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Campamento Mestizo por Verdadero98

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CAMPAMENTO MESTIZO


CAPÍTULO 16


Aparentemente, las cosas señalaban a una única culpable, a Shizuru… ¡JA! Como si hubiese sido posible que me creyera esa mentira tan descarada. Para mí, era más que obvio que aquella era una vil jugarreta de Hades. En primer lugar, porque ni en ese siglo ni en el siguiente, jamás, habría dudado de mi novia. En segundo lugar, porque vaya, en verdad, las cosas nunca eran así de claras, para nosotros, todo era un enigma que debíamos resolver a punta de arriesgar el pellejo.


No, si es que existía un traidor entre los míos, era alguien más, estaba completamente segura.


El problema era… ¿Quién?


Diablos, no dudaba ni siquiera de Nao, y eso ya era decir mucho. Había peleado tanto tiempo codo a codo con mis compañeros, que era inaudito que uno planease apuñalarme por la espalda.


Por eso, una vocecita en mi cabeza susurró: ¿Y si fue una coincidencia? ¿Si simplemente tu armadura falló por si sola?


Negué.


Tenía plena confianza en mis creaciones.


Una vez de regreso en el campamento, lo difícil fue mirar a Mikoto a los ojos y decirle que nuestros pequeños estaban muertos, convertidos eternamente en piedra. Le vi llenarse de rabia. -Yo…


-Sé que no es tu culpa Nat-. Contemplé las pequeñas llamas en sus pupilas.


Su sentimiento de culpa impregnaba el aire. Comprendí que así es como me veía Shizuru cuando asumía que todos los errores eran mi responsabilidad. -Tampoco la tuya, Mikoto-. Se culpaba de no haber impedido que salieran. Ese era otro misterio, ni Alyssa ni los demás que estaban de turno sobre la muralla vieron nada extraño. ¿Cómo habían salido?


-Iré a entrenar-. Tendría que buscar a Nao para entrenar con ella, los demás no iban a soportar la furia de la descendencia de Ares, tenía que ser fuego contra fuego. -Si necesitas algo…


-Te avisaré de inmediato-. Tras mi despedida tomó rumbo al campo de entrenamiento.


Vi a mi otra amiga. -Mai-. Tenía una expresión de preocupación tan evidente como que yo era tuerta, algo por completo entendible, Mikoto era su novia, y verle en ese estado le sentaba terriblemente mal. -¿Qué pasó allá?-. Antes de darles la mala noticia, ambas ya venían con un rostro que daba mucho que pensar.


Me dio una larga mirada.


Tal vez no quería darme más preocupaciones.


Esperé con paciencia, estaba a solas con ella, Shizuru había subido a la muralla para buscar por sí misma una ruptura, un daño, lo que fuese que le diese un poco de sentido a esa mierda.


Tensó los dedos entorno a su arco. -Natsuki, ahí afuera siempre hay monstruos, lo sabemos-. De pronto, no tenía ganas de escucharlo, lastima, igual iba a hacerlo. -Pero hoy escuchamos unos rugidos en verdad aterradores-. Vio la dirección por la que se había ido su novia. -Maldita sea, incluso Mikoto sintió miedo-. Eso sí me sorprendió, vivíamos con la adrenalina a flor de piel, pero raramente llegábamos a sentir miedo como tal, y de todos, Mikoto era la más valiente, la que manejaba mejor ese sentimiento. Sentí un nudo en la garganta. -Se oía lejos, y aun así, hacía vibrar las copas de los árboles, los animales huyeron en la dirección contraria, y cuando sopló el viento que venía de allá, un olor putrefacto contaminó el aire-.


-Dime que no intentaron acercarse-. Tuve un escalofrío. Hice un rápido repaso de los monstruos que antes habían ido a por nuestras cabezas.


-Retrocedimos de inmediato-. Me confirmó, el fantasma del recuerdo opacaba sus ojos. -Lo que se oculta ahí no es nada que hayamos enfrentado antes Natsuki-.


Me crucé de brazos. -Aumentaremos la seguridad-. Le elevaríamos a un nivel que rozaría en lo absurdo, si eso era lo necesario.


-Se nos acaban los recursos-. Comentó con preocupación.


-Conseguiremos más-. De uno u otro modo, ya me sacaría algo de la manga.


Mai se fue a preparar la comida, era su turno, bueno, la mayoría de los turnos para cocinar eran suyos, ya que era la única con buena sazón entre nosotros. Yo me fui a mi cabaña.




Ya en mi taller me quité la chaqueta, debajo traía una playera sin mangas, mi taller se encontraba en el sótano de la cabaña, y ahí hacía un calor que mis amigos calificaban como infernal debido a las fraguas que raramente apagaba.


Observé las brasas.


Miré las cicatrices de mi hombro y mi brazo.


Pensé en mi padre, me tragué la rabia que sentía por su abandono e intenté pensar con la cabeza fría. Había adjudicado aquel sueño al mal augurio de Hades, pero quizá y solo quizá, en verdad, la primera parte había sido obra de Hefesto.


-Una señal, necesito una señal de que no nos han olvidado, padre-. Joder, esa lucha tendría que haber sido también del Olimpo, no solo nuestra. -Una maldita señal que no sean sueños de mierda-.


Estando en calma, traducción, fuera de peligro mortal inmediato, y con mis herramientas a la mano, el reparar mi muñequera fue un juego de niños. Le activé y desactivé más de 30 veces, convenciéndome de que el mecanismo funcionaba, con la misma velocidad de antes. Lo que sea que le hicieron, no volvería a pasar, me aseguraría de ello.


Repasé mentalmente, intentando recordar quien había entrado en contacto, por leve que fuese, con mi brazo izquierdo, quien había podido tocar esa muñequera así fuese un microsegundo. Nadie en quien no tuviera plena confianza.


Maldije.


Para resolver eso, debía ver todo con otros ojos.


Pasé del asunto por un momento y me refugié en lo que sabía hacer mejor.


Comencé a plasmar en papel las nuevas ideas que tenía, el borrador de los planos fue tomando forma lentamente. Escribí muchas conjeturas, las orillas de mis hojas estaban llenas de borrones y tachones. Para darle vida a lo que tenía en mente, debía hacer que encajaran piezas que aun ni poseía.


La puerta del taller se abrió, muy pocos tenían el código para entrar. -Nat, ya está la comida-. Era Alyssa, no alcé la vista de mi mesa de trabajo. -Y Mai dice que vendrá a sacarte ella misma si no vas por tu cuenta-. Dejé el lápiz y sonreí, ahí estaba ese complejo maternal.


-Voy en cinco minutos-. Asintió y se marchó.


Un circulo negro se abrió a medio metro de mí. -Vaya, sí regresaste pronto-. Nina se quitó la capucha, tenía pinta de haberse paseado por los rincones más hostiles del planeta, joder, creía que esa chica no dormía, sus ojeras estaban peor que la última vez.


-Tengo palabra, aunque no lo parezca-. Arrastró las palabras, en verdad lucía muerta de cansancio. Enseguida me percaté de que su pierna derecha sangraba, lo suficiente para hacer un charco. -Espero que eso no te moleste-.


No dije nada.


Yo misma había llenado con mi sangre ese sitio. Eso no importaba.


Metí la mano al bolsillo de mi pantalón y saqué una pequeña porción de ambrosia, lo suficiente para que sanará su herida y contrarrestará ese cansancio que parecía estar a punto de tumbarle. Estiré la mano, ofreciéndosela, primero le miró desconcertada. -No creo que quieras cojear por el campamento-. Le tomó y se la comió.


-Gracias-. No es que sonase falso, solo que su tono sombrío como que no estaba hecho para decir ese tipo de palabras. Me la imaginaba más diciendo sentencias de muerte.


Me puse mi chaqueta y salimos de la cabaña.


Los campistas pequeños le vieron con desconfianza, y con temor. -¿En verdad quieres que pase tiempo por aquí?-. Ella era consciente del efecto que tenía sobre los demás.


-Para que dejen de verte así, sí-. A mí me constaba que siempre iba a causarles una fuerte impresión, tal como pasaba conmigo y mis cicatrices, razón por la cual llevaba chaqueta, pero también por experiencia propia, sabía que la desconfianza y el temor podían desaparecer de sus miradas.


Creía que su imponente poder, podía ser algo aterrador, o un sinónimo de seguridad.


Todo dependía de Nina.


Metió las manos a los bolsillos de su gabardina. -¿Cómo es que aun crees en las personas, Kuga?-. Era una muy buena pregunta.


-Si yo no lo hago, ¿Quién lo hará?-. Me encogí de hombros. -Todos aquí creen en mí. Tengo que darles en que creer-.


-¿Te crees su esperanza?-.


Que irónica era la vida, mi nombre podía ser la mayor maldición del último siglo. -Dejo que ellos crean lo que quieran-. Pero si querían que fuese esperanza, que así me viesen entonces.


-Eres muy interesante, Kuga-. Extrañamente, hablar con Nina resultaba sencillo.


Llegamos al comedor.


Antes de sentarme, Shizuru se acercó para besarme.


Le di a Nina un lugar en mi mesa, se sentó a mi izquierda y Shizuru a la derecha. Era consciente de que las miradas carmín se analizaban mutuamente, como si pudieran ver a través de mí, hice como que no me daba cuenta.


Probablemente Shizuru vigilaba que Nina no intentase nada que involucrara tocar mi muñequera. Llámenme estúpida si quieren, pero aunque era una posibilidad bastante grande que Nina fuese la culpable, debido a las circunstancias, la creía libre de culpa.


Por su parte, supongo que la hija de Hades simplemente mantenía la guardia alta, a sabiendas de que los sentados en esa mesa desconfiaban de ella.


-¿Podríamos relajarnos un poco?-. Dije tras sentir las miradas hostiles de todos. -Dudo mucho que vayamos a matarnos con los tenedores-. Lo irónico es que sí nos creía capaces de lograr eso si nos lo proponíamos.


-¿Tenedores? Para que, si ella trae la espada a un costado-. Dijo Nao antes de darle un bocado a su comida, sin quitarle la mirada de encima a Nina.


-Y yo puedo desplegar la mía cuando se me dé la gana, así como Shizuru su lanza. Además, Mai tiene su arco al alcancé de la mano, Tate tiene su espada larga en la espalda, Sergey sus espadas gemelas en el cinto, y los demás, incluyéndote, tienen sus armas recargadas en sus asientos-. Le di un trago a mi bebida. -¿Y saben? Desayunamos, comemos y cenamos armados desde antes de la llegada de Nina-.


-Ara, en eso mi Natsuki tiene razón. Y véanlo así, si nosotros no soltamos nuestras armas en nuestro territorio, no es extraño que ella no lo haga en un lugar que no conoce-. No se me pasaba por alto que ese comentario, no era para ayudar a la aludida, era para apoyar mi posición. Le agradecí con una mirada.


-Tienen un buen punto-. Midori intentó ayudar a relajar el ambiente. -Chicos, si Kuga le permite entrar al campamento y sentarse con nosotros, creo que está bien, nunca nos ha fallado su juicio-.


-De acuerdo-. Aceptó Nao a regañadientes.


Imagínense el peso de mi consciencia, casi todo en ese campamento era responsabilidad mía, y era horrible pensar que si la cagaba, la cagaría en grande.


Mientras comía, bajo la mesa, sentí la mano de Shizuru en mi pierna, eso me dio la tranquilidad que necesitaba.


Shizuru, sin que se lo pidiera, soportaba esa carga también, solo para aligerarme el peso a mí. ¿Cómo demonios iba a dudar de ella? ¿Cómo podría poner en tela de juicio el juicio de la mujer que me había demostrado su amor incondicional desde el inicio?


Cuando terminamos de comer, todos los presentes se retiraron a sus correspondientes tareas, dejándome sola con Nina. -Dices que puedo confiar en ti-. Me crucé de brazos.


-Así es-. Confirmó. -Ambas queremos evitar que nuestro mundo se vaya a la mierda-.


-Entonces, necesito dos cosas de ti-. Conseguí toda su atención. -Necesito que me cuentes todo acerca de los viajes por las sombras-. Era de vital importancia.


-Hecho-. Creo que eso ella ya lo veía venir.


-La segunda es mas complicada-. Me vio como diciéndome: Nunca tenemos nada fácil. -Necesito que me traigas un material que creo que únicamente tú puedes conseguir-.


Sospechaba que solo ella, precisamente por ser la descendencia de Hades, podría llegar a lo que quería. -¿Qué es?-. Si ella no podía, ya me valía ir ideando otra cosa.


-Hierro Estigio-. Decirlo en voz alta sonó más temerario de lo que esperaba, en mi mente, era menos dramático.


-¿Cómo sabes sobre eso?-. Cuestionó con cierta desconfianza. Disimuladamente, tocó el mango de su espada, parecía más un reflejo que una acción premeditada.


-Hija de Hefesto-. Respondí.


-Tienes hermanos y te apuesto que ellos no lo conocen-. Tuche.


Fue una buena contra respuesta a mi respuesta.


Pero yo tenía una mejor.


-Soy Kuga Natsuki-. Bien les dije que había estudiado a fondo las armas de los dioses, ningún otro semidios conocía como yo los materiales de nuestro mitológico mundo. -¿Me ayudarás?-.


Fue muy extraño, vale, muy probablemente vi mal, ya que detecté indicios de nervios en ella, entonces, recordé lo que dijo, que Hades en persona la mataría. -Lo tendrás-. Los nervios que creí ver desaparecieron. -Pero lo traeré poco a poco-.


-Gracias-. Sabía que iba a jugarse el pellejo de un modo épico, porque…


-Aun no lo agradezcas-. El Hierro Estigio solo se obtenía en el Inframundo.




Contaba con una cantidad abrumadora de bronce celestial, por eso podía darme el lujo de usarlo en prácticamente todo, joder, esa muralla de 7 metros de altura era la prueba más vistosa. Además, también poseía una importante reserva de plata, ya saben, para los malditos hombres lobo que todavía insistían en darme caza.


Ahora, poniéndome optimista, aunque Nina consiguiera traerme ese nuevo material, aun estaba escasa en cuanto a otros recursos.


Y si íbamos a plantarle cara a un Dios, tendríamos que valernos de muchas jugadas, unas menos limpias que otras, jugadas que requerían aumentar nuestros recursos como nunca antes lo habíamos hecho.


Para eso requeríamos un dinero mortal que no poseíamos.


Ese no sería problema.


Fui por Nao, la encontré justo cuando se terminaba un cigarrillo, cerca de los baños deduje que acababa de ducharse tras haber entrenado con Mikoto, tal como acostumbraban. -Tenemos una misión-. Mostró una sonrisa torcida.


-Algo me dice que no es contra monstruos-. Caminamos juntas hacia su cabaña.


-No lo es-. También necesitaba hablar con Mikoto, pero creía que llegaría ahí en cuestión de nada, después de todo, ambas hijas de Ares habitaban en la misma cabaña. -Asegúrate de cubrir bien tu rostro-.


-¿Yo también debo cubrirme?-. Mikoto entró al lugar, apenas unos pasos tras nosotras.


-Mi idea es que tu manejes, pero sí, será mejor que las cuatro ocultemos bien nuestro rostro-. Sobre todo yo, puesto que el mío era uno de los más fáciles de recordar sobre la faz de la tierra.


No preguntaron quien era la cuarta, era obvio.


Les dejé preparándose y fui en busca de Shizuru, iba bajando de la muralla cuando hicimos contacto visual. Nos acercamos hasta quedar frente a frente. -Shizuru, necesito pedirte algo-. Desactivó su armadura y su lanza. -Para una misión-. Mi tono de voz me delató.


De vez en cuando, era capaz de interpretar adecuadamente el enigma de su mirada, era una de esas veces, sus ojos me observaron con una mezcla de ternura y comprensión. -Está bien Natsuki, lo usaré-. Previó lo que iba a pedirle.


-Lo siento-. Seguía sin gustarle usar su embrujahabla, lo sabía, maldita sea, sabía como le pesaba usarla. Pero era un don que no podíamos dejar de lado en aquella guerra.


Suspiró. -Los dioses han cometido muchos errores, pero quiero creer que Afrodita hizo lo correcto al darme este poder-. Hasta cierto punto, ella prefería tener la habilidad de manipular a los demás, antes que tener que dañarlos físicamente para cumplir nuestros objetivos, pero…


Había días en los cuales llegaban a su cabeza ciertos recuerdos desagradables, memorias de accidentes que ocurrieron cuando inició nuestra masacre. ¿Recuerdan que dije que su poder era tan fuerte, que si no tenía cuidado podía causarles locura a las personas? Bueno… no era una exageración. Comprobamos de primera mano que eso en verdad podía suceder.


Había unos cuantos mortales que nunca se recuperarían de la incursión de mi novia en sus mentes.


Pero en cada uno de esos casos, Shizuru lo hizo intentando protegerme.


Y por eso le dije que nunca sintiese culpa de lo hecho.


Ella solía recordarme que no podíamos salvarlos a todos y que no era mi culpa, que hacía lo posible. A cambio, yo le decía que habíamos hecho lo necesario para sobrevivir a esa guerra, y que lo que hizo, sirvió para mantenerme con vida.


Los monstruos dándonos caza no eran el único problema.


Lo que nos habían orillado a hacer también sería una marca permanente en nuestras vidas.


-Vamos a prepararnos-. Me dijo con una pequeña sonrisa, iba a caminar hacia nuestra cabaña.


Le sostuve del brazo, volteó a verme con sorpresa. -Eres el amor de mi vida Shizuru-. Entre los besos que nos habíamos dado, había algunos con sabor a culpa y otros que sabían a esperanza, el que le di estuvo en un punto medio. -Pase lo que pase, te amo-.


En el fondo sabía que yo no era una buena persona como tanto me decían.


Sin embargo, estaba bien con eso, porque una buena persona no era lo que requerían, Shizuru y mis amigos necesitaban que fuese una semidiosa en toda la extensión de la palabra, lo que significaba, llevar a cabo lo que ni humanos ni dioses podían conseguir.


Y eso no iba a lograrlo teniendo una conducta ejemplar.


Solo esperaba poder ser una semidiosa, y al mismo tiempo, la esperanza que los míos necesitaban.




Mikoto se estacionó a media cuadra del edificio que sería nuestro objetivo. Dentro del auto, estábamos nosotras, Shizuru y Nao. Las cuatro nos aseguramos de tener la cara bien oculta, con tapabocas oscuros y las capuchas de nuestras sudaderas igualmente negras. En mi caso, también me puse unas gafas que me ayudaban a disimular mi parche.


Vale, de que íbamos a llamar la atención, íbamos a hacerlo, pero mientras no pudieran reconocernos, todo estaría bien, o eso quería creer.


Comprobé que mi arma estuviera cargada y la metí en mi cinturón, en la espalda, cubierta por mi ropa. También verifiqué que tenía conmigo mis artefactos, en especial uno que nos ayudaría a no dejar evidencia de nuestra presencia, un pequeño control remoto.


-Odio las armas de los mortales-. Mencionó Nao, preparando su armamento. -Una buena espada es mejor que estas cosas-. A decir verdad, concordaba con ella.


-Nuestro bronce celestial activaría la neblina-. Esa que les hacía ver algo que para ellos resultase lógico y razonable, era asombrosa su capacidad para ser ignorantes. -No podríamos intimidarlos con lo que ellos verían como una guitarra o algo así-. Tal como veían la espada de Mikoto.


Shizuru no tomó ninguna arma, no una de ese tipo al menos, su parte en la misión era otra muy diferente. -Además…


-No podríamos hacerles nada con nuestro bronce-. Completó Mikoto con un tono neutral.


No era solo el hecho de la neblina.


El bronce celestial no dañaba mortales, solo les atravesaba, como si no estuvieran ahí, como si ellos fuesen el mito.


-¿Listas?-. A mal paso darle prisa.


-Sí-. Contestaron las tres.


Mikoto se quedó en el auto según lo planeado, el resto bajamos y avanzamos a paso rápido, no permitiéndoles a los peatones poner su atención sobre nosotras. Antes de entrar en el área de visión de la primera cámara de seguridad, presioné. el botón de mí control remoto. Ninguna cámara iba a captarnos.


Al entrar al edificio, lo hicimos con tal naturalidad, que aun con nuestro aspecto, demoraron valiosos segundos en notarnos. Aunque ese disimulo se fue a la mierda, cuando sin perder la calma, empujamos gente para abrirnos paso hasta una de las empleadas de turno en la caja.


Sí, el lugar era un banco, y estábamos ahí para asaltarlo.


Divertida forma de pasar el día, ¿no?


La mueca de terror de la mujer apareció al instante, aun así, aunque todo en ella expresaba que entraría en pánico, lo vi, su mano iría directamente bajo la mesa.


Entonces Shizuru entró en acción, sus ojos hicieron contacto con los de la mujer, casi casi devorándolos con su mirada. -No activaras esa alarma-. La mano se detuvo. Los ojos de la susodicha se volvieron turbios, perdió su voluntad por completo. -Nadie hará nada en nuestra contra-. Habló más alto.


Ahí presencié la magia de su don, nunca me cansaba de verlo, quizá Shizuru lo detestaba, pero yo amaba conocer todo lo que tuviera que ver con ella. El paso de los años, la presión de tener que ser más poderosa, y la constante práctica dieron como resultado que pudiese tener múltiples objetivos a la vez. Todos los empleados que estaban en las cajas se quedaron quietos, perdidos en el limbo.


Desgraciadamente, como todo en este mundo, la embrujahabla de Shizuru tenía sus límites.


Los dos guardias eran historia aparte, sin embargo, para eso estábamos nosotras.


Lo que les estoy contando en realidad sucedió en cuestión de segundos.


Ambos guardias tenían todas las intenciones de detenernos y llamar a la policía. Nao comenzó su acto.


Una bala impactó contra la radio en la mano del primer guardia. -¡La siguiente va a tu cabeza si no te quedas quieto!-. Gritó con toda la fuerza que le permitía su garganta, como un rugido de guerra.


El segundo guardia, parado en otro punto, también sacó su radio creyendo que no iban a verlo, Nao sacó una segunda pistola, y sin voltear, disparó, dando un certero tiro. -¡Eso va para ti también!-. Vociferó con ira.


¿Les dije que amaba la fuerza bruta de Nao en las misiones?


Tenía una pistola apuntando a la cabeza de cada uno. La descendencia del Dios de la Guerra era un as con cualquier tipo de arma, y las de fuego de los mortales no eran la excepción.


Técnicamente, en la mente de esos dos hombres, desarmar y taclear a la chica ante ellos debía ser posible, aunque no lo fuese, rayos, debían pensarlo porque Nao no era una mole de músculos como ellos, ni la más alta de los semidioses. Aun así, no intentaron desafiarle, porque sí que era una de las guerreras mas feroces y eficaces entre los nuestros, algo que creo que ellos podían sentir, como si su instinto de supervivencia les dijera a gritos que no fuesen idiotas, que no le plantaran frente a Nao, porque saldrían perdiendo.


Cambiando a otra parte del asunto, mierda, al disparar esas armas, se disparó el pánico ente los civiles del lugar. Uno intentó correr a la entrada, sin vacilar, saqué mi pistola y también disparé, la bala pasó rozando su oreja, tan cerca que le aturdió y dejó un pequeño rastro de sangre. -¡Fallé intencionalmente!-. Quedó congelado en su lugar. -¡Todos al suelo!-. Algunos dudaron. -¡AHORA!-. Disparé al aire.


Eso convenció a todos de que era mejor hacerme caso.


Tal como mencioné, todo sucedía en segundos.


Miré de reojo a Shizuru. -Nos entregaran todo su dinero-. Hablaba con aquella armoniosa voz, con la cual podía pedirte que te arrojaras a un abismo, y aun así, seguir sonando al canto de un ángel.


Le aventé las mochilas. -Y que sea rápido-. Les ordenó.


Apunté a un chico que daba señas de querer levantarse. -No me hagas matarte-. No fue necesario gritarle, mi voz por si misma le aterró.


Créanme, mi intención no era matarlo, dioses, claro que no, a lo mucho, lo dejaría inconsciente, sin embargo, él no sabía eso.


-¡Te dije que no hicieras nada!-. De una patada Nao le sacó el aire al guardia de su derecha, sin dejar de apuntarle al otro, y por lo que pude escuchar, le rompió una o tal vez dos costillas, mi dolor de cabeza no era buena midiendo su fuerza, no con los humanos comunes y corrientes.


Volví a mirar hacia los empleados del banco, llenaban las mochilas a una velocidad impresionante. Regresé mi atención a los civiles, la mayoría se mantenía con la cabeza contra el suelo, cubriéndose con los brazos, unos pocos nos miraban, intentando ver a través de los tapabocas y las capuchas.


Tenían mucho miedo, podía sentirlo, estaba demasiado familiarizada con ese sentimiento.


Pero no temían al robo como tal, ni a las armas de fuego, nos temían a nosotras, a la esencia que desprendíamos.


Uno de ellos, dominado por temblores, me miró a la cara, y con voz quebrada, se dirigió a mí. -¿Qué… qué… son?-. Eso me desconcertó.


Fue inevitable preguntarme si la neblina hacía de las suyas en esos momentos.


Pensé en no decirle nada, al final, sí lo hice. -Lo que tus ojos ven-. Le deseé suerte a sus ojos mortales, al menos, lo que sea que viese, siempre sería mejor que lo que nosotras presenciábamos.


Terminaron de llenar las mochilas, le aventé una a Nao, cargué con dos y Shizuru levantó una cuarta. Esas cosas pesaban, una buena señal, odiaba jugármela por algo que no valiese la pena, pero sabía que mi novia se había asegurado de que el riesgo lo valiera.


Les dedicó unas últimas palabras. -Cuando nos marchamos no reportaran esto, no hemos estado aquí-. Los empleados asintieron, en piloto automático.


Bien, aquí es donde deben estarse preguntando, ¿de qué sirve que los empleados no digan nada, con todos esos civiles como testigos?


Por supuesto que les tengo la respuesta, Shizuru sí que podía ejercer su embrujahabla en un gran número de personas, hablo de un grupo en verdad grande, con la desventaja de que entre más fuesen, mayor cantidad de energía necesitaba, por eso lo reservábamos para el final.


Centró su atención en hacerse escuchar por todos.


Pude confirmar que los ojos de cada uno se cubrían con esa especie de neblina. -Ustedes no nos han visto, no sabrán que ha sucedido aquí, no recordaran nada. Nos marcharemos y continuaran con lo que estaban haciendo-.


Ahora quizá tengan la duda de para que mierda ocultamos nuestros rostros si mi chica podía lavarles el cerebro a los testigos, y bueno… vamos, ¡no seguíamos vivas por confiadas! Siempre debíamos tener un as bajo la manga que respaldara al as que ya teníamos oculto.


Gastar esa cantidad de poder causó un leve mareó en Shizuru, aun trabajábamos en eso, le ofrecí mi hombro como apoyó, después de unos segundos estaba suficientemente bien para largarnos de ahí.


Cuando salimos del edificio y estuvimos fuera del campo de visión, reactivé las cámaras de seguridad. El espacio de nuestra pequeña actividad sería un misterio cuando revisaran los videos.


Apenas pusimos un pie fuera, el auto ya estaba frente a nosotras. -¡Escuché unos rugidos cerca, vámonos!-.


No tenía ganas de averiguar quien quería ponernos en el menú, nos marchamos a casa.




El dinero que tomamos de aquel caritativo banco era suficiente para solventar lo que iba planeando. Le dije a Nao que me buscara más tarde, para encargarle otra tarea, una que también era muy importante, me sonrió con sorna. -Sigue siendo irónico como es que ahora confías tanto en mí-. Recordé de nuevo el tema del posible traidor, ese maldito asunto era una tortura mental.


Pero seguía sin dudar de Nao, por más que quisiera joder mi paciencia a veces. -Puedo decir lo mismo-. Le sonreí de regreso, con su mismo toque burlón. -Me odiabas y mira, ahora confías ciegamente en mí-.


Me dio una palmada en la espalda. -Tuerquitas, te confiaría mi vida, sin dudarlo-. Se fue.


¿Quién demonios era el traidor?


Shizuru y yo también nos fuimos, derechito a nuestra cabaña. Ella quería llegar directo a dormir, la energía que consumió su embrujahabla no iba a reponerse sola, con un poco de descanso, estaría como nueva.


Atranqué la puerta.


Se quitó el exceso de ropa antes de tumbarse en la cama, prácticamente se durmió cuando su cabeza tocó la almohada.


Le vi desde mi sitio, lucía tan hermosa como siempre, y en ropa interior era un regalo de los cielos para mi ojo, pero lo que contemplaba justo en ese minuto, eran los anillos en sus manos, no se los quitaba para nada, como yo no me quitaba mis muñequeras.


La muñequera, ¿Quién había sido? La duda comenzaba a provocarme una horrible migraña.


Shizuru se removió en la cama.


Quien pudo acceder a mi armadura, pudo hacerlo a la de ella, entonces, ¿por qué no lo hizo?


Si la idea era matarme, tendrían que, literalmente, provocar su muerte también, de cualquier otro modo, ella no permitiría que me borraran del mapa mientras estuviese cerca de mí.


Cada vez tenía más sentido, que lo que buscaba el culpable, era que dudara de Shizuru. Divide y vencerás. Intentaban aplicar eso con nosotras.


Tensé mis puños.


-Hey viejo-. Pensé en voz alta. -Si en verdad eres tú-. Me refería a mi sueño. -Necesito la maldita señal que te pedí-.


Dos horas después, Shizuru seguía durmiendo, tocaron a la puerta, soy honesta, soy celosa y no quería que nadie viese mi novia en paños menores, abrí lo necesario para salir sin que se viese el interior. Era Nao.


-¿Cuál es la nueva misión?-.


-Deja te lo explico-.


Así como necesitaba que Nina me trajese el Hierro Estigio, necesitaba que Nao consiguiera ciertos recursos, que bueno, no eran provenientes del Inframundo, sin embargo, sí de un lugar bastante turbio para los mortales, mercado negro le llamaban.


De mis chicos de confianza, únicamente ella sabía moverse en ese mundo sin salir perjudicada.


-Estas planeando algo realmente grande, Kuga-. Dijo al ver la lista que le di.


-No puedo hacer jugadas pequeñas, no contra el Rey del Inframundo-.




Poco después de regresar al interior, Shizuru despertó, se estiró un poco y me sonrió, luego volvió a vestirse. El descanso había hecho su labor, ni se le notaba que habíamos robado un banco con su embrujahabla unas horas antes.


Miren, les diré la verdad, mi idea era desvestirle de nuevo y ser feliz un ratito.


Pero, a ver, como lo digo…


Pasó algo que hacía años que no sucedía.


Apareció un mensaje Iris.


Maldición, primero que nada, eso ya era bastante raro por sí solo, ahora añádanle que se manifestó en un lugar donde no había agua, y rematamos el asunto con un hecho capaz de impactarnos cuando creíamos que ya nada nos sorprendería durante una temporada.


Del otro lado, quien nos enviaba el mensaje…


Era una mujer que encarnaba la palabra belleza. Dioses, belleza no era suficiente, para describirle era absolutamente necesaria una nueva palabra. Se los juro por mi vida, era la segunda mujer más hermosa que había visto, la primera era Shizuru.


-Mamá-. La cara de Shizuru… ni ella ni yo podíamos creer lo que pasaba.


¿A qué estaban jugando los dioses?


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