Cuando Ren cumplió diez años la cuenta regresiva comenzó, sus clases se intensificaron y no eran simplemente historia y música, Akira había elegido literatura, idiomas y danza, además de las clases de cocina que yo le impartía.
Ren acababa exhausto cada noche y con pendientes para el día siguiente.
Manualidades, lecturas, escritura… cualquier cosa que Akira creyese necesario. Igual que mis padres a mí.
Sin embargo, Tsubaki se reía de todos.
La felicidad le parecía divertida, igual que ver a su hermano exhausto por algo que él jamás tendría que pasar.
Ren realmente se esforzaba. Me hacia preguntarme si yo era de esa forma cuando joven. Prefería caer rendido antes que dejar tareas inconclusas, y sabía qué era preferible un regaño a una reprimenda con golpes.
Vi como Akira golpeaba a Ren en tres ocasiones. La primera por desentender sus deberes. Ren no dejaba de llorar, su espalda tardó más de dos meses en desaparecer todas las cicatrices. La segunda Ren le llevó la contra a Akira. El mayor lo golpeó aún con más fuerza ya que Ren intentó defenderse. Akira lo encerró durante una semana sin comida aún con todas sus heridas sangrando. La tercera y última, fue tres meses justos del compromiso de Ren, una simple bofetada. Ren ya no era él, ya era alguien como yo.
Lo que me consuela en este momento es que Ren pudo saborear la felicidad. Ser hermano y poder cuidar de otros seres por diversión y no por deber. Que en su niñez disfrutó de las pequeñas cosas de la vida, tuvo ilusiones y soñó todo cuanto pudo.
En la mañana del decimocuarto onomástico de Ren llegó una pequeña caravana a las puertas principales. Matsumoto y sus dos pequeños niños iban dentro.
La servidumbre no pudo reconocerlo al primero momento. Matsumoto llevaba el cabello muy largo y más claro que cuando vivió con nosotros, además de que la ropa que usaba era completamente distinta pese a que el lugar que era su hogar no era tan lejano como el que alguna vez fue mío.
Fue Akira quien los recibió. Pero incluso a él le costó confirmar de quién se trataba. Fue gracias a Sora y Daichi que Akira lo logró, los niños eran idénticos a Matsumoto en sus primeros años.
Esa visita se alargó por un año. Un año en el que Ren, Sora, Daichi y Tsubaki trataron de olvidar su futuro. Principalmente Ren, quien ya lo veía venir y seguramente lo sentía.
La gran cantidad de noticias malas retumbaban en nuestros oído. Muertes. Saqueos. Guerrilla. Mi hermano y padre trataban inútilmente de sacar la situación adelante, pero volvía a surgir.
Todos estuvimos conscientes siempre y elegimos ignorarlo el mayor tiempo posible.
Matsumoto y yo aprovechamos la segunda oportunidad que teníamos para hacernos amigos. De alguna manera la confianza brotó entre nosotros de forma natural. Quizá por nuestros hijos o antecedentes y vivencias. No lo sé.
Matsumoto me confeso la razón de su larga visita un par de meses después de llegar. Los padres de Takashima solían reñir demasiado, ambos eran muy agresivos y violentos. La extensión de tierra donde vivían era justo junto a ellos. Matsumoto estaba asustado de que a sus hijos pudieran sucederles algo, ya que a él le habían tocado más de un par de golpes en distintas ocasiones. Y no solo a él, también a Takashima, que, pese a ser una autoridad de peso, aún seguía siendo el hijo y no la cabeza de la familia. Ambos habían tomado la decisión de tomar un descanso de todo aquello, Matsumoto se quedaría una temporada con nosotros y Takashima se encargaría de arreglar conflictos internos o limar suficientes asperezas para cambiar de residencia.
Caso similar por el que ambos pasamos de jóvenes. Desgraciadamente, esas cosas ya no me sorprendían.
El siguiente suceso importante durante ese tiempo fue durante la visita a un lago dentro del territorio que Akira gobernaba.
Era poco usual que Akira le perdonase los deberes a Ren para disfrutar, pero aquél día lo hizo. Ren subió a un bote con sus hermanitos y los paseó no muy lejos de la orilla. Al intentar bajar, a Daichi se le atoró la ropa en una grieta de la madera y cayó de bruces al agua.
Matsumoto y yo salimos en auxilio. Daichi ya había salido del agua pero lloraba mucho y su ropa tenía sangre.
Enseguida lo atendimos. Alguna de aquella grietas le había causado un herida superficial en un muslo, nada serio.
A quien más se le notó liberarse de la angustia fue a Ren. En segundo lugar Matsumoto, que, sin darse cuenta, hizo un comentario al aire.
— Este niño nos unirá como familia, deberíamos tratarlo mejor, ¿No lo crees así?
No supe cómo reaccionar a lo dicho, así que decidí ignorarlo.
Akira regresó a casa dos días después, cansado y lleno de estrés. Había ido a algún lugar (sin importancia para mí) para tratar asuntos y evitar violencia innecesaria dentro de sus tierras. Buscó concilió del estrés dentro de mi habitación. Mi cuerpo le daba cordura en momentos como aquél, desparramar placer era la única solución que conocía y le hacía sentir mejor.
Fue una de las pocas veces que vi a Akira tan estresado. Él solían ser agresivo durante el sexo cuando la situación se predisponía y esa vez no fue la excepción.
Me tomó con rabia. Su cuerpo parecía más pesado de lo usual y me dejó varios moretones donde me agarraba. No me golpeó, no en esa ocasión, durante el sexo jamás. Durante esos arranques yo podía morderlo, rasguñarlo y hacerle desesperar por culminar. Esa noche le hice un enorme moretón en el pecho por una mordida que cayó sangre sobre las sábanas.
Después de esas circunstancias el cuerpo siempre me dolía y tardaba un par de días en reponerme.
Aproveché que esa noche durmió a mi lado para preguntar sobre Daichi.
Akira solo me miraba. Se notaba mucho más relajado y comprensivo. De haber preguntado antes seguramente hubiera obtenido una negativa.
— Tsubaki y Daichi están comprometidos. Espero que eso no cause disgustos.