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Chicos de Brooklyn por AlphaTK

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Notas del capitulo:

Hombre, lamento la demora. Besos babosos a todos.

Invierno: Finales.

Parpadea un par de veces para adaptarse a la luz que se cuela través de la ventana de su habitación. La segunda cosa que más le gusta a Steve del departamento en el que vive, es la cantidad de ventanas que ostenta, y lo grande que son estas. El lugar consta de mucha luz natural.

La primera; es el hecho de compartirlo con Bucky.

Se despereza estirándose aún bajo las cobijas, luego las echa a un lado y se sienta con las piernas cruzadas sobre la cama, alargando una mano y tanteando con ella por sobre la mesita empotrada, hasta dar con sus lentes. Bosteza largamente mientras los acomoda torpemente sobre el puente de su nariz.

Al apoyar la planta de sus pies desnudos sobre el frío piso de madera, un escalofrío le recorre la espalda haciéndolo encogerse sobre sí mismo. Steve gruñe con desagrado y agudiza el oído, escuchando el sonido del agua cayendo. Se levanta haciendo presión con sus manos sobre el colchón, impulsándose hasta quedar de pie y se gira sobre sus talones hacia el revoltijo de mantas. Empieza a tender la cama; ríe un poco al notar que el lado de James es, nuevamente, el más desorganizado. Al terminar, camina hasta la cocina y saca de la alacena huevos y masa para panqueques, también toma del frigorífico el bacón y la leche.

Sonriente, prepara el desayuno. Bucky toma asiento justo cuando él se gira con los platos ya servidos y los deja sobre la mesa. Él le agradece y Steve le dirige una sonrisa deslumbrante.

— Sabes, el sábado habrá una nueva feria del futuro —Comenta Bucky. Y Steve recuerda, apenado, que el año pasado también hubo una a la cual ellos no pudieron ir debido a su frágil estado de Salud. Bucky le sonríe tranquilizador, casi como leyendo sus pensamientos — no pudimos ir a la anterior, pero— alarga la última sílaba —deberíamos ir esta vez. Juntos.

James sonríe. Steve le sonríe de vuelta y asiente, entusiasmado. Lo observa meter el último bocado entre sus labios y se obliga a quitar la mirada con cierta inconformidad.

Bucky se para y deja el plato con la demás losa sucia para luego dirigirse a la puerta de salida. Allí Steve lo espera, con su abrigo en un brazo y su bufanda en el otro. Él toma el gabán y se lo coloca, mientras tanto Steve le acomoda la bufanda alrededor del cuello. Él se inclina para facilitarle el trabajo, y aprovecha para plantearle un beso en la frente.

Escucha la suave risa de Steve y sonríe también, lo siente, además, rozar los labios contra su pecho. Aquello se ha vuelto una costumbre ya. Nació durante los días que Steve duró internado en el hospital; él estaba tan asustado por perderlo, que no paraba de dejar besos en su frente y manos, intentando transmitirle así todas sus ansias y necesidad de verlo mejorar. Aquello continúo durante su recuperación, con abrazos que duraban más de lo necesario y caricias alargadas al máximo; hasta ahora, haciendo parte de su rutina diaria. Y no tenía la intención de pararlo. No le incomodaba y Steve tampoco parecía hacerlo.

— Ya es diez de febrero —Le recordó de pronto Steve. Él bufó en respuesta, sabiendo lo que venía —en un mes más podré buscar trabajo nuevamente — Cuando rodó los ojos, exasperado, Steve lo miró retadoramente, arqueando una ceja — lo prometiste —Aseveró.

— Ya lo sé. Ya lo sé. — Hizo un ademán. Luego desordenó los rubios cabellos con cariño— nos vemos en la noche. No hagas nada estúpido hasta que vuelva, pequeño punk.

Steve rodó los ojos—  ¿Cómo podría? Si tú eres el experto en eso.

________________

Es aproximadamente media noche cuando Bucky llega al fin a su hogar. Está física y mentalmente agotado, apenas ha dormido un par de horas en esa última semana y el trabajo va en aumento, aunque eso es, en teoría, algo bueno. Están en pleno auge de la guerra y los soldados necesitan municiones; balas, bombas, armas y piezas para la artillería. Y para hacer todo eso necesitan materia prima. Materia que obtienen de fábricas como en la que él trabaja.

Ve en la mesa del comedor un periódico que llama su atención y lo toma descuidadamente mientras con la mano libre abre el frigorífico y de allí saca un bocadillo. Lee perezosamente el titular principal, donde hablan de las misiones guiadas por el que el nuevo icono y orgullo del país, mientras mordisquea el apetitivo.

Pasa las páginas parsimonioso hasta dar con una en donde hay varios recuadros encerrados con un bolígrafo azul.

Rueda los ojos; aún falta un mes y Steve ya ha empezado a buscar trabajo. Unas incesantes ganas de darle un coñazo en la cabeza a ese rubio mamon hacen que sus dedos cosquilleen.

Sin pensarlo mucho más, deja caer despectivamente el periódico en algún lugar de la cocina —probablemente en la basura— y se dirige hasta su habitación —de él y Steve, se recuerda con una sonrisa— intentando ser lo más silencioso posible al entrar en el lugar.

Se desnuda lentamente mientras escucha la suave respiración acompasada de Steve al dormir. Luego de ponerse una pijama y se recuesta en la cama sin meterse entre la cobijas; no pasa mucho antes de que sienta como otro cuerpo se acurruca contra el suyo. Él, boca arriba en el colchón, pasa un brazo debajo del cuerpo de Steve, envolviéndolo alrededor de su cintura y estrechándolo aún más contra sí mismo a la vez que acomoda el liviano cuerpo de su amigo boca abajo, y con la cabeza descansando sobre su pecho.

Ellos enlazan sus manos y duermes profundamente el resto de la madrugada.

_____________

Una semana después, Steve está sentado en la ventana que da a la escalera de incendios, con una sonrisita curvando dulcemente sus labios y los ojos brillantes por la emoción.

Se levanta de un salto al escuchar la cerradura siendo abierta; Bucky está de vuelta. Ha venido por él para ir al festival. Se le calienta el pecho ante la idea de él y Bucky caminando, juntos, a través de la feria, compartiendo una manzana acaramelada y un cálido abrazo.

Tal vez incluso Bucky lo tome de la mano, como hace muchos años, cuando eran niños y ellos iban a ver los fuegos artificiales por el día de la independencia; y su cumpleaños, solía agregar Bucky, por supuesto.

Pero la felicidad se le desliza de entre los dedos, como quien intenta atrapar aire en ellos, al ver que Bucky, su Bucky, está acompañado de dos jóvenes damas.

Una mueca de aprensión cubre su rostro, y su cuerpo se deja caer laxo sobre el cojín que se encuentra en el alfeizar de la ventana.

— ¡Hey, Stevie~! —Bucky lo saluda alegremente. Él cabecea vagamente en respuesta y Bucky parece notar su mal humor, pues se acerca, cauteloso — Hey— Repite suavemente, en voz baja— ¿Algo va mal, Stevie?

La rubia cabeza se mueve de un lado a otro, negando —Nada realmente — Las chicas, una rubia y otra morena, son realmente hermosas, aprecia Steve — ¿Y ellas...?

— ¡Cierto! Nos he conseguido a estas bellezas— Sus brazos se deslizan sobre los hombros de ellas, quienes le sonríen agitando las pestañas con coquetería — para que nos acompañen esta noche. Cita doble. ¿No suena divertido?

Steve tuerce los labios, incómodo. Aun así asiente — Por... supuesto.

_____________

Tiene el codo apoyado sobre la mesa color crema de la pequeña cafetería, su brazo está flexionado y en su muñeca su rostro descansa lánguidamente, intentando ocultar una mueca. No está seguro de si lo que siente es aburrimiento o fastidio. O ambas.

Tuerce los labios hacia arriba mientras frunce un poco más el ceño al ver como la joven de cabello castaño — y quién se supone sería su cita— coquetea descaradamente con Bucky, colgándose de manera desagradable de su brazo mientras la rubia lo hace del otro. Deja que su mirada se pierda en la inmensidad del líquido oscuro, contenido por una simple taza que, justo ahora, se le antoja lo más interesante del mundo.

¿Habrá alguna posibilidad de que se desborde hasta convertirse en un gigantesco océano donde James y sus amigas se puedan ahogar?

Lo duda mucho.

Echa una última mirada de reojo a Bucky, quién sonríe a las señoritas con cierto toque seductor, decidiendo en el acto que ellos pueden, cordialmente, irse al infierno.

Está a punto de cruzar la puesta de salida cuando siente una mano rodeando su muñeca: Bucky, con el ceño fruncido, lo observa seriamente.

— Se supone que estás conmi... nosotros — Se corrige rápidamente—, Steve. No puedes simplemente escabullirte y dejar a tu cita tirada.

Steve se zafa del agarre de una manera un poco más brusca de lo que pretendía, devolviéndole una acerada mirada.

— Al parecer ella encontró una mejor compañía. Al igual que tú.

Y se marcha.

__________


Lo encuentra sentado en una de las bancas del parque, con la luz amarilla de las farolas titilando sobre su rostro. Él agita las piernas hacia arriba y hacia abajo mientras una hoja se balancea entre los dedos de su mano derecha. Bucky no necesita echarle otra mirada para saber de qué se trata.

Se aproxima con cierto temor y toma el papel. Suspira, aliviado, apenas ve el sello: Steve no fue aceptado.

—Así que volviste a las andadas— Murmura levantando la hoja para examinarla detenidamente. Arquea una ceja— Oh, mira esto. Ahora resulta que eres de Paramos. Es ilegal mentir en la solicitud — Reprende. Pero Steve no responde nada, ni siquiera le dedica una mirada. El exhala, agotado — Steve, ¿Tanto quieres alejarte de mí?

Eso es, al parecer, todo lo que basta para que su amigo al fin reaccione. La cabeza rubia parece saltar sobre los hombros en su dirección, como propulsada por un resorte. — ¡Eso no es cierto! — Protesta.

— ¿No? Pues es lo que parece, — Agita la hoja frente al rostro compungido de Steve — ¿Qué crees que pasaría si te llegaran a aceptar? ¿Acaso crees que podrías ir y venir a disposición, que estarás cerca? Estamos en Guerra. Te mandaran al campo a morir en algún lejano lugar olvidado por dios. Y jamás podremos volver a vernos. — Dice sin poder ocultar la nota de histeria en su voz — ¿Eso quieres?

Steve niega. Parece cohibido, asustado y un poco arrepentido. Bucky deja de hablar, se siente mal porque en algún punto alzo la voz.

—Yo simplemente quisiera…

—Lo sé — Interrumpe— eres un buen chico, solo quieres ayudar. Lamento gritarte.

Steve se muerde el labio — Lamento dejarte tirado. Y a las chicas — Añade.

Se quedan entonces en silesio.

Bucky Pasa uno de sus brazos sobre los delgados hombros de Steve a caricia con cariño los cabellos nacientes en su nuca. Steve deja caer la cabeza sobre su pecho. Entonces Bucky vuelve a hablar.

—Sé que estoy siendo egoísta — Murmura —seguramente serias una buena ficha. Estoy seguro de ello. Eres fuerte, persistente y determinado. También jodidamente listo. Pero no quiero perderte, Stevie. Sé que estoy siendo egoísta —Repite— pero no soportaría perderte.

Steve no dice nada. Se para y lo toma de la mano, haciendo que él también se levante de su lugar y lo siga. Ellos caminan por las calles adoquinadas y alrededor de la fuente del parque. Se mezclan con la multitud y observan las diferentes maravillas de la feria, las disfrutan con una sonrisa en el rostro. Bucky parece particularmente emocionado cuando van a la demostración del auto del futuro y Steve lo ve, enternecido, comportarse como un chiquillo.

En el momento de regresar a casa, el cielo es una gigantesca estela oscura a pinceladas, con titilantes puntitos emborronados por la luz artificial de la enorme ciudad que nunca duerme. Es casi medie noche, la calles están vacías y ellos disfrutan del cómodo silencio mientras caminan; manos suavemente conectadas, pies que algunas veces tropiezan vagamente entre ellos, casi —casi— sin querer. También tropiezan las miradas.

Esto podría ser algo irrelevante, en un mudo plagado de gente y sus propias ambiciones, con las casi nulas probabilidades de que alguien escuche sus plegarias, y más aún, que atienda a ellas.

Aun así, ellos desean estar siempre así. Feliz, juntos.

Ellos duermen nuevamente juntos esa noche; la nieva cesa y no vuelve a caer en los siguientes días.

Notas finales:

Gracias por leer.


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