Cuando lucía era pequeña aprendió de malas maneras lo que significaba aquella palabra. En esos momento ni tan siquiera sabía que existía una palabra para nombrarlo, pero si sabía que lo odiaba con todo su ser y ni tan siquiera lo entendía o conocía el porqué.
Los adultos decían que lucía era una niña revoltosa, inquieta y nerviosa. Pero a Diana le parecía un animal, igual porque la conocía mejor que nadie o igual porque le gustaba imaginarla así, como un animal, echado, aguardando, siempre alerta. Lo cierto es que su pelo electrocutado, la mirada felina y la forma de convertir cada acto de su vida en una pelea feroz siempre le había recordado a una bestia única y salvaje.
Y cuando los adultos le exigían decoro y cortesía, que comiera que con boca cerrada y no insultara a su profesor, que respetase la “reglas de la casa” o simplemente que hiciese lo que se le pedía Lucia se revolvía dentro de esa yugo infantil donde se la intentaba enjaular, gritaba y pataleaba, mordía e incluso a veces, cuando estaban solas en su habitación lloraba en silencio mientras Diana la abrazaba intentando entenderla o consolarla. El problema era que lucía tenía 10 años y aún no sabía expresar sus ideas con palabras.
La edad de poco importaba, Diana tampoco sabía expresar o tan siquiera entender qué era esa sensación que le apretaba el estomago cuando su hermana lloraba de aquel modo, como enfadada consigo misma por ello, por demostrar que aquello tenía un peso sobre su vida, que conseguía afectarla, y Diana seguía sin entender como le hacían sentir las lágrimas de frustración de Lucía ante el mundo,ella tan solo quería protegerla, abrazarla, consolarla, cogerle la mano y…y… que pasara algo más, algo importante, algo que anhelaba. Pero no sabía que.
Ahora aquella palabra, que ya por fin conoce, ha cobrado un significado distinto, tiene nuevas definiciones. Para lucia ahora significa el sonrojo en las mejillas de Diana cuando la coge por las muñecas para que no se mueva, o esos jadeos tan específicos y que tan bien conoce, que la hacen bufar de rabia cada vez que Lucía decide que no va a seguir con lo que está haciendo hasta que Diana le diga e.x.a.c.t.a.m.e.n.t.e que es lo que quiere que le haga.
-Lu, ¿en qué piensas?, llevas mirando esa página casi media hora con una cara muy rara- Lucia levanta la vista del libro y la fija en Diana con la mirada aun oscurecida por lo que andaba pensado.
Están en casa, es su día libre y como hace demasiado frío para salir se han quedado dentro leyendo, bueno Lucia está fingiendo leer, Diana anda en general trasteando por el salón sin llegar a hacer nada en realidad cogiendo y dejando cosas, moviéndolas de sitio una y otra vez como hace siempre que se aburre.
-en nada me he quedado pensando en tonterías- Sacude la cabeza y sonríe antes de agarrar a Diana de la mano para tirar de ella y dejarla caer en el sofá con un golpe sordo, antes de que le dé tiempo a abrir la boca para quejarse lucia secuestra sus labios en un beso lánguido, como el día. Lento- De cuando éramos pequeñas. conlcuye aun demasiado cerca de su boca, y al salir su aliento le hace consquillas.
Diana sonríe sin poder evitarlo, le gustaría seguir fingiendo enfado, pero cuando lucia se pone en ese plan siempre acaba rindiéndose a ella- ¿En qué pensabas exactamente?- pregunta curiosa mientras se reacomoda en el sofá para estar más cómoda, aprovecha el gesto para inclinarse un poco y dejar caer un beso como una caricia en su comisura.
-En cuando papa se enfadaba porque nunca le hacía caso y tú siempre me defendías cuando me castigaban- Lucia deja caer su peso sobre Diana mientras deja volar la mirada aun un poco inmersa en sus recuerdos, en la estantería hay una figurita que no recuerda que estuviera allí hace media hora.
-Se enfadaba porque jamás hacías lo que te pedían y al final me caían las broncas a mí por cubrirte- reclama Diana frunciendo el ceño. Y no le da tiempo a decir más porque rápida como un rayo Lu se ha encargado de darla vuelta a las tornas, y contra todo pronóstico esta vez es ella quien esta abajo, encajada entre sus piernas mirando a Diana con una sonrisa solicita.
- igual debería pedirte perdón por eso, pero creo que he mejorado en ese aspecto con los años- levanta una ceja seductora y acariciar despacio el costado de Diana hasta colar una mano bajo la camiseta para poder pegarla más contra sí.
Diana decide no decir nada, cree que todo está bastante claro. Cuando Lucía aquella tarde le dijo que no le apetecía salir por el frio ella acepto a quedarse en casa aun a sabiendas de que posiblemente acabaría más aburrida que una ostra, después de todo era raro que las dos libraran a la vez y pudieran pasar el día juntas. Asique eso, simplemente se queda callada y la mira un segundo antes de sonreír triunfal y aprovechar su oportunidad. Porque ella es versátil y sabe adaptarse, asique no pierde tiempo y en un movimiento digno de estudio agarra a Lucia por nuca y la besa con rabia y placer mientras la otra mano aprieta su cadera impidiendo que se mueve, dejando claro que hoy es ella quien manda.
Y a lucia se le olvida lo que estaba pensado en cuando la lengua de Diana se pierde dentro de su boca sin permiso y nota unos dedos fríos en la nuca apretandola.
Igual de pequeña Lucía era una bestia insumisa pero de un tiempo a esta parte ha descubierto que no le importa dejarse llevar un poco y ceder el control si es con Diana. Que de vez en cuando ser sumisa no esta tan mal.
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