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Una ramita más por 1827kratSN

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—¡ABUELO! — fue lo primero que Yura gritó al llegar a casa y cómo no hacerlo si llevaba aguantando toda su maldita impresión desde que se despidió de Beka en esa mañana. A decir verdad, era la primera palabra que soltó desde el suceso con Otabek, pues pasó en una especie de shock por tremenda noticia repentina. Tenía entendido que Beka planificó algo que hacer en su tiempo libre, así que no llegaría hasta la noche… entonces… ¡debía gritar todo lo que tenía atorado en su garganta! — ¡Abuelo! ¡¿Dónde estás?!

—Calma, Yuratchka, ¿por qué gritas de esa forma? ¿qué sucede? — había salido corriendo de la cocina para averiguar lo que pasaba. El susto que recibió tan de repente no le hacía bien a su agotado corazón

—¡Abuelo! — iba a soltar su lengua, pero en un atisbo de lucidez se detuvo — abuelo, ¿está aquí, Beka? — más valía asegurarse

—Era eso — suspiró aliviado mientras palmeaba su pecho para demostrar su previo susto de muerte — me dijo que iría a averiguar sobre universidades. No regresará hasta tarde, tal vez entrada la noche

—Mejor así… Abuelo — se acercó al mencionado y con preocupación, además de sus puños apretados, miró al mayor — abuelo… ¿Beka es un omega?

—Sí — respondió sin dudarlo — ¿por qué preguntas?

—¡NO PUEDE SER! — se agarró de los cabellos y dio dos pasos hacia atrás — ¡¿Cómo no me di cuenta de algo tan importante?!

—Lo sabes desde que eras niño — elevó una ceja extrañado por el comportamiento de su nieto — ¿no me digas que no recordaste eso?

—Pero… pero su aspecto, su… su cuerpo… su… ¡su existencia misma! — trataba inefectivamente de reconocer algún aspecto en Otabek que lo definiera como un omega, pero le era imposible

—Yura cálmate — palmeó la espalda de su nieto — te dará un colapso

—Estaba enamorado de un omega — susurró mientras se agarraba los cabellos y elevaba su mirada hasta conectar con los ojos de su abuelo

—Aún recuerdo lo que decías de pequeño — reía el anciano al entender el debate que el rubio parecía tener en esa cabeza un tanto terca y despistada ocasionalmente — jurabas que ibas a proteger a Otabek cuando fueras mayor, porque nadie debía despreciarlo o golpearlo de nuevo

—… — iba a seguir murmurando cosas sobre su estúpida falta de percepción, pero al escuchar aquello se irguió para ponerle atención a las palabras de su abuelo — Momento… ¿lo golpeaban?

—Lo hacían — suspiró ante el recuerdo. Él mismo a veces atendió las heridas que el pequeño Otabek obtenía en una de las tantas riñas con niños más grandes — porque jamás dejó que alguien estuviera por encima de él. — pero sonrió, la valentía de ese azabache fue una excelente fuente de aprendizaje para su nieto en aquellos años — Yuratchka, tú sabes que la sociedad es cruel a veces y tal vez eso nunca cambie. Los omegas son tratados como seres inferiores por el simple hecho de ser frágiles en ciertas épocas de su vida, pero Otabek jamás quiso participar de eso

—Eso fue cruel… es cruel — apretó los labios debido a la indignación y su culpa misma por lo que le hizo a Yuuri tiempo atrás — eso es abuso de poder

—Para ti y para mí eso está claro, pero aún existen personas que creen en la jerarquía de clases — Nikolai acarició los cabellos de su nieto. Agradecía que Yuri jamás abusara de su poderío como alfa y respetara a todos por igual, incluso que rectificara los errores cometidos en momentos de furia  

—Odio a los que son así

—Otabek rompió esquemas desde que era pequeño. De cierta forma tú haces igual, Yura

—Lo dices por mi menuda existencia — de nuevo sintió ese fastidio por su cuerpo de colegiala y frunció el ceño, mas, sólo escuchó la risa estruendosa de su abuelo

—Crecerás, Yuratchka. No te acomplejes por cosas como esa. Deberías tomar ejemplo de Otabek, a pesar de su apariencia él jamás pareció sentirse menos que los demás omegas, es más, disfruta mucho del como se ve. Me lo dijo esta mañana

—Me alegro que no sea como esos omegas, todos preocupados por su apariencia y su capacidad para tener crías — hacía muecas mientras hablaba de esa especie de omegas, se topó con ellos en un par de veces y los mandó al demonio

—Por eso te agrada Yuuri, ¿verdad? — y era verdad, el japonés era una de las pocas excepciones que Yura tenía en su reducido círculo de amistades durante su vida

—Nah — arrugaba su nariz en un gesto de desinterés para evitar responder, agradecía que su abuelo lograra leerlo incluso en esa faceta — abuelo, ¿sabes cuándo volverá Beka?

—De verdad te gusta ese chico, ¿no? — entrecerraba sus ojos para parecer escrutador, sin embargo, terminaba riéndose por la vergüenza que mostraba su nieto

—A ti no te puedo mentir, abuelo… estoy enamorado de mis recuerdos — sonrió mientras se rascaba una de sus sutilmente sonrojadas mejillas — y creo que Beka sigue siendo aquel niño que llena mis recuerdos, así que… estoy emocionado

—Me alegra mucho verte sonreír como cuando eras niño… pero ten en cuenta los sentimientos de Otabek y no te portes como un... — ¿cuál sería la mejor expresión para ese caso? Tal vez ninguna, así que Nikolai decidió ser simple — pórtate de forma madura, Yuratchka

—¿Eh?... yo soy maduro — infló su pecho con orgullo

—Claro — se burló mientras agitaba su mano — por cierto… hice pirozhki

—¡Viva! — ni siquiera dudó en elevar sus manos para festejar

—Claro, muy maduro

—Disfrutar de tu comida es mi más grande símbolo de madurez — sonreía mientras se adelantaba a la cocina, todo ese asunto le despertó el apetito

—Por lo menos lávate las manos

 

 

¿Qué hacer cuando tienes junto a ti a tu mejor amigo de infancia, al cual no has visto en años y que es mayor que tú? En eso pensaba el rubio mientras miraba la puerta y después el reloj. Era ya las seis de la tarde, empezaba a hacer más frío de lo normal y Beka no llegaba, eso lo estaba estresando, pero a la vez le daba tiempo para pensar en qué hacer. Sin embargo, su cerebro no colaboraba y dejó de funcionarle cuando el timbre sonó y él corrió a abrir como si fuera el mismísimo presidente del país quien lo visitaría. Todo eso era extraño pues a pesar de que le dieron una llave a Otabek, éste prefería tocar el timbre antes de sacarlas e ingresar, era una extraña manía que Yurio podía aprovechar, porque hasta que la cerradura fuera abierta, él reaccionaba. Se estaba comportando como un niño que esperaba ansiosamente a que su amiguito regresara a la escuela, eso no era nada maduro, ¡debía cambiar de estrategia rápidamente! Respiraba profundo y lo más silenciosamente que podía, regresa al interior de su casa, se despeinaba un poco, se acomodaba en el sofá, cambiaba de canal sin mirar nada en específico y comía lo que su abuelo le dio para matar el hambre. Claro, fingía no estar esperándolo, pero Otabek no era despistado. El azabache sonreía divertido porque Yura seguía siendo previsible y honesto, aunque éste evitara demostrarlo

 

 

—¡Ah! Otabek, ya llegaste — mostraba desinterés mientras giraba para saludar al azabache

—Lamento llegar tan tarde — hizo un leve movimiento con su cabeza y luego se concentró en la pantalla del televisor — siguen gustándote las caricaturas por lo que veo

—¿Eh? Claro que no — fingió indignarse… porque en realidad en los fines de semana sí las veía

—Mira — sonrió con sutileza antes de señalar el televisor

—Oh… ese no era el canal que estaba viendo. ¡Ya no soy un niño como para ver esas cosas!

—Muchacho, bienvenido — claro, siempre estaba Nikolai para matar el mal momento — ¿Cómo te fue?

 

 

Lo primero que se hacía para recuperar el tiempo perdido era acostumbrarse a las nuevas personalidades y comportamientos del otro, y la mejor forma de hacerlo fue dar a conocer sus gustos más destacados. Fue entonces que se decidió porque el mayor empezara y fue la mejor idea que Yura tuvo. A la mañana siguiente Otabek lo llevó al instituto en su muy amada y flamante motocicleta, sí, porque a eso se fue Beka el día anterior, claro, aparte de buscar opciones de estudio a futuro. Si al kazajo no le fue demasiado bien en su búsqueda por becas, sí tuvo suerte al buscar una compañera que sustituyera a su verdadera amiga de dos ruedas, la misma que se quedó en Kazajistán.

Para Otabek el ver la emoción de Yura al treparse en el singular transporte fue un grato reglo, escucharlo gritar de emoción mientras aceleraban fue gracioso, mucho más cuando llegaron al instituto y el cabello rubio del más joven era un desastre mientras que el del otro estaba intacto. Perfecto para comenzar su nueva relación de amistad, aunque tuvieron que convencer al abuelo Nikolai de que esa “cosa”, como él la llamaba, no era peligrosa.

 

 

—¡Tengo que conseguirme una de estas! — no podía dejar de agitar sus brazos por lo feliz que estaba, incluso su sonrisa amplia empezaba a ganar miradas

—Cuando seas mayor de edad tal vez

—No me arruines la ilusión, Beka — protestaba con un leve puchero mientras colocaba el casco en el manillar cercano

—Falta poco para eso

—Entonces — con malicia miró al azabache — me tienes que enseñar hasta que ese momento llegue

—Me niego — lo dijo con seriedad

—¡Pero, Beka! — elevó la voz sin importarle las miraditas

—No quiero que te hagas daño si es que llego a instruirte de forma inadecuada

—Beka — alargaba la palabra en signo de protesta — debes enseñarme

—Cuando madurez… tal vez considere aceptar — se aguantó la leve risa que le generó el rostro lleno de vergüenza que Yuri ganó en cuestión de segundos

—So-soy maduro — ni siquiera él se lo creía, pero no se iba a retractar

—Se te hará tarde, Yura — acarició los cabellos rubios, deslizando sus dedos sin guantes por aquellas hebras color de oro en un intento por acomodarlas un poco… y los descendió hasta rozar la mejilla coloreada — buen día — sonrió sutilmente antes de apartar su mano

—No seas tan formal — sonrió, incluso mostrando el blanco de sus dientes — no eres tan viejo

 

 

La diversión de Yura era más simple, mucho más sencilla que andar en motocicleta, pero que le producía el mismo placer si es que llegaba a comparar las experiencias. Sólo necesitaba de unos billetes, tiempo y ganas de caerse sin miedo. En el lugar en el que residía el rubio las pistas de hielo eran tradición, por eso a Otabek no se le hizo raro cuando lo llevaron a una, pero claro, él jamás había usado patines normales, mucho menos aquellos que tenían una filosa navaja que cortaba el hielo. Eso le daba mala espina y sus dudas se aclararon cuando al pisar la pista cayó de espaldas sin remedio. Dolió más de lo pensado, incluso sintió un temblor recorriéndole el cuerpo entero. Otabek suspiró pesadamente mientras veía el techo y escuchaba la risa estruendosa de Yura, se dio un momento para recuperar el control de su cuerpo y terminó contagiándose de la diversión del rubio cuando logró sentarse en el hielo.

Parecían un par de niños que por primera vez se internaban en una pista de ese tipo, así se comportaban porque eran jóvenes y no les importaba el qué dirán. Simplemente estaban ellos, haciendo cosas juntos, dejándose llevar por el momento. Yura tomó el brazo de Otabek para guiarlo en el aprendizaje, o hasta que al menos el mayor lograse estar de pie en la pista, cosa demasiado difícil porque el kazajo no lograba equilibrarse y caía sin remedio llevándose al rubio con él. Muchas veces el uno terminó encima del otro, en otras ambos terminaban de espaldas, a veces el uno caía y el otro ofrecía su mano, pero como fuese, ambos terminaban riéndose. Los demás asistentes en la pista podían irse al carajo, porque ellos se estaban divirtiendo dolorosamente, pero se lo pasaban de maravilla. Después de dos horas lograron deslizarse unos metros sin problemas, soltando sus brazos y manos –no recordaban en qué momento enredaron incluso sus dedos– y levantaron sus pulgares en aprobación del progreso del mayor de ellos. Muy fácil para su primer día.

 

 

—¿Te duele mucho, Beka? — interrogó mientras bebían un chocolate caliente en una cafetería sencilla y silenciosa

—Creo que mañana me dolerá más

—¿En dónde te duele? — lo inspeccionó con rapidez, interesado, porque cayeron tantas veces que no sabría decir qué parte de sus cuerpos fue la más afectada

—… — ¿debería decirle que lo que más le dolía era el trasero? Claro que no, eso sonaría muy vulgar — todo el cuerpo en general — sin embargo, su respuesta no pareció satisfacerle al rubio

—Te duele algo que es vergonzoso de mencionar… ¿verdad? — sonrió con malicia — anda, ¡dilo!

—No

—Estamos solos, Beka — animó mientras estiraba su mano para picarle la mejilla al contrario

—No le veo el caso

—No sabía que eras de ese tipo — sorbió un poco de chocolate y sonrió

—¿De qué tipo? — elevó una ceja con curiosidad

—Tienes la boca virgen, Beka — rió por lo graciosa de la situación… hasta que recapacitó un poco — espera… — sus mejillas tomaron un carmín notable — ¡yo me refería a que no decías groserías!

—Entendí — bebió con calma su chocolate, pero se fijó bien en la vergüenza ajena

—En serio

—¿Y a qué más podrías haberte referido? — mantuvo su seriedad y eso pareció afectarle mucho más a Yura

—¡A nada!

—Parece que eres tú el que encontró el doble sentido

—¡Si me lo estás recriminando es porque tú también lo entendiste!

—No sé a lo que te refieres — bromeó

 

 

En los días siguientes salieron de compras con el abuelo, fueron de turismo el fin de semana, participaron en una “cita doble” con Viktor y Yuuri para conocerse entre todos, aunque en esa ocasión terminaron perdidos en medio de un centro comercial porque se separaron en algún momento. Una de las locuras más destacadas que hicieron fue que se encerraron en la cocina para comprobar el progreso de las dotes culinarias de cada uno, pero terminaron en un desastre debido a que discutían por si el pastel sería de chocolate o vainilla. Fueron días de aprendizaje culinario con el abuelo como maestro, compras improvisadas, lectura de recetas y a la segunda semana ya podían al menos defenderse en alguna comida básica.

Eran cosas típicas que hacían para compartir el tiempo libre del más joven, sin embargo, lo que hacía Otabek en la mañana mientras Yura estudiaba era buscar opciones universitarias. Deseaba aplicar a becas para el siguiente semestre en la universidad, porque en serio deseaba quedarse en ese país debido a su egoísta deseo por quedarse junto a los Plisetsky. Lamentablemente ninguna respuesta afirmativa se obtuvo en las universidades aplicadas y al final, no había forma de alargar su estadía. Desde los primeros días esa fue la intención silente de ambos, el no separarse porque cada uno tenía sus motivos personales, aunque los mismos no fueran ajenos para Nikolai que admiraba su progreso desde lejos. Pero algo tal vez podría hacerse.

 

 

Continuará…

 


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