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PERDONA POR DECIR QUE TE AMO por Tamina Bennet Stark

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Notas del capitulo:

¡Hola! Disculpen por no haber publicado antes, pero es que he tenido demasiadas distracciones últimamente (cof Sekaiichi Hatsukoi cof cof xD), bueno ya los dejo leer y nos vemos al final!

 

:)

CAPÍTULO 8. Peligro.

 

Se acercó rápidamente a su rostro y le plantó un dulce beso en los labios. Los movimientos los hacía con sutileza hasta que rozó la punta de su lengua con los labios de Sesshomaru quien abrió la boca mientras con sus brazos rodeaba la espalda de su hermano y lo acercaba más a él. Sus lenguas se encontraron y se tocaban de forma armoniosa una a la otra…

Sesshomaru aprisionó a Inuyasha contra él. Ambos se dejaron envolver en aquel beso por unos instantes que parecían eternos. Cuando por fin después de casi quedarse sin aliento, el hermano menor se separó ligeramente de Sesshomaru quien de inmediato lo abrazó con más fuerza. Inuyasha sentía sus mejillas arder, no estaba seguro de cómo pudo ser capaz de besar y darse a besar de esa forma, no estaba seguro de lo que había hecho y su corazón latía como un loco con ansias de salirse de su pecho, mientras su hermano parecía llenarse los pulmones con el aroma de su cuello. Permanecieron así momentáneamente.

– ¿Mejor? – preguntó Inuyasha rompiendo así el silencio.

– Si – fue lo único que Sesshomaru alcanzó a contestar.

¿Qué más podría decir? Lo tomó como un gesto inocente e impulsivo de parte de su hermanito, además fue algo que él mismo había hecho con anterioridad. No podía permitirse darle más vueltas a los motivos de Inuyasha, no era sano para él, simplemente quiso reconfortarlo en un momento de crisis. Sin embargo, aquel había sido su mejor momento desde que regresó a Japón y no podía evitar borrar aquella estúpida sonrisa de su rostro. Detuvo el abrazo y sonriendo miró a Inuyasha, tomó un mechón de cabello negro de su hermoso rostro y lo pasó detrás de su oreja mirándolo a los ojos.

– Gracias, ya estoy mejor – le contestó notando como las mejillas del otro se ponían de un rojo intenso.

Inuyasha tras esa respuesta se mordió el labio inferior, volviéndose un suplicio para Sesshomaru quien lo miraba demasiado tentador.

– Me alegro – contestó el menor con la cabeza baja.

– Salgamos de aquí – dijo Sesshomaru conteniendo así las ganas de irse encima de su hermanito.

Una vez afuera de aquella habitación vacía y llena de recuerdos, Inuyasha no sabía que decir o hacer, así que abrió la boca para decir lo primero que se le vino a la mente.

– ¿Vas a cenar algo? – preguntó de forma inocente con esa mirada tímida que derretía a su hermano.

– En realidad estoy cansado, tomaré un baño y me dormiré así que si no te molesta buenas noches – dijo el mayor intentando escapar de él a toda costa o no sería capaz de contenerse.

– Ahh… bueno… de acuerdo, descansa – contestó el pelinegro con cierto tono de tristeza.

Inuyasha se dirigió a su habitación pensando en por qué su hermano había actuado de una forma tan esquiva ¿acaso no estaba enamorado de él? Al menos eso fue lo que él pensaba dados los sucesos de la noche anterior, ¿por qué ahora sentía a Sesshomaru incluso más alejado? Pensó que al besarlo le estaría dando a entender que él sentía lo mismo, pero al parecer no fue el caso, si no que por el contrario, se le veía a su hermano un poco incómodo y con ganas de salir huyendo.  

– Está bañándose – dijo Inuyasha para sí mismo y de inmediato los colores se le subieron al rostro al imaginar a su hermano mayor desnudo y mojado.

Lo sabía, ya no podría sentarse a esperar nada más. Lo quería solo para él, quería saberse correspondido y no iba a permitir que las confusiones lo agobiaran, esa noche haría lo posible para que Sesshomaru le dijera la verdad. Aunque la impaciencia lo molía de nervios pretendió esperar un tiempo aceptable para que su hermano saliera de la ducha, tenía que pensar en algo que decir para entrar a su habitación.

El mayor de los hermanos se encontraba absorto en sus pensamientos. ¿En qué estaba pensando para alargar aquel beso de esa forma? Fue una terrible equivocación de su parte o al menos así lo pensaba él. Aun podía sentir el roce de los labios de Inuyasha, la suavidad de su lengua y su delicioso aliento, podía sentirlo con claridad y se le aceleraba el corazón de solo pensarlo. Había perdido el control y eso causó que su hermanito quisiera consolarlo y calmarlo de cualquier manera. Definitivamente debía cuidar que sus emociones no lo terminaran aplastando como hacía unos momentos, tenía que mantener la calma y no descontrolarse de esa forma, pero en ese momento le fue imposible evitarlo. Nunca creyó ver esa habitación completamente vacía y el hacerlo lo orilló inevitablemente a darse cuenta de la insoportable realidad.

Salió del baño, se vistió y se fue directo a la cama. Habían sido muchas emociones por un día, solo quería evitar seguir dándole vueltas al asunto porque mientras más lo pensaba más lo hacía pedazos la ansiedad. De pronto tocaron a su puerta.

– ¿Sí? – preguntó.

– ¿Puedo pasar? – contestó el menor con otra pregunta.

“Maldita sea” pensó Sesshomaru para sus adentros.

– Está abierto – dijo.

Inuyasha entró, vestido con una playera roja y un pantalón de tela color gris. A Sesshomaru le encantaba como le quedaba el color rojo a su hermanito, era inexplicable, tal vez un fetiche, pero pesaba que se miraba irresistible con prendas de ese color.

– ¿Y bien?, ¿qué sucede? – preguntó enseguida para sacudirse sus pensamientos bastante indebidos.

– Pues yo… quería saber si… te encontrabas bien – Inuyasha sonaba bastante titubeante.

Aquel tono era de esperarse, estaba muy nervioso. No sabía nada sobre cómo hacer que su hermano le declarara sus verdaderos sentimientos. ¿Qué podía saber sobre cómo seducir a un hombre siendo que él también era un hombre? No tenía idea de lo que hacía, pero quería hacerlo.

– Estoy bien, no tienes por qué preocuparte solo voy a dormir y ya – respondió el mayor algo cortante.

– Bien… – contestó el menor mientras se rascaba el cuello con la mano derecha.

– ¿Sucede algo más? –.

– Ah… pues Sessh, yo… verás yo me preguntaba… ¿puedo pasar la noche aquí?... ¿te molestaría? – preguntó Inuyasha nervioso.

Sesshomaru abrió los ojos de par en par. Solo eso le faltaba. ¿Qué pasaba ahora con su hermanito? Sabía que lo mejor era contestarle que no, muy a pesar de sus verdaderas intenciones.

– En verdad estoy cansado, es mejor si tu… –

– Puedo dormir en el sofá… ¿está bien? – contestó el menor rápidamente pues no pensaba aceptar un no por respuesta.

Sesshomaru suspiró. No podía simplemente contestarle que no a su hermanito y menos cuando lucía algo desesperado frente a él, quizás solo le preocupaba su colapso repentino.

– Está bien como gustes – dijo mientras se envolvía en las cobijas y le daba la espalda a Inuyasha.

El menor quedó algo pasmado pues definitivamente eso no había salido como él esperaba. De cualquier forma, se dirigió al sofá que tenía enfrente, tomó una manta y se acostó con aparente intención de dormir. Sesshomaru no quería ni cruzarlo con la vista, no fuera a ser que le dieran ganas de cometer una locura, así que cerrando los ojos y estando en verdad cansado esperó que el sueño le hiciera un favor y se durmiera pronto.

Inuyasha no podía dormir. Desde que se acostó no pudo más que pensar en cómo le habían fallado las cosas y en que definitivamente no sabía cómo seducir a su hermano. Aquel extraño pensamiento le desconcertó ¿seducir a su hermano? ¿en serio era eso lo que intentaba hacer? Los colores se le subieron al rostro y se sintió avergonzado de sus propios pensamientos. Se planteó volver a su habitación y también se le ocurrió que tal vez necesitaba un psiquiatra ¿cómo era posible que estuviera pensando en seducir a un hombre que además era su hermano?

Se levantó de golpe del sofá, dejó la manta a un lado y comenzó a caminar, pero al llegar a la puerta algo no le permitió salir. Volteó para mirar a Sesshomaru que estaba completamente dormido, se acercó despacio y sin pensarlo demasiado se metió a la cama poco a poco y junto a él. Sus rostros quedaron frente a frente separados por un espacio no muy grande. Inuyasha se deleitaba observándolo dormir, repasaba con la vista cada una de las facciones de su hermano mayor. Se detuvo en sus labios pensando en que se veían apetitosos y se mojó sus propios labios al imaginar que repetía el beso que hacía no mucho habían experimentado, para después continuar recorriéndolo con la mirada.

Observó la perfecta y afilada nariz de Sesshomaru y su piel que parecía de porcelana fina. Luego dio paso a los ojos que aun estando cerrados eran hermosos pues estaban enmarcados por unas bellas pestañas. Rápido cayó en cuenta de por qué su hermano había tenido una lista larga de mujeres que desfallecían por él pues no era solo atractivo, sino que en verdad era malditamente guapo y fue entonces cuando al menor de los Taisho se le cortó la respiración.

– ¿Qué ocurre? – se escuchó la gruesa voz del hermano mayor.

Inuyasha no pudo contestar enseguida pues vio como los penetrantes ojos de Sesshomaru se clavaban en él. Su voz no salía, era incapaz de emitir sonido alguno porque quedó completamente pasmado.

– ¿Inuyasha? – preguntó el mayor de nuevo.

– C… creí q…que dormías… yo… – balbuceaba nervioso, pero fue interrumpido.

– Lo hacía hasta que sentí que la cama se movió y que alguien me estaba observando –.

El menor se puso aún más rojo.

– Yo… yo solo estoy… preocupado por ti porque verás… tu reacción fue… me preocupas Sesshomaru – dijo al fin.

– No debería preocuparte, estoy bien fue solo un momento y me dejé llevar –.

– ¡No, no lo fue! Eso pasó porque tú no hablas con nadie, siempre te guardas todo y eso no te lleva a nada bueno, es por es que reaccionaste de ese modo y si sigues así puedes tener un colapso en cualquier momento… si no quieres hablar conmigo tal vez puedas ir con un psicólogo o algo así – dijo Inuyasha un poco alterado.

Sesshomaru lo observó con sorpresa antes de responderle.

– ¿Colapso?, ¿psicólogo?... ¿se puede saber de dónde sacas esas cosas? – preguntó el mayor con cierto tono suspicaz.

– ¿De qué hablas?, ¡no cambies el tema! –.

– ¿Estuviste hablando con Kagura no es verdad? –.

– ¿Qué tiene que ver Kagura aquí? –.

– No me mientas –.

Inuyasha miraba a su hermano con molestia.

– ¡Bien! Ella mencionó algo como eso ¡pero ese hecho no quiere decir que yo no lo haya pensado por mi cuenta! Creo que necesitas desahogarte y además… –

– Ya es suficiente, estoy bien, no tienes de qué preocuparte fue solo un momento, pero no volverá a suceder, así que podemos olvidar eso del psicólogo y mi episodio de descontrol porque ya estoy bien, y además estoy cansado así que si no te molesta quisiera dejar de discutir esto y dormirme de nuevo – pidió Sesshomaru algo hastiado de la conversación.

– En verdad eres imposible – dijo Inuyasha molesto dándole la espalda a su hermano y suspirando, ¿cómo era posible que haya pasado de querer seducirlo a tener una discusión con él? –… aun así, sabes que puedes contar conmigo si necesitas hablar –.

Sesshomaru abrió los ojos de par en par. Lo cierto era que escuchar eso lo llenó de un inexplicable sentimiento de felicidad.

– Inu –.

– ¿Qué? –.

– Voltea –.

Inuyasha se giró para encontrarse con el rostro de su hermano quien lo miraba fijamente a los ojos.

– No ocurre nada malo conmigo, te lo aseguro… sigues siendo el mismo de siempre, preocupándote de más por otras personas, eres lindo – el peliplata dijo eso último mientras tocaba la punta de la nariz de Inuyasha con su dedo índice.

– N…no digas tonterías… –

– No son tonterías, en verdad eres lindo, siempre lo has sido desde pequeño – dijo Sesshomaru un poco divertido.

La cara de Inuyasha se puso de nuevo de color rojo.

– No seas tonto – se quejó el menor.

– No lo soy, por cierto, recordé algo… ayer me llamaste pervertido porque te besaba cuando eras pequeño a pesar de que eras tu quien lo pedía, pero en esta ocasión fuiste tu quien me besó –.

Inuyasha abrió tanto la boca que pensó que su quijada se le había desprendido. No fue capaz de emitir sonido alguno, simplemente se levantó de inmediato quedando sentado en la cama con toda la intensión de huir, pero cuando intentó levantarse Sesshomaru lo tomó por la muñeca y lo jaló de nuevo a la cama. El pelinegro quedó acostado con el brazo del mayor encima que le obligaba a no levantarse.

– ¿Entonces eres un pervertido? – preguntó Sesshomaru con aparente diversión.

– ¿Q… qué? – Inuyasha estaba nervioso – n… no digas tonterías, yo… eso fue… –

– ¿Por qué estás nervioso? –.

– ¡N… no lo estoy!, ¡Fueron medidas desesperadas!, ¡Estaba asustado!, ¡solo quería hacerte reaccionar grandísimo idio…! –

El menor fue interrumpido por los labios de su hermano que tomó su rostro y lo acercó a él. Fue un beso tierno y lento, solo en los labios, pudieron sentir la calidez el uno del otro. Sesshomaru al fin se despegó de Inuyasha y lo miraba fijamente, su hermanito tenía los ojos bien abiertos y las mejillas coloradas.

– Fueron medidas desesperadas porque no cerrabas la boca – dijo Sesshomaru con seriedad.

Inuyasha se dio la vuelta enseguida, dándole la espalda a su hermano. Ahora que había sido el mayor quien lo besó, se desestabilizó por completo, no supo que hacer o cómo reaccionar. Se suponía que había ido a esa habitación para intentar seducirlo y ahora que Sesshomaru había dado el primer paso, simplemente se acobardó. Tenía demasiadas dudas en su cabeza, no sabía qué hacer y deseo que el sueño lo invadiera pronto.

Sesshomaru no estaba seguro de lo que había ocurrido. Se estaba pasando del límite, lo sabía perfectamente, pero es que la actitud de Inuyasha lo hacía pensar en demasiadas cosas que no debería pensar. En definitiva, su hermanito estaba actuando extraño, aunque él quería pensar que eran gestos inocentes, su mente también lo llevaba por otros caminos. Comenzó a acariciar el cabello del menor.

Cuando Inuyasha sintió las caricias en la nuca, una corriente eléctrica recorrió su espina dorsal haciendo que se le erizara la piel. Aquella mano que le acariciaba se sentía tan bien que no fue capaz de decir o hacer nada más, el nerviosismo lo invadió y simplemente se dejó llevar por las sensaciones hasta que el sueño hizo de las suyas.

Por la mañana Inuyasha despertó y abrió los ojitos poco a poco. Sintió que su almohada era muy cálida y cuando cayó en cuenta pudo ver que era debido a que tenía la cabeza recargada en el pecho de Sesshomaru, quien además lo estaba abrazando por la cintura. El menor casi comienza a temblar del nerviosismo así que poco a poco trató de quitarse de encima el brazo de su hermano, una vez que lo logró se apartó lentamente de él. Quedó sentado en la cama observando a Sesshomaru que aun dormía.

Se tomó su tiempo para admirar a semejante hombre tirado en la cama junto a él. En toda su vida nunca se había sentido realmente nervioso con solo observar a su hermano, porque había sido solo eso, su hermano mayor quien siempre lo cuidaba y mimaba. Pero ahora era diferente, una vez que descubrió sus propios sentimientos había caído en cuenta no solo de la imponente presencia de Sesshomaru, sino también de lo atractivo y guapo que era. Incluso cuando dormía.

Con timidez Inuyasha se acercó al rostro de su hermano con la vista fija en aquellos labios rosas y poco a poco fue disminuyendo la distancia entre ambos rostros hasta que sus labios se encontraron con los del otro. Para cualquier otra persona pudo no significar nada aquel choque de ese par de labios, pero para el pelinegro significaba mucho más. Sintió una agradable calidez embargar todo su cuerpo y por inercia cerró los ojitos dejándose llevar por aquella sensación.

Entonces Sesshomaru abrió los ojos. Despertó con los movimientos de su hermanito, vio que lo besaba con los ojos cerrados y sin pensar, en un movimiento rápido tomó por los hombros a Inuyasha y se colocó por encima de él apresándolo por completo. El menor abrió los ojos como platos y observó consternado el rostro del peliplata.

– ¿Q… qué haces? – preguntó nervioso, lo había sorprendido demasiado pues él lo creía dormido.

– ¿Qué hacías tú? – preguntó Sesshomaru con seriedad.

Enseguida los colores se subieron a las mejillas de Inuyasha dándoles un bello destello rojo que a Sesshomaru se le antojó adorable y delicioso.

– Y… yo… – Inuyasha apenas y podía balbucear monosílabos.

– Eres travieso – dijo el mayor con una sonrisa bastante perversa a los ojos de su hermanito.

Sesshomaru llevó sus manos a las muñecas de Inuyasha pasándolas por arriba de su cabeza y lo sostuvo con fuerza recargando su peso sobre él, inmovilizándolo por completo.

– Se… Sessh ¿a… qué estás jugando? – al pelinegro le temblaba la voz por completo, su mente quedó en blanco, no podía pensar nada más que en los ojos color dorado infinito de su hermano.

El mayor lo observaba curioso y con atención preguntándose qué rayos pasaba por la cabeza de Inuyasha para haberlo besado mientras dormía. Sin duda era un chico caprichoso o al menos eso era lo que él pensaba. Se acercó lentamente al rostro de su hermanito tal como él hizo hacía unos instantes, solo que Sesshomaru no cerró los ojos en ningún momento pues no quería perderse un solo segundo de la expresión del cachorrito. Quiso saborear esos deliciosos y rojos labios de inmediato y con desesperación

El hermano menor no fue capaz de emitir sonido alguno, se sintió completamente idiotizado por la presencia, los ojos, la boca, del otro. Inuyasha estaba nervioso de eso no había duda, pero también agradecía internamente por la mirada de deseo en los ojos de su hermano, “lo hará, va a besarme y yo no desperdiciare el momento, haré que diga que me ama” pensó el hermano menor con ansiedad. Y entonces Sesshomaru tocó la punta de la nariz de Inuyasha con sus labios depositando un pequeño beso en ella y acto seguido se despegó de él y lo miró por unos instantes.

– ¿Q… qué pasa? – preguntó el pelinegro con un tono de decepción.

– Yo… recordé que tengo un compromiso en media hora – contestó Sesshomaru a toda prisa como si hubiera dicho lo primero que se le vino a la cabeza y ciertamente así fue.

Se levantó a toda prisa de la cama y entró a su baño.

– Debo apurarme, cierra la puerta cuando salgas por favor – dijo desde dentro del baño.

Inuyasha se quedó ahí sentado demasiado confundido como para reaccionar. ¿Qué rayos ocurrió? Esta vez era Sesshomaru quien había actuado impulsivamente y cuando pensaba que estaba deseando un contacto más íntimo, de la nada huyó. El menor de los Taisho se maldijo a sí mismo por no actuar rápidamente y quedarse inmóvil ante la impresión de los actos del mayor. Con molestia y muy a su pesar, Inuyasha salió de aquella habitación. Un rato después pudo escuchar desde su habitación el ruido de un auto y al asomarse por su ventana vio que era su hermano quien iba de salida, ni siquiera escuchó cuando salió de su habitación. “Seguramente no hizo ruido a propósito para que yo no lo escuchara” pensó Inuyasha muy frustrado.

Y tenía razón. Sesshomaru se había detenido cuando tenía a su hermano debajo suyo pues su conciencia hizo de las suyas y le dijo que estaba haciendo algo indebido. Se encontraba muy confundido y no sabía que pensar o sentir, pero estaba determinado a terminar con ese extraño juego entre él y su hermanito porque seguramente no terminaría en nada bueno. Decidió salir de su casa e ir a un lugar donde pudiera pasar todo el día.

– ¿Pero qué diablos haces aquí a estas horas y en domingo? – preguntó Kagura con el cabello desordenado y bajando las escaleras de su casa.

– ¿Tú si puedes irrumpir en mi casa cuando se te da la gana y yo no puedo hacer lo mismo en la tuya? – contestó él.

– Claro, como digas… –  

Sesshomaru pasó el resto del día resguardado en casa de su amiga. Por la tarde recibió un mensaje de Inuyasha preguntándole si llegaría a la hora del almuerzo a lo que contestó con un cortante “no me esperes para cenar”. Kagura lo miraba desde el sofá de enfrente, se encontraban matando el rato tomando el té.

– ¿Peleaste con Inuyasha? – preguntó ella al fin luego de algunas horas de evadir el tema y hablar de simples trivialidades.

– No –.

– Entonces ¿qué rayos ocurre? –.

– No ocurre nada simplemente quise venir a fastidiarte justo como tú haces todo el tiempo –.

– Ni tú mismo te lo crees – respondió la mujer bastante incrédula.

– Bueno si no te apetece puedo ir a matar el tiempo la oficina y adelantar mi trabajo – dijo el peliplata mientras se levantaba del sillón.

– Ay maldición… ¡en serio eres insoportable! Necesitas un psiquiatra… –

– Qué bueno que lo mencionas, ayer Inuyasha me dijo lo mismo porque aparentemente ¡lo sacó de ti! –.

–¿Y eso qué? Sólo dije la verdad –.

– No tienes por qué hablar de mí con él, solo logras preocuparlo –.

– Bueno en realidad él se las arregla para preocuparse por ti, aunque yo no le diga nada, de hecho, ya estaba preocupado y fue por eso que él me preguntó por ti, solo le dije la verdad, tu no hablas con nadie y guardarte las cosas no es lo mejor para tu bienestar emocional, lo has hecho desde los diez años y francamente ¡nada bueno te ha traído! – finalizó Kagura alzando la voz.

– ¿De qué rayos hablas? – preguntó él.

– Sabes bien a qué me refiero, así que acéptalo ya, porque estoy hablando de tu relación con Inuyasha –.

– Imaginas cosas – contestó el peliplata restándole importancia a lo que escuchó.

– El hacerte el desentendido ya no te queda Taisho – dijo la mujer algo ofendida.

 – Como no, ¿sabes? Recordé que si tengo mucho trabajo y me voy a la oficina – respondió él parándose de su asiento.

– No te hagas al ofendido conmigo, ¡en serio que eres un caso perdido! Cuando tengas un colapso nervioso y ya no puedas seguir ocultando tus sentimientos no esperes mi ayuda – dijo ella bastante molesta, hizo una pausa y siguió – como sea deja de ser melodramático y quédate a almorzar, mi madre vendrá en un momento y sabes que ver tu estúpido rostro la pone de buen humor –.

Sesshomaru observó con algo de molestia a Kagura.

– Bien – dijo para sentarse de nuevo.

 

.

 

El resto de la semana pasó de la misma forma. Sesshomaru salía muy temprano por la mañana y llegaba muy tarde o evadía a Inuyasha diciéndole que estaba cansado, a lo mucho aquellos días solamente intercambiaron los buenos días o las buenas noches. Inuyasha se encontraba muy molesto sin saber qué hacer. Incluso pensó que sería buena idea darle celos a su hermano con Kagome, pero se lo replanteó varias veces pues ahora el solo hecho de imaginarse tocando los labios de alguien más lo ponía incomodo al instante.

El hermano menor no sabía cómo actuar así que solicitó ayuda de la persona que él creía era la más experimentada en esos asuntos. Luego de una breve llamada a la hora del almuerzo, Miroku llegó a su casa.

– ¿Y bien qué era tan importante? – preguntó el castaño a la expectativa.

– Bueno… yo quería consultarte algo, pero promete que no preguntarás nada y solo vas a responder porque ya es bastante vergonzoso para mí – dijo Inuyasha algo acongojado.

– Bien, supongo que no preguntare – Miroku ya podía imaginar sobre qué tema se trataba.

– Pues, quisiera saber ¿qué es lo que tú haces cuando quieres que una chica te confiese sus sentimientos? – preguntó el pelinegro con la cabeza baja a causa de la vergüenza.

El ojiazul observaba a su amigo con cierta sorpresa e incredulidad y también Inuyasha podía sentir su reacción a pesar de tener la mirada agachada.

– Vaya… entonces… ¿Kagome y tú ya no son novios? – fue lo único que salió de los labios de su amigo.

– ¡Te dije que no preguntaras! – exclamó Inuyasha algo irritado por la respuesta – ¿Acaso es muy difícil lo que te pedí? –.

– Lo siento… en serio no lo hice a propósito, solamente me sorprendiste un poco… es decir, ya habías mencionado que estabas pensando en alguien más pero no creí que fueras en serio con ese tema –.

– Si te estoy preguntando este tipo de cosas es porque obviamente estoy desesperado, no me hagas pedírtelo de nuevo Miroku... –

El castaño hizo una pausa para observar a su amigo. Pudo notar que Inuyasha hablaba con sinceridad así que de verdad quiso ayudarlo.

– Bien pues en mi experiencia… nunca he tenido ese tipo de problema, tú sabes yo siempre que me acerco a una chica es porque sé que ya le gusto, nunca me he topado con una chica difícil… a excepción de Sango, pero con ella es diferente porque yo si le gustaba así que lo que hice para que aceptara sus sentimientos por mí fue ignorarla y continuar hablando con otras chicas para que le dieran celos… –

– ¿Darle celos te funcionó? – preguntó el pelinegro bastante intrigado y curioso.

– Pues sí, pero… – El castaño se detuvo un momento para pensar en la situación de su amigo antes de seguir respondiendo – sabes… honestamente no creo que dar celos sea la mejor opción en tu caso –.

– ¿En mi caso? ¿A qué te refieres con eso? – pensó Inuyasha pues no le había dicho que la otra persona era Sesshomaru.

– … Es decir, para cualquier caso… la verdad en mis circunstancias no fue la mejor decisión recurrir a eso porque la situación se salió un poco de control, así que para ser honesto la mejor opción es que seas tú quien declare sus sentimientos con sinceridad y esperar a que… ella, lo entienda y te dé una respuesta – contestó Miroku lo mejor que pudo.

– Pero ¿y si no quiere escucharme?, ¿y si me evita siempre que trato de acercarme a decirle algo? – el pelinegro estaba muy ansioso al momento de preguntar.

– Entonces podrías hacer algo como pararte frente a… esa persona en un lugar y momento donde no pueda evadirte y tenga que escuchar lo que debes decir… créeme ser sincero es la mejor opción en estos menesteres – dijo el castaño con sinceridad.

Inuyasha estaba algo sorprendido. Definitivamente su amigo era un mujeriego, pero tenía sus momentos de seriedad.

– Gracias por tu consejo, estoy sorprendido de que seas precisamente tu quien dice esas cosas, pero en verdad muchas gracias – dijo Inuyasha con cierto tono de diversión.

– Muy gracioso – contestó Miroku algo ofendido – pero ahora sí, hablando en serio ¿no crees que deberías hablar con Kagome también? Es decir, sé que puede llegar a ser fastidiosa, pero se ve que te ama y también merece sinceridad de tu parte – dijo poniéndose serio nuevamente.

– Rayos lo sé… – si lo sabía, solo que lo había olvidado mientras pasaba los últimos días pensando en Sesshomaru y evadiendo a Kagome tanto como podía – y lo haré, lo último que quisiera es jugar con sus sentimientos –.

El ojiazul observó a su amigo y pudo notar que hablaba con sinceridad.

– Bueno pues entonces ya sabes lo que debes hacer: ser directo y después hablar con Kagome – dijo el castaño.

Inuyasha asintió mientras miraba a su amigo.

– Si no tienes ninguna otra duda entonces debo irme, tengo unas cosas que hacer –.

– De acuerdo, y gracias por todo –.

– No te preocupes que para eso estoy y avísame como resulta todo, nos vemos – se despidió Miroku con una sonrisa deseando que sus amigos al fin aclararan las cosas entre ellos para que ya dejaran de sufrir incertidumbres y malestares.

– Nos vemos –.

Ya estaba decidido, Inuyasha “atacaría” a su hermano en el único lugar donde no tendría escapatoria: su oficina. Decidió abordar a Sesshomaru esa misma tarde antes de la hora de salida reglamentaria de los empleados. Llegada la hora estaba listo, repasó una y otra vez en su cabeza lo que le diría a su hermano en el camino a la empresa. Al llegar a la oficina no vio a la asistente cerca de ahí, así que se dio el lujo de acercarse a la oficina de Sesshomaru sin ser anunciado y pudo ver que la puerta estaba entreabierta. Su hermano no estaba solo.

Inuyasha escuchó la voz de otro hombre, él se habría alejado de inmediato sin parecer un entrometido de no ser porque enseguida reconoció esa voz a pesar de solo haberla escuchado una vez. Era Naraku. No había alcanzado a entender la plática entre ellos así que se acercó más a la puerta.

– Vamos solo hazlo, sabes que te amo y tú a mí también – dijo Naraku.

Sin poder evitarlo se asomó por la abertura de la puerta para alcanzar a observar y pudo ver a aquel hombre pegado al escritorio y a Sesshomaru frente a él acercándose poco a poco a su boca hasta pegarse a sus labios. Inuyasha dio un sobresalto involuntario al mirar aquella escena y rápidamente huyó de ahí, mientras trataba de alejarse a toda costa, chocó con la asistente de Sesshomaru.

– Joven Taisho ¿viene a ver al señor Taisho? – preguntó la mujer.

– ¡No! – gritó él, casi sin poder evitarlo – lo siento, iba a verlo, pero recordé que tengo algo importante que hacer, él no me esperaba así que no le diga nada, lo veré después en casa – dijo mientras seguía su camino.

– Ok – contestó la mujer.

Llegó de vuelta a casa sintiéndose un completo idiota. Él había pensado que le importaba a su hermano, mientras Sesshomaru se divertía con Naraku a sus espaldas. Estaba tan frustrado, se encerró en su habitación e intentó distraerse con la tv, el celular e incluso con un libro, pero nada daba resultado para desviar su atención de su hermano. Intentó observar nuevamente su teléfono, pero al ver la cantidad de mensajes que tenía de Kagome decidió simplemente aventarlo a un lado. Así estuvo largo rato hasta que ya no pudo más. No quería tener que verle la cara a ese tonto, así que decidió salir de esa casa antes de que su hermano se apareciera por ahí. Los sirvientes le preguntaron si hablaría al chofer, pero él dijo que no porque no quería que le informaran a Sesshomaru en donde estaría, así que se pidió un taxi para salir de ahí.

Poco después el mayor de los Taisho llegó a casa. Eran las nueve de la noche, sin darse cuenta pasó demasiado tiempo en la oficina arreglando todos sus pendientes, los cuales se atrasaron debido a la visita inesperada de Naraku. Subió las escaleras y aun tratando de evitar a Inuyasha se fue directo a su habitación para darse un baño. Más tarde sintió hambre y bajó para buscar algo de comer, se encontró con Kaede el ama de llaves.

– ¿Aún no se va? – preguntó algo sorprendido pues era viernes y ya bastante tarde.

– Me iré en un rato – contestó la mujer – es solo que pensé en quedarme por si el señor Taisho necesitaba algo o simplemente quería compañía –.

– Les he dicho que no me llamen señor Taisho – dijo con algo de molestia, no le gustaba que la gente en esa casa le dijera de esa forma pues esa era la manera en que se referían a su padre.

– Bueno es que ahora usted es el señor, ha pasado mucho desde que le llamábamos joven Taisho, usted ya es bastante mayor –.

– Solo dígame Sesshomaru –.

– Claro señor Sesshomaru –.

Había cierto tono de condescendencia en el tono de la mujer, el peliplata pudo notarlo. Él sabía que Inuyasha no era el único resentido de su partida y sus tratos más fríos de lo normal desde que se fue. Pero no hizo ningún señalamiento, ciertamente en el fondo sabía que lo merecía.

– ¿Le gustarían unas crepas saladas para cenar? – preguntó Kaede notando que era obvia el hambre de Sesshomaru.

– Está bien – contestó él y la mujer comenzó a preparar todo – Inuyasha ¿ya cenó? –.

– No, el joven Inuyasha no cenó, a decir verdad, no se encuentra aquí, salió hace mucho rato –.

– ¿A dónde? – preguntó Sesshomaru bastante extrañado de que su hermanito no le haya avisado que saldría.

– No lo dijo y no pidió al chofer, se fue en un taxi que él mismo pidió – contestó Kaede mientras seguía preparando los alimentos.

– Ya veo –.

Por un lado, a Sesshomaru no le agradó escuchar que Inuyasha saliera sin avisarle, pero por el otro lado le pareció justo lo que necesitaba para evitarlo al menos por esa noche. No lo pensó más y simplemente se quedó platicando con Kaede que luego de tener lista la cena se quedó haciéndole compañía. Cuando el peliplata terminó sus alimentos la mujer recogió sus cosas para irse.

– ¿Se va? –.

– Mi nieta ya está en la entrada –.

Sesshomaru asintió.

– Usted nunca ha sido una persona de muchas palabras pero le sugiero que hable con su hermano, ese trato que ambos tienen no le hace bien a ninguno de los dos, en especial al joven Inuyasha, sé que no es mi asunto pero su familia ya ha pasado por mucho como para que ustedes estén en malos términos… arregle su casa señor Sesshomaru, buenas noches – .

Sesshomaru la escuchó con atención. La conocía de toda su vida y sabía que se preocupaba por ellos. Pero a esas alturas temía que sospechara algo. Kaede se preocupaba sobre todo por Inuyasha.

– Gracias por preocuparse y buenas noches – fue lo único que pudo contestar.

– Cuídese – dijo la mujer para salir de ahí.  

El peliplata se sintió mal consigo mismo. Ya era mucho con saber que las cosas estaban mal entre él y su hermano, pero que los demás lo notaran lo hacía sentir peor que basura. Decidió esperar a Inuyasha para poder hablar con él. El tiempo pasó y su hermano aún no llegaba, ya era pasada la medianoche así que decidió marcarle por teléfono, pero solo obtuvo el tono de espera pues nadie le contestó. Comenzaba a desesperarse y decidió marcarle a Miroku para preguntarle si Inuyasha estaba con él.

– ¿Sí? – se escuchaba una voz adormilada.

– ¿Inuyasha está contigo? –.

– ¿Sesshomaru? –.

– Si, ¿Inuyasha está contigo? –.

– No… ¿qué hora es? –.

– Pasa de media noche –.

– Genial, me despertaste ¿por qué no le marcas a su celular? –.

– Lo hice, pero no contestó –.

– Entonces es porque probablemente no quiere que sepas en donde está, me habló hace unas horas, quería que fuéramos a un bar, pero estaba muy cansado y no fui, debe estar con Koga o con alguien más… si lo hiciste enojar es de esperarse que no conteste así que ya duérmete y espera a la mañana – dijo Miroku y colgó.

– Maldición – masculló Sesshomaru para sí mismo y se tiró de lleno a la cama. No le quedaba más que esperar.

 

.

Era cierto, Inuyasha llamó a Miroku para salir a embriagarse con él, pero el castaño respondió con una negativa, pues había pasado toda la tarde acompañando a su novia de compras. Luego de eso Inuyasha también llamó a Koga, pero al parecer él ya tenía hechos sus propios planes, algo irritado y sin más opción, el menor de los Taisho decidió ahogar sus penas él solo en alguno de esos clubes exclusivos que de vez en cuando frecuentaba con sus amigos.

Así fue como se encontraba solo sentado en la barra de un club no tan lleno y ruidoso como para no escuchar sus propios pensamientos, pero sí para que un tipo solo bebiendo en la barra no fuera distracción para nadie más. Entrar no había sido un problema, nunca le negarían la entrada a un chico bien parecido y conocido debido a su buen apellido, sin importar su edad. Tenía una hora ahí sentado y había notado las miradas de varias personas, hombres y mujeres que lo observaban con curiosidad como si quisieran acercarse y hablarle, pero él daba todas las señales de tener un letrero en la frente con la leyenda “aléjate” marcada en letras enormes.

Estaba muy molesto, frustrado, triste y decepcionado, todo a la vez. Solo quería ahogar sus penas entre puro alcohol. No llevaba tantos tragos encima cuando al levantar su vista para observar el lugar, se topó con algo interesante. Era Naraku, estaba rodeado de unos tres chicos aparentemente menores que él a quienes el hombre miraba como si fueran carne y él estuviera hambriento. En ese momento Inuyasha no sabía que pensar, hace un par de horas había visto a ese tipo bastante cariñoso con su hermano y ahora resultaba que estaba en un club rodeado de chicos y con obvias ganas de ligar con alguno. “Que descarado”, pensó Inuyasha “y así debo suponer que está enamorado de Sesshomaru”.

Mientras daba un trago a su vaso y viendo hacia la barra, el ojidorado pudo sentir que alguien se acercaba a su espalda.

– Pero bueno, ¿qué tenemos aquí? Pero si es el pequeño Taisho – decía Naraku mientras se sentaba junto a él.

– Pues que sorpresa – contestó Inuyasha casi apretando la mandíbula por la molestia.

– Este no es un lugar para niños como tú, ¿sabe tu hermano que estás aquí? –.

– No tiene por qué enterarse, él no me manda –.

– Vaya, el pequeño es salvaje, eso en verdad me agrada – dijo el corpulento hombre mientras guiñaba un ojo y usaba un tono bastante insinuante.

Inuyasha se tomó un momento para mirarlo con atención y darse cuenta de lo mucho que le molestaba su presencia y aun más le molestaba pensar que Sesshomaru le hubiera mentido y en verdad estuviera enamorado de él.

– ¿Y qué pasó con tus admiradores? –.

– ¿Esos chicos? Bueno, eran bastante agradables a la vista, pero para ser sincero algo más lindo cautivó toda mi atención –.

De nuevo hacía ese tono, ¿acaso se le estaba insinuando? A Inuyasha le pareció repulsivo el hecho de que dijera que amaba a Sesshomaru y poco tiempo después hiciera esas insinuaciones con otros tipos y ahora con él. El menor de los Taisho estuvo a punto de levantarse e irse de ahí, pero de pronto algo atravesó su mente. Un pensamiento bastante indebido y guiado por su enojo se apoderaba de él.

– ¿Me vas a invitar un trago o no? – le preguntó a Naraku con la mirada fija en sus ojos y una media sonrisa bastante perversa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Pues bien, ya en el siguiente capítulo les tengo una sorpresa jejeje en fin, muchas gracias por seguir este fic que ya va entrando a la recta final, espero sus comentarios y nos leemos después!!!

 

:)


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