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Campamento Mestizo por Verdadero98

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CAMPAMENTO MESTIZO


CAPÍTULO 8


Sentí que el tiempo se ralentizó, ya saben, ventajas de poseer reflejos divinos, y sin pensarlo me quité mi muñequera izquierda. Fue por mera casualidad que tomé la mano de Shizuru al primer intento, pues en medio de la oscuridad no podía ver más que aquellos ojos maliciosos.


-Te vendrá un poco ajustado del pecho-. Sus medidas eran distintas a las mías. Ajusté el mecanismo.


-¿De qué…?-. No tuvo tiempo de preguntar.


El primer par de ojos se lanzó al ataqué, con un objetivo claro. Mi corazón golpeó exageradamente fuerte contra mi pecho, porque si me equivocaba, bueno, sería la cagada de mi vida.


Sus movimientos fueron tan rápidos que parecían irreales, además, juró que escuché sonidos de piel desgarrándose y huesos crujiendo, definitivamente algo ahí estaba cambiando. -¡CORAZA 2!-. Grité apostándolo todo.


No podía verlo, pero supe que el metal se desplegaba desde su brazo izquierdo al resto de su cuerpo, según mis cálculos, aún no estaba completa cuando ocurrió el contacto, pero Shizuru tuvo la prudencia de atravesar frente a sí su brazo.


Las fauces de aquella cosa se cerraron entorno a su extremidad, con una fuerza que hizo chirriar el metal, sin embargo, a ese chirrido le siguió un grotesco rugido.


Era un sonido por demás desagradable, y aun así, sonreí.


Porque su rugido expresaba dolor.


Había acertado.


El par de ojos retrocedieron, temerosos de volver a tocar la plata de la armadura que envolvía a Shizuru.


-¡SHIZURU FUJINO!-. Su intento de voz hacía eco en el vagón y se distorsionaba.


-Aléjense-. Quizá gruñí un poco también. Desplegué a Cristal Plateado. -Ahora-.


Los gritos de los demás pasajeros eran muy molestos, obviamente veían algo aterrador, casi sentí lástima por ellos, casi.


Uno de los monstruos saltó hacia mí. -¡NATSUKI KUGA!-.


Gracias a la maldita oscuridad sólo mi oído podía decirme donde atacar, o en su defecto, donde bloquearles. Atravesé mi espada entre su hocico y mi pierna derecha, por lo visto, quería asegurarse de que no fuese capaz de ponerme en pie, irónicamente, quien salió perdiendo fue él, al quemarse con la plata retrocedió.


Atacaban de uno en unos, tanteaban terreno, nos analizaban.


Entonces los otros tres comenzaron a cambiar, lo supe porque la altura a la que quedaban sus ojos fue aumentando.


-Maldición-. Pase saliva, las cosas pintaban muy feo. -Mikoto, saca a Shizuru de aquí-.


-¿¡Estás loca!?-. Gritó Shizuru.


-¡No voy a dejarte con esas cosas!-. Esa fue Mikoto.


El putrefacto aroma de esos cinco inundó el ambiente, apestaba a carne podrida y sangre coagulada. -Sólo la plata les mata-. Me aferré a mi espada, con ambas manos.


Me ponía los pelos de punta que ellos esperaban algo.


-¡No vamos de aquí las tres!-. Shizuru temía más que nosotras, irónicamente, era la única intocable, al menos de momento.


La plata en su cuerpo era una armadura completa, con yelmo incluido, cuyo peso era inferior al de una pluma.


-Natsuki…-. Mikoto temía que me lanzara en un ataque suicida, me conocía demasiado bien.


-Salgan primero-. No me molestaba en susurrar, ellos podrían escucharme perfectamente. -Las seguiré-.


-No…-. Iba a replicarme, pero las luces parpadearon, revelando el desalentador panorama. Ahí dentro había 5 hombres lobo. -Ohhh mierda-. Su tamaño era mucho menor al del que atacó el campamento, sin embargo, seguían siendo grandes e intimidantes.


Joder, verlos lo hizo peor.


Un profundo miedo me invadió. "Tú puedes Kuga, tú puedes." Me dije. "Eres la asesina de lobos."


-Váyanse-. Les dije convencida de que podría ganar un poco de tiempo. -Prometo seguirles-.


Mikoto no quería dejarme, Shizuru menos, no obstante, Mikoto entendió que para pelear a mis anchas necesitaba tener la seguridad de que Shizuru estaba bien. Supongo que le vendió la idea a Shizuru, porque a la primera oportunidad abandonaron el vagón.


Obviamente uno intentó seguirles, y por supuesto, no le deje. Blandí a Cristal Plateado en su contra, las luces seguían parpadeando, por lo cual la pelea sería un poco más justa.


-¡NATSUKI KUGA!-. Querían rodearme, no iba a permitírselos, fui retrocediendo. -¡NATSUKI KUGA!-.


-¿Qué carajos quieren?-. Los pasajeros se escondían debajo de los asientos, aterrorizados. -¿Por qué nos siguen?-.


-¡MATASTE AL ALFA!-. Pum, cubeta de agua fría, ¿toda esa mierda por eso? No tarde mucho en tener mis dudas, tenía entendido que ellos no eran precisamente unidos, no, ahí había gato encerrado.


-Hay algo más-. Escupí las palabras. -Querían a Shizuru-. Y lo había matado yo, no ella.


-¡NATSUKI KUGA!-. Uno, creo que el menos ágil, se abalanzó contra mí, sin dudarlo, lo atravesé por el pecho. No le di tiempo para reaccionar, alcé la espada rápidamente, rebanándole a la mitad. Uno menos, se volvió polvo dorado.


-¿Era el más tonto, no?-. Era demasiada belleza haberle matado sin tantas complicaciones.


Gruñeron furiosos, quizá sí se tenían un poco de cariño, ups.


-Adiós-. Salté por una de las ventanas, sí, me dolió porque no era cristal delgado, mierda.


Inmediatamente me eché a correr, dirigiéndome a las escaleras más cercanas. Subí los escalones de tres en tres, alarmada por el hecho de escuchar metal destruyéndose, sí, los hijos de puta rompieron el vagón para salir.


Una vez de regreso en el exterior, la luz del sol fue un regalo insuperable, lástima que mi alegría disminuyó al ver ahí a Mikoto y Shizuru. -¿¡Qué hacen aquí!? ¡CORRAN!-. Los rugidos retumbaron en el hueco de las escaleras. -¡CORRAN, JODER!-.


Así que ahí nos veían, tres adolescentes cubiertas de sangre seca, dos con espadas y una con armadura, corriendo por las calles para evitar ser devoradas. Me pregunto que carajos estaban viendo las personas.


-¡SHIZURU FUJINO!-. Apresuramos el paso. -¡NATSUKI KUGA!-. En serio, era horrible escuchar tu nombre en la voz de un monstruo.


-¿¡Podría ser peor!?-. Grité desesperada. Lo sé, esa pregunta nunca debe de hacerse, pero joder, la presión me hacía decir mas idioteces de las acostumbradas.


-¡MIKOTO MINAGI!-. Rugieron.


-¡Joder!-. Lo que faltaba. Era intrigante como conseguían nuestros nombres, sólo podía imaginarme que tenían una especie de catalogo de aperitivos con fotografías de todos los campistas.


Nos detuvimos en un parque, no podríamos huir toda la vida. Unos segundos después llegaron ellos. A la luz del día se veían más feos, su pelaje de un negro sucio tenía la apariencia de las esponjas metálicas, eso sumado a su olor, les hacía repugnantes.


-¡SHIZURU FUJINO!-. No comprendía su obsesión con ella cuando era yo quien había matado a su alfa.


Me atravesé frente a Shizuru. -Sobre mi cadáver-. Ella hizo ademán de quitarse la armadura, conociéndola, quería que la vistiera yo, pero no sabía como quitársela y yo no iba a decírselo.


-Sigue usándola-. Le dije. No me habría venido mal usarla, no obstante, prefería que ella tuviera eso a su favor.


-¡Natsuki!-. Reclamó.


-No está a discusión, Shizuru-. Alcé mi espada. Si estaba ahí jugándome el pellejo era para mantenerla a salvo, no iba a dejar que se arriesgara por mí. Desde esos días formamos un circulo del que no podíamos salir.


-Ohhh ¡Sí está a discusión!-.


-¡Discuten en el campamento, par de tórtolas!-. A Mikoto le caía como gancho al hígado necesitar pelear y no poder hacerlo.


-Supongo que el power up Ares ya no funcionará-. Dije con pesar, mientras querían rodearnos.


-Tuvimos suerte de que me lo concediera una vez-. ¿De qué servía ser la favorita entonces?


Tuve que quemar neurona intentando idear un plan, desgraciadamente nada era 100% efectivo, ni siquiera 50% efectivo, así que terminamos recurriendo a la idea más básica. -El bronce no les matará, pero puedes mantenerlos a raya-. Sacó su espada.


Prácticamente dependíamos de que los mantuviera entretenidos mientras yo los acababa uno a la vez. Eso nos sirvió sólo para eliminar a uno de ellos, su polvo dorado aun estaba en el aire cuando lo ya feo se volvió horripilante.


Los tres fueron a por mí al mismo tiempo, con una coordinación sin precedentes. Mikoto no pudo hacer nada para ayudarme, sus gritos se unieron a los de Shizuru.


No podía seguirles con la vista, mis reflejos fueron insuficientes.


Ahí comprobé que ni siendo un semidios podía hacerles frente, no en aquel tiempo.


La primera herida fue en el hombro izquierdo, justo por debajo de la cicatriz que ya tenía. La segunda en el antebrazo derecho. Joder, además del dolor que ya era bastante para asimilarlo, escocía, había algo en sus garras que ardía como el demonio. La tercera herida fue en la espalda, entre los omoplatos. La cuarta en el costado izquierdo.


Me estaban haciendo mierda sin llegar a matarme, los hijos de puta jugaban conmigo.


La verdaderamente mala, que me cambió la vida en más de un sentido, fue la quinta herida.


Recuerdo que en ese instante escuché el grito más desgarrador que Shizuru emitió en mucho tiempo.


El líder soltó lo que sería una carcajada antes de pasar sus garras por mi rostro. Me dejé la voz en un grito. Era el mayor dolor que había experimentado en mi vida. Destrozó mi ojo derecho. La sangre me empapaba. Llegué a pensar que quería morirme, ahora sé que nunca lo quise.


Tras dejarme tuerta, pensaban darme el golpe final.


Sin embargo, apareció un milagro del olimpo que nos hizo creer que Mikoto no era la única favorita.


Una manada de Toros de Cólquidia se hizo presente, los conocía porque eran creación de las fraguas de mi padre, con la diferencia de que los originales estaban hechos de bronce, y los que veíamos eran enteramente de plata. Eran enormes, del tamaño de elefantes.


Los hombres lobo no se lo pensaron dos veces antes de soltarme y echarse a correr. Honestamente, yo agonizaba en el suelo, al punto de que mi propia sangre amenazaba con ahogarme.


Pero pude medio ver que los toros les seguían, y en cuestión de nada los 3 monstruos eran sólo polvo dorado.


Luchaba contra la inconsciencia mientras que Shizuru y Mikoto intentaban darme ambrosía.


-Co… coraza… fuera-. Tontamente, me daba pendiente que si moría, Shizuru no pudiera quitarse mi armadura. El metal regreso a la muñequera.


-¡Natsuki, Natsuki!-. Querían mantenerme despierta.


-No me dejes, Natsuki, no me dejes-. Shizuru lloraba.


Imagínense mi alivio al sentir que la ambrosía comenzaba a hacer de las suyas. Era repugnante sentir que la carne se cerraba, pero indudablemente me tranquilizaba.


-No iré a ningún lado-.


Mi apariencia debía ser grotesca, sin embargo, ellas me veían con alivio y cariño.


Unos minutos después, las heridas habían sanado lo suficiente para ponerme de pie, incluso mi rostro estaba más decente, aunque sabía que mi ojo era un tema completamente diferente.


Desgarré una parte de mi camisa que milagrosamente no estaba manchada de sangre, y me la amarré a modo de parche.


-Joder-. Al levantarme, sentí que me mareé. Lo sé, el sentido del equilibrio está en el oído, pero joder, el tema de la perspectiva y profundidad eran un caos en ese momento.


Shizuru era mi soporte del lado izquierdo y Mikoto del lado derecho. -Vámonos a casa-. Me urgía una ducha, comer kilos de comida y dormir mil años.


¿Recuerdan que les dije que medio mundo intentaría hacernos mierda?


Bueno, así era.


Un fuerte siseo nos hizo voltear.


-¿¡Es en serio!?-. ¡Acababan de dejarme tuerta, por el olimpo! ¡Merecía un descanso! ¡Un puto descanso!


Era un jodido grupo de Dracaenas, ¡Dracaenas! Sí, esas mierdas de mujeres reptiles. Cabello negro pestilente, piel verde escamosa y una longitud de mínimo 3 metros.


A esas alturas en verdad ya habíamos agotado todos nuestros power up.


No había más as bajo la manga.


Pero como si el día no hubiese sido bastante extraño ya, ocurrió una cosa más.


Se abrió un circulo negro en el suelo, y de el emergió una figura.


-¿Qué?-. Dijimos las tres.


Era una adolescente, de nuestra edad si no me equivocaba. Tenía el cabello negro y ojos rojos, pero a diferencia de Shizuru, en lugar de brillar, tenían un aspecto sombrío.


-Vengan-. Nos dijo.


-¿Quién carajos eres?-. Shizuru se aferró a mí.


-¿Mi nombre es importante? Les llevaré a su campamento-. Hablaba con demasiada seriedad, algo en ella no me cuadraba y creo que a Shizuru tampoco.


-Si nos dices tu nombre, ayudaría-. Dijo Mikoto. Shizuru se dedicaba a analizarlo todo, con ojos entrecerrados.


La chica suspiró, como si todo le aburriera. -Nina-. Vio al fondo, allá donde estaban las Dracaenas. -¿Vienen o no?-.


Tras escuchar otro siseo concluimos que meternos a ese misterioso circulo negro era mejor que ser el almuerzo de las señoritas anaconda.


-No se suelten en ningún momento-. Me tomó de mi camisa. -Y van a marearse, mucho-. Nos jaló al círculo.


¿Cómo describirles la experiencia?


Todo estaba oscuro y sentía que dábamos vueltas en un tornado, a una velocidad que quería arrancarnos la piel del cuerpo.


De las peores sensaciones de la historia.


Por fortuna, duró apenas unos segundos.


Emergimos en otro círculo, justo en el límite de la entrada del campamento. Yo tenía ganas de vomitar, por lo que vi, Shizuru y Mikoto también, en serio, el piso parecía dar vueltas, pero Nina estaba como si nada hubiera pasado.


-Gracias-. No sé me ocurrió otra cosa que decirle.


-Jamás me viste, Kuga Natsuki-. Desapareció, dejándome con la duda de como carajos sabía mi nombre.


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