Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cada noche contigo por Korosensei86

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Pau, Jaume y Neus se embarcan en su esperado viaje hacia Corea. ¿Cómo le sentará todo esto a Pau?

Las luces de las circunvalaciones me abren los párpados desde el otro lado de la ventanilla contra la que tengo apoyada la frente. Es el resultado de una lucha entre el cabeceo y mi voluntad por mantenerme despierto. Son las 5 de la mañana y un bache repentino me acaba de hacer ver las estrellas.

—¡Ey! ¿Estás bien, co? —me pregunta mi recién adquirido cuñado con su poderoso acento del Valle del Ebro.

—Sí, eso creo —digo mientras me acaricio el cuero cabelludo, recién espabilado.

—¡No jodas que te habías quedado dormido! —se ríe él con una risa que parece salirle por los cuatro costado.

—Mi hermano no está acostumbrado a madrugar —malmete Neus, desde la parte de atrás del coche.

—¡Nen, no sé cómo puedes dormir! —interviene Jaume—. ¡Vamos a Corea! ¡La cuna del Taekwondo!

—¡Tú a callar! —replico yo con la boca aún pastosa— ¡Que tú por lo que estás emocionado es por las coreanas, cabrón!

—Es verdad —admite secamente.

—¡Yo sí que no he podido dormir! —exclama Neus con la energía de un niño hiperactivo y hiperazucarado — ¡No me puedo creer que por fin vaya a hacer mi sueño realidad! ¡Te lo voy a agradecer toda la vida, germanet!

—Lo que tú digas —mascullo yo adormilado.

—¡Qué envidia me dais! —admite Germán— Porque es Corea, que si llega a ser Japón, os iba a llevar al aeropuerto vuestra prima la del pueblo.

—Me temo que viviendo en Jaén, le pilla un poco lejos —bromeo en un bostezo.

—Vamos, iba a estar toda la vida rabiando —continúa Germán, ignorándome.

—¡Ay! Imagínate que me encuentro con un idol —fantasea mi hermana— ¿Y si me encuentro con BTS? ¡Ay no, ya sería demasiado pedir! ¿Y si con un actor? ¿Y si me encuentro con Lee Min Ho? ¡O mejor, con Park Hyung Sik! Ay, si lo veo, se me caen las bragas, lo juro. Es que estaba tremendo en Strong Woman Do Bong Soon....

—Oye, ¿no serás capaz de irte con alguno de esos doritos coreanos que tanto te gustan y dejarme aquí solo y a dos velas?.... —pregunta mi cuñado, algo atemorizado.

—No te preocupes, si se empieza a portar como una loca, que lo hará, seguro que le echan spray de pimienta o algo así —tercio yo.

—Germanet, estabas mejor dormido —protesta Neus.

—¿No ibas a estarme toda la vida agradecida por este viaje? —le recuerdo yo.

—¡Tienes razón! ¡Eres el mejor! —responde mi hermana, perdida en su mundo—. Además hay rumores sobre que Park Hyung Sik está saliendo en secreto con Park Bo Young y yo eso lo respeto.

—Y luego está el detalle pequeñísimo de que tienes novio... —susurra Jaume, sentado al lado suyo.

— Pau, chaval, hazme un favor —me pide Germán cada vez más asustado—. Consigue por todos los medios que tu hermana vuelva a España, que no se quede en Corea. Que la temo.

—No te preocupes, tío —prometo yo—. La traigo a rastras si hace falta. Por cierto, gracias por llevarnos al aeropuerto.

—De nada, hombre —sonríe él—. Lo que haga falta por mi cuñado. Aunque has sido el único que se ha acordado de agradecerme, ejem... —dice mirando hacia atrás por el espejo interior.

—¡Ayyyysh! ¡Estamos tan cerca! ¡Ya casi puedo oler el aire de Corea! —grita mi hermana por enésima vez.

—Todavía estamos en Barcelona. No hemos pasado ni por el aeropuerto —le recuerda Jaume, flipándolo un poco.

Es normal, mi colega no está acostumbrado a lidiar con la parte ultra friki de mi hermana. Menudo viajecito nos espera.

—¿En serio? —ríe Germán— Pues por lo pronto estamos a punto de llegar ahí.

—¡Aysssssh! —grita mi hermana.

Afortunadamente, Neus se está callada durante gran parte de la cola de facturación. Una vez registrados en nuestra compañía, nos dirigimos a las puertas de seguridad del aeropuerto. Ahí, Germán ya no puedo seguir acompañándonos. Neus lo despide con un beso con lengua tan apasionado que nos obliga a Jaume y a mí a girar la cara. Parece que durante unos minutos se ha olvidado de sus famosos coreanos. Entonces nos adentramos por la puerta sin retorno, nos dejamos cachear, y justo al otro lado de todo este pesado transitar de maletas, Jordi nos aguarda con cara de Can Cerbero.

—¡Núñez, Martorell! —ruge a modo de saludo— ¡Llegáis tarde!

—¡Pero qué dices, Jordi! —se queja Jaume— ¡Si falta una hora y media para embarcar!

—A ver, Martorell —explica él—, a los viajes en avión se llega con horas de adelanto por si pasa cualquier cosa. Sois los últimos de todo el grupo. Por lo menos decidme que tenéis los pasaportes.

—¡Aquí están! —anuncia mi hermana con su dulce voz de niña buena.

—¡Bien! —aprueba Jordi— Supongo que tú eres Neus, la hermana de Núñez —saluda Jordi, agachándose para darle dos besos —Encantado.

—Igualmente —responde Neus.

—Muchas gracias por venir —continúa Jordi—, Es un alivio tener con nosotros alguien que hable el idioma.

—¡Oh, solo lo hablo un poquito! —le interrumpe mi hermana con una inaguantable sonrisa de falsa modestia.

—Se sabe de memoria los diálogos de sus series de chinos —murmuro yo, lo que mi hermana me premia con un enérgico pisotón.

—Y que además tenga controlados a estos dos —dice Jordi, mirándonos con suspicacia.

—No tema, los ataré en corto —promete ella, sacando pecho—. Estoy acostumbrada a hacerlo desde pequeña.

—Pues yo me preocuparía más de que no se le vaya la pinza a ella...—murmura a su vez Jaume, quien se gana un disimulado puntapié.

—Muy bien. Los demás están desayunando en alguna de las cafeterías de por aquí. Os recomiendo que hagáis lo mismo, que hasta que hagamos escala en Helsinki nos vamos a pegar horas sin comer. Nos vemos en la puerta de embarque. ¡Ni si os ocurra llegar tarde! ¡Que no os tengan que llamar!

—Estaremos allí a tiempo, se lo aseguro —lo despide mi hermana, todavía en su insoportable modo modoso.

—De acuerdo. Cuento contigo, señorita —se despide Jordi.

Entonces, Jordi se aleja en la lejanía. Empezamos a explorar la terminal en busca de un sitio libre para comer, o al menos donde comprar un par de bocadillos.

—Oye, no recordaba que tu entrenador estuviera tan mazado —comenta Neus—. Está puto bueno, el cabrón.

—Germaneta, que te pierdes, que tienes novio —le recuerdo, exasperado.

—Hijo, ya no se pueden tener ojos en la cara —se queja Neus.

Al final, encontramos una cafetería con tres sillas libres. Nos tomamos un café con zumo y pan tomaca. Nos dirigimos puntuales a la puerta de embarque. Resulta difícil llegar tarde cuando Neus parece sufrir con cada segundo que todavía la separa de suelo coreano. Incluso en la fila para embarcar da saltitos como una niña ansiosa por subirse al Dragon Khan. El resto es tan normal que casi me cuesta recordarlo. Nos sentamos, apagamos el móvil y demás aparatos, vemos un vídeo en inglés sobre seguridad que una sonriente azafata nos traduce con signos, el piloto nos saluda. Casi parece mentira que estemos sentados en un trasto que vaya a surcar los cielos, pero entonces despegamos y siento la presión del aire en mi estómago, como si fuéramos a salir disparados por el espacio. Por la ventanilla, la telaraña de carreteras que envuelven Barcelona va empequeñeciéndose poco a poco, hasta terminar pareciendo una maqueta extrañamente real. El avión se pone recto y todo vuelve a la calma, excepto por mi ansioso corazón. Al parecer esto va en serio, estamos de camino a Corea. Muevo las rodillas, inquieto. Solo se me ocurre una cosa para tranquilizarme. Jaume, recostado a mi lado con los ojos cerrados, parece ya preparado para echarse una señora siesta de cuatro horas de vuelo. Le doy golpecitos en el brazo.

—¡Ey, ey! —le llamo— ¡Jaume!

—¿Qué coño quieres? —se despereza él.

—¿Me dejas tu MP3?

—¿Es en serio, nen? —se enerva él— No te has traído libros o música tuya...

—Yo no leo —le recuerdo.

—Joder, que te den —me maldice mientras rebusca en su mochila—. Toma y calla.

—Yo también te quiero —me burlo.

—Nen, como no me dejes dormir, te echo por la borda aunque para eso tenga que despresurizar este puto avión.

—Gracias, lo tendré en cuenta —río yo.

Pasando por completo de las amenazas de muerte por parte de mi mejor amigo, me coloco los auriculares en los oídos. Miro la lista de canciones en busca de alguna conocida sin hallarla. Nada: ni J.Balvin, ni Daddy Yanki, Ozuna o la Rosalía, en su lugar hay un montón de grupos raritos con nombres que parecen de coña. No contaba con los gustos sibaritas de un autoproclamado descendiente de poeta, así que simplemente le doy al play. Un acorde guitarra acompaña la vista casi irreal del lejano suelo, abierto en venas de caminos. Una voz masculina en catalán me envuelve como una recia nana.

Camins, que ara s'esvaeixen
(Caminos, que ahora se desvanecen)
Camins, que hem de fer sols
(Caminos que hemos de hacer solos)
Camins, vora les estrelles
(Caminos, cerca de las estrellas)
Camins, que ara no hi son
(Caminos que ahora no están)

La letra me hace sonreír. Me hace percatarme de lo ridículo que es viajar hacia el país de Soo Jin, ahora que lo he perdido para siempre. Es como una broma del destino. Él me lo dejó sangrantemente claro: por el motivo que fuera, no quería saber nada más de mí. Mi madre también insistió en ello cuando hablé con ella: nada de ir detrás de él. No solo resulta patético si no que es egoísta e inmaduro. Yo mismo soy consciente de las pocas ganas que tengo de convertirme en un acosador. Y sin embargo, hay algo extraño en mi cerebro que me hace trazar la cara de Soo Jin en el paisaje que asoma por la ventanilla. ¿Cómo poder olvidar todo lo que él significó para mí? En un par de días, solo por soñar con él, mi vida cambió por completo. Hasta yo me doy cuenta de que mi forma de enfrentarme al mundo ha cambiado, mi relación con mi familia, mis planes de futuro, y fue todo gracias que lo conocí. Hay quien dice que es mejor haber amado y haber perdido que no haber amado nunca, que es mejor arder hasta consumirse que hacerlo lentamente, que solo conoces el amor de verdad cuando te quemas, pero ninguno de esos que sueltan topicazos tan alegremente se quedan a observar las cenizas resultantes del desastre.
Jin... solo él pudo hacerme arder hasta los cimientos. Una parte de mi infantil ego enfurruñado se empeña en creer que algo de él también se quemó en el proceso.

Vam deixar-ho tot, el cor encés pel món
(Lo dejaron todo, el corazón encendido por el mundo)
per les parets de l'amor, sobre la pell
(Por las paredes del amor, sobre la piel)
erem dos ocells de foc, sembrant tempestes
(Eran dos pájaros de fuego, sembrando tempestades)
ara som dos fills del Sol, en aquest desert
(Ahora son dos hijos del Sol, en este desierto)

Sí, lo sensato sería dejarlo ir. Es lo mejor para todos. Pero aquí, estoy rumbo a Corea, sin comerlo ni beberlo, como si una mano oculta quisiera reírse de mis ganas de hacer lo correcto. Y a mi obsesiva mente le hacen falta pocas excusar para recrearse en el fantástico recuerdo de Soo Jin. La verdad es que se podría decir que durante estos meses, incluso recuperado de mi cuarentena emocional, he estado llevando a cabo una especie de actuación incluso ante yo mismo. He llevado una vida normal, centrándome en los estudios, intentando planificar lo que voy a hacer el año que viene. Ahora veo que intentaba escapar de las imágenes que como fantasmas holográficos de él que aun me rondan, agazapadas detrás de mis pupilas, su risa cristalina estallando en mis tímpanos. Hay algo poderoso en esa incansable insistencia, un instinto que me impide darme por rendido, una corazonada que resuena en mi pecho como un tambor de tierra. Ahora que estoy aprisionado en esta estrecha cabina a tan desorbitada altura, me siento obligado a confrontarme con ella. Y esta me susurra tentadoras locuras, muy alejadas de todo el sentido común al que me he intentado aferrar:

Mai no és massa tard per tornar a començar
(Pero nunca es demasiado tarde para volver a comenzar)
per sortir a buscar el teu tresor
(para salir a buscar tu tesoro)

Al otro lado del cristal, brota un mar inmenso en su azul. A mí se me antoja un charquito que se puede cruzar de un mero salto. Me dan ganas de internarme en él y desbaratarlo como un pequeñajo con ganas de estrenar sus botas de lluvia. Aislado por el sueño de mi amigo y por la distancia de una hermana que ya sueña con el famoseo asiático, me doy cuenta de las gilipolleces que se me ocurren cuando se me deja a solas con mi malogrado cerebro. Y es peligroso porque creo que es la primera vez en meses que tengo tanto tiempo para pensar. De todas formas, mi mente vuelve una vez más a su tema favorito. Como los rótulos de un programa del corazón que insisten una y otra vez en la misma noticia, las llanuras nevadas del vientre de Soo Jin se reemprimen en mi fantasía. Y entonces se reanuda el masoquismo: ¿Cómo sabrá a la luz del día ese ombligo hundido en carne plana y fribrosa? ¿Sonarán igual las exclamaciones que acompañaban a mi lengua? ¿Cómo estará su dueño? ¿Será feliz sin mí? Una parte muy gilipollas de mí espera que así sea, la otra se enrabieta como un bebé sin su chupete. Al igual que a un bebé, lo único que me queda es una simulación de lo que alguna vez tuvimos. ¿A quién quiero engañar? Él y yo nunca tuvimos nada, solo mis ganas de que así fuera y que me llevaron a perderlo. Algunos días intento aprender de esta situación para ser más claro la próxima vez, otros estoy demasiado agotado con todo lo que tengo que hacer como para plantearme que eso pueda ocurrir pronto.

Camins, somnis i promeses
(Caminos, sueños y promesas)
Camins, que ja son nous.
(Caminos, que ya son nuevos).

Así que así estamos: intentando dar carpetazo al asunto, cerrar la herida para que esta pueda sanar y al mismo tiempo ansioso por lanzarme otra vez a las zarzas de unas esperanzas que, como un mal hábito, no puedo dejar de agarrar. Estoy yendo a Corea. Estaré en el mismo país que él, la misma ciudad, puede que en la misma universidad y aún así las oportunidades de verle seguirían siendo escasas. Porque aunque sea la misma uni, puede ser otro club de Taekwondo, porque a lo mejor está enfermo o no va a clase esos días. O simplemente está muy ocupado quedando con un tío que no soy yo... De todas formas, si lo veo, ¿qué coño voy a hacer? ¿Saludarlo? ¿Presentarme? ¿Decirle estúpidamente que nunca fui capaz de olvidarle del todo? ¿Que él es como una mala cojera que nunca remitirá del todo? Joder, ni siquiera creo ser capaz de comunicarme en condiciones con él... aunque he repasado un poco de vocabulario por si acaso. Me he traído un diccionario e incluso he estado viendo, bueno, vídeos de esos, para... ya se sabe... aprender algunos trucos por si la suerte me acompaña. ¡Joder, yo mismo sé lo estúpido que resulta! Ni siquiera sé si voy a estar en la misma habitación con él, como para encima pretender que me deje ponerle un dedo encima. Y aún así la nostalgia palpitante por su piel tira de mi razón en la dirección contraria. Todas mis ideas y deseos contradictorios parecen a punto de devanarme los sesos. El único que lo tiene todo claro es este corazón que brama como una bestia salvaje dentro de mi caja torácica.

No és senzill saber cap on has de marxar
(No es sencillo saber por donde has de ir)
pren la direcció del teu cor
(Toma la dirección de tu corazón)
Mai no és massa tard per tornar a començar
(Nunca es tarde para volver a comenzar)
per sortir a buscar el teu tresor
(para salir a buscar tu tesoro)

Entonces, tras un bosque esmeralda de orgullosos pinos, aparece una pista de asfalto. Mi mente enredada en sus propias paranoias se espabila con la voz robótica procedente de la cabina de mando. El piloto nos avisa de que estamos a punto de aterrizar en Helsinki y nos recuerda que debemos abrocharnos los cinturones.

Camins, que ara s'esvaeixen
(Caminos, que ahora se desvanecen)
Camins, que has de fer sol
(Caminos, que has de hacer solo)
Camins, vora les estrelles
(Caminos, cerca de las estrellas)
Camins, que ja son nous
(Caminos, que ya son nuevos.)

Cuando desciendo del avión, mis piernas me agradecen que les de un poco de acción. Mi cabeza sigue un poco abotargada, pero al menos sí estoy seguro de una cosa: es hora de comer. Gracias a las dotes de Neus en idiomas, conseguimos hacernos con el menú grande del Burger King. Entre engullirlo, como pavos hambrientos antes de Navidad, ir al baño y estirar las piernas por las distintas terminales, las tres horas de escala se evaporan como la nieve que aún podemos avistar por los ventanales. Esta vez, el proceso de embarcar no resulta tan pesado. Por lo menos, una mucho más agotada Neus puede entretenerse observando a la multitud de asiáticos que nos acompañan en la puerta de embarque. Ellos le devuelven la mirada, como si se tratasen de dos especies alienígenas que se estudian desde la distancia. Por su parte, Jaume aprovecha para pulir sus artes de ligoteo, echándole algún que otro guiño o beso indiscreto a cualquier chica medianamente maquillada que se halle en la sala de espera, las cuales le devuelven una mirada de confusión y desconfianza. Yo me derrito de pura vergüenza ajena, preguntándome si yo alguna vez fui así de baboso con Soo Jin. De ser así, me duele admitirlo, pero no me extraña que me mandara a la mierda. Esta vez nos hacen entrar de una forma más elegante, pero paradójicamente más rápida y eficaz. Una vez franqueado el extraño túnel que une el aeropuerto con el avión, veo que nuestros asientos son mucho más amplios que en el anterior vuelo, y como si eso no fuera suficiente, tienen unas cojonudas consolas de entretenimiento con un montón de música, pelis y series para entretenernos durante las ocho horas de avión que aún nos quedan por delante. Como ninguno de nosotros, ni siquiera Jaume, tiene energías para hablar, cada cual se ocupa de su propio tiempo. Neus sintoniza todos los canales de pop coreano que encuentra, mientras yo y Jaume nos ponemos al día con todas las pelis que no hemos tenido tiempo de ir a ver por culpa del puto bachillerato. El tiempo parece adelantarse y cuando quiero darme cuenta, estamos sobrevolando Siberia y es de noche. Poco a poco, mi cuerpo me recuerda la hora que es en Barcelona y me duermo con los auriculares puestos. Me despierto pocas horas después, en la frontera entre China y Corea.

A la mañana siguiente, proseguimos con más rituales de rigor: bajamos del avión, pasamos por la aduana, enseñamos el pasaporte, demostramos que no hemos venido a Corea a delinquir y salimos del aeropuerto intactos pero vivos. A estas alturas, mi hermana ya ostenta una cierta mirada de panda que no resulta nada mona. Gracias al cielo, hay un hermoso autobús esperándonos para llevarnos al hotel, porque si ahora tengo que orientarme en esta ciudad llena de letreros con dibujos cuadrados y líneas raras, me petaría la puta cabeza. Lo único que recuerdo del hotel es echarme en la cama, sin deshacer la maleta ni nada. Mi cuerpo, desorientado por un sol que debería ser de madrugada, me pide retomar el sueño y a mí me encantaría darle la razón. Pero entonces, justo cuando mis párpados empiezan a languidecer, cuando toda la tensión del viaje comienza abandonar mi maltrecho cuerpo... el indeseado sonido de llamada de mi móvil me devuelve a la cansada y dolorosa realidad. A mí me encantaría tirarlo contra la pared y que el puñetero trasto se rompa en mil piezas chiquititas e imposibles de recomponer, pero como hasta yo adormilado soy capaz de entender que estas cosas cuestan dinero, termino por responder:

—¿¿Diga??

—¡NÚÑEZ, MARTORELL! ¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁIS?

A mí me cuestan un par de parpadeos reconocer la furiosa voz de mi Sabon-nim.

—¿Jordiiiii? ¿Eres túuuu? —pregunto con la lengua pegajosa.

—¡NO, SOY KIM JONG-UN! ¡NO TE JODE! —brama él.

—¿Qué passssaaaa? —intento entender.

—¿COMO QUE QUÉ PASA? ¡¡ESTAMOS TODOS ESPERÁNDOOS!!

Cada sílaba pronunciada por mi entrenador, se me clava como astillas en la corteza cerebral.

—¿Eh?

—OS DIJE CUANDO ENTRAMOS QUE TENÍAIS UNA HORA PARA ORGANIZAROS Y REUNIRNOS PARA HACER TURISMO.

Mi mente se ha atorado en las dos primeras palabras que me han salido de mi entrenador.

—¿Eh?

—¡QUE TENÉIS QUE VENIR A RECEPCIÓN PARA QUE PODAMOS IRNOS! ¡AHORA!

La sola idea de obligarme a levantarme para ir a hacer turismo se me hace una tortura condenable por la Convención de Ginebra.

—Oye, Jordi. Jaume y yo estamos hechos mierda. ¿Es realmente necesario que vayamos todos? Id yendo sin nosotros, que no pasa nada.

La pausa que sigue a mis palabras, lejos de tranquilizarme me hace sospechar que Jordi solo está tomando más aire para volver a elevar las cuotas de epicidad de su bronca. Para desgracia de mis tímpanos, mis temores se realizan segundos después.

—¡¡PAU NÚÑEZ RÍQUER!! —ruge— ¡¡TÚ INSISTISTE EN VENIR!! ¡¡TÚ ME JURASTE QUE TE COMPORTARÍAS Y ME OBEDECERÍAS!! ¡¡ASÍ QUE RESPONSABILÍZATE DE TUS PROMESAS COMO UN HOMBRE, COGE TU CULO ADOLESCENTE Y BÁJALO AHORA MISMO A RECEPCIÓN!!

—Esstáaaaa bieeeeeeen —respondo yo, todavía medio dormido—. Estáaaa bien. Ahora vamosssss. Jaume, tío, tenemos que levantarnos.

Cuando muevo el cuerpo de mi colega este solo exhala un gruñido de zombie.

—Si te cuesta espabilarte, tú espera —asegura Jordi—, que ya he mandado a tu hermana para que te traiga de las orejas.

—¿EEEEEEEH? —grito yo, con los ojos bien abiertos.

En ese preciso momento, con una sincronicidad que parece ensayada, alguien golpea la puerta.

—¡Pau, Jaume! —llama la irritante voz de Neus— Jordi dice que bajéis.

—VAMOS, NO ME JODAS.

No voy a negar que no me he metido en ese bus de buena gana. Mi cuerpo aún me reclama un merecido descanso y la humillación de tener a mi hermana como constante niñera no hace más que empeorar mi humor. Pero entonces, el bus empieza a circular y el preciso momento en el que abandonamos la calle del hotel, mi mente interioriza al fin la idea de que ya no estoy en Cataluña.

No es solo por los carteles en esta rara escritura, por la forma extrañamente bien organizada de las estrechas calles. Hay unas montañas a lo lejos que rodean la ciudad, unas montañas que lejos de las peculiares formas de Montserrat, aparecen cubiertas por huestes de altísimos árboles que parecen pelearse por reclamar un centímetro más de piedra. Las rocas son blanquecinas, pero apenas puedo verlas opacas por tantos tonos distintos verdes que las eclipsan. Es el verde más auténtico que he visto en mi vida, un verde profundo que emana desde el interior de las hojas, saturado de clorofila. Sí, estoy en Corea y este paisaje desconocido me canta una melodía que nunca había escuchado hasta hoy.

Arirang, Arirang, Arariyo...
Estás cruzando el monte de Arirang
Quien me abandonó
no caminará ni cuatro mil kilómetros antes de que le duelan los pies

Nuestra primera parada es un palacio enorme cuyo nombre consigue pronunciar y suena a algo parecido a Gyeongbokgung. Solo de ver como a Neus los ojos le brillan con entusiasmo, puedo entender o que es un sitio importante, o que ha salido en uno de sus doramas o ambas cosas. Lo primero que nota al salir al exterior es la humedad que impregna el aire, restregándose por mis poros como un pesado e incansable espíritu vengativo. Sin embargo, es esta misma humedad la que enriquece la abundante vegetación que he visto antes, mimándola con amor de madre. Frente a nosotros, al otro lado de un paso de cebra se levanta una imponente muralla de piedra blanquecina, con varios pórticos abiertos en ella, y rematada con un impresionante tejado volado de madera. Este está cubierto de tejas oscuras pero se encuentra igualmente decorado con detalles en multitud de colores, tanto que me siento incapaz de entenderlo todo de un solo vistazo, como si mi mente tuviera que ir fijándose en cada parte de la estructura para ir desglosándola poco a poco. A los lados, dos estatuas de algo que quiere asemejarse a leones, nos vigilan. Al entrar por la puerta, se abre ante nosotros una enorme explanada cubierta con la misma piedra de la que está hecha la muralla y a lo lejos una especie de mansión con techo volado, muy similar a la entrada. Varios turistas coreanos pasean tranquilamente por el lugar, mientras algunos hombres llaman la atención con sus extraños atuendos y gorros con correos de borlas. Neus dice que van vestidos como los guardias de la Corea medieval pero a mí se me hace muy raro que alguien pueda vestirse así para amenazar a alguien. Los delincuentes de la Corea medieval se tenían que echar unas buenas risas. También vemos unas cuantas chicas que llevan lo que supongo que serán trajes tradicionales, consistente en una camisola con lazos y una enorme falda abultada y vaporosa, teñida en los colores más ñoños que puedas imaginar. Entonces, los ojos de mi hermana se llenan de intrigantes lucecitas como si de pronto se hubiera convertido en una especie de dibujo anime para niñas.

—¡¡¡ Oh, Dios mío!!! ¡¡¡Son hanboks!!! ¡¡¡Llevan hanboks!!! —suspira.

—¿Lo qué? —pregunto yo extrañado.

Pero, tal y como suele ocurrir cuando mi hermana se emociona, pasa por completo de mí.

—Espera un momento —se dice a sí misma—. A ver si  tienen... ¡Lo tienen! —acto seguido se gira rápidamente hacia mí, como si de pronto hubiera recordado mi existencia—. Me voy un momento, ahora vuelvo.

—Espera, Neus, ¿qué vas a...? —intento preguntarle, pero es demasiado tarde. Mi hermana se ha perdido entre la multitud.

Arirang, Arirang, Arariyo
Estás cruzando el monte de Arirang

Al final, no me queda más remedio que encogerme de brazos y seguir con la visita. Pronto descubro que en el interior de la mansión hay una especie de museo, con trajes, utensilios y demás cosas antiguas de Corea. Es curioso, he estado tanto tiempo pendiente de forjar mi propia identidad como alguien a camino entre lo catalán y lo andaluz que nunca tuve mucho tiempo para pensar en las costumbres de las personas al otro lado del planeta. Bueno, siendo sinceros nunca he sido de pensar mucho, por lo que la sola idea de que alguien pudiera ir con esas pintas o usar esos objetos hace unos quinientos años en esta parte del mundo, me maravilla y divierte a partes iguales.

De pronto, veo lo que según dice el letrero en inglés es el traje de un noble. Es un conjunto formado por una especie de kimono largo y oscuro, con una camisa blanca debajo y un cinturón. También lleva unos pantalones amplios, unos zuecos rarísimos en los pies y un bonito sombrero oscuro y de tejido traslúcido. Y, aunque sean ropas que a mí me resultarían estúpidas en cualquier otro contexto, no puedo evitar imaginar lo bien que le quedaría a Soo Jin llevar algo así. Joder, ya estoy otra vez. Se ve que no aprendo. Hasta a mí me harta la manía que tienen mis pensamientos de volver siempre a lo mismo.

Un dedito insidioso me golpea el hombro. Yo me vuelvo para encontrarme a mi hermana, o eso es lo que tengo que adivinar. Lleva uno de esos trajes femeninos que hemos visto en la plaza, con una camisola azul celeste con detalles rosáceos en cuello, lazo y puños y una enorme falda que no puede ser más rosita, con su ocasional estampado de florecitas. Todo ello va acompañado por un triste moño improvisado, tan poco abundante como su corto cabello le deja, y unos ojos tan deslumbrantes de ilusión que parecen los faros de un camión en una autopista de madrugada.

—¿Qué? ¿Qué tal me queda? —me pregunta con una voz infantil que rezuma ilusión.


Yo no sé muy bien qué contestar. Menos mal que un Jaume algo más ágil que yo se me adelanta.

—Te queda bien —le asegura—. Bastante bien, diría yo. ¿Quieres que te haga una foto?

—SÍ, PORFI —suplica ella.

Y sin que nadie se lo pida, Neus se pone a posar en mitad del pasillo, mientras los pocos coreanos que se atreven a intentar pasar la miran con una cara de circunstancias difícil de descifrar.

—ES EL MEJOR DÍA DE MI VIDA —jura mi hermanita, ajena al espectáculo que está montando y al bochorno que me está haciendo pasar.

Poco después salimos otra vez al exterior. Al parecer, este sitio es mucho más grande de lo que se podría pensar en un primer momento, pues está plagado de jardincillos bastante bonitos. No negaré que en cierto modo, resulta bastante agradable, pasear por ellos, admirando las pagodas de madera, pintadas profusamente de rojo y verde, con tejas de un gris oscuro, mientras el perfume de flores que desconozco endulza mi nariz.

Ari, arirang
Suri, surirang
Es Arirang
Arirang, uh,uh,
Es Arirang

Pronto llego a una parte de los jardines que se me antoja especialmente preciosa. Se trata de un estanque tan plagado de nenúfares que se ve más verde que azul en cuyo centro hay una pequeña pagoda marrón rojizo y verde, conectada con la orilla a través de un puentecito. Se me ocurre que es un lugar más propio de un videojuego americano ambientado en una Asia fantástica y con muchas aires de grandeza, más que de una realidad tangible. Me cuesta pensar que algo tan bonito exista en la realidad y me pregunto qué cara habría puesto Soo Jin si hubiésemos visitado este sitio juntos. La imagen de ese hermoso chico mirando reflexivo el horizonte, recolocándose el flequillo tras la oreja con parsimonia, mientras la luz de atardecer juguetea con la redondea punta de su perfecta nariz vuelva a torturarme. Dios, no le deseo a nadie estar en mi cabeza ahora mismo. Toda esta belleza inesperada no hace más que traérmelo de vuelta una y otra vez. En el colmo de mi propio masoquismo, solo atino a desear haber descubierto todo esto de su mano. Ojalá él estuviera aquí. Hubiera sido genial, pero él no quiso. Maldita sea.

Déjame y vete
Déjame y vete
Mi querido sin corazón,
déjame y vete.

A continuación, abandonamos el palacio y nos volvemos a meter en el bus, no sin que antes Neus casi monte un pollo por su rabieta de niña pequeña al verse obligada a dejar su traje de alquiler. Antes de llegar a él, caminamos un poco por la avenida en la que se encuentra el propio palacio. La estatua elevada de alguien que parece un monarca o algún general nos saluda desde su púlpito.

Nuestra siguiente parada es un templo llamado Chongmyo. La arquitectura es muy similar a la del palacio. También hay grandes explanadas con edificios bajos pero anchos en la entrada y pagodas octogonales con techos y celosías verdosas, madera rojiza, tejas oscuras y un montón de detalles florales. Esto último en mi humilde opinión de extranjero ignorante sobra un poco, ya que los árboles están cubiertas de flores de un bonito color rosa claro, un claro signo de que, a pesar del frío húmedo que me entumece las manos, la primavera ha llegado a este país.

Mírame, mírame, mírame.
Cuando veas una flor en pleno invierno, por favor,
piensa en mí.

Cuando llega la hora de comer, el bus nos deja en el centro de la ciudad, rodeado por multitud de edificios modernos que dejan la Villa Olímpica de mi ciudad a la altura de una aldea. Hay multitud de tiendas de todas las partes del mundo, ¡hasta un Zara o un H.M! Las coreanas entran y salen de ellas como un montón de abejitas recopilando polen para su reina. A Jaume se le van los ojos como una viejo verde bizco. Yo prefiero admirar el riachuelo tan bonito que cruza toda esa selva de asfalto y que da un toque de frescor a todo el conjunto. Resulta muy curioso ver como lo han integrado como una parte más del decorado, con sus puentes muchos más modernos que los que vi por la mañana.

Ari, arirang
Suri, surirang
Es Arirang
Estás cruzando el monte de Arirang

Terminamos callejeando y topándonos con multitud de puestecitos de comida que sirven fideos raros y brochetas tan embadurnadas en salsas que no se puede imaginar de qué carne están hechas. Mi hermana se atreve a probar algo de ello, pero yo, por si las moscas, recorro la ciudad en busca de un dichoso McDonald que tampoco tardo demasiado en encontrar. A nuestro lado, grupos de chicos y chicas coreanas charlan animadamente, con esa especie de cantinela a medio camino entre una rabieta infantil y estar atragántandose con un pulpo vivo que ya le escuché hace tiempo a Soo Jin. Van vestidos con una ropa similar a la que eligió Soo Jin aquel día en mi sueño: con pantalones pitillo, sudaderas o camisas amplias, algunos con gafas de cristales redondos minimalistas, el pelo con flequillo corto bien peinado. Dios, casi puedo verlo frente a mí. Pero no, en su lugar tengo Jaume oteando a un grupo de chicas, con sus minifaldas estrechas y sus blusas vaporosas con hombros al aire, su pelo largo y su cara empolvada; como un guepardo vigila a una manada de antílopes en busca del miembro más vulnerable. Sería interesante si mi amigo desistiera de su "caza" de vez en cuando, pero sé que es algo prácticamente imposible en en él, por lo que me limito a quererlo igual. En cierto modo, se podría decir que yo soy mucho más patético, anhelando la presencia de alguien con el que ni siquiera he compartido espacio físico ni una sola vez.

Quien me abandonó
No caminará ni cuatro mil kilómetros antes de que le duelan los pies.

La noche llega de puntillas en un día tan activo que se me ha hecho terriblemente corto. De esta forma, cuando está anocheciendo y después de recorrer los mercadillos tradicionales de los barrios antiguos, nos trasladan una vez más a la Torre de Seúl. Desde allí, podemos ver cómo la noche va encendiendo todo un espectáculo de luces para nosotros. Ni siquiera ver alumbrarse Barcelona desde la ladera del Tibidabo puede compararse con esto. Así, todo ese coro de destellos y neones nocturnos parece entonar un mensaje muy claro, de modernidad y prosperidad conseguida a pulso. No, todas una cada una de estas luces no son casualidad:

Hemos mantenido este orgullo
durante cientos de años.
Hemos superado todo,
sin ceder una sola vez.
Un gran paso, empezando desde aquí
en esta tierra prometedora donde sale el sol brillante.

Y si bien podría estar mirando todo este tintineo eléctrico durante horas, los guías nos hacen bajar. Seguimos nuestro deambular nocturno por la antigua muralla de Seúl, mientras la brisa nocturna me trae los aromas de las flores que están comenzando a brotar ya. En su sisear, vuelvo a desentrañar un llamado extraño, un lamento con el que no puedo sino sintonizar, un estado de ánimo hecho viento:

Ven a mí, ven a mí,
acómpañame a un jardín, ven a mí.
Ari, ari,
Suri, suri,
Arariyo
Estás cruzando el Monte de Arirang
Quien me abandonó
No caminará ni cuatro mil kilómetros antes de que le duelan los pies. 

Así, antes de que me dé tiempo a echar de menos a Soo Jin, nos vuelven a meter en el bus, camino al hotel. Cada cual termina el día a su manera. Neus está durmiendo en el asiento, como lo que es: una niña que se lo ha pasado demasiado bien. Jaume parece enfurruñado por el poco efecto que sus escasas y torpes técnicas han tenido con unas chicas con las que no comparte ni cultura ni idioma. Y yo, sacudido por toda la espectacularidad recóndita que se ha desglosado antes mis ojos, no puedo si no preguntarme como esta hubiera alcanzando cuotas más altas con la presencia de una sola persona. Lo sé: solo yo soy capaz de aguarme la fiesta de esta forma tan absurda.

—Bueno, chicos. Id a vuestras habitaciones a descansar como Dios manda —nos ordena Jordi en la entrada del hotel—. Sé que muchos querréis salir a ver cómo se vive la noche aquí, pero ya habrá tiempo para eso más tarde. Mañana tenemos los primeros entrenamientos conjuntos y no quiero quedar mal con nuestros anfitriones. En otras palabras: os quiero frescos. ¡Ala, a dormir!

Con estas palabras, nuestro entrenador nos despide. Jaume, Neus y yo subimos en el ascensor todos juntos, compartiendo un silencio tan pesado que amenaza con abrir un agujero negro ahí mismo. Al llegar a nuestro piso, Jaume se apresura a buscar nuestra habitación y abre la puerta, dejándola a su paso entreabierta para que yo la cierra detrás de él. Entonces, una mano se cierne sobre mi antebrazo.

—Espera, Pau —me pide mi hermana.

Jaume, visiblemente somnoliento, nos observa curioso desde la entrada de la habitación.

—Ahora voy, ¿vale? —le aviso, y cuando mi colega cierra la puerta, me vuelvo hacia Neus.

—¿Qué quieres? —le pregunto tan secamente que ella tarda en reaccionar.

—No, nada, es que... —balbucea —.Ha habido momentos hoy en los que te he notada un poco... pensativo. Me preguntaba si este viaje no te estaba afectando mucho, ya sabes, … por lo de ese chico.

Diana. No sé qué demonios circula por la sangre de las mujeres de mi familia que en seguida lo captan todo. Y yo que pensaba que había pasado desapercibido... Por desgracia, la presciencia de mi hermanita no podía darse a conocer en peor momento.

—¿Y qué si es así? —la increpo.

—Pues, que... si te encuentras mal... —intenta hablar ella.

—¿Qué? ¿Nos pillamos un avión de vuelta a Barna? —me burlo yo.

En este momento solo pienso en poner una armadura entre mi hermana y yo.

—¡No! —replica ella apurada— Es solo que quiero que sepas que puedes hablar conmigo. Sé que a veces soy un poco borde contigo...

—¡"Un poco", dice! —bufo yo.

—¡De acuerdo! ¡Muy borde! —reconoce—. Lo que quiero decir es que soy tu hermana y sé lo que se siente cuando te rechazan. Si ves que te empiezas a rallar o algo, ya sabes que estoy en la habitación de al lado.

—Lo que tú digas, germaneta —intento librarme de ella— Ahora, si me disculpas creo que necesito una ducha.

—Vale, hasta mañana —musita mi hermana, cuya voz acallo con mi puño llamando a la puerta.

Jaume ya estaba casi metiéndose a la cama, algo que me facilita mucho las cosas. Yo corro a la ducha, prácticamente arrancándome la ropa sudada a pesar del frío de un invierno a penas asesinado, y me apresuro en encontrar el mecanismo para activar el grifo del agua. En cuanto lo consigo me meto en la ducha y voy bajando una a una mis defensas. La verdad es que ha sido un día genial, agotador pero lleno de un montón de cosas nuevas e interesantes. Mentiría si dijera que no me lo he pasado en grande. Y sin embargo, lo único en lo que puedo pensar al final del mismo es lo bien que el agua de la ducha disimula mis lágrimas.

Notas finales:

Bueno, ante todo he tardado un poquito más de lo que creía en actualizar. ¡Qué cosas! XD  Ayer me quedé hasta las tantas escribiendo el siguiente capítulo y se me fue el santo al cielo, sorry. Así que decidí actualizar en cuanto pudiera.  Así, por lo menos está el capítulo para Reyes. Y bueno, después de esto, ya avisó que volveré a mi ritmo irregular de actualización, pues se me terminan las vacaciones y con ellas mi tiempo extra para escribir. 
 
Pasamos ya a las aclaraciones que en este caso tienen más que ver con las canciones utilizadas: la primera es Camins del grupo catalán Sopa de Cabra (también hay una versión de Amaral, yo ahí lo dejo). Cuando estaba empezando a desarrollar el fic la escuché y pensé, a parte de que es preciosa, que cuadraba muy bien con el sentimiento de incertidumbre que siente Pau en estos momentos.  La otra es Arirang, la canción más coreana de todas las canciones nacionales coreanas. Evidentemente, utilizo la versión de BTS pero es que incluso esta tiene su miga. De hecho, que a veces la letra parezca no tener sentido viene de que cada región de Corea tiene su propia versión y en cada caso puede tener una intención u otra. Hay un vídeo en YouTube donde lo explican genial: 
 
https://www.youtube.com/watch?v=67Tg7JwdepM
 
¡Que no se diga que leer fics no puede ser instructivo! Luego está el co que suelta Germán, el novio de Neus. Simplemente es una coletilla que en Zaragoza, de donde es, y alrededores se usa mucho. Se cree que es una abreviatura de "chico", como "quillo" de Andalucía lo es de "chiquillo" y el "acho" de Murcia lo es de "muchacho". Aunque en Zaragoza ya se utiliza casi como comas o como pausas para coger aire y seguir hablando... XD 
En cuanto al Tibidabo, para los que no son de España, se trata de un parque de atracciones muy típico y conocido en Barcelona que está en la parte alta de la ciudad, de ahí lo la de la ladera del Tibidabo. 
 
Así mismo, espero que mi visita por Seúl no haya sido muy caótica. Es un poco lioso explicar cómo es un sitio solo por Google Maps y blogs de viaje de Internet ^^U 
 
En fin, como siempre mil gracias por seguir este humilde fic y por sus comentarios. Espero que hayan empezado bien el año. Muchos besos y nos vemos más pronto que tarde.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).