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Sonrisas Destinadas por 1827kratSN

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Habían sido años en los que su único objetivo con ese hombre fue: verlo sonreír. Simple en extremo. Cierto día, bajo el cielo azul, lo hizo, lo vio, y fue el momento más grande que quedó registrado en sus memorias.

Tsuna había llegado sosteniendo su pequeña creación en sus manos, ocultándola hasta que fuera el momento indicado, exaltado mientras juraba que sorprendería al fin a su estoico acompañante y éste, a regañadientes, se resignó a soportar el revolotear del castaño a su alrededor mientras seguía en ese bullicio

 

 

—Hazlo ya

—Se lo aseguro… esto le va a…

 

 

Un mal paso del muchacho, un tropiezo con una roca en medio del camino, aquellas manos no pudieron separarse debido a que escondían el regalo. Kyoya se quedó mirando como el más pequeño daba pasos errados intentando mantener el equilibrio, retrocediendo sin cuidado, y al final cayendo de sentón en el suelo arenoso. Aun así, las palmas no se habían separado incluso cuando el dolor parecía inminente para el castaño que hacía una mueca. Kyoya suspiró pesadamente antes de cederle la mano para ayudarlo a levantarse, pero, antes de que siquiera lo sujetara, Tsuna mostró su creación.

Un pichón aleteó un par de veces cerca de los dedos de Tsuna y del propio Hibari que se había acercado a este, trinó suavemente como saludando al mundo, emprendió vuelo hasta acercarse al rostro de Kyoya y picoteó la nariz del mismo un par de veces ante de silbar. Tsuna se quedó mirando la reacción del mayor, expectante, confiado al ver al pequeño pájaro amarillo regordete que seguía cantando algo suave y desconocido. El vuelo del ave fue corto porque enseguida una mano se extendió para darle soporte… fue ahí donde esos labios se curvaron formando una sonrisa sutil, la primera que Tsuna fue capaz de ver, la primera muestra de satisfacción real en Kyoya

 

 

—Al fin — susurró tan contento que hasta sus manos temblaron — al fin pude verlo sonreír

—Eres torpe — Kyoya extendió su mano libre para que el castaño la tomase, al sentirlo correcto, jaló al castaño hasta ponerlo de pie — sin remedio… herbívoro

—Su sonrisa ha sido un regalo grato, Kyoya — la propia muestra de felicidad brilló como una estrella en medio de la oscuridad

—Te emocionas por algo tan simple como eso — era él quien sentía su pecho rebosar de calidez al perderse en la sonrisa de Tsuna, aquella que era acompañada por esas mejillas rosadas que poco a poco tomaban un color más intenso

—Es que… siempre quise verla

—Hum

—Siempre quise ser el motivo de esa sonrisa — confesó sin avergonzarse más de lo debido o mostrando algo más de lo que pretendía

—No has sido tú — sonrió de lado — ha sido el ave

—Ha roto mi ilusión — se quejó el castaño mientras agachaba la cabeza, sin notar que de nuevo aquel hombre sonreía con diversión

—El ave está bien — instantáneamente tenía de nuevo esos enormes ojos chocolates mirándolo fijamente en conjunto con una sonrisa espléndida

—¿Le gustó?

—Lo suficiente — de nuevo su rostro estoico, escondiendo su real emoción

—Viniendo de usted eso es... ¡grandioso! — Tsuna soltó una risita suave

—No te pierdas — murmuró para dejar de ver esa sonrisa y darse media vuelta — Tsuna — sin embargo, prefirió darle una pequeña dicha más. Pronunciar el nombre que casi nunca usaba era una muestra de agradecimiento

 

 

Un gesto simple, una acción sin importancia. Tsuna sabía lo callado e inexpresivo que era Kyoya, pero captaba fácilmente las acciones con las que éste mostraba su verdadera “cara”, como aquella vez en medio del bosque en donde un par de humanos intentaron asaltarlo. En esa ocasión Tsuna estaba resignado a ceder sus valiosos artilugios recogidos en su caminata, entre ellos un hermoso cristal brillante, sin embargo, llegó Kyoya y con varios movimientos veloces dejó en el suelo a aquellos desconocidos. Tsuna ni siquiera logró captar bien lo que pasaba, lo único que sintió fue el brazo de Kyoya que rodeaba sus hombros y lo dirigían al sendero nuevamente. Fue raro, pero eso le dio la pista del tipo de trabajo que el azabache cumplía

Protección. Kyoya era un dios protector. A pesar de haber nacido en la cuna de la oscuridad, era un guía excepcional para los humanos. Tal vez fue eso lo que cautivó al dios recién llegado

En ese mismo momento algo parecido ocurría. Seguían a un grupo de guerreros que seguramente cumplirían el deber cedida por su rey, líder o simplemente contratista. Pedían guía al dios respectivo, rezaban en medio de su camino sin saber que el propio Kyoya los seguía silenciosamente sin dar posibilidad alguna de ser visto. Tsuna observaba todo con detenimiento y fascinación.

Aquellos humanos eran orientados por los senderos correctos, se les proveía de agua constantemente a través de ríos que atravesaban el área, fueron salvados incluso de un deslave de rocas con un sólo movimiento del brazo de Kyoya… ninguno murió antes de llegar a su destino, aunque para eso Kyoya tuvo que guiarlos en el ataque a un grupo enemigo, el cual pereció en medio del bosque.

Kyoya siempre dijo ayudar a quien lo solicitaba e ignorar a quien no creía en él. Sonaba cruel, pero era la realidad que vivían

 

 

—Cada uno de ellos le debe su vida — mencionó cuando quiso romper el incómodo silencio formado después de la masacre

—No necesito gratitud de nadie. Hago esto porque quiero

—Lo hace porque cree que es correcto ayudar a quienes piden su ayuda. Es un acto generoso, Kyoya — sonrió con leve tristeza pues él jamás estaría de acuerdo en proveer muerte a alguien

—Ves cosas en donde no las hay

—Veo bondad en donde existe — contraatacó

—Eres sólo un herbívoro soñador

 

 

Era cierto, Tsuna soñaba, a veces demasiado. Tanto que en ocasiones era doloroso porque, a pesar de saber que debía tomar una decisión pronta, la estaba aplazando todo lo que le fuese posible. ¿Eso estaba mal? ¿Desear ampliar su estadía junto a Kyoya estaba mal? Tal vez sí

Retornaban al hogar del azabache usando el mismo camino tomado para acompañar a la tropa; en silencio, uno junto al otro, sin nada más que la compañía mutua. El cielo sopló de pronto, Tsuna se acurrucó en su capa sintiendo el frío clima, pero sonriendo porque, cuando fue necesario, el azabache a su lado lo cubrió con su capa también. Agradeció como era debido, disfrutó de pegarse un poco más a Kyoya, sintiendo el aroma y calor contrario, se deleitó con toque de sus brazos, incluso cuando varias gotas del cielo empezaron a caer sobre ambos.

El agua cedida por el cielo mojaba todo, incluso a ellos quienes a pesar de ser dioses decidieron actuar como personas normales en esa ocasión y dejar que el frío calara sus huesos y sus pisadas resonaran en el agua acumulada en el suelo

 

 

—¿Está bien, Kyoya? — investigó cuando la tormenta se volvió insoportable incluso para él que estaba debajo de la capa contraria, la que lo cobijaba amablemente

—Sí

—Pero se está mojando más que yo

—No importa

—Podríamos usar mi poder para evitar que las gotas nos golpeen — un rayo iluminó todo y Tsuna vio el rostro serio del azabache… un hermoso perfil que a veces rememoraba en sus sueños

—También puedo hacerlo

—¿Y por qué no lo hace?

—Porque me gusta la lluvia, herbívoro

—Ya veo — Tsuna sonrió mientras se aseguraba que entre sus ropajes el ave amarilla, de nombre Hibird, que le cedió a Kyoya estuviera caliente y seca

 

 

Caminaron largo rato escuchando los truenos, viendo los rayos, sintiendo frío, incluso resbalándose con el lodo creado por la combinación de elementos. Tsuna, en un par de ocasiones, casi cae debido a un mal paso, pero terminaba siendo rodeado por los brazos contrarios que lograban equilibrarlo. El castaño reía por ese detalle, porque a pesar del bochorno estaba su embelesamiento por el contacto protector que el mayor le brindaba.

En el camino sólo una vez Kyoya resbaló y Tsuna, en correspondencia a la amabilidad mostrada hacia él, intentó ayudarlo, mas, no fue lo suficiente rápido o prudente. Ambos cayeron al suelo lleno de lodo cuando una serie de errores los perjudicó. Tsuna acunó a hibird en su pecho cuando ingresaron al bosque así que se concentró en él al momento de la caída, Kyoya se aseguró de que Tsuna no se lastimara al sujetarlo contra su pecho, y al final quedaron en un incómodo silencio por la evidente tontería que acababa de ocurrirles

 

 

—Lo siento — murmuró Tsuna al sentir como Kyoya los cubría con la capa para evitar las gotas que disminuían en número y potencia

—Está bien — susurró al cubrirse por completo con la capa y con su mano derecha crear una pequeña esfera de luz para iluminar su propio refugio improvisado

—Es la primera vez que veo eso — sonreía Tsuna mientras apuntaba a aquella lucecita y dejaba salir a Hibird para que aleteara sus, seguramente, entumecidas alas

—La uso para guiar a los… — Kyoya se quedó mirando el rostro levemente iluminado del castaño, en cuyo cabello el ave amarilla decidió reposar — escuadrones

—Lamento ser torpe y dejarlo en esta situación, Kyoya — miró el brazo elevado del azabache que actuaba como soporte para la capa que les daba refugio de la lluvia y se sintió culpable

—No importa — respiró hondo para controlar aquella sensación extraña en su cuerpo, pero era complicado

—Tiene un poco de barro — rió suavecito mientras arrancaba una sección limpia de su atuendo para usarla de pañuelo y pasarlo por la mejilla ajena

—Tú también

—¿Dónde?

—Hum — estiró su mano para deslizar sus dedos por la mejilla del castaño y quitar una manchita, pero después no dejó de tocarlo, ni de mirarlo. Ya era imposible detener su accionar. Sostuvo aquel rostro con delicadeza ajena a sus acciones normales y lo atrajo hasta que esa mejilla tocó su pecho

—¿Kyoya? — Tsuna enrojeció cuando pudo escuchar de cerca el latir acompasado de ese corazón que seguramente duraría siglos

—Quédate quieto — lo rodeó con su brazo libre mientras la avecilla se acomodaba mejor en el revoltoso cabello castaño

—Usted es calientito — murmuró con una sonrisa, sintiéndose afortunado por ser cuidado de esa forma

—Basta — masculló

—Debo ser una molestia, pero tranquilo… me iré en la mañana — se disculpó

—¿Por qué? — apretó un poco su abrazo para pegar al castaño aún más a su cuerpo

—Porque usted me puso ese límite de tiempo para acompañarlo

—Un día más… te permito quedarte un día más, Tsuna — quiso golpearse a sí mismo por derribar la barrera que él mismo se impuso. Era idiota en ocasiones

—¿En serio? — emocionado se separó del mayor para mirar directamente a esos ojos azules y le sonrió — Gracias

 

 

Embelesado con esa pureza, seducido por esa sonrisa, no supo ni cuando, ni en qué año pasó, pero no podía negarlo más. Kyoya se acercó al rostro inmaculado de Tsuna, lo rozó con su mejilla inicialmente disfrutando del calor que despedía. Guiado por su deseo más censurado, besó la piel sonrojada en esa mejilla suave. Y, finalmente, mirándolo de frente, brindándole una sonrisa burlona por el bochorno ajeno… unió sus labios. Un toque sutil que hizo a Tsuna abrir sus ojos desmesuradamente, un contacto corto que Kyoya repitió cuando admiró la sorpresa ajena. Un beso que fue correspondido con vergüenza mientras ambos cerraban sus ojos y dejaban que el contacto de sus pieles hablara por ambos.

Tsuna rodeó el cuello del mayor para saber que no estaba soñando, Kyoya lo abrazó con ambas extremidades sin importarle que la tela cediera y los descubriera. Las gotas habían parado, el cielo se despejaba, el sol iluminaba el momento y el silencio les daba la privacidad que ambos dioses necesitaban

 

 

—Quédate

—Claro que sí — sonrió apenado

 

 

Un día más, tal vez dos, tres o cuatro. Tan sólo besarse, mirarse, acariciarse. Tan sólo disfrutar de la compañía silente del contrario. Tan sólo expresar que en algún punto cayeron en el sentimiento más puro que incluso a los humanos se les permitió experimentar.

Estaban enamorados, era evidente

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Notas finales:

FELIZ AÑO NUEVO~


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