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Jump to emptiness. por Natkido

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-¿Nervioso?- pregunto Sanji mientras miraba el paisaje típico de la Ciudad monótona de San francisco, por la ventana del automóvil, viendo pasar los edificios grises y comunes ante sus ojos y apesar de la carencia de belleza los encontraba entretenidos.
 
-¿Crees que debería de estarlo? - pregunto Zoro, con la vista fija en el camino y con las manos agarradas firmemente en el volante. 
 
-Tal vez- se encogió de hombros - No me molestaría si lo estuvieras- confesó, volteándolo a ver y es que a el parecía mejor vista la que le ofrecía los rasgos de su pareja que la que se hallaba a través de la ventana. 
 
-Pues no, no estoy nervioso, los divorcios se dan todo los días- se encogió de hombros restandole importancia- No es la gran cosa- miro el GPS del auto y guiándose de el dio una vuelta a la izquierda. 
 
-¡Claro que es la gran cosa!- grito efusivo el rubio, acercado su cuerpo al del conductor, prestando completa atención al otro- Es ¡Tu! divorcio- enfatizó la palabra tu tan exageradamente que saco de Roronoa una sonrisa divertida.
 
-Es solo un papel- dijo a la vez que una mano se soltaba del volante para sujetarse a la pálida mano de su novio, repartiendo de forma rítmica caricias dulces.
 
-Lo se- acepto en un suspiro, dejando caer su cabeza en el hombro del otro, usándolo como almohada- Es solo que me molesta que nunca le des la importancia que se merece a cosas como estas- se sincero el chico.
 
-Es que cosas como estas no la merecen.
-Lo que digas- decidio dar por terminado el tema al ver que no llegaría a ninguna parte.
En su lugar su nariz se dedicó a inspirar con fuerza el aroma que desprendía el cuello del espadachín y esta avariciosa se instaló detrás de su oreja, donde el olor era mas fuerte. Soltó un gemido complacido y su lengua ávida de sabor, probó el cuello de canela, dejando a su paso un tibio camino de saliva.
 
-No distraigas al conductor - comentó con gracia el moreno. Aunque sus acciones contradecían sus palabras, pues ladeo la cabeza al lado contrario, permitiéndole seguir disfrutando su piel- ¿Tu estas nervioso?- pregunto esta vez Zoro.
 
-No...- susurro sin prestar atención a la conversación, ya que todos sus sentidos se encontraban atrapados por la deliciosa textura de la piel de Zoro contra su lengua y labios.
 
-Pareces un gato...- comentó, al sentir el tibio y húmedo músculo acariciar su clavícula- ¡Para ya!... Me vas a dejar todo babeado- su rostro se deformo en una fingida mueca de asco.
 
-No quiero- dijo remilgon, dejando aún más babita por donde pasaba su boca, buscando provocar verdaderamente a su pareja. Y lo consiguió, pues este lo apartó de mala gana de su cuello, limpiando el mismo con la manga de su camisa.
 
En el rostro del rubio se formó un puchero, extremadamente marcado y Zoro sólo pudo reír con verdadera diversión al ver esa actitud infantil que el otro ponía cuando se encontraban en ese tipo de momentos, llenos de intimidad y cariño marital.
 
El peliverde siguió manejando con la vista atenta en el camino, como en el GPS del automóvil. El cual su ahora pareja se había tomado la molestia de colocar cuando fue consiente del grave problema que tenía Zoro con respecto a la orientación. 
 
Solo pasaron un par de minutos para que Zoro viera a lo lejos el complejo de casa de fachada café y jardines verdes que el conocía a la perfección. 
 
En varias ocasiones giro el volante, andando por las calles que en más de una ocasión recorrió junto al lado de la que muy pronto sería su ex mujer.
 
Estaba seguro que su yo de esos ayeres no creería la situación que su yo presente estaba viviendo. Pues su antiguo ser juraba que envejecería al lado de la morena, en aquella casa que con ilusión y esfuerzo habían comprado entre los dos. La cual fueron llenando poco a poco de muebles y objetos del gusto de ambos. Con la esperanza de que en un futuro lejano ambos vieran desde la ventana de su sala a sus nietos jugar en aquel inmenso patio, mientras sus propias manos arrugadas se sostenían con fuerza y amor.
 
Pero las cosas habían cambiado en el momento menos esperado. Dando así un giro a todo un futuro que el ya tenia planeado. 
 
Ya no era la mano de Robin la que sostenía entre las suyas. Si no la de un joven de enigmáticos océanos llenos de secretos y misterios. Un hombre que conocía el dolor tanto como el. 
 
Que día tras día peleaba a su lado en contra del mundo que decidió señalarlos por besarse en público y por estar en la cama del otro cuando ambos compartían el mismo órgano entre sus piernas.
 
Ahora la casa en la que soñó envejecer cambio a un departamento con ventanales aquí y halla. 
 
Sus nietos dejaron de tener cabello negro, para ser ahora unos rubios de piel blanca. Pues Zoro se había ensañado en adoptar a una niña con las características físicas de su pareja. Y cuando esta creciera y se casara les daría a los dos un par de nietos con esas bellas facciones que Zoro amaría ver predominar en su familia. 
 
Dichos nietos ya no jugarían en un patio. Ahora los pequeños se dedicarían a hacer travesuras y desastres en su sala, junto con el perro de pelaje esponjado y blanco que Sanji insistía en adoptar.
 
Mientras la hija de ambos trataría de controlar el desastre que serian los niños. 
 
En cuanto al esposo de esta se disculparía con un celoso Sanji que creía que su yerno no era merecedor de su princesa. Mientras, el propio Zoro vería a su familia desde su sillón con una sonrisa satisfecha y llena de amor.
 
Sin duda esa vida le gustaba mucho más que la pasada y es por eso que se esforzaría todos los días para que no cambiará. 
Aunque el sabía que no estaba solo en eso. Sanji también pondría muchas ganas en mantener su relación. Trabajarían en equipo, con las manos siempre enlazadas, luchando por un objetivo en común. 
 
Ese objetivo era su felicidad...
 
- ¿Cual es la casa?- pregunto Sanji con voz curiosa, interrumpiendo la imaginación de Zoro. 
La pálida cara del cocinero se encontraba pegada al vidrio de la ventana, mirando todo con enormes ojos examinadores. 
 
-Quita tu cara de la ventana- dijo dando la ultima vuelta en la esquina de la calle donde su antigua casa se encontraba- Asustas a la gente.
 
-Lo dices como si tuviera un rostro de espanto- dijo retirándose de la ventana, para sentarse como era debido en el esponjoso asiento del copiloto.
 
-Que bueno que lo pillas- se burló risueño.
-Eeeehh...- grito indignado- eres un bastardo muy cruel y mentiroso.
-¿Seguro que hablas de mi?, por que parece que te estas describiendo- comentó un poco distraído, mientras llevaba el auto y lo estacionaba justo enfrente de su antiguo jardín. Un suspiro salió de sus labios y solo hasta ese momento se dio cuenta que lo estaba conteniendo- Es aquí...- dijo con voz baja, mientras el motor del automóvil se apagaba.
El silencio lleno el automóvil por largos minutos y este sólo fue roto cuando de la boca del cocinero salieron las siguientes palabras:
-Linda casa.
 
-No mas linda que nuestro departamento- contestó Zoro y ese comentario dejo un suave calorcito en el pecho del cocinero que fue incapaz de ocultar su gustosa sonrisa.
 
-¿Quieres que te acompañe?- pregunto Sanji, mientras sus manos jugaban nerviosas con su encendedor dorado, el cual saco de su bolsillo cuando el silencio se instaló entre ellos.
-No hay necesidad, será rápido- después de decir eso, Zoro se inclinó hacia Sanji, dejando en los rosados labios de este un beso dulce que lo hizo suspirar - Te amo- susurro tan bajo, tan lento. Como si esa palabra fuera un secreto solo de ellos. Un tesoro personal que solo el otro tenia permitido conocer.
 
-Yo te amo aun mas- dijo Sanji, con el corazón abierto. Completamente expuesto ante Zoro...Para Zoro.
 
El peliverde se bajo del automóvil y fue seguido inmediatamente por el rubio, quien relajado se recargo en el capote del carro negro, en una silenciosa señal de que estaría ahí por si Zoro lo necesitaba.
 
El espadachín le dedico una de sus tantas sonrisas cómplices para después con pasó firme y la mirada en alto, entrar en su antigua casa.
 
Al abrir la puerta principal su ex-hogar lo recibió con el dulce olor a flores y colores morados que impactaron con potencia en su retina, dejando una agradable sensación en su subconsciente.
 
Los muebles limpios y el piso brillante le trajeron recuerdos de un pasado que le resultaba tan lejano.
 
Como si todo lo vivido hubiera sido solo un sueño dulce, que acabo como una horrible pesadilla a causa de una infidelidad. 
 
Pero el sabía que no era un sueño. El no se despertaría y encontraría todo como antes. No tendría a Robin sujeta a su pecho y no volvería a sentir su calor y ni su suave piel sobre la suya.
 
Negó con la cabeza y una sonrisa sin gracia tiro de sus labios. Ya no existía razón alguna para vivir en el pasado. Esa vida suya ya había acabado hace más de un año.
 
El sonido de tacones al topar con el piso llegaron a los oídos del hombre quien se giro con dirección al estudio que había en la pequeña casa y justo de ese lugar salió la morena. La boca de esta se hallaba abierta en incredulidad y sus ojos azules desprendían emoción y esperanza. 
 
Zoro se mordió el labio inferior con culpabilidad. El ya no era el claro representante de esa emoción y esperanza en la vid de la morena y nunca en ningún futuro lo seria.
 
-Zoro...- la alegría desbordó de cada letra del nombre del peliverde. Tan dulce como el algodón de azúcar. Tan empalagosamente adictivo como la miel.
 
-Robin...- respondió a su llamado, acercándose a la mujer con una sonrisa tranquila. Sin rencores en sus labios. Sin reclamos en sus ojos. Sin amor en el corazón- Es bueno verte después de tanto tiempo...
 
-S-si...- susurro nerviosa- lo mismo digo- sus manos temblaron, en la cúspide de la adrenalina- Te extrañe tanto- confesó sincera, como solo ella podía ser. O como Zoro creyó que siempre fue. Lastima que sus acciones le mostraron que nunca fue así. No por lo menos en su relación
 
- L-lo siento tanto...- lágrimas brotaron de los lagos azulados que tenia por ojos al no recibir contestación. 
 
-No- la corto de inmediato su ex-pareja- No tienes que disculparte de nada- las caricias de las manos morenas sobre los hombros de la mas alta, tranquilizaron de inmediato a la mujer que ahogo en su garganta un sollozo de dolor- lo que paso no fue solo tu culpa, yo también soy responsable y fue mi error el hacerte cargar todo sobre tus hombros- el ligero masaje que los largos dedos de caramelo implementaron en los tensos músculos de la chica la hicieron relajarse de inmediato.
 
-¡Eso no es cierto!, yo falle, ¡Te falle!- elevo la voz con arrepentimiento. Sus ojos brillaron gracias a las lagrimas y una tormenta de tantos sentires cubrió como un manto negro todo su ser.
 
-Basta Robin, Ya no te tortures mas, no tiene caso.
 
Esa oración logro congelar el cuerpo de la mujer. Un agrio sabor lleno su paladar y su corazón grito desgarrado al comprender el significado tras esas palabras. Quiso llorar, quiso gritar y lamentarse como un alama desconsolada.
 
-¿Ya no tiene caso?- pregunto y su corazón rogó en silencio una negativa. Esta no llego para desgracia- ¿No planeas regresar conmigo? Verdad...- Zoro negó con la cabeza con tranquilidad, mientras el movimiento provocaba una sinfonía suave y gentil de los pendientes dorados que colgaban del odio de Roronoa. Y con dicha sinfonía las esperanzas de la morena fueron cayendo, tan lentamente.
 
Ante sus ojos pasaron todos los años que vivió con Zoro como su amiga, amante, esposa y compañera y solo hasta ese momento entendió que su relación ya no tendría salvación.
 
Fue tonto para Robin pensar que personas como ellos dos tolerarían ese tipo de traición. Pero quien podía culpara, si solo era una mujer que buscaba el amor que se le negó de joven, no importaba de brazos de quien viniera ese cálido sentir. Si era Zoro o era Law quien la adorara no le importaba mucho, por que sabia que los dos la amaban. Quizás el espadachín ya no la amara como pareja después de su desliz, pero ella sabia que siempre estaría su marca, su esencia en la vida y el alma de Zoro.
 
En silencio, el hombre dejo los papeles del divorcio en manos de la delicada mujer. La beso en la mejilla y con paso ni apresurado, ni lento dejo la casa con un suave sonido de la puerta al ser cerrada.
 
Sanji estaba esperando por el. Con su eterno cigarrillo colgando de sus labios rosados. Zoro sonrió con amor y a cada paso que daba la imagen de su esposo envejecía con belleza. Las arrugas llenaron su perfecto rostro y su cabello de oro se fue volviendo plata.
 
Al rededor de este, la ilusión de dos pequeños rubios jugando de aquí halla, con enormes sonrisas en su rostro infantiles, lo complementaron. Junto con una mujer de hermosura sin igual al lado de un hombre que sin un rostro fijo la abrazaba.
 
Zoro tuvo una visión ese día, tan clara como el agua, tan real como los colores y tan cálida como los rayos del sol.
 
Esa seria su vida en un par de décadas y con el avanzar de su andar el se iba acercando mas a su Sanji. Solo unos metros de el. Podría estirar la mano y ya seria capaz de tocarlo. 
 
El estaba a un paso de su felicidad.
 

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