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Los demonios de la noche. por Seiken

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Radamanthys nunca había sido tímido y sabía que podía hacerlo, complacer al vampiro con su boca, acariciarlo para que se viniera pronto, no sería tan complicado.

-Sabes que... he cambiado de opinión, no quiero que hagas eso en este momento, porque podrías imaginarte a ese pintor en mi lugar.

Pronunció de pronto Aspros, como si leyera su mente, o sus intenciones, alejándose de Radamanthys para sentarse en su silla, la que estaba junto a la cama de sábanas carmesí.

-Deseo ver un mejor espectáculo, quiero ver cómo te preparas para mí, y recuerda que mientras mejor lo hagas, menos doloroso será para ti.

Radamanthys en un principio no supo cómo reaccionar, observando la sonrisa de Aspros, que deseaba verle avergonzado.

- ¿Qué esperas conejito?

Le pregunto con un ademán de su mano, que claramente decía que deseaba que se apresurará.

Radamanthys asintió tragando un poco de saliva, con la camisa de Aspros aún puesta, preguntándose si tenía que quitársela o lo mejor era mantenerla.

-Quiero verte disfrutando tus caricias, esperando por mi hombría, ansioso por sentirme en ti.

El no deseaba eso, pero no tenía otra opción se recordó, subiendo a la cama para situarse enfrente de Aspros, que se limitaba a sonreír.

-Quítate la camisa conejito, no me deja verte bien.

Le ordenó, recargándose en uno de los brazos de la silla, cruzando sus piernas, con una postura cómoda, recorriendo su piel con su mirada de tal forma que podía sentir manos invisibles tocarle.

Radamanthys no respondió y sentado en esa cama, comenzó a quitarse la camisa, observando en otra dirección, dejando caer la única prenda que protegía su cuerpo de la lujuria del vampiro.

-Mucho mejor...

Radamanthys deseaba arrepentirse, no quería estar en ese lugar, tampoco complacer al vampiro, sin embargo, le había dado su palabra, sería un conejito obediente, para mantener seguro a Minos.

-No seas tímido, ya no eres virgen, seguramente ya te has dado placer en otras ocasiones.

Sería mucho más fácil para él si Aspros guardaba silencio, pero el vampiro no quería que fuera más fácil, deseaba cohibirlo, hacer que se sonrojara y se diera cuenta que no era tan aventurado como se imaginaba a sí mismo.

Radamanthys tratando de ignorar la presencia del vampiro en ese cuarto cerró los ojos, llevando una de sus manos a su pecho, acariciándolo con las puntas de sus dedos, para pellizcar uno de sus pezones.

Llevando otra mano a su entrepierna, para acariciar su sexo, gimiendo de forma delicada, logrando que Aspros sonriera, sin embargo, por la postura que tenía, apenas podía ver cualquier cosa.

-Conejito...

Llamó su atención, riéndose entre dientes cuando Radamanthys le observo sonrojado, cerrando un poco más las piernas, como tratando de cubrirse.

-No veo nada, conejito, voltéate para verme y abre tus piernas lo más que puedas.

Radamanthys trago saliva y estuvo a punto de negarse, pero hizo lo que le ordenaba, sentándose de frente al vampiro, abriendo poco después las piernas, desviando la mirada, sintiéndose completamente expuesto.

-Muy bien conejito, levanta ligeramente la cadera y pon una almohada debajo, para que no te canses.

Radamanthys así lo hizo, respirando hondo, sintiéndose sucio, tratando de proseguir con sus caricias, sin embargo, sus manos habían comenzado a temblar, de lo nervioso que estaba.

-No te pongas nervioso... ya no eres virgen, si lo fueras yo haría esto y tú lo único que tendrías que hacer es recostarte en la cama y disfrutarlo.

Aspros de nuevo realizó ese ademán que significaba que se apresurará, riéndose entre dientes al verle tan nervioso, porque pudo haber tenido relaciones sexuales con Kanon, pero aún era ciertamente inocente.

-Continua, comienzas a aburrirme.

Le ordenó, sentándose en el borde del sillón, para ver cómo Radamanthys volvía a acariciar su pecho y llevaba su mano a su entrepierna, rodeando su hombría.

Radamanthys trataba de imaginarse en otro lugar, con el pintor en vez de Aspros, gimiendo cuando encontró un ritmo adecuado a sus caricias.

Aspros comenzaba a excitarse, observando a Radamanthys acariciar su cuerpo, esperando que pronto llevará su mano más abajo, y lo hizo, recostándose de pronto, para llegar más profundo.

-Conejito, quiero que me veas a los ojos, no desvíes tu mirada de la mía.

Radamanthys abrió los ojos, recordando exactamente dónde estaba y porque hacía eso.

-Mucho mejor...

Radamanthys ingreso un dedo en su cuerpo, buscando su próstata, tratando de mantener aquella postura expuesta para Aspros, que se levantó para darle un aceite, el que coloco en su mano libre.

-Usa esto conejito, primero un dedo, después otro... quiero que uses los cinco, estoy seguro de que caben allí.

Radamanthys recibió el frasco, con una expresión entre sorpresa y desagrado, tratando de desviar su mirada del vampiro.

-No, no... conejito, quiero que me veas a los ojos, no quiero perderme uno solo de tus gestos.

Radamanthys asintió, llevando el aceite a su cuerpo, ingresando primero un dedo como se lo ordenaba el vampiro, sin desviar su mirada de sus ojos, que le veían con placer, sus labios entreabiertos, su mano acariciando su propio pecho, viajando en dirección de su entrepierna.

-Continua, lo estás haciendo bien.

Aspros libero su erección de su ropa, llevando una de sus manos a esta, rodeándola con lentitud, siguiendo el ritmo de sus caricias, deteniéndose cada vez que ingresaba otro dedo.

Relamiéndose los labios cuando tres habían sido utilizados, los que le hacían sentir caliente, avivando el fuego de su sexo, que despertaba al ritmo del de Aspros.

Radamanthys cambio un poco su posición, para poder ingresar los otros dos dedos, sonrojado, gimiendo con fuerza, para después morderse el labio cuando sintió que su clímax estaba próximo.

-Detente conejito...

Le ordenaron, pero Radamanthys no lo hizo, sus gemidos aumentando su fuerza y sus movimientos su ritmo.

-Te di una orden...

Aspros le dijo, sosteniendo su muñeca con fuerza, alejándola de su propio sexo, sobresaltando a Radamanthys, quien intentó por reflejo alejarse de su amo.

-Lo siento.

Se disculpó inmediatamente, tragando un poco de saliva al notar su sexo despierto, duro, asomándose entre sus pantalones.

- ¿Quieres sentirlo?

Le pregunto llevando su mano a su hombría, esperando que Radamanthys se alejara, pero su conejito se controló para no hacerlo, rodeando su falo erguido con sus dedos, acariciándolo con ellos.

-Acuéstate en la cama, boca arriba, con las piernas abiertas.

Radamanthys obedeció sin decir nada, escuchando la ropa de Aspros caer al suelo, tragando un poco de saliva, tratando de ignorar su temor.

Brincando de pronto cuando sintió su peso en el colchón, escuchando la risa de Aspros, que se situó sobre su cuerpo, sosteniendo sus muñecas.

-Conejito, que te dije de mirarme a los ojos...

Le recordó, esperando que de un momento a otro intentará escapar, sonriendo cuando su conejito, sonrojado, respirando entrecortado, mostrando su miedo, no se movía, forzándose a mirar sus ojos.

-Se que no deseas esto, lo noto en tu mirada, en tus temblores, pero no temas... tarde o temprano te acostumbraras a mí.

La respiración de Radamanthys cada vez era más errática, y cuando se movió, para situar su hombría entre sus piernas, se encogió, como esperando que le doliera.

-Seré muy bueno contigo, sólo será un momento de dolor y después un placer como el que no has sentido nunca.

Le prometió, pero aún estaba asustado, podía verlo en sus ojos, en sus ligeros temblores, en su respiración, no deseaba ser poseído por él, pero le aceptaría para proteger a su hermano.

-Eres tan hermoso.

Aspros se alejó un poco, acariciando su mejilla con ternura, para cerrar sus ojos, recordando a su conejito, lo felices que pudieron haber sido, lo perfecto que pudo ser.

-Te amo conejito, prometo que esta vez si te protegeré, está vez las cosas serán diferentes, no volverás a sufrir...

Le juro antes de besar sus labios con ternura, acariciando su mejilla con el mayor de los cuidados, para ver sus ojos amarillos, que brillaban en la oscuridad de su habitación.

-Yo cumpliré tu sueño... te lo prometo.

No entendía de que le hablaba, porque le decía conejito, y qué clase de sueño le cumpliría, mucho más cuando el único que le estaba haciendo daño era él.

-Seremos felices.

Aspros parecía que realmente lo creía, que sería feliz a su lado, siendo su esclavo, permitiéndole poseer su cuerpo.

Cuando lo único que deseaba en ese instante era irse, marcharse tan lejos de este vampiro como pudiera, sin importar lo que tuviera que hacer, sin embargo, se obligó a mantenerse quieto, sus piernas abiertas, su mirada fija en Aspros, esperando porque esa tortura terminara.

Aspros soltó sus muñecas al comprender que cumpliría su palabra, que no intentaría marcharse ni detenerlo, para llevar sus manos a sus caderas.

Empezando a empujar su sexo entre sus piernas, abriéndose paso lentamente, deteniéndose cada instante para gemir, disfrutando de aquella sensación, la de un ser vivo rodeando su sexo, el latido de su corazón, el calor de su cuerpo, estremeciéndose cuando escucho un gemido de Radamanthys.

Que arqueando su espalda le dio la oportunidad para entrar más profundo, aferrándose a las almohadas, gimiendo su placer.

Aspros siguió empujando su hombría, abriéndose paso en su cuerpo, conquistándolo con esos pocos movimientos, deteniéndose una vez que su sexo estaba bien adentro, observando con detenimiento la expresión de Radamanthys.

Sufría, no deseaba eso, y aun así le permitiría poseerle, porque le había dado su palabra, besándole de nuevo, escuchando un gemido del menor, sintiendo como se estremecía al sentir su sexo moverse en su interior.

-Lo estás haciendo bien conejito.

Radamanthys se mordió el labio cuando comenzó a embestirlo, tratando de silenciar su placer, al mismo tiempo que se aferraba a las almohadas, tratando de mantenerle la mirada, sólo porque se lo había ordenado.

Aspros aumento la velocidad y la fuerza de sus embistes, sosteniéndose a ambos lados de su cabeza, escuchando más gemidos, besando esos labios delgados, ese perfecto joven que se entregaba a él sin pelear.

Su conejito renacido en un joven noble, cuyo pecho tenía una cicatriz, una bala de su padre cuando intentó matarlo, prueba suficiente de que les necesitaban para estar seguros.

-Eres tan hermoso...

Radamanthys negó eso, no era hermoso, solamente su sangre llamaba a esa criatura, que seguía empujando entre sus piernas, golpeando su próstata cada ocasión.

-Pero lo eres conejito, siempre has sido muy hermoso, tan bonito.

Aspros repentinamente lamió sus cejas, las que habían sido causa de burla durante toda su vida, riéndose cuando su conejito le miró extrañado.

-Estas me gustan mucho, le da un aire varonil a tu rostro, de otra forma delicado.

Radamanthys no dijo nada, sintiendo la semilla de Aspros inundar su cuerpo, esperando que con eso fuera suficiente, pero su amo, separándose de su cuerpo, le acostó de lado para penetrarlo de nuevo, sosteniendo uno de sus muslos.

-Y cuando tengas unos hermosos cuernitos en tu cabeza, serás perfecto...

Unos cuernos, esa idea le pareció espantosa, llevando una mano a su cabeza, gimiendo con mayor fuerza, cuando Aspros rodeo su hombría, para brindarle placer.

Cambiando sus posturas de nuevo, sentándolo sobre sus piernas, sosteniéndolo de las rodillas para subirlo y bajarlo sobre su erección, sus dientes afilados asomándose en su boca.

-Eres muy bonito...

Le aseguro, antes de morderlo de pronto, encajando sus dientes en su cuello al mismo tiempo que volvía a derramarse en su interior, la semilla de Radamanthys mojando su mano, había alcanzado el clímax justo cuando sintió que su sangre abandonaba su cuerpo.

-Tan bonito...

Radamanthys llevo una mano a su cuello, gimiendo, sintiendo los espasmos de su orgasmo, al mismo tiempo que su energía abandonaba su cuerpo.

-Mi dulce conejito.

Poco después perdió el sentido en los brazos de Aspros, o eso pensó el vampiro, la verdad estaba semiconsciente, que separándose de su amante lo recostó en su cama, para buscar un lienzo con que limpiar su cuerpo.

Escuchando un movimiento a sus espaldas, el que ignoro de momento, su conejito no podría dormir si estaba sucio.

- ¿Ha sido bueno contigo?

Aspros suponía que su hermano lo había visto, su conejito había obedecido cada una de sus órdenes, le había complacido bien, así que simplemente asintió, cubriéndolo con una sábana.

-Ha sido un conejito muy obediente, cumplió su parte del trato.

Defteros asintió, contento por la felicidad que podía verse en el rostro de su hermano, su avecilla estaba inconsciente en su cama, recuperándose de su último castigo.

-Mi avecilla aún no despierta, tal vez deba darle un poco de mi sangre.

Aspros negó eso, habían tomado la decisión de convertir a sus amantes en su mansión, todos los preparativos estaban hechos, solo era cuestión de regresar, pero aún no lo harían, la vida en ese castillo era buena, no le veía el caso a marcharse cuando sus pequeñas mascotas eran tan dóciles.

-No, lo mejor es transformarlos en su vieja mansión, así nunca le abandonarán y renacerán en un lugar que conocen.

Defteros asintió, una vez que había constatado que ese escurridizo conejito cumplía su palabra, era momento de regresar con su avecilla, buscar una forma para que se comportara como era debido en una mascota como él.

-Como tú digas hermano, pero si tú conejito comienza a darte problemas, solamente dímelo y te prometo hacerle obedecer.

Aspros negó eso, no necesitaba de su hermano para que su conejito comprendiera su lugar.

-No es necesario, mi conejito sabrá comportarse como es debido.

Defteros asintió, más le valía que fuera cierto, porque no estaba dispuesto a lastimar a su avecilla por culpa de ese necio, y de llegar el momento de intentar escapar de nuevo, tendría que hacerle ver qué nadie lastimaba a su perfecto hermano.

-Espero que así sea.

Radamanthys que fingía dormir escucho esa discusión con demasiado detenimiento, si desobedecía a su amo, su hermano lo pagaría, si no lograba que Aspros estuviera complacido con él, pasaría lo mismo, desde ese momento hasta que pudieran escapar, si acaso alguna vez lo lograban, debía enfocarse en complacer cualquier capricho de ese vampiro, si no deseaba que Minos fuera castigado.

-Así será.

 


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