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—¡Piko! ¡Piko! —llamaba un muchacho rubio con emoción en su voz— ¡Ven a ver lo que acabo de construir!
Por su parte, un joven de cabellera blanca y peculiares ojos lo vio sin mucho interés.
—¿Qué?
—¡Tienes que venir tú mismo a verlo! —Aquella condición hizo que Piko suspirara con pesadez ante la flojera que le daba levantarse de su asiento.
—¿Qué es? —preguntó entrando a otra habitación. Ante él apareció un enorme aparato hecho de metal con diversos cables, dos cápsulas y con un área de botones.
—¡Es una máquina de clonación! —exclamó Len con mucho orgullo. El otro miró un poco más el objeto.
—... Felicidades —dijo sin entusiasmo y dando media vuelta para irse de allí. Pero el rubio le detuvo.
—Espera, hay que probarlo. —Le tomó de la mano y le jaló a una de las cápsulas.
—¿Estás seguro de qué...? —Len no estaba seguro de lo que le había querido decir al momento de cerrar la cápsula, pero seguramente no era algo de importancia.
Piko Utatane era una persona que no solía expresar verbalmente ningún sentir y era bastante inexpresivo con el cuerpo, pero esto no era porque fuera una persona fría, en realidad era porque era muy indiferente... Demasiado indiferente.
Todo le daba igual. Ni siquiera podía decir que le valía madres el mundo.
Por eso había creado con tanta devoción aquella máquina, pues con ella podría crear a un Piko con mayor interés por su al rededor.
Apretó varios botones y vio al muchacho en la cápsula con la cabeza apoyada en el cristal y con los ojos cerrados.
—... Espero funcione —dijo antes de apretar el botón de inicio. La máquina comenzó con su trabajo.
Varios ruidos y focos fueron encendidos. Piko vio de manera tranquila como su cuerpo era escaneado.
La máquina empezó a hacer mayor ruido.
Sin embargo, paró de repente.
El científico pronto comenzó a moverse mientras el otro simplemente le observaba.
Un suspiro apareció en los labios del rubio.
—Creo que le hace falta ajustarlo mucho más —confesó mientras dejaba al Utatane salir de la cápsula.
—... No te preocupes —le reconfortó—. Yo sé que algún día lo lograrás —un beso fue depositado en la comisura de los labios de Len—. Yo te estaré acompañando y apoyando hasta que logres eso y mucho más, ¿sí?
Eso sí que lo había sorprendido.
Pero también le había hecho infinitamente feliz.
¡Qué se joda la ciencia! ¡No necesitaba a un Piko distinto en su vida!
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