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ACCEPTANCE por Osaki

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Notas del capitulo:

Lamento la demora, tengo la mente dispersa en varias cosas y procrastiné mucho el venir aquí, gracias por leer, sé lo desesperante que es esperar la actualización, algo cortito pero vienen más cosas, sólo dejen que ordene mis borradores quiero saltar de una cosa a otra y eso no se debe jajajaja. Ya lean, besos.

 

La vi de pie en la esquina de la calzada, esperando que el semáforo cambiara de color para, como yo suponía, cruzar al frente. Era bajita, su pelo largo y castaño se veía hermoso y ondulado, aun cuando pretendía esconderlo cubriéndose con su enorme capucha negra yo podía verlo, al igual que su naricita redonda. Parecía una pequeña renegada de la sociedad; encendiendo un cigarrillo, vistiendo un parca negra,  jeans desgastados y unos botines que me parecían más adecuados para un chico.

―¿Saben tus padres que fumas? ―intervine al verla dar la primera calada.

―¿Saben los tuyos que eres un idiota? ―touché. Sabía defenderse, al parecer.

―Creo que ya lo sospechan ―intervine quitándole el cigarrillo de los labios en contraataque a su respuesta―. Estas cosas hacen daño, no crecerás ―noté que contuvo su sorpresa por mi repentina acción y le pudo más la curiosidad que el orgullo rato después porque vi por apenas unos segundos como giraba el rostro para verme. Tenía unos enormes ojos castaños y sus labios incitaron en mí algo que no comprendí o que no quise comprender. Volví a observar su nariz redondita cuando desvió la mirada notoriamente fastidiada pues yo me estaba fumando su cigarrillo y no se lo iba a devolver.

La vi girar sobre sus pies y darme la espalda para cruzar la calle, súbitamente la tomé del brazo y la atraje a mí, no pude ver su rostro, me extrañó que a pesar de lo repentina de mi reacción ella no opusiera resistencia, ni siquiera al mínimo. Por escasos segundos sentí su mirada sobre mí y luego cuando di un paso atrás se echó a correr como alma que lleva el diablo. La pobrecilla ni había notado que le quité la cajetilla de cigarrillos de la chaqueta.

Me fumé uno y seguí mi camino hasta el edificio principal de Deluxe, en el salón de eventos privados, situado en el último piso se celebraban fiestas (valga la redundancia) demasiado exclusivas, fiestas que únicamente el dueño de la compañía se gastaba con sus mejores amigos, gente que se codeaba a su nivel y compartían con él más allá de un simple negocio o relación familiar de hace años, de esas típicas sentimentales en que pasan la infancia juntos y luego son amigos de por vida, no; las relaciones que tenían los invitados a éstas fiestas tenían su algo especial, iban más allá que un compromiso social.

En lo que a mí concierne, al llegar no tenía claro cuál papel desempeñaba yo en la fiesta: invitado o guardia de seguridad infiltrado entre los invitados. Es decir, yo tenía el privilegio de la confianza de uno de los personajes más importantes allí presentes, y por esa razón me habían llamado a ir, pero por otra parte era a través de mi trabajo por el cual había conseguido gozar de esa confianza tan pronto a diferencia de los demás y dadas ésas circunstancias especiales no estaba seguro de por qué razón me habían llamado allí. En la primera oportunidad intercepté a Yoshi para preguntarle si me iban a pagar: me respondió con un chiste y se apartó entre la multitud porque ya pronto comenzaría el acto principal.

Ése día se celebraba el cumpleaños del socio, mejor amigo y casi padre del Dueño de Deluxe, Deyama Toshimitsu. Para ello Tetsuya se había encargado de preparar una celebración en su honor. Una selecta cantidad de gente se hallaba en el lugar, y yo me entremezclé en la multitud para asegurarme que nadie hacía una estupidez, se entiende ¿no?

Era la típica fiesta de etiqueta con invitados pijos, todos se reunieron en torno a lo que parecía ser el escenario principal, y comenzaron con las palabras de bienvenida, los agradecimientos por la asistencia los invitados hasta que finalmente llegó el momento del brindis. Yoshiki, como típico buen amigo multiuso que siempre estaba en todo se encargó de dirigir el discurso, y para qué mentir, sus habilidades de orador eran proporcionales al especial carácter que se cargaba; Toshimitsu subió a su lado cuando oyó su nombre y todos aplaudieron al unísono y bebieron en honor al cumpleañero. El señor Deyama dedicó unas palabras de agradecimiento a los asistentes elevando su copa con fingida afectación de emotividad, cosa que quizá no sólo a mí, no sorprendía, ése tipo era de hielo.

―Pero también tenemos un número especial ―Yoshiki detuvo a Toshimitsu para que aguardara lo que supuse, era una última sorpresa ése día―. Lo preparamos para ti, espero que te guste.

 

Hasta entonces noté que habían de fondo al “escenario” unas cortinas color vino, a tiempo de las palabras de presentación, éstas se fueron abriendo con parsimonia develando un piano de cola blanco y en un banquillo frente al ostentoso instrumento una damita con antifaz, llevaba un peinado sobrio que recogía todo su cabello en la coronilla dejando a la vista un hermoso y fino cuello adornado por una gargantilla, su rostro escondido era adornado por dos mechones ondulados que resaltaban el contorno de su rostro; la admiré como un idiota y ni siquiera había empezado a tocar, anunciaron algo de Chopin creí oír mientras me deleitaba con el nerviosismo de la muchachita. Me produjo escalofríos verla apretar los labios, tragar y tomar aire irguiéndose para interpretar la pieza… tan ensimismada.

Me la imaginé frente a mí, a solas. Yo paseándome alrededor suyo, contemplando cautivo la belleza de su melodía, la vi llorar arrastrando sus dedos por las teclas, como si danzara rumbo a la locura y arrancó desde mi pecho lágrimas de sangre que brotaron por mis ojos por lo cruel que se me hacía verla así, encadenada al piano; dulce, hermosa, grácil, pero atada a un mundo que ella no quería… “sí, es cruel” pensé. Me perdí por completo como nunca hechizado por sus notas. No estoy seguro de sí alguien pudo observar lo mismo que yo en ése preciso instante, si la vieron entregarse en la melodía como viajando sobre las nubes, como si de pronto la melodía la hubiese descompuesto en un suspiro y la elevara hasta el cielo a donde realmente pertenecía, si la vieron fundirse en la luz que irradiaba sin darse cuenta, no sé… no sé qué es lo que vieron los otros, no sé si vieron lo que vi, porque cuando dio la nota final y “despertamos” pude ver que varios invitados, tanto hombres como mujeres tendían el pañuelo para limpiar algunas lágrimas, otros escondían la emoción con risas sueltas, torpes, y finalmente yo, agaché la cabeza pasando el dorso de la mano por mi rostro comprobando que, había llorado también.

Los aplausos interrumpieron la atmósfera mágica de nostalgia que se produjo, Yoshiki se apresuró a levantar el micrófono y pidió entonces que la muchacha interpretara una de Beethoven a lo que la joven asintió repitiendo igual que antes, la manía de apretar los labios embarrando un poco el labial rojo en ellos. A mitad de la pieza me pareció que se equivocó, Yoshi dejó el micrófono disculpándose, argumentando que esa pieza quería interpretarla él para su querido amigo y se encaminó al piano. Nuevamente se oyeron los aplausos llover y la joven se retiró ofreciendo una venia a la cual pocos prestaron atención porque, oh, sorpresa, Yoshiki no sólo era buen modulador y organizador, también era un erudito en cuanto a música se trataba y como era de esperarse dio un gran espectáculo a la audiencia.

 

No pude prestar atención al resto de la celebración, la joven me había turbado por completo. Lo que restaba de la velada me la pasé cavilando acerca de cosas son sentido, prácticamente en nada pues sólo repetía una y otra vez la escena de antes en mi cabeza, me la imaginaba a ella conmigo y me embriagué más de la cuenta sólo con su imagen rondando en mi cabeza. Yo la conocía, no podía decir de dónde o cómo, pero algo me decía que era así y aunque no fuera cierto, resultó un sentimiento tan agradable que insistí con ello en mi mente y para mí, aunque se probara que no, yo la conocía.

Avanzada la noche observé me retiré a uno de los pasillos, ya no había tanta gente como antes y me di el permiso de descansar un poco, tampoco se presenció ningún incidente así que no le encontré inconveniente a perderme un rato. Las cosas suceden por algo, eso dicen por ahí… Hallé a la joven del antifaz apoyada en el marco de una ventana, contemplando el basto infinito cielo, absorta en el paisaje, viajando a no sé dónde y la quise alcanzar, pero me detuve súbitamente cuando oí los pasos de alguien más y la joven espabiló. No sé por qué me escondí detrás de una de las mesitas decorativas que había y espié, como todo un imbécil pueril.

―¿Qué haces aquí? ―una voz varonil, blanda.

―Ah ―negó sacudiéndose el vestido, pronta a retirarse cuando el otro le sostuvo del brazo y la devolvió a su lugar.

―Pensé que te habrías ido… ―silencio―. Te ves preciosa, quién lo diría, aún más, quería tomar aire y te encuentro aquí… qué suerte ¿no?

La vi bajar la cabeza, no se sí por pena o incomodidad, yo quería que fuera lo segundo.

―¿No vas a decir nada?

La joven trató de escabullirse pero nuevamente fue devuelta a su lugar a diferencia que ahora el cuerpo del otro la cubría. Me sentí rabioso y no estoy seguro de si lo que vi fue un forcejeo y una risa sarcástica, tal vez sólo buscaba motivos para entrometerme, e iba a hacerlo, pero alguien más apareció.

―¡Yasu! Joder, ¿qué haces? Déjala ya. Llevo buscándote desde hace rato…

―Daigo por favor, ¿qué carajo quieres?

―Nada más mírate animal, estás borracho, ven conmigo ―le tomó por un hombro apartándolo de ella.

―¿Qué? Por favor, no estoy borracho, ya déjame. ¿Crees que no sé que quieres quedarte a solas con ella?

―Ah, basta, no la metas a ella…

―No me calles ―agarró a la chica del brazo produciéndole una mueca de dolor que disimuló mal.

―Ah, Yasu, me ignoras para ligarte nenas, ¿qué te pasa? ―le cinchó por la cintura con el brazo entre risas y logró apartarle de la menor― ven, me debes unas copas, y el baile principal.

―Pero tú serás la chica ―se rió el rubio.

―¿Ah? Soy más varonil que tú, de eso nada ―le siguió el otro y se perdieron al otro lado del pasillo. Agradecí muy dentro de mí que no pasaran por donde yo estaba porque habría sido incómodo tener que explicarles qué hacía allí evidentemente escondido.

Volví a verla. Se había quedado viendo el lugar por el que los otros se habían ido, cómo es de malvado es destino, se mofa de nosotros de vez en cuando y lo hace tan descaradamente que a veces desquicia. Yoshiki apareció.

Lo reconocí al instante por su excepcional melena rubia, su ropa ceñida y la complexión de los hombros.

―¿Todavía aquí? Puedes irte ―suspiró cruzándose de brazos, parecía molesto o triste, decepcionado―. No me veas así. Luego hablaremos… Practicamos tanto ¿Cómo…?

―¿Qué haces? ―emergió de la nada la persona que menos esperaba, pero bien qué más podía esperar. Al menos aún nadie me veía allí.

―Ah, Toshi. Nada, despachaba a Natsu, ya es tarde.

―Tienes razón. Natsuki, querida, vete a casa. Haz que alguien la lleve ―ordenó al rubio.

―Heath podría, seguro está por irse si no lo hizo ya.

―Claro, ve ―alentó a la muchacha, ella le estrechó las manos, inclinó la cabeza y se retiró por delante con Yoshiki a su lado y Toshimitsu les siguió.

 

 

 

 

Aquella madrugada me consumió en medio del sueño, una angustia incomparable, dentro de mí anhelaba haber tenido una oportunidad para hablar con ella, escuchar su voz, porque claramente debía ser la de un ángel. Soñé que la encontraba de nuevo y nos sentábamos juntos, yo la tomaba de la mano y ella me veía, estuvo a punto de hablarme pero no pude oír su voz, el sonido intermitente del teléfono me interrumpió. Desperté, pero no atendí. Sabía muy probablemente quién era y no tenía cabeza para nada en ése momento, mucho menos para personas que sólo lo buscan a uno cuando les conviene o hace falta por interés.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

―Es preciosa ―resolví sin prestar atención al café que acaban de dejar frente a mí, acaba de contar en breve lo sucedido la noche anterior y no tuve más palabras para describir a la misteriosa muchacha de Toshi que aquello; mi mejor amigo y mentor me sonrió burlón dándole una mordida a su emparedado y viendo al exterior por la ventana del local.

―Te llamaron anoche.

―No hablemos de eso ―lo evadí endulzando mi café y le di una mordida a mi croissant.

―Pues, debió ser importante porque me telefonearon a mí después para preguntarme por ti.

―¿Cómo los soportas? Después de lo ingratos y malnacidos que fueron contigo.

No lo estaba acusando de nada, él lo sabía, sólo me frustraba cómo sucedían las cosas. Sakura se encendió un cigarrillo con la misma calma de siempre, aunque en ese momento me supo desesperante entendía bien que él tenía el asunto resuelto y no le molestaba en absoluto.

―Satoru, no me quieras hacer un melodrama de las cosas. ¿qué quieres que te diga? Las cosas están así, yo tengo mis principios, trabajo para una mujer con los ojos vendados y una balanza en las manos, sólo dispongo de los medios necesarios, las cosas no siempre pintan bien, pero ahí está tu determinación por ello, ¿cómo te uniste a la academia sino? ¿Ah? No me digas que sólo por creerte el súper agente del bang bang, las chicas y el maloso entre rejas.

―No me refiero a eso, espera que no tengo la ente en claro, sólo es que no he tenido noticias en semanas y es frustrante, como si se hubiesen olvidado de mí.

―¿Y quieres compararte conmigo?

―Tampoco, olvídalo. ¿Te dijeron algo?

―Nada, porque no les dije nada tampoco ―me sorprendía cuán rápido podía consumirse un cigarrillo en sus labios a veces. Apartó el cilindro para beber un sorbo de café e imité lo último, es estómago me gruñía―. Sabes, a mí es a quien sorprende cómo un chico como tú acabó aquí.

―Quería acción ―me reí― y de cualquier manera… me di cuenta a tiempo de muchas cosas, antes de perder mis metas decidí… cambiar las cosas un poco. Probarme a mí mismo, además tú habías dado estos pasos y yo estaba admirado con tu trabajo.

―Oh, lo siento. Siento no corresponder tu amor cariño, pero gracias por la adulación. Mejor busca a alguien más, pero tampoco te vayas a ligar a la chica del jefe.

―Vete al demonio ―escupí riendo y le arroje una servilleta de papel que arrugué en la mano. Sakura me respondió igual. Por un momento olvidamos dónde estábamos y luego, simplemente nos dedicamos a comer.

 

 

 

 

Soy Satoru Okabe, miembro especial de un cuerpo de agentes infiltrados. ¿Mi alias? En éste bajo mundo, soy simplemente Gackt, no necesitan saber nada más de mí.

Notas finales:

Gracias por leer. ;-;


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