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Algo Para Recordar por Dagi

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Notas del capitulo:

Fue como magia...

25 de Diciembre, día de Navidad.  

 

Dean se despertó alarmado con el llamado lejano de Sam. Se incorporó y gimió cuando vio la hora. No había pegado un ojo en toda la noche por estar releyendo los mensajes de Cas como si fuera un colegial.  

Y otra vez, sus pensamientos corrían en una sola dirección.  

¿Qué le estaba pasando?   

¿Por qué cada vez que pensaba en Cas no podía dejar de sentir un calor en todos los lugares correctos?  

¿Por qué con un tipo que había interactuado en pocas horas?  

Él tapó su cara con la almohada y fingió que nada estaba sucediendo.  

"¡Dean, levántate", llamó nuevamente Sam.  

¿Acaso el amor había tocado su puerta en Navidad?  

—Es época navideña, todo puede suceder...—murmuró contra la almohada.  

"¡Dean, te estamos esperando!"  

Demonios, era muy temprano todavía.  

"¡Dean!"  

—¡Cállate, Sam! ¡Ya voy, maldición!

Al parecer, algunas viejas costumbres no cambiaban entre los hermanos.   

"¡Feliz Navidad, idiota!"  

Dean le respondió con una sonrisa:  

—¡Feliz Navidad, perra!    

 

Durante el desayuno, Dean fue interrogado por su hermano y su cuñada. Sin duda alguna, su familia disfrutaba de toda la situación.  

—Si no te conociera bien, Dean... diría que no dormiste bien en toda la noche—comentó Sam con un brillo divertido en sus ojos.  

—Lo juro por Dios, Sam... no comiences una guerra que no puedes ganar—dijo con sequedad. Al instante, le dio una patada debajo de la mesa como advertencia.  

Sam saltó del dolor y casi se quema con el café.  

—¡Dean!—gruñó.  

Dean se encogió de hombros, indiferente.

—Solamente quería dejar en claro mi punto.  

¡Chicos! ¿podemos terminar el desayuno primero? Quiero llegar abrir los regalos—los reprendió Eileen mientras salvaba la comida que no habia caído al suelo.  

Ambos cedieron y Sam suspiró.  

—Mira, sólo quiero saber cómo te sientes, Dean. Eso es todo.  

—¿No crees que es muy temprano para hablar de estas cuestiones?—esquivó la charla, pero sabía que tarde o temprano tenía que ser honesto con su familia—. Bien. Solamente voy a decir que espero no estar cometiendo un error.  

Por mucho que Dean no quisiera admitirlo, su mayor temor en esos momentos era no saber si estaba precipitando las cosas. Es decir, ¿cuándo se había dejado llevar por sus impulsos sin importarle las consecuencias? De acuerdo, muchas veces, pero no era el caso con respecto a las relaciones. Esto no era una película romántica y no quería irse de la gran ciudad con el corazón roto.

Miró como su hermano asentía satisfecho con la respuesta y suspiró aliviado.  

—Con Eileen queremos que conozcas Nueva York. Las Navidades por aquí son muy especiales. Ya reservamos el almuerzo en Carmine's y luego podemos darte un Tour por los lugares mas concurridos. Tienes tiempo de sobra para llegar al Empire State y ver a Cas.  

***  

Sam no estaba exagerando con su descripción de Nueva York en Navidad. Dean no podía dejar de mirar las decoraciones en las calles y en las vidrieras de las tiendas. Todo era muy brilloso y grande. Exagerado era la palabra correcta pero a la vez, Dean creía que esa exageración se adecuaba con la ciudad.  

Aun así, él no cambiaría su hogar por nada del mundo. El pueblo de Stansfield poseía su desfile navideño, su kermés y el baile en la alcaldía.  

Muchas personas pasaban a su alrededor y Dean mentiría si dijera que no esperaba cruzarse con Cas. Cada vez que divisaba una gabardina, su pulso se aceleraba.  

Aunque, por otra parte, estaba seguro que Cas se encontraba sin escapatoria alguna en las reuniones organizadas por su amigo Balthazar.  

—La mayoría de las tiendas están cerradas, pero conozco una cafetería que sigue abierta y donde venden buenas tartas y pasteles. Qué te parece, Dean, ¿Quieres ir?  

Dean resopló ofendido con la pregunta. ¿Cómo su hermano se atrevía a dudar?  

—Lidera el camino, Sasquatch, de seguro llegaremos mas rápido si gruñes como King Kong y asustas a las personas.  

***  

Ya en la cafetería, Sam fue enviado hacer la fila mientras Dean y Eileen conseguian una mesa.

¿Estás nervioso, Dean?  

—Si te lo digo... ¿prometes no decirle a Sam? No quiero que se emocione. Ya sabes lo que sucedió ayer mientras contaba aquella pelicula.  

Eileen asintió con la cabeza, recordando.  

Lo prometo—firmó.

Dean se mantuvo en silencio por un segundo antes de seguir.  

—Mierda. Esto es peor que mi miedo a volar. Yo... no sé porque no puedo dejar de sentirme así.   

Creo que eres muy valiente, Dean. No todos estarían dispuestos en seguir a su corazón.  

—Bueno, Sam lo hizo—dijo Dean—. Ustedes son felices juntos. Eres la mejor, Eileen.  

La joven mujer refregó sus ojos, limpiándose las lágrimas que amenazaban con caerse.  

Gracias, Dean. Lo mío con Sam fue como magia.  

—¿Magia?  

Si. Lo supe, ¿sabes?—sonrió—. Lo supe la primera vez que lo ví. Fue como llegar a casa. A una casa que nunca había visto.  

¿Es eso lo qué le ocurría con Cas?  

En ese momento llegó Sam y todas sus dudas quedaron guardadas.  

—Entonces, ¿qué susurraban ustedes dos?  

—Nada... sólo que sería interesante verte con una nariz roja y unas orejas de alce.  

—¿Nunca te detienes, no?  

Eileen rió y se acercó a su esposo para darle un suave beso.  

Mi hermoso Rudolph.  

Sam se sonrojó y le dio una tímida sonrisa.  

—De acuerdo... Dean, aquí tienes, tarta de cerezas, una porción de pastel y café negro.  

Sam, maldito niño. Era el mejor hermano que Dean podía pedir.  

***

La tarde estaba cayendo, dando paso a las luces de la ciudad.   

Dean observó como el imponente rascacielos se iluminaba con los colores de las festividades y se sincronizaba con el ánimo de la gente.  

Pudo escuchar unos sonidos de sorpresa y algunos aplausos por la grandiosidad de la imagen.

—Vamos acompañarte—dijo Sam—. Luego debes subir hasta el piso 86.  

No te olvides de darle el presente—repusó Eileen con una sonrisa.   

Ante la insistencia de la joven mujer, Dean le compró un regalo a Cas.  

Entraron al edificio y caminó hacia el ascensor.  

Sam y Eileen se detuvieron y le desearon suerte.  

Dean subió directo al mirador.  

Las puertas se abrieron con un suave sonido. Varias personas salieron y Dean fue el último. El Botones lo saludó antes de cerrar sus puertas.  

Faltaban unos minutos para la hora acordada y Dean se mantuvo observando el paisaje como todos los demás.  

Recordó las palabras de Eileen y se preguntó si sentiría la magia una vez que Cas y él se volvieran a ver. Si la atracción y el sentimiento fuera mutuo.  

Bueno, eso lo sabría dentro de muy poco.  

Sin embargo...  

Una hora pasó y otra y otra, desvaneciéndose como las esperanzas de Dean.  

Cas no vendría.  

Los empleados del edificio anunciaron que cerrarían mas temprano y les pedía a las personas que empezaran abandonar el sitio.  

Dean miró en ambas direcciones y suspiró. Al final, su parte racional había ganado y le reprochaba su estupidez.  

Su corazón no se había roto, pero si dolía. Dolía mucho con la desilusión.  

El Botones dio una último llamado y Dean siguió a un grupo de personas.  

***

Dean fue en busca de su familia sin decir nada. Sam lo miró preocupado y trató de hablar con él.

—Dean...  

—Déjalo, Sam. Vámonos—contestó con un poco de amargura.  

Dean no le interesaba disfrutar de la arquitectura del lugar. Sólo quería salir de allí y olvidarse de todo. A mitad de su caminata, Eileen los detuvo.  

¿Dónde está el regalo, Dean?  

—¿Qué?  

—El presente para Ca-... la pequeña caja—añadió Sam.  

—¡Mierda! Lo olvidé allí.  

No importa, Dean—tranquilizó la mujer.  

Dean sacudió la cabeza.  

—Sí importa.  

Eileen también había invertido su tiempo en ayudarlo.  

Dean se dio media vuelta y volvió al edificio.  

Prácticamente corrió hacia la entrada.  

Los empleados trataron de no dejarlo pasar, pero Dean les explicó su problema.  

Después de unos segundos, le permitieron subir otra vez al piso de observación. Dean le hizo señas para que Sam y Eileen lo acompañaran.  

El silencio reinó durante todo el viaje y el Botones sólo habló cuando nombró el número de piso y salieron.  

—¿Te acuerdas a dónde pudiste dejarlo?  

—¡Sí, Sam!—dijo en alto—. Recuerdo que lo deje cerca de los teléscopios y desp.. —Dean se calló cuando vio una figura frente a él.  

Sus ojos no podían dejar de mirar a Cas, parado con su cabello revuelto y una expresión agitada en su rostro. En su mano sostenía el obsequio perdido.  

—Hola, Dean.  

—Hey, extraño.  

Cas caminó en su dirección, cortando toda brecha que los separaba. Se miraron por un breve tiempo y Dean comenzó a sentir miles de mariposas cosquillear en su estómago.

Era como magia.  

—Lo siento, Dean. No quería llegar tarde, pero tuve que escapar de una terrible fiesta.  

—Terrible, ¿Eh?—dijo un poco a la defensiva—. ¿Qué tan terrible, Cas?  

—Lo suficiente para que Balthazar sea el primero en querer irse conmigo.  

Eso si era una verdad convincente.

Dean soltó un suspiro de alivio.

—Bien. Te creo.  

Cas bajó su mirada hacia la pequeña caja.  

—Pude escuchar que buscabas esto, Dean—le extendió el regalo.  

Dean negó con la cabeza, rechazando su acción.   

—Es tuyo, Cas. Es tu regalo de Navidad.  

—Oh...—susurró asombrado—. Yo... ¿Puedo abrirlo?  

Dean sonrió.  

—Claro que sí. ¡Feliz Navidad, Cas!  

Cas rompió la envoltura y abrió la caja. De su interior sacó un pequeño ángel de cerámica.  

—Gracias... es hermoso—le devolvió la sonrisa—. No tengo un presente para darte... pero...  

—¿Pero qué?  

Cas no le respondió con palabras, en cambio, alargó su mano y tocó la mejilla de Dean con su pulgar.

—¡Feliz Navidad, Dean!—dijo mientras se aproximaba para besar sus labios en un dulce y persistente beso.  

Definitivamente era magia.

Dean lo aceptó y envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Cas, dejándose llevar por el beso. Sólo se alejaron cuando fueron interrumpidos por el bullicio detrás de él.  

—Debemos irnos.  

—Si.  

—¿Vamos?—Dean entrelazó sus manos con sonrisas cómplices y juntos caminaron hacia el elevador—. Cas...  

—¿Si, Dean?  

—Es un placer conocerte.  

 

Hay una canción que lleva el viento frío del invierno. Una canción que todos conocen. Habla de la temporada festiva y de la ciudad en particular.  

Porque en Nueva York uno nunca esta solo y menos en Navidad. 

Notas finales:

Gracias por leer. La historia fue inspirada por la película, Sintonía de Amor al igual que la escena entre Dean y Cas.

¡Feliz Navidad!


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