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Purification por Ogawasan

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Notas del capitulo:

Lento pero seguro >< el tiempo y las responsabilidades de adulto me han dificultado escribir la continuación, pero esto no quiero decir que se quedará a medias. No señor.

Esto no se acaba hasta que se acaba.

¡A leer! XD 

 “Abstraction” de Optic Nerve (1991)

 

 

  – Sabes… Jelsarem´s Rod… sé que se terminará pronto...

  – ¡Ehh! ¿Por qué dices eso?

  – Tsuki me confesó que se irá en verano a estudiar al extranjero, y descubrí que Pero está buscando una nueva banda a nuestras espaldas… idiota, como si no me diera cuenta; y Jun-chan… bueno, Jun-chan está más preocupado en cocinar okonomiyakis que en tocar en una banda de rock…

  – Demonios Hideto, lamento mucho escuchar esto, en serio.

  – No importa, supongo que esto tenía que pasar algún día ¿nee?

  – No te preocupes, sé que todo estará bien.

  – Así lo espero…

 

Martes 22 de enero de 1991.

 

  Nos encontrábamos en la estación del Shinkashen de Osaka, esperando el primer tren de la tarde que nos llevaría hasta Yokohama. Junichi, quien había decidido acompañarnos, se había llevado a Shin a comprar unos refrigerios para el camino (una vil excusa para dejarnos solos a Hideto y a mí).

Que gran amigo eres Junichi...

  Nunca me gustaron las despedidas, y ciertamente despedirme de Hideto me ponía irremediablemente triste. Justo al día siguiente después de habernos confesado nuestros sentimientos, debíamos separarnos. 

Maldición, maldición, maldición, maldición…

Sentados en una pulcra banca dentro de los andenes del Shinkashen, Hideto y yo nos encontrábamos lo suficientemente cerca uno del otro, tomados de las manos sin que nadie reparara en ello.

  – En la mañana dijiste que querías decirme algo, Hideto... – comenté, posando mis ojos en él – ¿De qué se trataba?

  El pequeño vocal se sonrojo de repente, evitando a toda costa regresarme la mirada. Mi corazón comenzó a latir fuertemente, a la expectativa de las palabras de Hideto.

¿Acaso… me diría lo que yo estaba pensando?

  – Pues yo... – atinó a decir después de unos segundos en duda –. Quería pregúntate… si… te habría gustado quedarte en mi casa...

  No voy a mentir... había esperado otra clase de confesión, sin embargo, sus palabras se me antojaron cálidas en mi corazón.

  – ¿En tu casa? ¿Contigo? 

  – ¡Por supuesto! De esa manera Jun-chan habría descansado de nosotros…

Suspiré con melancolía de tan solo de imaginar todas las posibles escenas de lo que pudo haber sido el quedarme en su casa.

  – Será para la próxima ¿nee? – concluí, apretando su pequeña mano.

  – Uhm… – asintió él tímidamente, asegurándose de que nadie nos observaba.

Si para un hombre y una mujer era difícil demostrarse sus sentimientos en público, para dos hombres resultaba el doble de complicado. 

  – Tú… también querías decirme algo, Yuki...

  Debatí largos segundos sobre lo que había planeado decir.

En otra situación, me habría sincerado con él y le hubiera confesado mis sentimientos, sin importar lo ridículo qué se escuchara.

Quería decirle lo mucho qué me gustaba y que estaba dispuesto a demostrarle cuanto si me lo permitía. Sin embargo, supe qué no era conveniente.

No en ese momento.

  – ¿Yuki?

  – Junichi me dijo que tu cumpleaños es la siguiente semana – dije –. Así que compre esto para ti...

  De mi mochila de viaje saqué un llavero con la figura del gatito Doraemon, el cual sonreía enormemente. Al verlo en el mostrador de una librería, pensé de inmediato en Hideto. Tomé su pequeña mano en la mía y coloqué el llavero sobre su palma.

Dios… me estoy volviendo tan cursi…

  Observé su bonito rostro iluminarse, una pequeña sonrisa de dientes chuecos se asomó tímidamente, brillando ante mis ojos.

  – Sé qué esto es tremendamente homosexual pero, supe lo mucho que te gusta este personaje y…

No pude terminar mi respuesta. Hideto me había tomado del rostro con ambas manos para besarme con ternura. Al principio dudé en corresponder su beso (¡estábamos en público!) pero el simple hecho de sentir sus labios sobre los míos me hizo mandar todo al diablo.

Además, podía ser la última vez que él y yo compartiéramos un beso. Debía aprovechar esa pequeña oportunidad.

Cuando nos separarnos me abrazó fuertemente.

  – Gracias – agradeció en un susurro, podía sentir su cálido aliento sobre mi cuello –. Y oye, ayer hicimos cosas mucho más homosexuales que esta y no te quejaste…

Solté una risita, abrazándolo con mayor fuerza.

Por unos instantes logré distinguir la canción de “True” de Spandau Ballet entre todo el ruido de la estación. Una canción que daba sonido a nuestra despedida, a nuestros sentimientos, a pesar de que no era una canción de amor en lo absoluto.

Comprendí de inmediato que no quería irme. Que no quería dejar al pequeño Hideto. Y que deseaba enormemente quedarme con él.

Pero no todo se puede en esta vida ¿nee?

  – ¿Vendrás a visitarme alguna vez, Yuki?

  – Claro que sí.

  – ¿Lo prometes?

  – Es un hecho, Hideto...

 

*

 

  D’erlanger… siempre que escuchaba ese nombre se me venía a la cabeza la palabra en inglés Danger, de “peligro”; aunque tiempo después me enteré que significaba (según el mismo Kyo) “tentación indecente” en francés.

Vaya nombre…

Una banda que a pesar de su corto periodo de actividad (desintegrándose solo dos años después de su debut como banda major, meses después del lanzamiento de su segundo álbum) disfrutó de una popularidad y un éxito descomunal.

A pesar de esto, nunca me consideré muy adepto a su música, a diferencia de mi amigo Shin, quien si sentía una gran aprecio por la banda.

  Durante nuestro recorrido en el Shinkashen,  Shin me contó más a detalle sobre su encuentro con el vocalista Kyo a mediados de enero, mientras tomaba una cerveza en un bar de Yokohama. Después de intercambiar unas palabras de confianza, el ex vocalista le había contado sus planes de hacer un cortometraje para su futuro proyecto en solitario, y había resuelto que una extraña música industrial era la más adecuada para acompañar su película, dada la temática.

Sin planes de desperdiciar esa jugosa oportunidad, (y menos con una figura reconocida en el medio musical del momento) Shin le ofreció nuestros talentos musicales para la realización de la banda sonora. Y por razones que no alcanzó a comprender todavía, mi amigo logró convencer al afamado vocalista de concertar una entrevista para mostrarle algo de nuestro trabajo. Kyo le otorgó una semana como límite para concretar dicha entrevista.

  – Semana en la cual estuve buscándote como loco, Yukihiro – se quejó mi amigo cruzándose de brazos –. Te juro que me habría a lanzado de un puente si no lograba encontrarte, y cuando Junichi me dijo que estabas de refugiado con él ¡casi me orino del maldito gusto!

Solté una risita ante su exagerado relato.

  – Cuando le conté a Kyo-san que te conocía, se interesó aún más en entrevistarnos – continuó –. Yuki debes creerme, ambos estábamos destinados a conocerlo…

  – Si claro… y lo único que nos queda por hacer es demostrar que somos aptos para el trabajo – respondí con sarcasmo. –. No entiendo por qué me dijiste que ya teníamos empleo, si apenas vamos a entrevistarnos con él.

  Shin enarcó una ceja, incrédulo.

  – Yuki, te preocupas demasiado; tenemos el talento y la experiencia suficiente para obtener el trabajo, ya lo verás – dijo sonriente –. Además ¿no estábamos esperando una oportunidad como esta? ¡Hay que aprovecharla!

  Mi amigo tenía toda la razón.

Hace un par de años atrás, Shin y yo habíamos comenzado un pequeño proyecto de música industrial y rock electrónico, al cual llamamos Optic Nerve. Llegamos a grabar un par de demos con ayuda de sintetizadores, una mezcladora de sonido, y nuestra ejecución musical con la batería y guitarra.

Sin embargo, dicho proyecto quedó inconcluso, gracias al comienzo de nuestras actividades con nuestras bandas en turno, él con The Mad Capsule Markets y yo con Zi:Kill.

Nuestros demos harían la diferencia entre trabajar con el famoso Kyo de D’erlanger, o el convertirnos en músicos indigentes, pero esta vez, en Yokohama.

Tan dramático como siempre, Yukihiro… me regañé mentalmente… Todo saldrá bien…

  – ¡Hagamos nuestro mejor esfuerzo entonces! – exclamé animoso.

Shin sonrió enormemente, golpeándome en el hombro.

  – ¡Así se habla, Yukihiro!

 

**

 

  Hacía un frío terrible cuando llegamos a Yokohama, al poner un pie fuera de la estación del Shinkashen, el viento gélido golpeo mis mejilla de inmediato, obligándome a buscar rápidamente mi gorro de invierno y una bufanda. Aquél ligero frio de Osaka, al cual me había mal acostumbrado, parecía ahora un lejano recuerdo.

  – ¡Ah! ¡Hogar dulce hogar! – exclamó Shin contento, su humor intacto a pesar del cruento frío –. Me encanta Yokohama ¿a ti no?

  – Temo que el frío es desalentador, Shin – respondí frotándome las manos, las cuales comenzaron a dolerme –. Por favor, dime que tu casa está cerca de aquí.

  – A solo unas calles, sígueme…   

 

  El departamento de Shin estaba asquerosamente desordenado, algo increíble para una persona que apenas tenía un par de muebles y una enorme caja de cartón como armario. El piso y sus pocas posesiones (las cuales estaban regadas por doquier) estaban cubiertas de polvo, mientras que el bote de basura de la cocina estaba a reventar, sin mencionar el olor a humedad que se percibía en el aire.

Era como si su departamento hubiera estado abandonado por muchos años.

  Sin embargo, los únicos objetos que se salvaban de todo ese descuido eran la preciada guitarra de Shin que estaba protegida por un fino estuche color vino, un enorme amplificador y una pequeña caja fuerte (una extraña herencia que le había dejado su abuelo al morir).

Los tres objetos, protegidos bajo una gruesa capa de bolsas de plástico, se encontraban en la estancia, acomodados de tal manera que parecía composición para una fotografía de naturaleza muerta.

  – ¿Recuerdas tu parte de la contraseña? – me preguntó Shin, refiriéndose a la combinación de la caja fuerte.

Asentí.

Por alguna razón infantil, a Shin se le había ocurrido resguardar y nuestros demos en aquella caja fuerte, conservando cada quien la mitad de la combinación para poder abrirla solamente estando los dos presentes. Mientras yo pensaba que aquello no era más que una idea tonta, Shin insistía en que de esa manera ninguno podría aprovecharse del trabajo que ambos habíamos hecho, presentándolo como suyo únicamente.

Bueno, es un amigo honesto…

  Después abrir la caja fuerte y sacar nuestros demos (los cuales eran un par de casettes con los nombres de las canciones escritos a mano) y una pequeña grabadora de voz, Shin me los entregó para que los guardara en mi mochila de viaje.

  – Contigo estarán más seguros – me dijo guiñándome el ojo –. Toma asiento, sacaré el futón para que duermas esta noche.  

  Mientras Shin entraba a buscar dicho futón en otra habitación, me dediqué a mirar alrededor. De verdad que todo estaba sucio, ni siquiera me daban ganas de sentarme en el sofá sospechoso que tenía frente a mí, temeroso de encontrarme con algún insecto.

  – Maldita sea Shin ¿acaso no conoces la escoba y el trapeador? – cuestioné incómodo, pensando que tendría que dormir de pie o en una silla para tener el menor contacto posible con la suciedad –. Este lugar es una pocilga.

  – Cállate Yukihiro, ya suenas como mi mamá – respondió desde la otra habitación–. Ser desordenado es una cualidad esencial de un artista.

  Di un chasquido con la lengua, entonces lo vi regresar con un futón grisáceo en sus manos.

  – Un profesor que tuve solía decir que el ser desordenados solo refleja lo mal que administramos nuestras pertenencias – dije –. En resumen, no eres un artista, eres un cerdo…

Mi amigo soltó una risita ante mi comentario.

  – ¿Oye que esperabas? No tengo tiempo para estar de ama de casa, además estuve buscándote por varios días ¿recuerdas? – me reprochó –. Da gracias a que dormirás bajo techo.

Está bien, lo que decía era cierto. Si logré dormir varias veces en el vil suelo en casas ajenas, podía dormir en un futón polvoriento.

Ni modo…

  – ¿Al menos me dejarás tomar un baño? – dije resignado. Un baño siempre arreglaba todo… aunque estaba seguro que tendría que ducharme de nuevo en la mañana.

  – ¡Claro que sí! Encenderé el calentador y ent-… oh…

  – ¿Qué pasa?

  – Etto... olvidaba que no tengo gas…

  – Uhm… ¿entonces?

  – No te preocupes, un baño de agua fría siempre es bueno para la circulación.

  – ¡Shin, está nevando!

  – ¿Y eso qué?  ¿Temes que se te encoja más de lo que ya lo tienes?

No estaba de humor para comentarios idiotas como ese, y Shin lo comprobó con la mirada asesina que le dirigí como respuesta.

Sin embargo, la gota que verdaderamente derramó el vaso fue el enorme agujero que descubrimos en una esquina del futón, claramente roído por ratones.

  – Ni pienses que voy a dormir ahí… – amenacé disgustado.  

  – ¡De acuerdo ya! ¡Nos quedaremos en un puto hotel!

 

***

 

  Esa noche, después de cenar y tomar un delicioso baño en la habitación de un buen hotel (cortesía de mi fallido anfitrión), me metí bajo las cobijas calientitas de la cama que había elegido, dispuesto a descansar, en tanto Shin tomaba una ducha.

  Todo había sucedido tan rápido y de una manera tan inesperada.

Mientras escuchaba el sonido de la regadera y el ruido de algún programa que había en la televisión, una fugaz melancolía invadió mis pensamientos, la cual se mezcló con los nervios que sentía sobre la entrevista del día siguiente.

 Extrañaba hacer música y extrañaba sentirme parte de una banda. De vedad esperaba que todo saliera bien en la entrevista, de fracasar no sabría qué hacer.

Suspiré. Tal vez Shin tenía razón, y no debía de preocuparme demasiado.

Pero no podía evitarlo.

En momentos así, extrañaba a mi madre, quien seguro me levantaría los ánimos con alentadoras y dulces palabras. Y como era de esperarlo, también extrañaba al pequeño Hideto, quien no salió de mis pensamientos en ningún momento durante el resto de la tarde.

Me preguntaba… ¿Qué estaría haciendo en ese momento? ¿Estaría preocupado por esa futura ruptura de Jelsarem’s Rod? ¿Estaría… pensando en mí? ¿Estaría extrañándome tanto como yo lo extrañaba en ese momento?

Y te guste o no Yuki, hoy dormirás conmigo en el futón….

  – Maldita sea… – refunfuñé, cubriendo mis ojos con ambas manos. Y pensar que esos momentos podría estar teniendo sexo con él bajo las cobijas, siendo totalmente silenciosos para no despertar a Junichi…  

  – Oye, iré a comprar cigarrillos – las palabras de Shin interrumpieron mis acostumbradas fantasías –. Vi una máquina expendedora afuera del hotel ¿Tú quieres algo?

  – Yo tengo cigarrillos en mi chaqueta, toma los que quieras – le ofrecí, incorporándome un poco para observar a mi amigo colocarse un gorro en su aun mojada cabellera.

Shin hizo una mueca de desagrado.

  – Nah… no me gustan tus cigarrillos mentolados de pasiva, Yukihiro…

  – Imbécil… entonces cómprame un barra de chocolate y una Coca Cola; toma un poco de dinero de la billetera que está en mi chaqueta.

Dicho lo anterior volví a recostarme en la cama, deseoso de fantasear nuevamente con el pequeño vocal.

  – ¿Quién es… Ogawa Tetsuya?

    Incorporándome una segunda vez, observé a Shin quien tenía un pequeño papel en la mano, el papel que aquel extraño chico me había dado el día anterior con su número de teléfono.

En vez de sacar dinero, ese miserable prefirió esculcar entre mis cosas…

  – Es un sujeto que buscaba vocalista para su banda de rock ¡Debiste ver que ropa tan horrible llevaba puesta! – respondí –. Lo conocí ayer, y me dio su número de teléfono por si sabía de un vocalista que estuviera disponible…

 Justo en ese momento, una luz divina iluminó mi cerebro, la misma luz que me había ayudado a pensar aquella noche en la terminal de autobuses en Kawasaki.

Después de que Shin saliera, levanté la bocina del teléfono de la habitación y marqué el número que estaba escrito en aquel papelito. La idea que había cruzado mi mente era entrometida y arriesgada, pero tal vez podría ser de ayuda.

  – ¿Moshi moshi? – respondió una voz al otro lado de la línea.

Bien… Iría directo al grano.

  – ¿Ogawa-san? … soy Awaji Yukihiro, nos conocimos ayer…  solo llamo para decirte que… encontré a tu vocalista…

 

****

 

  A la mañana siguiente, Shin y yo nos encontrábamos en una pequeña oficina rentada en donde se llevaría a cabo la entrevista. Habíamos llegado puntuales… más que puntuales diría yo.

Mientras esperábamos, sentados frente a una elegante mesa de juntas, Shin no paraba de entonar una canción que estaba acabando con mis nervios. Una canción de D’erlanger, para variar…

  – La luna y las memorias solo nos han dejado una calidez en la piel…

  – Shin…

  – La frágil luz de la luna cae sin vida dolorosamente…

  – Shin…

  – ¡Me encanta esta noche, el viento se ha convertido en una melodía! (1)

  – ¡Shin! ¡Ya cállate, maldita sea!

  – ¡Yuki, no seas amargado! Sabes que me gusta mucho esa canción…

  – Llevas cantándola toda la maldita mañana, desde que despertaste ¡pareces un disco rayado!

  – ¡Ash! Está bien, me callaré señor delicado.

  – ¡Gracias!

  – …

  – …

  – ¡¡Rose!! ¡¡La Vie en Rose!!

  – ¡Jódete, Shin!

  Mi amigo se soltó a reír a carcajadas (algo verdaderamente extraño en él), quebrantando por completo la fría atmosfera que envolvía la pequeña oficina. Estábamos a punto de hablar con el ex-vocalista de una de las bandas más populares de Japón y ese imbécil parecía divertirse con simplezas.

Y yo estaba que me comían los nervios por dentro.

  – Yuki, deja de preocuparte ¡estaremos bien! – sonrió –. Te prometo que a final del día estaremos celebrando por este día.

  – Solo quiero un poco de silencio ¿es mucho pedir? – le miré con seriedad –. Seamos realistas Shin, no podemos cantar victoria todavía.

  – Oye si te preocupa quedarte sin casa, despreocúpate, puedes quedarte conmigo...

  – Esa propuesta solo me desanima aún mas ¿sabes? – de no ser por los nervios que rasguñaban mi estómago, me hubiera burlado cruelmente de su oferta.

Mi amigo, quien jugueteaba con el arete que perforaba su oreja izquierda, sonrió y luego me observo detenidamente.

  – Quiero preguntarte dos cosas, primero: ¿el nombre de nuestro proyecto sigue siendo el mismo?

  – Claro que sí, bueno, a menos que tengas un nuevo nombre en mente...

  – ¡Ay no! ¡Qué pereza pensar otro nombre!

  – ¿Para qué preguntas entonces? Demonios… ¿y qué otra cosa me quieres preguntar?

Rascándose el mentón, Shin se quedó pensativo por unos momentos, quizás intentando formular su pregunta de la mejor manera posible.

¿Sería algo malo?

  – Ese chico afeminado amigo de Junichi, quien nos acompañó ayer la estación de tren… – comenzó – ¿Salías con él?

Su pregunta me tomó desprevenido, Shin se refería claramente a Hideto.

  – Por supuesto que no – respondí sincero, aunque muy dentro de mí deseara fervientemente lo contrario –. Nos hicimos amigos en el tiempo que pase allá…

  – ¿En serio? Porque Junichi y yo los vimos de lejos cuando salimos de la tienda de comida, y debo decir que ese beso que compartieron no parece algo que se haga entre amigos…

Mi amigo me dedico una mueca picarona, dejándome mudo por la sorpresa ¡Nos había visto!

  Sin embargo, antes de enfrentarme a un morboso interrogatorio por parte de Shin, la puerta de la oficina se abrió de pronto. Ambos nos tensamos, expectantes a las personas que estaban por entrar a la oficina.

  – ¡Ohayou gozaimasu! – saludó un hombre de barba y cabello largo,  enfundado en un abrigo de invierno –. Ustedes disculparan la tardanza, la nieve hace que conducir sea una tarea difícil.

  – No se preocupe – sin tener idea de quien era esa persona, Shin y yo respondimos casi al mismo tiempo, poniéndonos de pie.

  – Mi nombre es Oishi Masahiro, soy productor musical de Danger Crue Records. Y ella es mi secretaria, Yamaguchi-san…

Detrás de él entró una mujer joven, también vestida con ropas de invierno y con varios papeles en las manos, ofreciéndonos una tímida referencia como saludo.

  La tercera y última persona que entró por la puerta era un hombre de mayor estura y bastante delgado. La expresión de su rostro alargado reflejaba una actitud altanera y engreída, dejando en claro su autoridad como músico famoso; su largo cabello color rubio falso caía lánguidamente sobre sus hombros y cuyas raíces negras sobresalían de la pañoleta que adornaba su frente.

  No había duda alguna de que nos encontramos frente a Kyo, el reconocido ex vocalista de D'erlanger.

  – Buenos días – saludó, y cuando su mirada se cruzó con la de Shin, sonrío ampliamente  – ¡Murohime-san, que gusto volver a verte!

  – Lo mismo digo – respondió emocionado mi amigo, saludando de mano al vocalista –.Y como lo prometí, encontré al “amigo” de quien te contaba…

A continuación, los ojos castaños del alto vocal se dedicaron a observarme.

  – Awaji Yukihiro, es un placer – me presenté rápidamente, haciendo una pequeña reverencia. El vocalista volvió a sonreír.   

  – Isono Hiroshi, pero todo el mundo me llama Kyo, como bien sabes – respondió, ofreciéndome su mano –. Y el placer es mío, tenía muchas ganas de conocerte Yukihiro-san.

  Al momento de estrechar nuestras manos, no solo me percate de lo fría y gruesa que era su mano, también logré percatarme de la ligera caricia que su dedo pulgar hizo sobre mi piel. Un gesto que me pareció extraño, pero que al final le resté importancia.

  Después de compartir nuestras diferentes opiniones sobre el clima y algunos datos personales, los cinco nos acomodamos en las sillas de la elegante mesa, Shin y yo de un lado y Kyo, Oishi-san y la joven secretaria del otro.

  – Ya que yo estoy a cargo de la producción del proyecto de Kyo-san, también estoy interesado en escuchar parte de su trabajo – comentó el productor –. Requerimos dos muestras, así que adelante, escuchamos…

Shin y yo nos volteamos a ver, la hora de la verdad había llegado.

  Con las manos frías y sudorosas a causa de los nervios, coloqué sobre la mesa nuestra pequeña grabadora de mano (la cual contenía nuestro demo) y después de oprimir el botón de “reproducir”, la música comenzó.

  Nuestro primer demo, “Yumemiru toki wa itsumo”, tenía un sonido duro y bastante movido, habíamos logrado una armonía metálica al combinar la agresividad de Shin al tocar la guitarra y mi rigurosa agilidad para tocar la batería. Además de utilizar voces pregrabadas y toscos efectos hechos con sintetizadores, Shin y yo cantábamos un par de estrofas que, gracias a la baja calidad de grabación, eran prácticamente incomprensibles. Mientras que la segunda pista, llamada “Abstraction” (2) (mi favorita de todas) tenía un sonido un poco más moderado y más electrónico… bueno, algo parecido.

Shin y yo habíamos tratado de abstraer nuestro propio sonido, dándole forma y color, era nuestra esencia misma manifestándose en esa música industrializada que invadía cada rincón de la pequeña oficina donde nos encontrábamos.

¡Ahora me siento como todo un artista! … pensé divertido.

  Durante todo el tiempo que duraron estas dos pistas, las tres personas frente a nosotros se mantuvieron en silencio, escuchando con atención, tal vez tratando de entender la música… o quizás daban por hecho que era una música demasiado extraña.

Cuando la música termino, la cinta se detuvo, y la oficina se quedó en absoluto silencio durante largos momentos. Shin y yo nos miramos nuevamente, expectantes a los comentarios que sin duda vendrían

  – Muy interesante… – comentó Oishi, acariciando su barbilla –. ¿Qué opina usted, Yamaguchi-san?

  – Son canciones curiosas… – respondió con timidez la joven secretaria.

  – Me gustan – respondió Kyo, quien se encontraba cruzados de brazos, observándome. Al ser él el más interesado en nuestro trabajo, suspiré aliviado ante su respuesta positiva.

Pero esto aún no terminaba.

  – ¿Tiene nombre su proyecto en conjunto? – cuestionó Oishi.

  – Decidimos llamarnos Optic Nerve – respondió Shin –. Aunque solo llegamos a grabar demos, pues en ese tiempo comenzamos a trabajar con nuestras respectivas ex bandas.

  – ¿Cuántos demos grabaron?

  – Solo seis…

Oishi se inclinó hacia su secretaría, pidiéndole que hiciera algunas anotaciones.

  – “Nervio óptico”… ¿Hay alguna razón por la cual decidieron llamarse así? – pregunto Kyo, y esta vez yo respondí:

  – Creemos que nuestra música, sin necesidad de letras, puede crear imágenes en la mente de quienes nos escuchan, y sus oídos se convierten en ese nervio óptico que les permite disfrutar de dichas imágenes…

El vocalista, cuya intensa mirada seguía fija en mi (y la cual comenzaba a ser algo incomoda) sonrió ladinamente a mi respuesta. Entonces le murmuró algo a Oishi.

  – Caballeros ¿nos permiten unos minutos? – pidió el productor.

Entendiendo la petición, ambos nos levantamos y salimos de la oficina. Ninguno de los dos cruzó palabra alguna mientras esperábamos el veredicto, pero estoy seguro que, al igual que yo, Shin estaba sumamente nervioso por lo que pasaría. Después de algunos minutos (los cuales me supieron a una molesta eternidad), la puerta de la oficina se abrió y la secretaria de Oishi salió para indicarnos que volviéramos a entrar.

  – Solo tengo una última pregunta para cada una de ustedes… – anunció Oishi, una vez tomamos asiento –. Murohime-san ¿Por qué decidiste dejar tu banda?

  – Desacuerdos, Oishi-san – respondió Shin con gran seriedad –. A pesar de tener sugerencias e ideas para la banda, nunca me tomaron en cuenta.

  – Entiendo… ¿Qué me dices tú, Awaji-san?

Carraspeé ruidosamente antes de responder, los malos recuerdos me invadieron silenciosamente.

  – Yo no renuncié, me despidieron, y el problema era que no trabajábamos como un equipo, razón por la cual siempre discutíamos. No teníamos una meta común...

  – Entiendo perfectamente…

  Nuevamente, Oishi se inclinó a su secretaria, pidiéndole esta vez cierto documento que ella sacó de un sobre.

  – Bueno, quizás este solo sea un proyecto temporal – comenzó a decir Oishi, mirando las hojas que le había entregado su secretaria –. Pero puedo asegurarles algo a los dos…

Entonces, nos deslizó dos hojas, acercándonos de igual manera un bolígrafo.

  – Nosotros sí tenemos una meta común como el enorme equipo que somos, la cual es hacer música, por lo tanto las opiniones y sugerencias son siempre bienvenidas, siempre y cuando sean para el bien de la compañía…

¡Espera!… eso significaba que…

  – Caballeros, bienvenidos a Danger Crue Records…

 

*****

 

  Miércoles 3 de abril de 1991.

 

  Habían pasado más de dos meses desde que fuimos contratados y yo aún no podía contener la emoción que eso me hacía sentir.

Después de ese día, viajamos a Tokio para presentarnos ante los directivos de Danger Crue Records, formalizar nuestros contratos y elegir el equipo y los instrumentos adecuados para comenzar a trabajar.

De nuevo tenía trabajo, un sueldo, estabilidad, un futuro… estaba comenzando a vivir una nueva vida y no podía sentirme más feliz.

  – Oishi-san acaba de avisarme que debemos iniciar las grabaciones del soundtrack la próxima semana – me informó Shin, sentándose a mi lado. Ese día nos encontrábamos en la sala de proyecciones de la disquera, a punto de ver el cortometraje de Kyo que habían terminado de grabar a finales de marzo.

  – Entonces debemos empezar a trabajar cuanto antes – respondí, temeroso de que el tiempo se nos viniera encima –. Discutamos nuestras ideas al terminar ¿te parece?

  – Claro…

  Las luces se apagaron, y la película comenzó.

 

  Die in Cries.

 

  Ese era el nombre del proyecto en solitario de Kyo.

La primera vez que el vocal intento (y en serio que se esforzó por hacerlo) explicarnos el significado de dicho nombre, no logré entender mucho. Había mencionado que era una frase de la canción “Cries and whispers” de Rain Tree Crow, banda a la cual pertenecía el famoso David Sylvian. (3)   

Destruí el sueño en una cama de mentiras,

Ahora mi corazón muere entre gritos, 

Gritos y susurros...

Cantaba la gruesa voz de Sylvian.

Y en cuanto al cortometraje…

  – Maldición… – murmuró Shin.

  Lo que nuestros ojos veían en la pantalla era una historia sin sentido alguno, con cambios de escena repentinos, una nula secuencia y  trucos de cámara que solo lograron hacer del filme aún más confuso.

Kyo, el único protagonista de la película, utilizaba un lenguaje corporal exagerado para comunicarse con el público, el cual solo denotaba desesperación y una locura incontenible (4).

  Shin y yo nos volteamos a ver en silencio, estupefactos.

  – Es como una de esas actuaciones locas que hacen esos artistillas contemporáneos… – dijo mi amigo sin acabar de creer lo que sus ojos veían.

  – Se les llama performance, Shin. 

  – ¿Cómo diablos sabes eso?

  – Me gusta ver el canal cultural en la televisión…

  – ¡Bueno como sea que se llame! Es como si hubiera despertado abruptamente de un sueño cósmico…

Solté una risita. Las maneras metafóricas de llamar a los efectos de las drogas siempre serían ridículamente cómicas.

  – Amén a eso – dije –. Pero no es correcto criticar a Kyo-san, así que solo concentrémonos en la música ¿quieres?

Shin me dio una palmada en el hombro a modo de respuesta. Nuestros ojos regresaron a la pantalla.

  Las últimas escenas mostraban a Kyo con el torso desnudo y sentado en una silla, alucinando, sufriendo y gritando desesperadamente.

Muriendo entre gritos…

A mí nadie me quitaba de la cabeza que era una película extraña, sin embargo, tal vez era la manera más acertada en la que Kyo podía dar a entender el significado de Die in Cries.

 

******

 

  El tiempo había transcurrido con una rapidez increíble.

  Después de terminar el soundtrack para el cortometraje, titulado “From Nothingness to Revolution”, Oishi-san nos dio la oportunidad a Shin y a mí de grabar nuestro propio álbum: “Abstraction”. (5)

 Trabajar, trabajar, trabajar, trabajar, trabajar...

Así había sido el resto del año.

Y todo seguía cambiando.

  Las entrevistas no tardaron en llegar a nosotros. Zi:Kill tenía como nuevo baterista a Tetsu, ex compañero de Kyo en D’erlanger (“Me siento ridículamente traicionado”  había bromeado el vocal al enterarse).

La relación con mis padres comenzaba a mejorar, al menos ya no colgaban el teléfono cada vez que los llamaba.

  A finales de octubre, Kyo había decidido que su proyecto ‘Die in Cries’ se convirtiera en una banda, ofreciéndonos un lugar en ella. El bajista que Kyo había contratado, llamado Kaneuchi Takeshi, era un chico simpático, aunque la expresión de su rostro denotara un cansancio permanente.

Y nuestro primer single como banda saldría al público en menos de dos meses.

  Si… Así de rápido había transcurrido el tiempo…

  Sin embargo, en medio de todas estas cosas buenas que habían sucedido, aquella fugaz melancolía seguía invadiendo mi mente, como una gota de tinta china que se expande en un papel, contaminando su blancura.

Era la última semana de diciembre de 1991, y mis pensamientos seguían aferrados al pequeño Hideto.

 

Notas finales:

1. "Moon and the Memories" - D'erlanger (1990)
https://www.youtube.com/watch?v=-5kvD6TsZKw

 

2. "Yumemiru toki wa itsumo" y "Abstraction" de Optic Nerve (1991)
https://www.youtube.com/watch?v=Kz9U5Yz7hdY

https://www.youtube.com/watch?v=X7k5xtYKx1U

 

3. Estos son los datos que ofrece la wikipedia japonesa al buscar sobre Die in Cries, traté de darles un poco de sentido.

David Sylvian es un cantante y compositor inglés, el cual como saben es uno de los ídolos de Hyde (y al parecer también de Kyo) que han influenciado en su música, sobre todo en su época del Roetgen (la voz de Hyde incluso se asemeja un poco a la de este personaje).
https://www.youtube.com/watch?v=4eRAnT-KrMw

 

4. Después de tanto buscar, por fin logre encontrar el film completo. Ustedes juzgaran esta extraña película XD

https://www.youtube.com/watch?v=DxVUyJUPKKU

 

5. "From nothingness to Revolution" (album) 10-08-91
    " Abstraction" (album) 01 - 09 - 91

 

¡Hasta el próximo capítulo! ¡No olviden dejar un review! XD


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