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Gotitas de lluvia en mi ventana por MissParnassus

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Notas del capitulo:

Hansel. Joven de estatura ligeramente superior al promedio. Cabello rojo y abundante, lentes de armazón negro metálico, ojos color avellana, complexión media. Es nuevo en la ciudad, acaba de mudarse del Norte tras tomar un año sabático.

Kristoff (Ron). Joven de estatura media-baja. Cabello ondulado color negro, igual que sus enormes ojos. Complexión delgada. Siempre se le ve con un libro de literatura diferente. Parece no destacar en ninguna materia.

Lena. Chica de estatura baja. Cabello castaño claro, rizado y muy largo. Ojos expresivos color miel. Complexión delgada y postura elegante. Siempre sonríe y se muestra alegre.

Aren. Chico alto, de cabello castaño oscuro y ojos verdes. Tiene un aire extranjero y es de familia bien acomodada. No piensa dos veces antes de hablar ni le importa la opinión de los demás.

 

Decidí no dejarme derrumbar por Aren. Kristoff me interesaba en un sentido que no necesitaba descifrar, y lo haría todo por conseguir una oportunidad con él, aunque eso significara hacer cosas que jamás creí que podría hacer.

 

Dejé pasar un par de días antes de actuar. Al final de la semana, aprovechando la ausencia de un docente y de Lena, quien se reportó enferma, me senté en la silla frente al lugar de Kristoff y llevé conmigo el libro de ciencia ficción en mano.

 

—   Sé que estamos a mitad de los exámenes de período, pero no pude evitar comprar este libro, ¿entonces, te gusta mucho?

 

—   Sí. Son cuentos cortos y todos son grandiosos —cerró el libro que estaba leyendo, usando un par de dedos como separador. Noté que no era un libro escolar.

 

—   Tal vez podamos comentarlos conforme los lea —esbocé una sonrisa.

 

—   Me parece bien.

 

—   ¿Te digo algo curioso? Kristoff me parece un nombre bonito, pero cuando te vi no pude evitar pensar en el nombre Ronny.

 

—   Sí es curioso. Mi madre me iba a llamar así.

 

—   ¿En verdad? —mostré una auténtica cara de sorpresa—. ¿Y qué sucedió?

 

—   No lo sé. Siempre me ha dicho que en el último momento cambió de idea, pero que mi nombre debió ser Ronny.

 

—   Pues no puede ser casualidad, ¿verdad? Si somos viejos conocidos de vidas pasadas, creo que lo adecuado es llamarte Ron.

 

—   Siempre quise ser llamado así —alejó de sí el libro que estaba leyendo, gesto que interpreté como si acabara de ser merecedor de toda su atención.

 

—   Ron. Me gusta, te va muy bien.

 

—   Gracias. ¿Puedo llamarte Hans?

 

Seguimos charlando y encontrando gustos en común, casi todos ellos sobre la forma de ver el mundo. Me confesó que deseaba estudiar literatura, yo le confesé que prefería economía. Durante esos gloriosos minutos sentí que me acercaba a él, y me pregunté cómo era que nadie más en el grupo había intentado estar cerca del tímido Kristoff, ahora Ron. Eso me gustaba de él, el aura de misterio disfrazada de timidez.

 

—   ¿Quieres ir afuera?

 

—   Oh, está bien —dejó en su mochila el libro que estaba leyendo y salió del aula detrás de mí, manteniendo la mirada baja. Su caminar era sumiso, seguramente causado por el maldito Aren.

 

—   ¿Por qué no caminas a mi lado? —pregunté con el tono más amable que pude.

 

—   Sí, lo siento.

 

Nos sentamos a la sombra de un árbol lejos de las aulas, lejos del resto, como si tratáramos de ocultarnos. Ron se mostraba cada vez más relajado a mi lado, lo que me llenaba de gusto, aunque esa actitud ligeramente atolondrada no lo abandonaba, y eso me gustaba, alimentaba mi sentimiento de protección hacia él.

 

—   ¿Por qué quieres estudiar literatura? —pregunté manteniendo la mirada perdida en el verdor de las hojas del árbol.

 

—   Oh, no lo sé. Quisiera poder escribir algún día.

 

—   ¿Qué escribirías?

 

—   No me decido todavía.

 

—   Pues elijas lo que elijas, prometo leer todos tus libros. Hasta haría fila para comprarlos y conseguir tu autógrafo.

 

—   No necesitarás hacer fila, tampoco necesitarás comprarlos.

 

—   ¿Por qué? —al interrogarlo, me encontré con que todo el tiempo había mantenido su mirada fija en mí—. ¿Me regalarías tus libros?

 

—   Te los regalaré todos —respondió con seriedad, como si los libros ya existieran—. ¿Los aceptarás?

 

—   Yo sin dudarlo lo aceptaría todo de ti —le sujeté el mentón para acercar su rostro al mío. Mantuvo los ojos abiertos y no dejó de mirar dentro de mí.

 

—   ¿Me besarás? —preguntó con inocencia. Deseaba besarlo, deseaba que nuestros labios se encontraran y juntos le dieran sentido a mi existencia, pero parecía incorrecto.

 

—   No hasta que me pertenezcas.

 

El fin de semana navegué en un mar de dudas, siendo la más grande por qué no lo había besado cuando tuve la oportunidad

 

   «Porque tu sentido del deber sobrepasa por mucho a los instintos»

 

Maldije esos pensamientos, los maldije una y mil veces más. Ron estaba sufriendo al lado de Aren, Ron era un chico demasiado frágil como para atreverse a abandonar al monstruo que tenía como novio. Y yo no hacía nada.

 

—   ¡Esposo! He regresado a ti.

 

—   Bienvenida, Lena.

 

—   ¿Te encuentras bien? —preguntó al notar el cansancio en mi rostro. La castaña era una chica muy perceptiva, seguramente ya había notado que algún tormento me acompañaba.

 

—   Estoy bien, no te preocupes.

 

—   Hansel, yo…

 

—   Por favor —interrumpí—, he dicho que no te preocupes.

 

Me porté grosero, era consciente de ello. No fui capaz de manejar mis sentimientos del modo adecuado. Tuve algunos días para encontrar una solución a lo que me aquejaba y no hice más que acrecentar mi mal humor.

 

Algunos de los compañeros se acercaron a mí para resolver algunas dudas antes del examen de ese día, el último del período, pero no hice más que disculparme y retirarme del aula hasta que el docente apareció. La situación con Ron había trascendido, comenzaba a escaparse de mis manos.

 

No fue sino hasta el final del día que me digné a buscarlo. Todavía me sentía de mal humor, pero debía actuar o me ahogaría de frustración. Lena se despidió de mí con un beso en la mejilla, deseándome un hermoso día. Esperé a que el resto de los compañeros saliera del aula y cerré la puerta.

 

—   ¿Por qué sales con ese imbécil? —pregunté con un tono que estaba lejos de la amabilidad. Él no hizo más que permanecer en silencio —. No lo entiendo, por favor dímelo.

 

—   A muchas personas no les agrada.

 

—   Creo que eso es decir poco —avancé hacia el de cabellos azabache—. ¿Por qué sales con él?

 

—   (…)

 

—   ¿No te das cuenta que mereces mucho más? —susurré una vez que estuvimos de frente.

 

—   (…)

 

—   Si tan sólo me permitieras… —dije sujetando su mano.

 

—   Tú no sabes lo que merezco.

 

—   Sí lo sé. Déjame demostrártelo —enuncié antes de estrecharlo contra mí en un abrazo intenso, un abrazo que buscaba hacerle ver todo lo que yo sentía. Inesperadamente, me correspondió, recargándose en mi hombro como dejándose llevar.

 

—   Gracias —alcanzó a decir tras unos segundos. Luego, me dedicó una bella sonrisa y se marchó.

 

Esperé cerca de la ventana para verlo salir del colegio, no supe con qué objetivo, pero debía hacerlo. Luego de un par de minutos apareció tomado de la mano de Aren. Mi semblante cambió al instante, ¿por qué seguía con él?, ¿por qué no podía dejarlo y mirarme a mí? Busqué mi teléfono móvil y marqué rápidamente un número que ya conocía de memoria.

 

—   ¿Lena? Quisiera disculparme por mi actitud de hoy. Lo cierto es que… —hice una pequeña pausa para armarme de valor— necesito verte.

 

 

Notas finales:

Kristoff provoca en Hansel cosas que jamás había sentido. Hansel decide que hará todo lo posible por conquistar al pequeño... ¿todo lo posible? ¿Qué significa eso? ¿Hasta qué punto puede alguien pelear por conseguir lo que quiere sin perderse a sí mismo?

 

 


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