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Campamento Mestizo por Verdadero98

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CAMPAMENTO MESTIZO


CAPÍTULO 9


Como habrán de suponer, nuestro regreso al campamento provocó una ola de gritos y alboroto bastante grande, se alarmaron por mi estado, se preguntaron que había pasado, cuestionaron como rayos habíamos logrado volver en tales condiciones y temieron que lo que sea que nos había hecho eso nos siguiera hasta ahí.


Pero saben, saltémonos eso y pasemos a lo importante, puedo darme esos lujos porque ya saben, esta es mi historia y yo soy quien la cuenta. En fin, según todos, incluyéndome, era un milagro que siguiera con vida, no obstante, mi salud estaba lejos de ser buena, así que terminé pasando una semana en la enfermería.


Quizá se les haga poco tiempo si lo relacionan con la forma en que me hicieron mierda, sin embargo, durante esos siete días me sometieron a tratamientos que hacían parecer lo irreal aún más ilógico.


Trataron mis heridas con un cuidado casi absurdo, decían que les preocupaban por eso de que eran productos de hombres lobo, aunque a decir verdad, dijeran lo que dijeran yo creía que eso era una pantalla de humo, una fachada para lo que realmente querían hacer: Devolverme mi ojo.


Debo decir que pusieron todo de su parte, intentaron decenas de cosas distintas, me consta que en verdad buscaron el modo, muy a nuestro pesar no lo lograron. Eso sí, seguía tuerta, sin embargo, consiguieron que mis cicatrices no fueran tan feas, ohhh sí, se lucieron con eso, sobre todo con las cicatrices de mi rostro.


Y es que, no es que fuera narcisista ni vanidosa, pero como cualquier adolescente temía ser una versión moderna de Frankenstein, no pueden culparme.


Mikoto decía que eran marcas de guerra y que me veía cool, yo tenía mis dudas respecto a eso, sin embargo agradecía su apoyo.


Retornando a los hechos, el séptimo día, cuando me preparaba para salir de la enfermería, Shizuru entró al lugar. El aura de culpa que emanaba era inmensa, tanto que podrían verle desde el otro lado del planeta.


-No vuelvas a decir que es tu culpa-. Me adelanté. La situación era muy similar a la del primer ataque que sufrí.


-Pero sí es…


-No es como si tú hubieras ideado un plan malvado para que pasará-. Tomamos asiento en la camilla.


-Sí yo no hubiera tenido tu armadura…-. Me sentaba fatal verle en ese estado, podía percatarme de que no había dormido en toda la semana.


-Yo quería que la usaras-. Me encogí de hombros. -Yo te la puse-. Tomé su mano. -Cuando quisiste quitártela para devolvérmela, no te deje hacerlo-. Entrecrucé nuestros dedos. -Así que si tenemos que culpar a alguien, bueno, la culpa es mía-. Apreté su mano, quería que sintiera mi calor, que estaba viva, que ambas lo estábamos y eso era lo importante. -Y no me arrepiento de nada-.


Sus ojos se humedecieron. -Natsuki-. Me devolvió el apretón, se aferró a mis dedos. -Gracias-. Nuestras manos unidas se transformaron en un abrazo.


Su aroma embriagante y su tacto me hicieron sonreír como idiota. -Sé que no te gusta que sea temeraria-. Seguíamos abrazadas. -Pero debo decirte, que si necesito serlo por ti, lo seré-.


Desde aquellos días pensaba, que si tenía que oponerme al mismísimo Zeus por Shizuru, lo haría, ¡Claro que lo haría!


-¿Por qué?-. No susurró, solo hablo bajito, en mi oído.


"Porque somos amigas" Pensé decirle eso, pero incluso yo, siendo tan cabezota como era, sabía que mis motivos iban más allá. Malamente, hasta con ella había veces en las que me costaba mucho hablar de mis sentimientos.


-Porque eres mi persona más importante-. Supe que sonrió, así como ella supo que me sonrojé.


-Me alegro mucho de saberlo. También eres mi persona más importante-. Nos separamos, viéndonos a los ojos. -Mi persona favorita-. Y ahí me sentí gloriosa.


Después de eso salimos de la enfermería, y dado que no tenía ganas de volver a mi cabaña, ni ella a la suya, decidimos dar un paseo por el campamento.


Al caminar íbamos tomadas de la mano, así que no supe si era eso o mi lindo parche negro lo que llamaba la atención, más de lo normal.


Ok, lo asumo, definitivamente era el parche, y el hecho de que los chismes volaban, a esas alturas ya todos sabían que había matado a otros dos hombres lobo.


Un grupo de niños, de entr años, practicaban espada con Mikoto, al verme pasar, fui el blanco de atención, me observaban con asombro y quizá con un poco de miedo. -¡Oigan, mocosos!-. Era cómico que les dijera así cuando ella solamente tenía 13 años. -¡El entrenamiento está acá!-. Mejor le obedecieron, porque les dijo que yo terminé así por no entrenar lo suficiente, irónicamente seguía viva, luciendo así, pero viva, gracias a que me había dejado la piel entrenando.


Seguimos caminando, con dirección al lago.


Era extraño saber que ya podría pasar tiempo con Shizuru, a diario.


Lo sé, hasta ese momento, ella había sido una campista veraniega, pero después de aquellos eventos en los que se destrozó su departamento e intentaron darle caza, Yamada le aconsejó quedarse, por si las dudas.


Y como Shizuru no era idiota, aceptó quedarse. Obviamente las circunstancias tras su decisión no me alegraban, sin embargo, tenerle cerca era una noticia tan buena que contrarrestaba el hecho de haberme quedado tuerta.


-¿Y como se han tomado la noticia tus hermanos?-. Los chicos de Afrodita me caían casi tan mal como Nao, desgraciadamente eran sus hermanos.


-Dicen que se alegran de verme-. Su tono me dejo claro que no les creía eso. -Pero el defecto de la mayoría de mis hermanos es que son demasiado hipócritas-. Yo había escuchado por ahí que todos esos niños bonitos la envidiaban, por eso de que Shizuru era por mucho la más atractiva, y que tenía a medio campamento tras ella.


-Son unos idiotas-. Sonrió por mi comentario.


-¿Y los tuyos?-. Recordé el pequeño episodio que me montaron por medio de mensaje iris.


-Pues digamos que Alyssa se lo contó a los gemelos-. Me rasqué la cabeza con algo de vergüenza. -Y me regañaron por mensaje iris aunque se gastaron bastante en eso, también amenazaron con regresarse y encadenarme a mi litera-. Suspiré. -Pero al final solo dijeron que me odiarían si me moría-. Ese par estaba un poco loco.


-Que lindos-. Rio por lo bajo.


-Créeme, no hay nada de lindo en ellos-. Negué con la cabeza, quizá de modo exagerado, pues mi gesto pareció causarle gracia. -Además, Mikoto le fue con el chisme a Mai-.


-Y déjame adivinar, también quiso regresarse al campamento-. No es que estuviéramos gritando, pero cono no nos quitaban la mirada de encima al pasar, sentía que medio mundo estaba metido en nuestra conversación. Les di una mirada despectiva, el parche me ayudó a tener un aire más intimidante.


-Sí, me costó horrores convencerle de que no era necesario-. El sentido maternal de Mai no era de este mundo.


-Tienes buenos amigos-.


-Me costó 14 años y casi morir encontrarlos-. De nuevo, yo no bromeaba, sin embargo, con Shizuru era como si me la pasara contando chistes, porque siempre sonreía por mis comentarios.


Al llegar a nuestro destino no lo pensamos dos veces antes de sentarnos en el muelle, nos quitamos los zapatos y sumergimos los pies en el agua, aunque no era verano el lago estaba tibio.


Hubo un pequeño silencio, creo que ella meditaba algo, de repente, volteó a verme, y créanme, la determinación en sus ojos carecía de comparaciones. -Natsuki, quiero entrenar-. Recuerdo que quedé estupefacta, no era nada del otro mundo que un semidios entrenara, pero que un hijo de Afrodita quisiera hacerlo era sorprendente-.


-¿Qué?-. Ahí deje ir todo mi desconcierto.


-Quiero entrenar, como tú lo haces con Mikoto-. Vinieron a mi mente todas esas veces en que Mikoto casi me hizo mierda. -Quiero entrenar contigo-.


-¿Te sientes bien?-. Puse mi mano libre en su frente.


-Más que bien-. Le dio un apretón a mi mano. -Me dijiste que por mí serías temeraria, bueno, no te dejaré serlo sola-.


-¿Segura segura que quieres eso?-. De seguro mi cara era un poema.


-Segura-.


-Bueno…-. Mi mente comenzó a trabajar, como en esas ocasiones en las que me quedaba con expresión perdida. -Primero tendremos que ver con que tipo de arma eres más compatible-. A decir verdad ya me lo imaginaba, y sí, ya estaba haciendo planos mentales.


Como les dije, además de mis cosas, construía cosas para otros campistas, solo que eran sencillas y austeras, reservaba lo mejor para mí, pero…


Haría algo increíble para Shizuru.


Mientras meditaba sobre el tema, repasando las características y datos que sabía sobre ella, pensé en aquella extraña habilidad que poseía.


-Oye Shizuru-. No pude evitar fruncir el ceño. -Sé que una mujer tiene sus secretos-. Había usado ese pretexto la primera vez que le pregunté. -Pero…


-¿Quieres saber como hice lo de la arpía?-. Me miró con un matiz misterioso.


-Y lo de Midori, y lo de Nao-. En todas las ocasiones que lo había presenciado parecía irreal. -Como haces… o más bien, ¿qué haces?-.


Su mirada era penetrante, analizaba mis expresiones y ocultaba sus propias emociones, como siempre, era una experta en dejar ver solo lo que quería que vieran.


Movió sus pies dentro del agua. -Te lo voy a contar-. Detecté un cambió en su tono de voz. -Porque confío en ti-. Por un segundo creí que tenía miedo de algo. -Aclaro que solo lo uso cuando es necesario-.


-Ohh vamos, no es como si me estuvieras manipulando-.


-A ti no-. Una vez más, mi cara me delató. -Te juro que contigo nunca lo he usado-. Saben, Shizuru es la única persona de la que nunca he dudado ni un poco, así que cuando me dijo eso, le ofrecí una sonrisa.


A veces creía, que de hecho, mi sonrisa le pertenecía a ella.


-Tranquila, confío en ti-. Si me decía que nunca me había hecho lo que sea que les hacía a los demás, le creía.


Con eso tomó más valor para hablar y relajó su postura, sus pies dejaron de chapotear en el agua. -Algunos semidioses heredan habilidades extra, concedidas a voluntad por sus padres divinos-.


-Y Afrodita te dio una-. No quería interrumpirle, hablé en automático.


-Sí-. En el lago no había nadie más, aun así hablaba bajo. -Se llama Embrujahabla-.


Obviamente, era la primera vez que escuchaba esa palabra, sin embargo, el nombre y presenciar su uso me dieron una idea de por donde iba la cosa.


-Viene a ser un tipo de hipnotismo-. Dejó ver más de sus emociones, permitiéndome ver que no le gustaba mucho su habilidad. -Yo hablo, y la persona hace lo que le digo-.


-Eso es genial-. En verdad me lo parecía.


-No lo es tanto, cuando lo haces sin saberlo-.


-¿De que hablas, Shizuru?-.


-Prácticamente, todos los que poseen la Embrujahabla no lo saben, y cuando le usan es sin querer, sin saberlo-.


-Entonces…


-¿Cómo lo supe?-. Sonrió con cierta tristeza. -Afrodita me lo explicó poco después de llegar al campamento, es la única vez que le he visto-.


-Eres asombrosa-.


-Soy una manipuladora-. Me dolió que su voz estuviese cargada de amargura.


Shizuru lucía tan perfecta, tan segura de sí misma, que era difícil creer estuviese inconforme con algo referente a su persona.


Nunca había sido buena dando ánimos, no obstante, con ella lo intentaba seguido. -Lo que hiciste me salvó la vida en aquel edificio-.


-Embrujihablar monstruos es demasiado difícil-. Suspiró. -Fue suerte-.


-¿Suerte?- Negué con la cabeza. -Fuiste tú-.


-Natsuki…


-No sé nada sobre dones extra para semidioses-. No fue necesario tomar su mano, porque en ningún momento le había soltado desde que llegamos al lago. -Pero sí sé algo, si Embrujahablar es parte de ti, no lo rechaces, no te reprimas a ti misma-.


-¿Cómo puedes confiar en alguien, que puede engañarte sin que lo sepas?-.


-Digas lo que digas, seguiré confiando en ti, Shizuru-.


-Ahora creo que la asombrosa eres tú-.


-Somos producto de la mitología griega-. Sonreí. -Nacimos para ser asombrosas-.


Lo sé, generalmente era pesimista y tal como dijo Mikoto tenía una expresión poco amistosa, pero tenía que subirle el animo a Shizuru y… ¡Funcionó!




Iba de regreso a mi cabaña, ya sola, cuando me encontré con el mayor dolor de cabeza de la historia.


-Tuerquitas-.


-Ahora no, Nao-.


Por supuesto, ignoró mi comentario, tan ansiosa de violencia como solo ella podía estarlo. Su postura delataba que en cualquier momento me saltaría encima. Al parecer, esos días sin mí le habían privado de peleas que según ella misma, diesen la talla.


Aquellos ojos altaneros me escanearon completa.


Y sonrió con malicia.


-Te ves fatal-. Claro que me veía venir eso.


-Que poco original-. Recalqué su mortal falta de ingenio, eso no le gustó.


-¿Acaso los hombres lobo te masticaron y se arrepintieron?-. No esperó a que le respondiera. -Se ve que intentaron comerte, pero de seguro les diste asco y te vomitaron-.


Quería pasar de largo, pero me detuvo poniendo su mano en mi hombro. -Responde, tuerquitas-.


-Ya te inventaste tu propia versión, ¿no?-. Sacudí el hombro. -Déjame en paz-.


-No vas a decirme que hacer-. Se puso frente a mí.


-Ni tu tampoco a mí, imbécil-. Alrededor solo había campistas menores, niños pequeños que retrocedieron al ver saltar chispas entre nosotras. -Pero no planeo pelear contigo-. Le rodeé para irme de ahí.


-Dime Kuga-. Me detuve. -¿Perdiste tu valor junto con tu ojo?-. Volteé a verle.


-Perdí mi ojo por proteger a alguien que me importa-.


-Debes de ser muy idiota para arriesgarte así por alguien-.


-Y tú muy miserable al no tener por quien arriesgarte-.


Después de eso me retiré, Nao no hizo por seguirme.


Creo que nadie le había dicho esa verdad a la cara.




Aquella misma noche, mientras terminaba de cenar y hablaba con Alyssa, sentí la mirada de Shizuru clavada en mí.


-En verdad le gustas a Shizuru-. Casi me atraganté con mi comida.


-¿Por…-. Tosí y me limpié con el dorso de la mano. -¿Por qué dices eso, Alyssa?-.


-Soy pequeña, no tonta-.


-Alyssa…


-Basta con ver como te mira-. Le dio otro bocado a su cena. -Y como la miras tú a ella-. Intentó ocultar que sonreía.


Sentí el sonrojo hasta las orejas. -Sólo somos amigas-. ¿Desde cuando le daba explicaciones a mi hermanita? Quise encajar el tenedor en la mesa.


-Porque eres una cabezota, Natsuki-. Mejor me terminé mi comida antes de volver a casi atragantarme.


-¿Desde cuando tantas confianzas niña?-. Me levanté de la mesa al ver que ella también había terminado.


-Desde que soy tu ayudante en el taller-. Ella seguía mirando a la mesa de Afrodita. -Deberías ir ya-. ¿Tanto se me notaban las ganas de correr con Shizuru? Maldije mentalmente.


-Iré, pero no porque tú lo digas-.


Al verme caminar, Shizuru se levantó de su mesa, esperé a que eligiera un rumbo y después le seguí de cerca, terminamos sentadas bajo un árbol cercano al campo de fresas.


-¿Crees que Yamada se enoje?-. Pregunté con un montón de fresas en las manos.


-No lo creo, todos las toman-.


-Corrección, todos las roban-. Me sonrió con complicidad y tomó una fresa.


-Lo robado sabe mejor-. En serio, al ver como mordía esa fresa sus labios me llamaron a gritos, agité la cabeza. -¿Sucede algo?-.


-Nada-. No podía decirle lo que pensaba, según yo, aunque ella rio porque era perfectamente consciente de mis ideas.


-Sabes, quería darte tiempo-. Le vi de reojo, fingiendo demencia. -Pero ahora temo que el tiempo nos coma vivas-. Los arbustos de fresas me parecían terriblemente interesantes en ese momento.


-No sé de que hablas-. En mi defensa, a los 14 años era torpe, sentimentalmente hablando.


-Aja…-. Me siguió la corriente. -No puedes ocultarle tus sentimientos a una hija de Afrodita-. O eso creí, ya que ella no pensaba dejar pasar el tema, de nuevo. -Mucho menos cuando-. Aun no decía lo crucial y ya sentía venir el sonrojo. -Te gusta dicha hija de Afrodita-. El rojo de sus ojos resplandeció en la noche. -Sé que te gusto Natsuki-.


-Yo…


-Y tú también me gustas, demasiado-. Mi cerebro no alcanzaba a procesar bien esas palabras, pero mi corazón era otra historia.


-Shizuru-. Nunca había puesto tanto sentimiento en decir una palabra.


-Natsuki-. Y jamás me había gustado tanto que alguien dijera mi nombre.


Ya era justo y necesario, paso lo que tenía que pasar.


Puso su mano en mi mentón y me hizo voltear hacia ella, su rostro era tan perfecto que aquella sonrisa que me mostraba parecía un regalo del olimpo. Cuidadosa, asegurándose de que yo no me echaría atrás, se acercó a mí, y una vez más su aroma me golpeó fuertemente, era como si anulara todos mis sentidos para el resto del mundo y solo pudiera percatarme de ella.


Nunca pude saber si eso era un efecto colateral de ser hija de Afrodita, o el hecho de que estaba completamente enamorada de Shizuru.


Finalmente me besó, y se los juro, ¡Fue maravilloso!


Las sensaciones que experimenté no eran de este mundo.


Cualquier cosa que hubiera sentido antes no se comparaba en nada con aquel momento.


Sus labios tenían un ligero sabor a fresa, pero pude distinguir lo que en mi mente se grabó como el sabor de una diosa.


O semidiosa, el punto es que el sabor de Shizuru, al igual que su aroma, era embriagante, adictivo y único.


Al separarnos mi sonrisa no podía ser más grande.


Me miró con cariño, y su voz tuvo un tono juguetón que ocultaba su intensión posesiva. -Ahora eres mía-. No me gustaba sentirme propiedad de nadie, sin embargo, no le contradije, ya que ella era la excepción a muchas cosas, quizá a todo.


Mi sonrojo era legendario, aún así… -¿Podemos repetir?-.


Su risa fue magia para mí. -Las veces que quieras-.


Desde ese momento, el campo de fresas fue un lugar especial para nosotras.




Al día siguiente, le dije a Mikoto que no entrenaría con ella esa mañana, primero le pareció algo extraño, pero cuando vio a Shizuru caminando en nuestra dirección, ató cabos.


-No es lo que crees-. Me adelanté a su comentario.


-Definitivamente es lo que creo-. Me observó de pies a cabeza. -Ya decía yo que te veías muy alegre hoy-.


Golpeé su hombro. -¿Acaso no puedo ser feliz solo porque sí?-. Ni yo me la creía.


Le restó importancia al hecho. -Tú y yo solemos tener expresiones poco amigables-. Se encogió de hombros. -¿Estrenamos más tarde?-.


-De acuerdo-. Cuando Shizuru estaba a punto de llegar, Mikoto sonrió con ese aire travieso que contadas veces he llegado a verle.


-Iré a contarle a Mai-. Se echó a correr, sabía que no le seguiría teniendo ahí a Shizuru.


-¿¡No eras de pocas palabras!?-.


-¡No con Mai!-. Desapareció de mi vista.


Yo tenía la acertada corazonada de que esas dos se traían lo mismo que Shizuru y yo, pero oigan, apenas aclaraba mis propios asuntos amorosos, así que no iba a inmiscuirme en los de mis amigas.


-Natsuki-. Shizuru me saludó con un afectuoso abrazo.


-¿Comenzamos?-.


Iba vestida con ropa que podía arruinar libremente, se había puesto tenis en lugar de zapatos y también llevaba su cabello atado en una coleta. Se veía muy diferente, tanto que llamó la atención de los campistas que caminaban cerca.


Pero ni su apariencia atrajo tanta atención como el hecho de que le di una espada.


Créanme, tuve que mirar muy feo a todos para que dejaran de observarnos.


Una hora después teníamos claro, más que claro, que la espada y el cuchillo no eran lo suyo, el arco tampoco le iba, y ni siquiera lo intentamos con armas como la maza porque simplemente no cuadraban con ella.


Mis respetos, no se desalentó aun cuando parecía que definitivamente pelear quedaba fuera de sus ligas.


Llegué a la conclusión de que la idea que tuve el día anterior era nuestra esperanza, si resultaba ser cierto, era misma noche pondría manos a la obra.


-Intenta con esto-. Le pasé una lanza.


-¿Estás segura?-. La mueca que hizo decía a gritos: Tengo miedo de sacarte el otro ojo.


-Confía en mí-.


Así lo hizo.


Y señores… ¡Dimos en el clavo!


El futuro de Shizuru tenía una lanza en el.


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