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Campamento Mestizo por Verdadero98

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CAMPAMENTO MESTIZO


CAPÍTULO 15


Vivo en un mundo de fantasía, pero soy realista, y sé que deben estarse preguntando: ¿¡Qué demonios les pasa a esas dos!? ¿Por qué echarse en contra a todo el Olimpo, cuando pueden ir contra un solo dios?


Créanme, soy consciente de que a primera vista, parecíamos un par de locas, sobre todo porque para cualquiera, aparentemente la opción más obvia, la más lógica, era acudir a los Dioses y decirles sobre las intenciones de Hades.


Pero…


Primero, recuerden que en mi mundo la lógica irónicamente tendía a ser irracional, o ya de plano, no existía. Ahora, con eso dicho, pongo las cartas sobre la mesa.


No digo que fuéramos a correr a los brazos de Hades, para enlistarnos en su ejercito de rencor e intentar romper el equilibrio natural de las cosas.


Sin embargo, ¿Acudir a los demás Dioses? ¿A esos que nos dieron la espalda? Los mismos que durante 6 años nos dejaron a la merced de los monstruos, haciendo la vista gorda mientras nos despedazaban y devoraban vivos, y que incluso antes de eso, nos negaban la atención paternal que todo mocoso necesita.


Bueno, supongamos que optábamos por eso, ¿Cómo podríamos habérselos dicho?


Nos tenían tan olvidados que nosotros no teníamos ni idea de como ponernos en contacto con ellos.


La comunicación entre el Olimpo y el Campamento Mestizo se había cortado mucho tiempo atrás.


Tristemente, como un recordatorio de que teníamos las manos atadas, sabíamos una única cosa: La ubicación del Olimpo.


Antes de que se hagan ideas de que teniendo su dirección todo era pan comido, déjenme decirles algo.


Ese era un dato que me enfermaba saber, porque así hubiésemos tenido todas las intenciones de ir ahí, no podríamos hacerlo.


Literalmente, no podíamos.


Porque solo un Dios podía ir ahí, y nosotros éramos la mitad de uno, nuestra parte humana nos privaba de ese derecho, únicamente podríamos entrar al Olimpo invitados por un Olímpico, algo que entenderán… era inimaginable e inaudito, siendo más un mito que una verdadera posibilidad.


Y por estos motivos, por estar atrapados entre la espada y la pared, sonaba malditamente razonable oponernos a los que fuera necesario, intentando no morirnos en el proceso.


Con dicho punto aclarado, ahora sí, volvamos al recuento de mi historia, que es por lo que están aquí.




Era momento de decirles la verdad a aquellos que hasta cierto punto dependían de mí, y a la vez, personas que en el fondo sabía, necesitaba de mi lado. Ya si iba a hacer una locura, bueno, prefería que me respaldaran quienes tampoco tenían miedo a perder la cordura.


Reuní en mi cabaña a ese grupo de personas, entre ellos por supuesto estaban Mikoto y Mai, también Alyssa, los gemelos, Midori y Nao, sí, sí, esa chica que era un dolor de cabeza, mi dolor de cabeza, gozaba de mi entera confianza, ¿qué giros daba la vida, no es así?


Shizuru estaba detrás de mí, abrazándome, yo sabía que su muestra de afecto en realidad era una medida por si me temblaban las piernas al hablar del tema.


-Lo que les diré-. Por fortuna mi voz sonó segura. -No puede salir de esta cabaña-. Tenía los ojos de todos clavados en mí.


Les conté sobre la profecía, la interpretación que teníamos de ella, lo que había sucedido, lo que sentí al creer perder a Shizuru, sobre Nina. Al terminar de hablar, el silencio era tal que bien podría haberme quedado sorda.


Podría haber entendido que estuvieran enojados o confundidos, incluso frustrados o hasta deprimidos, pero ninguno tenía ninguna de esas expresiones, sus rostros mostraban muecas pensativas, supongo que aun procesaban toda esa mierda.


-Digan algo, joder-. Que me gritaran si querían, que me maldijeran por guardarme todo eso de manera tan egoísta, pero que no se quedaran callados.


Mikoto se puso de pie, se paró frente a mí, y como su altura era la misma que la mía, sus ojos me veían directamente. Se los juro, creía que me soltaría un puñetazo, y no planeaba esquivarlo.


Aunque bueno, seguramente, de haber sido ese el caso, Shizuru habría intervenido para que ni Mikoto ni nadie me pusiera un solo dedo encima. De todos modos, no hubo golpes, Mikoto colocó su mano sobre mi hombro. -Te lo dije antes-. El dorado de sus ojos brillaba con determinación. -Has sido nuestro soporte mucho tiempo-. Ahora sí, me abrazó, con un sentimiento fraternal que ni sabía que necesitaba. -Déjame ser el tuyo-.


-Déjanos serlo-. Esa fue Mai, quien también se acercó a mí. -Estamos de tu lado Natsuki-. La mirada de los demás me confirmaba que sostenían la misma postura.


¿Quién necesitaba a los Dioses?


Cuando tenía a los semidioses que eran mi familia.


-Básicamente, Hades es un egoísta de mierda-. Esa fue Nao. -Y tenemos que evitar que pierdas a Fujino, para que no hagas mierda el Olimpo-.


El comentario no tenía gracia alguna, aun así, mostré una pequeña sonrisa llena de amargura, y un poco de sarcasmo. -¿En serio crees que yo puedo fabricar la destrucción del Olimpo?-. Cabe aclarar que mi pregunta era en sí, una burla.


-Sí-. La respuesta no vino solo de Nao, tal afirmación era de parte de todos. Les vi con ojos incrédulos.


-Tienen que estar bromeando-.


-Has construido este lugar-. Bueno sí pero… -Mejorado cada arma que has tocado-. Era necesario y… -Hecho esas armaduras nunca antes vistas-. Yo… -¡Replicaste el fuego sagrado de Ares!-.


Todo eso lo había hecho para evitar nuestra extinción.


O sea, no me vengan con que han trabajado bajo presión, si nunca lo han hecho mientras intentan devorarlos vivos, junto con todo lo que aman.


-Si alguien puede construir una armadura y arma capaz de vencer a Zeus-. La sola mención de esa idea me causaba escalofríos. -Definitivamente eres tú-.


-Quisiera no serlo-. Suspiré con agotamiento, harta de que todo resultara tan complicado y cansado.


-Oye Kuga-. Enfoqué mi atención en la pelirroja. -Piénsalo, si esa profecía dice que los Dioses sabrán incluso ellos tienen un final, y el sombrío ese asegura puedes hacer que venza a su hermano-. A veces pasaba por alto que Nao, pese ser un dolor de cabeza, tenía mente de estratega militar, hija del Dios de la Guerra, a fin de cuentas. -Eso podemos verlo a nuestro favor-.


-¿A nuestro favor?-. Fruncí el ceño.


Creo que solo Mikoto, con una mente similar a la suya, le había entendido, ella lo tradujo para mí.


-Si se supone que puedes joder a Zeus-. Ahí lo entendí. -Puedes joder a Hades-.


Un circulo negro se abrió a tres pasos de mí, de el salió la figura que estaba esperando. De inmediato, todos apuntaron sus armas a Nina, igualmente, ella había sacado su espada. Aun me parecía interesante el fulgor verde que desprendía la hoja de su arma.


-Bajen sus armas-. No quería hacer un desastre en mi cabaña. -Es Nina-. Renuentes, bajaron sus armas, sin guardarlas, y sin quitar las miradas desconfiadas, y es que, insisto, no debes juzgar a un libro por su portada, pero Nina tenía toda la pinta de ser un villano.


-¿Y esta de que lado está?-. Quise golpear a Nao, vaya, tenía la misma duda, pero debía irse con más cuidado.


-Del lado que evite el apocalipsis-. Su voz, con tono de aburrimiento y sombrío, les heló la sangre, pensándolo bien, tal vez era parte de su herencia divina. Tendría que haber escuchado antes a Hades para saberlo con certeza.


-Quiero pensar que ese es el nuestro-. Concordaba con Mikoto.


Fijó su mirada sobre mí. -También quiero pensar eso-. No movía ni un solo musculo, solo estaba ahí, respirando, no obstante, todos sentían el poder que emanaba de ella, ese mismo que en nuestro encuentro anterior me convenció de que en un mano a mano, las posibilidades no iban a estar a mi favor.


La presencia de Nina me hizo ver que debía volverme más fuerte, mucho más poderosa, eso, si en verdad quería ganarle al destino.


Mikoto le vio a detalle, sus ojos dorados le analizaron, supongo, que buscando el menor indicio de hostilidad hacia nosotros, pero no dijo nada, en cambio, su hermana sí que lo hizo.


-¿Por qué debemos confiar en ti?-. Nao escupió la pregunta que todos pensaban. Intercambié miradas con Mikoto, ella entendió, puso su mano en el hombro de Nao. -Sé que debería cerrar la boca, pero joder, su padre nos quiere muertos, ¿Cómo sabemos que ella no quiere lo mismo? Que nos de un buen motivo para confiar en ella-. El silencio fue total.


Observé a mis hermanos, ni los gemelos ni Alyssa se animaron a decir algo, aunque bueno, sabía que concordaban con Nao, y rayos, tenían toda la razón del mundo para hacerlo. También miré a Midori, Mai y Mikoto, las tres estaban más que listas para atacar de ser necesario, no tuve que voltear para saber que tras de mí, Shizuru también preparaba su ofensiva.


Por fin, Nina abrió la boca, con un tono de voz aún más sombrío. -La primera vez que aparecí, fue después de que los lobos casi acabaron contigo-. Sus ojos me traspasaron, mierda, no entendía como una mirada podía ser tan poderosa. -Ustedes tres quedaron al merced de las dracaenas-. Miró a Shizuru y a Mikoto. -Les llevé de regreso a su campamento-.


-Es cierto-. Reconoció Mikoto, asentí.


-La segunda vez-. Volví a ser el blanco de su atención. -Te di la advertencia que te permitió salvar a quienes amas-.


Suspiré, con cada palabra, la lista de favores que le debía a esa mujer aumentaba, y eso que aun faltaba el más importante.


-La tercera vez-. Supe que no habría modo de devolverle lo que había hecho por mí. -Salvé de una muerte segura y dolorosa a tu novia-. Sentí como se tensaban los brazos de Shizuru, porque sí, seguía abrazándome.


-Y la cuarta vez, que es esta, bueno, a ustedes mi padre los quiere muertos, pero si se entera de que estoy aquí, a mí me matará él mismo-. Pasó la mirada por cada uno de los presentes, al final la dejó sobre mí. -Estoy apostando tanto como ustedes-.


Tensé la mandíbula, me pasé la mano por el cabello, di un largo suspiró. -Jamás la tenemos fácil, pero bueno-. Le tendí la mano a Nina. -Nos unen las ganas de no morirnos-.


Frente a mis amigos, la hija de Hades estrechó mi mano.


Su padre quería joderme por completo, pero yo no creía eso de que de tal pal tal astilla.


Pensaba que nuestra herencia divina, no tenía porque ser nuestra condena.


-No confío en ella-. Los ojos de Nao se entrecerraron. -Pero si en tu juicio, Kuga-. Guardó su arma.


-Si quieres ganarte su confianza-. Me aseguré de verle a los ojos. -Tendrás que pasar tiempo por aquí-. No iban a confiar en alguien que ni siquiera veían.


-Lo haré-. Abrió uno de sus círculos negros. -Volveré pronto-. Y desapareció.


-Díganme que no soy la única a la que eso le parece perturbador-. Mai no se refería a Nina, hablaba de los viajes por las sombras.


-Yo no me he acostumbrado-. Admití. Tenía el presentimiento de que nunca me acostumbraría a eso. -Pero hay que admitir que eso debe ser muy útil-. Mi mente voló lejos de ahí, a ese sitio donde todas mis ideas tomaban forma.




Esa noche me fui a la cama con la cabeza llena de mierda caótica, sin embargo, por alguna extraña clase de milagro, logré conciliar el suelo, poco después entendí que más bien había sido mala suerte. Creo que eran cerca de las 2 de la madrugada cuando desperté tras una pesadilla bastante confusa.


Desvié la mirada del techo a mi costado derecho, Shizuru seguía durmiendo, tenía la cabeza entre mi hombro y mi cuello, podía sentir su cálida respiración. Agradecí no haber despertado gritando, mi novia necesitaba descansar.


Yo también lo necesitaba, en serio que sí, no obstante, las imágenes de la pesadilla se repetían en mi cabeza.


Cerré mi ojo.


Rememorando.


En ese sueño vi a un hombre grande y fornido, decir que era poco atractivo era quedarse corto, él era, a secas, feo, realmente feo. Ahora, ignorando el tema de la estética, el problema no era su fealdad como tal, era lo que significaba, porque él emanaba una divinidad innegable, y solo existía un dios con una apariencia tan desfavorecedora.


Nunca lo había visto, pero su rostro, sumado al hecho de que estaba en una fragua, despejó cualquier duda.


Era Hefesto.


Mi padre.


Por primera vez nos veíamos cara a cara, y enfurecí al ver lastima en su mirada, la rabia me quemó las entrañas, mas no tuve tiempo de hacérselo saber. -Natsuki-. Detesté que dijera mi nombre, ¡No tenía ese derecho! -Las cosas van a empeorar-. Mi ira se esfumó, fue reemplazada por una fría inquietud, por un miedo que me congeló desde el interior.


Aun así no me permití ceder. -No-. Quería que supiera que no aceptaba lo que el Olimpo quería imponerme.


La tristeza en su mirada aumentó, era tan desconcertante que resultaba enloquecedor. -No confíes en todos-. Su figura comenzó a desvanecerse. -La traición de asecha-.


-¡Mentira!-. Grité, con terror a estar equivocada.


-Traición-. Susurró al esfumarse por completo.


La cosa no terminó ahí.


Se manifestó otra figura, cubierta por sombras, no, joder no, no le cubrían, esa cosa era la oscuridad misma, y me contemplaba con impaciencia.


-¿¡Quién eres!?-. Intenté moverme, no pude.


Con el miedo arraigando en mi pecho, la desesperación no tardó en hacerse presente. Maldije mil veces. -¿¡QUÉ QUIERES!?-. Por instinto, miré a mi alrededor, busqué a alguien, desesperada, aterrada, furiosa.


Ese alguien tenía nombre y apellido.


-Ella no está aquí-. Su voz, dioses, esa cosa no debería haber tenido voz, que la tuviera era casi una aberración de la naturaleza. Transmitía las peores sensaciones que un ser humano pudiera experimentar. -Te ha abandonado-.


Podía sentir que algo crecía en mi interior.


-Shizuru te abandonó-.


-¡NO!-. Vociferé iracunda, esa mierda no iba a mentirme tan cínicamente.


-No te queda nada-. ¡Quería que se callara! -Nada-. ¡Maldita sea, que se callara! -Y es su culpa-.


Di un puñetazo a lo que creí era el aire, encontrándome con algo sólido, escuché un crujido. -¡Tú no sabes nada!-. Solté otro puñetazo, la oscuridad se desquebrajó, comenzó a caerse a pedazos.


Esos ojos me dieron una última mirada.


Y desperté.


Pese a tener mi ojo cerrado, fui incapaz de volver a dormir. Sabía que los sueños eran de vital importancia para nosotros los semidioses, pero algo en ese no me cuadraba, era demasiado obvio, tan claro y especifico, no encajaba con el resto de los sueños.


Tensé la mandíbula.


Pensé que ese bizarro sueño era únicamente obra de Hades, ese hijo de puta jugaba con mi mente, creía que estaba dispuesto a cumplir con su cometido de enloquecerme, de una u otra manera, al costo que fuese necesario.


No hice ruido, no me moví.


Sin embargo.


-Llevas despierta un rato, y no has dicho nada-. La voz de Shizuru me sacó de mis infiernos personales. -¿Qué pasa, Natsuki?-.


-Nada, vuelve a dormir-. Se abrazó a mi cintura, por supuesto, no haría caso a lo que dije.


Como no dije nada, asumió lo que me sucedía. -También tuve un sueño-. Le envolví en mis brazos, su calor podía disipar mi frío interior, aunque me dijese malas noticias. -Era él de nuevo-.


Suspiré, definitivamente no dormiríamos más, y dentro de un par de horas ya estaríamos trabajando. -¿Qué quería?-. Tenía mucho que hacer, ese día se lo dedicaría por completo a iniciar los nuevos diseños.


-Lo mismo-. Susurró, la idea le repudiaba, la aborrecía con una fuerza extraordinaria.


En medio de ese océano de mierda, me permití sonreír.


Estando con Shizuru, me convencía de que íbamos a lograrlo, fuese o no cierto.


-Me gusta cuando sonríes-. Besó mi comisura izquierda. -Me gusta que tengas esperanza-. Ahí sí me besó en los labios.


Aprovechamos el tiempo que teníamos juntas antes de que amaneciera.




Con el sol en el cielo, íbamos a iniciar nuestras rutinas, mi idea era arreglar un par de detalles antes de encerrarme en mi taller, desgraciadamente, al poner un pie fuera de la cabaña, Mikoto nos interceptó.


Y como las buenas noticias eran escasas, acerté al suponer que había problemas.


Tres de nuestros niños no estaban, no había explicación que le diese sentido ni a su ausencia ni al como habían conseguido salir del campamento.


-Natsuki…-. Mikoto me vio casi con suplica, ella los estuvo entrenando desde que llegaron con nosotras, entendía su miedo.


Yo los había salvado la primera vez.


Y planeaba hacerlo de nuevo.


Shizuru tomó mi mano con fuerza. -Saldremos primero-. Cada segundo contaba. -Dile a Mai que vaya contigo y que los demás cuiden del campamento-.


Activamos nuestras armaduras.


Ante mi orden, Alyssa abrió las puertas, salí de la zona segura para adentrarme en el bosque junto con Shizuru, por lo menos, era de día y no de noche como la vez anterior.


Ella me conocía muy bien, además, podía sentir mis emociones. ¿Saben lo complicado que es excusar tus sentimientos, cuando son un libro abierto para la otra persona? Me vio de reojo. -Natsuki, no será tu culpa si…-.


-Lo sé-. Negué con la cabeza. Shizuru no tenía la culpa de mis sentimientos de culpa, no quería que cargara con eso. -No podemos salvarlos a todos-. Repetí lo que me decía cada vez que llegamos tarde. -Pero puedo intentarlo-.


-Este mundo no te merece-. Le sonreí, creía que me sobreestimaba.


Teníamos que cubrir más terreno. -Shizuru-. Ella lo sabía.


-Iré por la izquierda-. Retiró su yelmo e hice lo mismo, su beso fue una clara petición: Que no sea el último.


Echamos a andar.


Conocía ese bosque lo suficiente para saber que cerca de donde estaba, había un pequeño arroyo, caminé hacia allá, los mocosos tendían a seguir los cauces de agua, aunque casi nunca tenía buenos resultados.


Tuve una mala corazonada.


Miré hacia atrás, no había nada, tampoco a los costados, agité la cabeza, rayos, a veces era difícil distinguir entre los instintos y la paranoia, la línea entre ambos era tan delgada que a menudo se mesclaban. Si mi ojo era engañado, tal vez mi oído tuviese mejor suerte, concentré mi mente en lo que escuchaba.


Nada relevante.


Seguí caminando.


Deseaba de todo corazón que Shizuru, Mikoto o Mai tuvieran mejor suerte.


Hubo un chillido, giré rápido a la derecha. -Carajo-. Era solo un venado, que estaba siendo atacado por un lobo, les vi con coraje, la vida se empeñaba en recordarme que todo se dividía en depredadores y presas.


Pasé de largo.


El mal sabor permaneció en mi boca.


Si no mal recordaba, a unos cuantos metros había un pequeño claro, entre en él. Entonces pasó algo tan extraño como aterrador, mi armadura se desactivó, todo el metal se desplazó de regreso a la muñequera, intenté reactivarle, lo intenté decenas de veces antes de aceptar que tendría que arreglarle en el taller.


No había nacido con bronce celestial integrado, pero estaba demasiado acostumbrada a ser prácticamente impenetrable, y en ese segundo estaba ahí afuera, sin el respaldo de la armadura que usaba desde los 14 años.


Ese no era el asunto que más me preocupaba. Si la mía se había desactivado de la nada, era posible que la de Shizuru también.


Comprobé que mi armadura estaba fuera de juego, sin embargo, mi otra muñequera aun funcionaba perfectamente, todavía tenía a Cristal Plateado conmigo, eso era suficiente para regresar al campamento.


Mientras intentaba enfocarme en la parte menos caótica de mi situación, avisté lo que me había llevado hasta ahí.


Ahí estaban los tres niños.


Lo que quedaba de ellos.


Mi mano tembló producto de la rabia. ¡Había llegado demasiado tarde! Sus pequeños cuerpos… estaban hechos piedra.


Entonces reaccioné.


¿Piedra?


-¡MIERDA!-.


¡Por el Olimpo! ¡Quería salir de ahí de inmediato! Pero cuando escuché el siseo de las serpientes, supe que lo único sensato, era cerrar mi ojo.


Eso si no quería convertirme en una estatua que adornara el bosque.


Había aparecido Medusa.


¡MEDUSA!


De entre todos los monstruos que podían ir a por mí cuando no tenía mi armadura, ¡Ella! ¡Joder, que maldita suerte! El visor de mi yelmo me habría permitido luchar sin riesgo a hacerme piedra, en cambio, solo podía aferrarme a la idea de no abrir mi ojo.


Mi oído era bueno, ya había peleado antes guiándome solo por este, sobre todo tras perder la mitad de mi visión, sin embargo, por más que intentaba localizar el lugar en el que ella estaba, escuchaba siseos en todas direcciones.


-Kuga Natsuki-. Era como si su voz estuviese en el aire, odio admitirlo, pero estaba usando un buen truco para evadir mi audición.


Apreté la empuñadura de Cristal Plateado.


-Kuga Natsuki-. Era como si estuviese más cerca, sin embargo, también más lejos. ¡Era demasiado confuso!


Gruñí, lo que sea que hacía, me provocaba punzadas en los oídos. Yo sabía que originalmente Medusa era incapaz de hacer tal cosa, maldije al inframundo, por una vez más, ponerse creativo con esas mierdas asesinas.


Pensé en Shizuru.


Que Medusa usara los trucos que le viniesen en gana, me importaba un bledo, yo iba a regresar con mi novia.


A ciegas, blandí a Cristal Plateado, juro que sentí como el metal le alcanzaba, aun así, escuché su horripilante risa. -Kuga Natsuki, Kuga Natsuki, Kuga Natsuki-. Intenté acertarle, se divertía con mis fallos.


La imagen de esos niños invadió mi mente.


Seguramente ellos también habían escuchado esas carcajadas del averno.


-¡Cállate!-. Los había matado para llegar a mí, joder, ¡Sabía que era así! Y eso me sacaba de mis casillas.


Sus carcajadas me taladraron los oídos.


Respiré profundo, debía pensar fríamente.


El siseo sonó tan cerca que fue como tener una de esas serpientes metida en el oído, además, sentí que una me tocó el rostro. Tuve el impulso de quedarme quieta.


-Puedo ver que pudiste ser realmente hermosa-. Contuve la respiración, una de sus serpientes pasó por la cicatriz de mi rostro, al sentir que quería meterse debajo de mi parche, me moví con brusquedad. -Pero esos hombres lobo te arruinaron-.


Aunque me moví, sentí que me tocaba la espalda, justo donde estaba otra cicatriz, la más grande. -Te destrozaron por completo-. Tocó mi costado izquierdo. -Te arrebataron tu belleza-. Tocó mi antebrazo derecho. No entendía como conseguía eso, si no era como que me quedara precisamente quieta, pero si que entendía, que todo eso era una provocación, para que abriera el ojo. -Hicieron que compartieras la fealdad con tu padre-.


Al dar un tajo solo pude darle al aire.


Era consciente de mi apariencia, de mis cicatrices, de que tendría un permanente cartel de neón sobre mí el resto de mi vida.


-Es entendible que te ocultes bajo tu armadura siempre-. En ningún momento había usado el bronce celestial para ocultarme, no sentía vergüenza alguna. -Y es realmente asombroso, que la hija de Afrodita se fijara en una aberración como tú-. No le dejaría provocarme, había tenido 6 años para acostumbrarme a aquellas marcas, y antes de eso, 14 años de marginación social que me hicieron fuerte, la opinión de un monstruo, que era por mucho más feo que yo, no iba a ganarme.


-Ohhh por favor-. La adrenalina y mi particular habilidad para enfurecer a los monstruos se manifestaron. -Deja de morderte la lengua-. No me rendiría, intenté atacarle de nuevo. -Al menos mi fealdad no hace piedra a los demás-.


Cambió la estrategia y me atacó.


La esquivé, mi cuerpo no necesitaba ver para reaccionar, amaba esa especie de piloto automático, bendito frenesí de semidioses.


-¡A ti te vomito el tártaro!-. Grité. -¡Hades te vio y supo que la cagó!-. Evité el ataque que iba a mi cuello. -¡Gracias a los Dioses tengo un solo ojo, sería horrible llegar a verte el doble!-. Sabía que lo que estaba haciendo era infantil y que le cabreaba, volviéndola más peligrosa, sin embargo, también más descuidada.


-¡KUGA NATSUKI!-. Su rugido me puso los pelos de punta, odiaba que los monstruos dijeran mi nombre. -¡KUGA NATSUKI!-.


-¿¡Acaso no saben decir otra cosa!?-. No les habría venido mal un libro con frases, para que dijeran otra cosa además de eso.


-¡TE DESTROZARÉ TANTO QUE NI FUJINO SHIZURU TE QUERRA!-.


Vaya, no volví a pedir que se pusieran ingeniosos después de eso, que siguieran gritando mi nombre.


-¡Como si fuera a permitirlo!-. La voz de Shizuru entró en escena. -¡Aléjate de mi novia!-.


Por los sonidos, me hice una idea del panorama, Medusa volteó hacia Shizuru con todas las intenciones de hacerla una estatua. -¡Tu truco es inútil!-. El grito de mi novia fue seguido del sonido de un potente golpe.


Medusa le atacó sin vacilar, entonces, el eco del metal fue música para mis oídos.


Sonreí, la armadura de Shizuru estaba intacta, por lo tanto su visor también, así que era inmune a la mirada de Medusa.


No puedo contarles mucho de la pelea, ya saben, porque no la estaba viendo, se prolongó durante unos 5 minutos, hasta que escuché el alarido final de Medusa.


-Ya puedes abrir tu ojo-. Hice caso a lo dicho, al volver a ver, lo primero que miré fue a Shizuru frente a mí, desactivó su armadura y me abrazó, la posesividad en su agarre era más de la acostumbrada.


-¿Qué pasó?-. Se negaba a soltarme, en respuesta, mientras ella se aferraba a mi cintura, yo me abrazaba a su cuello. -Natsuki-. Con ella me sentía segura.


-No lo sé, mi armadura falló-. Respondí. Su mirada expresó terror.


Puso una mano en mi rostro, sus ojos me contemplaron. -Te amo-. Si hubiese sido su armadura y no la mía la que fallara, también estaría sosteniéndola con la necesidad con la cual me abrazaba.


-Te amo Shizuru-. Iba a descubrir que había pasado, no creía en las coincidencias. -Volvamos al campamento-. Alguien había afectado mi muñequera, estaba segura, ¿el problema? Nadie tenía acceso a ella, solo Shizuru y yo.


Durante el trayecto de regreso, su mano no soltó la mía.


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