando como él y observó mejor — eres… ¡eres!

—nunca dije que tenías que quedarte colgando — sonrió divertida mientras cruzaba una de sus piernas, pues estaba sentada en la parte superior de una de las estatuas que adornaban el pasillo. Al parecer aquella rendija especial, estaba bien ubicada — anda, siéntate Mickey

—odiosa — se quejaba mientras ubicaba la siguiente estatua y con cuidado, pero con agilidad, se encaminaba a ella — pero está lejos — al llegar y sentarse en la cabeza de aquella figura femenina hecha de piedra blanquecina, miró la distancia desde su ubicación hasta la de Minako y el compartimento en el techo — ¿cómo demonios voy a…?

—silencio o nos descubrirán — exigió con el ceño fruncido — bien, ahora quédate en silencio. Cierra tus ojos y deja tu mente en blanco

—está bien — suspiró confiando en su maestra. ¿Qué más podía hacer en ese punto?

 

 

Minako sonreía por la obediencia ajena, admirando como el pequeño dios cerraba sus ojos, volviéndose un ajeno a lo que ella haría, porque nadie debía saber su capacidad especial. Juntaba sus manos con gracia, posándolas sobre su pecho, cerrando sus ojos y sintiendo aquel brillante despertar interno que tenía. Se relajaba, dormitaba levemente, extraía su “mente” liberándola del limitante físico y una luz brillante, de cálido color rosa, brotaba entre aquellas manos y se elevaba por encima de la cabeza de la maestra. Aquella luz podía denominarse “conciencia” tal y como Minako la consideraba cariñosamente

Aquella bella luz, de calidez tenue, se dirigía al muchacho con piel levemente morena hasta que se posaba en el pecho del mismo para empezar a dirigirlo. El proceso era el mismo que en su caso, indoloro, casi sin aviso, y nada notable. La lucecita que brotaba del pecho de Mickey era violácea, de un tamaño menor, pero de brillo mayor. Dos estrellas que se elevan hasta la abertura en el techo, ingresan, se guiaban, permanecían juntas y que enviaban a su cuerpo físico una especie de visión del lugar que recorren. Los cuerpos permanecen inmóviles, así se quedarán mientras lo demás… cambia

 

 

Dentro…

 

 

Un piso inmaculado de color blanco, asemejando a una nube fría y completamente recta, horizontal y lisa, o un piso hecho de cristal que no refleja nada ni deja ver a través de él. Cuantas definiciones solamente para el suelo que estaba sosteniéndolo. Emil sonreía divertido mientras posaba sus manos sobre el suelo fijo en el que estaba sentado con las piernas cruzadas. Sus padres -pues Hiroko y Toshiya eran padres de todos los dioses, eso a pesar de que tres generaciones los separaban de los dioses más jóvenes-, hablaban con calma mientras se deleitaban el paladar con el sabroso té hecho por uno de sus sirvientes en la cocina, criaturas de forma humanoide, pero sin libre albedrío

 

 

—dime Emil, ¿ya estás listo? — era entonces que Hiroko miraba al pequeño de claros cabellos, mejillas levemente redondeadas y expresión luminosa en ese rostro joven

—lo estoy — sonreía poniendo atención a su madre absoluta — por eso he venido. Mi hermana mayor me instruyó en todas las habilidades que denotan mi… mi…

—¿tu especie? — bromeó Toshiya — Emil, lo que has fortalecido ha sido tu propio ser, nada más que eso

—oh, ya veo — sonreía mientras esperaba cualquier orden de parte de la pareja

—entonces muéstranos de qué eres capaz

—¿no me asignarán una tarea?

—no — sonreían con diversión al ver la confusión del menor

—bueno, hay sólo una regla a seguir… elige a un hombre y una mujer — Hiroko ondeaba su mano levemente y el suelo dejaba ver una imagen distorsionada que pronto tomaba forma — ¿te gusta ese pueblo? — la vista era de pequeñas casas, personas caminando por doquier usando túnicas con tela de color variado, incluso el blanco se mostraba — ¿o quieres cambiarlo?

—fascinante — reía el de ojos azules mientras con sus dedos tocaba las siluetas pequeñitas y al hacerlo éstas se ampliaban. Como si fuera una venta podía verlos con detalle, esos humanos pasaban en frente de sí, pero seguramente no podían verlo — me gusta esto

—entonces escoge dos personas de género diferente — sonrió Toshiya mientras se sentaba junto a su esposa — y muéstranos algo especial

—¿qué cosa?

—lo que quieras… sólo guíate por tu propio instinto

 

 

Emil sólo emitió un leve sonido con su nariz, asemejando a un suspiro corto y suave. Miró la imagen a sus pies y simplemente con sus dedos señaló a las dos primeras personas que le parecieron curiosas. En el suelo las dos figuras se ampliaron, una junto a la otra y el joven dios simplemente frunció el ceño levemente como analizando qué hacer con ambos. Todo mientras dos lucecitas escondidas en una rendija observaban aquello, porque nadie sabía qué pasaba allí dentro, hasta incluso pensaron que los dioses padres tampoco sabían

Las manos de Emil golpearon el suelo con fuerza, haciendo un sonido seco que rebotó con las paredes que lo rodeaban. La sonrisa de los dioses padres se amplió porque el pequeño parecía estar experimentando un poco antes de decidirse, era una muestra de que la inexperiencia lo hacía especial. ¿Cuánto pasó hasta que algo más interesante se mostrara? Más de lo que la mente de Michele soportaba y hasta el cuerpo físico frunció el ceño, pero Minako lo obligó a quedarse quieto junto a ella. Al final, en algún momento incierto, algo crujió y atrajo miradas curiosas por parte de todos los entes físicos -o no tanto- hasta el centro de la habitación donde las manos de Emil habían aplaudido dos veces

 

 

—sus almas — susurró antes de estirar sus manos sobre las dos figuras que veía en el suelo — las veo — sus ojos azulados brillaron con emoción antes de que, por inercia, posara sus palmas en el suelo, cada una a la altura de cada imagen

—muy bien — sonrió Hiroko mientras bebía su té y admiraba como dos estelas de algo, que asemejaba a humo, tomaban forma humana frente a Emil

—¿qué harás con ellos entonces? — preguntó Toshiya, contento porque su descendiente demoró menos de lo que estaba esperando — Emil — susurró quedito a sabiendas que el castaño había quedado ajeno a su voz

—tú — susurraba con suavidad mientras sus ojos conectaban con los de aquella figura femenina, de la cual, los iris eran lo único definido que se observaba — necesitas fuerza que no es palpable — el castaño ni siquiera parpadeaba mientras estiraba su mano — Alina

—ya dijo su nombre — susurraba Hiroko cerca del oído de su esposo para no desconcentrar al jovencito

—me suplicas y yo… sólo… sólo puedo cederte esto — los dedos de Emil se estiraron hasta que aquella estela hizo contacto con él pues se había acercado lo suficiente — Alina, tú… puedes hacerlo

 

 

De su dedo índice brotaba un pequeño hilillo dorado que Emil vio con sorpresa, perdiendo conexión con la mirada de la muchacha y concentrándose en aquello que de su mano brotaba. Se asustó en un principio, cualquiera lo estaría si tenía una figura tan frágil y etérea frente a sí que pedía con ímpetu ser ayudada. Tenía miedo de dañarla y aun así recompuso su compostura como para que aquel hilillo que, sentía era parte de sí mismo, se extendiera y envolviera la figura, como si tan solo fuera una cinta con la que adornara tan bella alma. Cuando creyó que la extensión del hilo, correspondía a algo necesario, una medida, o una cantidad que tal vez era la correcta, alejó su mano y el hilillo se cortó

 

 

—sé fuerte y no decaigas — sonrió Emil al mirar aquellos iris azulados como los suyos — Alina… por ellos, sé fuerte y confía en tus dotes… en las dotes que yo sólo he ayudado a sacar a flote — cerró la palma de su mano izquierda y con la derecha hizo contacto con el suelo

—perfecto — Toshiya aplaudía extasiado mientras aquella estela se desvanecía y la figura en el suelo, correspondiente a la mujer, se deshacía hasta que el blanco de nuevo adornó la mitad del suelo — está hecho

—¿y qué harás con el otro? — preguntaba Hiroko mientras festejaba moviendo sus manos de un lado a otro y aplaudiendo ligeramente

—no sé — reía Emil mientras por un segundo perdía concentración, pero tenía esa estela etérea con forma del varón que representaba al humano de la imagen en el suelo  

—piensa, medita y hazlo — susurraba Toshiya como un suave consejo paternal

 

 

La decisión por parte de Emil fue tomada con velocidad, porque la tristeza en esa mirada negruzca le proporcionó una idea clara de la necesidad enorme de aquel humano, pero no sabía cómo cumplirla. A veces la tristeza no era evidente, pero en esa mirada lo era y Emil se desesperaba por calmar aquello, porque nunca le gustó ver esa emoción deprimente en ninguna mirada. Entonces se acercó a la estela, hasta intentar tocarla, pero en esta ocasión nada brotó de sus manos; ningún hilillo, ninguna idea, solamente la desesperación

 

 

—calma hijo

—está bien — suspiraba siguiendo la recomendación de su padre — pero es que…

—sólo interpreta su mirada y esa será la única ayuda que te daré

—está bien — Emil miraba aquello con calma, con sutileza, ¡con desesperación! Es que simplemente no sabía qué hacer

—nómbralo — susurró Hiroko enternecida por la desesperación de su pequeño

—a… Au… no, ese no… Atu… no, tampoco — Emil empezó a saltar en su mismo sitio, porque sus manos le picaban y esa mirada lo estaba atravesando de a poco — ¿Amado? ¿En serio? — hablaba con esa mirada, pero no recibía respuesta… sólo letras que en su mente se interpretaban

 

 

Las risas sutiles adornaron la estancia, pero Emil no se desconcertó, pues para él sólo estaba esa mirada. Se conectaba de tal forma que su cuerpo empezaba a dejar aquella ansiedad y sus pies cansados se iban deteniendo poco a poco. Una chispa, una punzada en su pecho, una sensación extraña en su estómago y lo entendió. Sabía perfectamente lo que debía hacer para deshacerse de la tristeza humana. Posó su mano derecha en la parte central de su propio pecho y dejó que de ese lugar una pequeña luz saliera. Un aleteo repetido, una figurilla luminosa que Emil acogió entre sus palmas y sonrió antes de reconocer la forma. Se acercó con cuidado a esa estela sin forma definida y estiró sus manos, mostrando aquella criatura formada de luz

 

 

—no es fácil, pero tampoco imposible — reía Emil mientras dejaba que la mariposa desplegara vuelo y se dirigiera al centro de esa figura — Atilio, no dejes que muera — con su dedo índice empujó a la mariposa hasta que se fundió con la estela y esa mirada dejó de tener ese toque de tristeza

—¡sublime! — aplaudía Toshiya cuando la estela se deshacía en pequeños haces de luz — hermoso

—digno, diría yo — sonreía Hiroko mientras se acercaba a Emil, quien veía la imagen del suelo desaparecer — ¿lo entendiste?

—creo — sonrió mirando a la mujer que le acariciaba las mejillas y besaba su frente

—entonces dime, ¿qué tarea tienes?

—dar fortaleza — dijo al recordar a la fémina — y empujar sueños

 

 

Dos…

 

 

Corrían. Corrían como si el custodio del inframundo los estuviera persiguiendo. Minako iba liderando la carrera, Michele tenía el rostro azul, detrás de ellos estaba un guardián que los atacó cuando estaban volviendo a tener movilidad en sus cuerpos. El animalito con colmillos largos, garras azuladas, cuerpo esponjado y dos ojos centrados en sus presas corría con velocidad. Ambos dioses no se habían fijado en que alguien los estaba cazando durante todo el tiempo en que permanecieron sentados encima de las estatuas del pasillo. Maldito fuera Pichit por sus creaciones extrañas y experimentales. Aunque se lo merecían por estar espiando donde no debían

 

 

—¿y así es… eso? — decía el moreno entre jadeos mientras seguían su carrera para perder al guardián de esa ala del palacio

—¡difiere de cada… persona! — medio gritaba Minako mientras esquivaba una estatua y giraba en un pasillo — ¡pero es así en general!

—¡¿por qué no te fijaste en esa cosa?! — reclamaba Mickey quien esquivó el ataque del animal furioso que cumplía su tarea de alejar a los intrusos

—¡porque no pensé que despertara a esta hora! — se quejaba mientras localizaba la salida de esa ala y corría más a prisa

—¡y así te dices la diosa de la sabiduría! ¡Pues lo dudo!

—¡cállate y agradece que te deje ver aquello! — la castaña casi lloraba de felicidad cuando vio la luz de los jardines, pues el guardián no los perseguiría allí — Además… te dije que dolería

—ni loco me dejo… morder… por esa cosa

 

 

Años después. De nuevo dos personas huían del guardián creado por Pichit, pero en esa ocasión Michele adquiriría su tarea… y Yuuri agarraría fobia a los tigres manchados con rayas.

Cierto dios de la nueva vida gustaba de modificar a sus creaciones hasta que terminasen de gustarle… y por eso experimentaba variando a los guardianes, cada vez más letales en diferentes sentidos

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Creo que a partir de aquí fabricaré capítulos de esta extensión. No sé qué más decir, así que me despido~

Nos veremos la siguiente semana~

Besitos~

 


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