Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una ramita más por 1827kratSN

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holi~

 

 

 

 

La despedida fue cruel pues apenas eran dos niños que no entendían el porqué de las cosas.

Otabek y Yuri se vieron forzados a separarse por asuntos que a su edad no parecían importantes. En esa mañana en donde la familia Altin se despedía, existieron sonrisas melancólicas pero valientes, un algo extraño que no los dejó derramar lágrimas. No se despedirían en el aeropuerto porque sería demasiado duro, así que sólo desayunaron en la casa de los Plisetsky como si nada ocurriera, fingiendo que después de eso sus vidas seguirían igual, simulando que en los días siguientes se volverían a ver porque el viaje no sería largo. Y al final hubo un regalo para el menor de ellos porque así lo deseó el mayor

 

 

—¿Qué es? ¿Y por qué me das un regalo, Beka? — el rubio sujetaba la caja que contenía su regalo y le quitaba el moño raro que tenía en la parte superior — se supone que tú eres el que…

—Es un recuerdo. Tu abuelo me dio la idea — Otabek sonrió al ver la impresión del rubio, quien se quedó estático, concentrado en el contenido del paquete

—Es… es… — las manos le temblaban mientras se internaban en la caja que colocó en el suelo. Del paquete sacó un pequeño gato de color blanco, pero con su trompita, patas y orejas de un marrón oscuro. Una bolita de pelos afelpada, suave y cuyas patitas se estiraban perezosamente

—Te gustan mucho los gatos, así que…

—Es hermoso — sus ojos verdosos brillaban al sostener al pequeño animal que maullaba levemente al haber sido despertado — es…

—No tiene nombre — se acercó para acariciar al gatito — debes ponérselo tú

—Puma… tiger… scorpion — Yura murmuraba el nombre elegido, lo hacía sin dudarlo

—Potya — Otabek rió por lo bajo. Era cómico porque ya muchas veces discutieron un nombre para la mascota que alguno de los dos tuviera en el futuro, pero claro, Yura jamás desistió en la idea de que el nombre que eligió era perfecto. No dejaba de ser divertido el hecho de que ese nombre tan singular fuera pronunciado nuevamente

—¡Beka! — la sonrisa de Yurio era espléndida, tal vez por eso Otabek le cumplía cada capricho que se pudiese permitir — gracias

—Ahora… debo irme. Cuídate mucho, Yura… y no te olvides de mí porque yo no me olvidaré de ti

 

 

Así fue como sucedió. Ese fue el inicio. Ese fue el final.

 

 

Cuando la lejanía se vuelve pesada, las cosas cambian sin control alguno. Cuando estás lejos de una persona, se te olvidan muchas cosas, pasan otras y no tienes el control de tus pensamientos.

Las conversaciones, los mensajes, los deseos y demás se volvían cada vez menos comunes. Las vidas se separaban. Los recuerdos se borraban. Y sin saberlo, un día todo se quedó en la nada.

Un misterio, un complot de la propia vida

 

 

—¡Yurio! ¡Salgamos a algún lado! — una voz animada y cantarina escandalizaba al salón, la misma que paraba conversaciones, detenía acciones y provocaba enfados. El nombre de aquella persona era Viktor, un ruso de cabello platinado, ojos azules, altura singular, rostro bello, actitud infantil, energía ilimitada y… ¡muy molesto! Demasiado molesto

—No me jodas, vejete

—Pero si tengo la misma edad que tú, Yurio — refunfuñaba con un puchero, apretando los puños en protesta e invadiendo el espacio personal de aquel rubio —. No soy un viejo

—Pero tu cabello no dice lo mismo — Yura ni siquiera miraba a su compañero de salón, se concentraba solamente en la ventana cercana a su escritorio

—Sigues siendo un gruñón, pero sé que quieres distraerte — Viktor no era de las personas que se amedrentaban así de fácil, además, tras años de conocer a Yurio se acostumbró al difícil carácter del mismo.

—No me interesa salir con un idiota que sonríe como bobo cuando ve a cierto…

—¡Yurio! — reclamaba lanzándose encima del rubio y cubriéndole la boca — no digas eso porque es un secreto

—¡Déjame! — como pudo, se quitó al otro de encima y fruncía el ceño —. No quiero nada. No quiero salir. No quiero perder el tiempo — bufó mientras caminaba a la salida de esa aula

—Estás de peor humor, mucho más intenso que de costumbre. ¿Pasó algo? — Viktor conocía la rubio a la perfección, sabía que algo le ocurría y eso le preocupaba como a cualquier buen amigo

—Nada que te interese. Ahora déjame en paz, Viktor

—Está bien, pero sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites

—Lárgate con el cerdo japonés y déjame en paz

—Me preocupas, Yurio — susurró Viktor al verlo alejarse — pero… creo que necesitas tu espacio

 

 

Yura caminaba sin ganas, casi arrastrando los pies, mirando a la nada y con sus audífonos bien colocados. Estaba de pésimo humor y ni siquiera sabía el porqué. En realidad, sabía que no era el mejor mes del año ya que el aniversario de la muerte de su madre y padre se dio hace apenas cinco días, así que era normal estar de pésimo ánimo, pero se había acostumbrado con el pasar de los años. Mas, ese día estaba peor, de tal forma que en vez de ir a casa terminó sentado en medio de un parque, tirando piedritas hacia un árbol cercano, y masticando un chicle sabor fresa que hasta estaba rancio, pues no sabía cuánto tiempo lo había tenido en la boca. Suspiraba pesadamente mientras se recostaba en el pasto y miraba el cielo. Llovería pronto y, sin embargo, le importaba un carajo.

No tardó mucho en que el cielo demostrara que lo odiaba también y empezara a expulsar enormes gotas de agua, las mismas que hicieron correr a todos, menos a él, porque se sentía tan molesto hasta consigo mismo que creía merecer toda esa agua en su cuerpo. Cerró sus ojos dejando que todo pasara, los golpecitos del agua que caía del cielo le dolían un poco, tenía frío, se sentía una mierda, pero no se movió un milímetro siquiera. No lloraba, no sabía ni qué sentir, sólo… estaba ahí. Yura se estaba perdiendo en algo desconocido que invadía su alma.

Extrañamente, llegó un momento en que dejó de sentir el impacto de las gotas en su cara y se permitió abrir los ojos con pereza. Yura se encontró con dos pares de ojos que lo observaban con preocupación. Los unos azulados y bastante conocidos, los otros marrones que también veía con frecuencia. Fastidiado, frunció el ceño e intentó que ese par de entrometidos entendieran que no los quería cerca, pero no fue sencillo y terminó perdiendo

 

 

—No queremos que te enfermes, Yurio — gentileza, dulzura, preocupación reflejadas en el muchacho de azabaches cabellos, piel clarita, bajito debido a su herencia asiática, y mejillas levemente redondeadas

—Que no me llames así — ya estaba harto de repetirles a esos dos que cambiarle de nombre era un insulto, pero no se quitó el apodo impuesto hace años para diferenciarlo del otro muchacho

—Pero…

—¡Cállate! — Yura miró con furia al japonés con el que compartía nombre

—No le grites a Yuuri, sabes que sólo se preocupa por ti — suspiraba Viktor mientras golpeaba el brazo del rubio — ahora vamos. Te llevaremos a casa

—¿Acaso son mis padres? — refunfuñaba, evitando tomar esas manos que se ofrecían para ayudarlo — fuera. Quiero estar solo

—Te dará una neumonía, Yurio — aquel azabache de ojos marrones sonreía mientras lo tomaba de las manos e intentaba levantarlo — no quieres que tu abuelo se preocupe por ti

—Golpe bajo, cerdo — ni siquiera poniéndole esa clase de apodos logró alejar a Yuuri, hasta se cansó de intentar

—Deja ese mal humor. Ya sé. Iremos por un chocolate caliente, pero primero te cambiarás esa ropa mojada

—No iré

—Entonces sólo te llevaremos a tu casa

—Basta — suspiró mirando a esos dos, tratando de encontrar algo con qué deshacerse de ellos — ¿Estaban en una cita? — Yura rodó los ojos cuando ambos se sonrojaron de inmediato, eran tan sencillos de leer — vale, que asco… — arrugó su nariz e hizo una mueca con sus labios — pero más asco me daba cuando coqueteaban sin parar y no pasaban de ser amigos… así que estoy satisfecho de cierta forma

—Te vimos de lejos y nos preocupamos — Yuuri intentó cambiar de tema con una sonrisa — vamos, Yurio

—Iré solo, así que ya dejen de tratarme con un niño

—Entonces te dejaremos en una estación de tren, Yurio — Viktor apoyaba a su querido Yuuri en lo que hacía, mucho más si es que se trataba de ayudar a Yura

—No quiero ser mal tercio entre el par de recientes novios — se burló, al menos así se divertía un poco. Molestarlos era su placer temporal — Felicidades por su compromiso… hagan una boda sencilla, sólo así asistiré

—¡Yurio!

 

 

A pesar de todo, no logró que el par de avergonzados señoritos destinados a estar juntos, lo dejaran en paz. Yuuri y Vitor lo cumplieron, se quedaron a su lado para asegurarse de que se trasladara con bien. Yura incluso intentó perderse entre la gente, pero sin darse cuenta estaba de nuevo siendo escoltado por dos idiotas que invadían su espacio personal y preguntaban cosas sobre su estado de ánimo, salud emocional y problemas de la vida. Los ignoró tanto como pudo y cuando finalmente se cansó, les gritó para que se largaran

Sin embargo, ese fue su peor error… el más grande de ese día

 

 

¡Largo! — Yura usó su voz, su maldita voz de alfa. Usó algo heredado en sus genes y que odiaba porque lo volvía igual a los demás. Yura no quería someter a nadie, no quería estar por encima de los omegas y ahí estaba… admirando como cierto azabache temblaba delante de sí. Se sentía una basura

—Yurio — susurró Yuuri mientras retrocedía — ¿por qué? — sus ojos acumulaban decenas de lágrimas amargas

—¡¿Cómo puedes ser tan idiota?! — gritó Viktor antes de abofetear al rubio con fuerza — sabes cuánto le afecta eso… sabes que no debes usar esa voz en contra de nadie — lo empujó para alejarlo del tembloroso omega detrás suyo

—Yo… — Se sentía una mierda al percibir el miedo del japonés y la ira en esos ojos azules

—Yuuri — Viktor se alejó de Yurio aun con la mirada furiosa y se acercó al azabache — Yuuri, dime que estás bien — susurró cuando logró alcanzar al temeroso Yuuri que temblaba como gelatina

—No… no me toques por favor — sus ojos llenos de lágrimas eran algo que ninguno de los dos alfas presentes quiso volver a ver jamás desde un accidente pasado hace tan sólo un año — aléjate… por favor

—Yuuri, mírame — suplicaba Viktor, intentando acercarse, pero el azabache retrocedía con rapidez — no te haré daño, Yuuri

—Cerdo, espera — incluso el rubio intentó enmendar su error

—No uses esa voz… por favor — suplicó el japonés cuando sus piernas le fallaron y cayó de rodillas. No miró a nadie, agachó su cabeza, sólo pudo sujetarse los cabellos con ambas manos y soltó su llanto

—Yuuri tranquilo, nadie quiere hacerte daño — Viktor tomó delicadamente una de las manos del muchacho caído y con una sonrisa amable intentaba que se calmara — Yurio sólo está molesto, pero no volverá a asustarte

—Lo siento — Yura ni siquiera quiso quedarse a ver. Huyó. Corrió alejándose de ese par y tomando el tren que acababa de llegar

 

 

Yura se maldijo mientras se apoyaba en uno de los tubos del transporte, incluso se golpeó la frente con fuerza para borrar ese rostro lloroso de su mente, pero sabía que era imposible. Tembló cuando el frío al fin lo hizo reaccionar, calando cada porción de su cuerpo para rematar su fatídico día. Estaba mojado, estaba fúrico consigo mismo por haber usado esa maldita voz en contra del cerdo, se sentía despreciable, y le pasaba algo más, algo que no recordaba bien pero que lo hacía sentirse peor aún. Yura tenía bien presente que Yuuri tenía un trauma con los alfas, para ser exactos, con la voz de mando de los mismos, por eso lo que le hizo no tenía perdón y abandonarlo a su suerte sólo lo volvía un error más grande. Era patético, miserable, una alimaña… su día se fue a la mierda una vez más

Su abuelo se sentiría decepcionado si supiera lo que hizo, lo peor era que no podía ocultarle nada y cuando llegó a casa soltó la lengua como un pajarito que no conoce lo que es la discreción. Se atrevió a llorar en silencio cuando la culpa lo invadió, porque un alfa que abusa de su voz era escoria y antes de caer más bajo, su abuelo le abrazó con amabilidad, haciéndole entender que sólo fue un error causado por la furia. Su abuelo era su única familia, era lo único que le quedaba desde que su casa se incendió y se llevó consigo a sus padres, por eso… refugiarse en él era lo único que podía hacer en esos momentos de necesidad.

Yurio lloró en brazos de aquel hombre viejo y sabio que le daba consejos mientras le acariciaba los cabellos. Prometió no volver a usar su voz en contra de alguien que no lo mereciera y al final cayó dormido sobre el regazo de su único familiar existente. Su vida había cambiado tanto en esos años, y ni siquiera lo vio venir.

 

 

Continuará…

 

 

 

Notas finales:

 

Si alguien me conoce sabrá que el drama es lo mío. Aunque obviamente no explotaré eso en este fic, pero un poquito añadiré XD

Muchas gracias por leer esta pequeña obra.

Nos veremos en la siguiente actualización

Muchos besos~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).