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Los demonios de la noche. por Seiken

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Radamanthys era poderoso y ni siquiera había despertado del todo, lo demostraba manteniendo a raya a los dos gemelos, al mismo tiempo que protegía a su hermano de cualquier daño, de las garras de Defteros.

Cuya irá iba en aumento, planeando mil formas de vengarse, Aspros comenzaba a perder la compostura, escuchando el indiscutible sonido de pasos a sus espaldas, viendo cómo a lo lejos llegaban los refuerzos, dos cazadores.

Aquel llamado Shura y otro más, logrando que retrocediera, maldiciendo la intervención de los recién llegados, haciéndole una señal a su hermano, para marcharse, no estaban en condiciones de enfrentarse a todos los recién llegados.

-Debemos retirarnos.

Defteros no deseaba hacerlo, pero bien sabía que su hermano siempre tenía la razón, así que lo obedeció, alejándose de Minos, jurándose que los dos pagarían muy caro ese insulto, pero que el conejito no sobreviviría, su hermano estaría mejor sin él, aunque no lo comprendía en ese momento.

-Como tú digas Aspros.

Susurro, sus dientes apretados, retrocediendo algunos pasos, para después correr, casi como un mono, usando piernas y brazos para moverse, seguido de Aspros, que, subiendo en el carruaje, se prometió de igual forma vengar ese insulto, llegando a pensar en la posibilidad de esperar otros siglos por un amante obediente, negándose a ello, no se negaría nada que deseara, estaba cansado de ser el quien tuviera que soportar los insultos y las privaciones.

-Recuerda lo que te dije conejito, todo lo que sigue será culpa tuya y de nadie más.

Radamanthys los dejo marcharse, aun protegiendo a su hermano, sin quitarles la vista de encima, pero escuchando la llegada de los refuerzos, sin saber que lo eran, apretando los dientes al creer que deseaban lastimar al mayor, a su hermano que yacía inconsciente a su lado...

Escuchando a sus espaldas unos pasos cuidadosos, uno de los intrusos se detuvo cuando volteo a verle, sus ojos de felino brillando, dispuesto a saltar contra él, ese era Aioros, Shura sabía que no lo lastimaría, era su amigo después de todo.

Radamanthys se mantuvo quieto al ver a Shura, reconociendo a su amigo en ese instante, quien, elevando las manos, quiso mostrarle que no deseaba hacerle daño, caminando un poco más lento en su dirección, como sí se tratara de un animal herido.

-Radamanthys, estoy vivo y he venido a protegerte, a cumplir mi promesa...

Radamanthys ya estaba mucho más calmado, observándolos a ambos, primero al intruso cuyo nombre era Aioros y después a Shura, sin mover un solo músculo, sin atreverse a hacerlo, sin saber si debía atacarlos o dejar de pelear, permitir que su amigo se acercara, porque lo reconocía como eso, como su amigo.

-Tu hermano está malherido, tengo aliados que pueden ayudarle, solo debes confiar en mí...

Radamanthys iba controlando su temor y su furia, dejándole acercarse, confiaba en él, además, estaba feliz de verlo vivo, de que sus sentidos no lo engañarán, permitiendo que Shura se detuviera a su lado, pero sin atreverse a tocar a Minos sin el permiso del menor.

- ¿Puedo acercarme a tu hermano?

Radamanthys observo a Minos, su expresión cambiando por una de completo miedo, temor a perderle, cerrando los ojos, sintiendo que su energía proveniente del Inframundo abandonaba su cuerpo, debilitándolo casi en el acto, sentándose con su hermano aun entre sus brazos, respirando hondo, para después sonreírle.

-Pensé que habías muerto...

Susurro, permitiéndole abrazarlo, sus cuernos seguían presentes en su cabeza, ya nunca se marcharían, supuso Shura, eso ponía en peligro a su amigo, que ya no se veía como un humano, ni jamás volvería a hacerlo, colocándolo en la mira de cazadores como Aioria.

-Te prometí ayudarte no es verdad, nunca dejarte solo, porque eras mi responsabilidad, así que, no estoy dispuesto a romper mi palabra, no de nuevo.

Radamanthys se recargo contra su hombro, seguro que por el momento estaba a salvó, que había una oportunidad de salvar a su hermano mayor, que tenía el peor destino de todos, ser el esclavo de un demente que disfrutaba lastimándolo, aunque se dijera que el peor de los amos lo tuvo él, sólo lo decía para poder sobrevivir, para no tener que enfrentarse con esa realidad, sin importar lo que hiciera, Defteros era un animal rabioso, que lo mordería en cualquier momento por cualquier motivo imaginario y disfrutaría haciéndolo.

-Puedes ayudarnos... puedes salvar a mi hermano...

Shura asintió tratando de sonreírle a Radamanthys, acariciando su mejilla para colocar su frente contra la suya, sin mencionar qué ahora poseía cuernos en su cabeza y sus ojos ya no eran los de un humano, suponiendo que su amigo no lo comprendía de momento, apenas despertaba del estupor que esa energía provocaba en su psique.

-Si, tenemos amigos que pueden curarlo.

Le aseguro, llamando a Aioros, el llevaría a Minos, él le ayudaría a su amigo a caminar, se veía cansado y malherido, pero conocía bien su fuerza, era capaz de soportar mucho daño antes de derrumbarse, así que, si tuvo que sentarse, recargándose en su hombro, significaba que estaba en sus límites.

-Debemos llevarlo al bastión, allí podremos curar sus heridas.

Aioros parecía libido, tal vez por los cuernos en la cabeza de su amigo, dos piezas negras, llamativas, que, a Shura, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, le parecieron hermosas, al igual que esos ojos amarillos con un iris alargado, parecidos a los de un gato, alguna clase de felino.

-Es un demonio...

Pronuncio con recelo, llamando la atención de Radamanthys, que le observo de pronto, sintiendo las cosas que habían crecido en su cabeza, su horror visible en su rostro, temiendo la reacción de quien lo viera, ya que, si en el pasado era señalado, ahora, no había forma de negar su procedencia, molestando demasiado a Shura con esa reacción, cuando su amigo era sin duda una persona muy noble que había soportado lo indecible para proteger a su hermano mayor.

-Yo cargaré a Minos, será un placer llevarlo.

Pronunciaron de pronto, una persona de voz suave, acercándose a ellos con un paso lento, jadeando al ver el estado de Minos, todo el daño que le habían hecho, un hombre hermoso, de cabello celeste, con una expresión seria, pero suponía, que sincera.

-Por todos los dioses, que le han hecho...

Susurro Albafica elevando el cuerpo de Minos con el mayor de los cuidados, sorprendiendo al propio Radamanthys, que entrando en un estado de shock después de todo el horror sufrido, comenzó a llorar, dos lágrimas escurriendo por sus mejillas, las que Shura limpio, abrazándolo con más fuerza, comprendiendo su temor y su dolor, sintiendo el deseo de protegerlo de cualquier daño, como él hizo cuando Aioria intentaba apoderarse de su cuerpo y de su voluntad.

-Todo estará bien Radamanthys, no temas...

Radamanthys abrazo a Shura negando a eso, preguntándose como todo saldría bien si se trataba de un monstruo, con horribles cosas negras en la cabeza, si ya no se veía como un humano y tendría que esconderse de cualquiera, recordando lo que decía Aspros, que únicamente él podría encontrarlo hermoso, que debía aceptar su cuidado, creyéndole de momentos.

-Soy un monstruo... un demonio…

Pero inmediatamente alguien más se arrodilló a su lado, un intruso que no habían notado hasta ese momento, quien trato de sonreírle, acariciando su mejilla con reverencia, como quien encuentra en tesoro largamente perdido, esperando ser recordado.

-Eso es una mentira, tú eres una belleza, eres mi musa.

Radamanthys le miró extrañado, lo recordaba, era el pintor, cuyo nombre no conocía, pero le entregó su virginidad, cuando pensaba que su vida estaría sumida en la completa aburrición y bajo el control de su hermano mayor, que desde el disparo de su padre se comportaba de una forma sobreprotectora, por razones que no alcanzaba a comprender, prohibiéndole salir de la mansión, en ese momento creía saber que se debía a la muchedumbre planeando la muerte del demonio Walden.

-Mi nombre es Kanon, Kanon Gemini.

Shura sin darse cuenta apartó a Radamanthys del extraño, que mintió al decir que era su prometido, pero había hecho todo lo posible para salvar su vida, Albafica lo comprendía, pero tal vez Radamanthys no, mucho menos el hombre de cabello negro que lo abrazaba con ternura, convocando el odio y la furia en el corazón de Aioros, que se había prendado de Shura desde el primer momento en que le vio.

-Nunca he escuchado hablar de ti, pero debo decirte esto, Radamanthys no necesita más admiradores en este momento, necesita paz y tranquilidad.

Radamanthys no supo que decir, únicamente sentía el odio que Aioros proyectaba en contra suya, por las cosas en su cabeza, supuso, permitiendo que Shura le ayudará a levantarse, estaba demasiado cansado para poder hacerlo por su propia cuenta.

—Dijo ser su prometido…

Pronuncio Albafica, comprendiendo que Kanon había mentido, pero, aun así, su valentía y el cariño sincero que sentía por el joven demonio era obvias, quien más arriesgaría todo por salvarlo del peligro.

—Radamanthys no tiene ningún prometido, de hacerlo yo lo sabría, así que te prohíbo acercarte a él, me escuchaste, Kanon Gemini.

Radamanthys retrocedió un solo paso cuando Kanon intento tocarlo de nuevo, no deseaba que nadie lo tocara después de lo vivido en las manos de Aspros y ya no confiaba con facilidad en los extraños, cualquier clase de sentimiento de seguridad se lo habían robado en esos días.

—Me alejare, si Radamanthys me lo pide, pero antes de eso, quiero una oportunidad para demostrarle mi afecto, que puedo protegerlo y que lo encuentro hermoso, con cuernos, o sin ellos, es mi inspiración.

Shura apretó los dientes, estaba molesto, furioso con esa intromisión, acaso no veía que su amigo estaba cansado, que había sufrido demasiado en las manos de esos vampiros y que no debía ser presionado.

—Lo ha pasado muy mal, te lo advierto, no te dejare perturbarlo más de lo que ya lo has hecho.

Aioros observo ese intercambio con los puños apretados, con tanta molestia que casi podía verse, pero fue ignorada por todos los presentes, creyendo que se debió a su sangre, a su nueva apariencia, la atención de Albafica estaba en Minos, la de Radamanthys en Shura y Kanon, que parecían pelear por ver, quien le brindaba ayuda, aturdiéndolo.

—Minos…

Susurro Radamanthys, sintiendo que sus piernas ya no lo sostenían, Shura casi cayo al suelo, su amigo era muy grande, muy pesado para poder cargarlo el solo, así que repentinamente, Kanon le ayudo a sostenerlo del otro brazo, no dejaría que le hicieran a un lado, ni que su musa cayera, porque ese testarudo extraño quería interponerse entre ellos, en su oportunidad para ganarse su afecto.

—No es momento de pelear por quien salva al tipo rubio, es momento de movernos, porque supongo que los cazadores de Aioria deben estar en camino, es de todos sabido que hubo un brote de vampirismo en esta zona y ellos disfrutan en demasiado de asesinar vampiros, hombres lobos, demonios, lo que sea, que no parezca humano.

Shura comenzó a preguntarse quien era ese intruso, que era acompañado de su compañero, un tipo alto, demasiado, un licántropo a juzgar por su apariencia, preguntándose qué era lo que deseaban en ese lugar, porque parecía que de pronto Radamanthys tenía más aliados de los que conocía.

-Son bienvenidos en nuestras tierras, Manigoldo me ha convencido de eso, aunque están muy lejos y el viaje es muy cansado, primero debemos curar las heridas de estos niños.

Debían visitar primero el bastión, para después partir a los territorios de los dioses gemelos, que buscaban forjar un tratado con los príncipes del Inframundo, comprendiendo bien, que estaban en peligro, por los vampiros y por los cazadores.

-Mi hermano necesita ayuda, debemos apresurarnos.

Les recordó Radamanthys, sosteniéndose entre Shura y Kanon, ya que se trataba de un hombre algo pesado y estaba muy debilitado, escuchando los pasos de Aioros a sus espaldas, notando su silencio, su molestia, pero sin atreverse a decir nada.

-Por favor, señálame hacia dónde debo dirigirme.

De nuevo hablaba Albafica, cargando al joven Minos, seguro que ese pobre chico necesita de su ayuda, ese demonio lo había dejado muy mal y después de su escapatoria, estaba seguro de que sería mucho peor aún el castigo.

-Por aquí...

Pronuncio Aioros, adelantándose, tratando de ignorar la forma en que Shura protegía a Radamanthys, la pequeña muestra de posesividad, como no deseaba que Kanon tocara al demonio rubio, que aun podía moverse, pero estaba muy malherido.

—El bastión esta por aquí.

Escuchando como Radamanthys de un momento a otro se derrumbaba aun sostenido por Shura y Kanon, quienes no lo dejaron tocar el piso, pero comprendían que estaba demasiado malherido.

—¡Vamos! ¡Tenemos que apresurarnos!

*****

Shaka llego al castillo, esperando encontrar a Mu en su interior, junto a su muchacho, Aldebaran, pero no lo hizo, su viejo amigo había desaparecido con todo y su compañero, parecía que por fuerzas que no comprendía, sin imaginarse que Youma los había llevado a un lugar seguro, a la fortaleza de Kiki, casi al otro lado del mundo, después de recibir su palabra de brindarle su ayuda en lo que fuera que necesitara, sin hacer preguntas, únicamente obedeciendo, a cambio, tendría a su toro para el por toda la eternidad.

*****

Aioria estaba sentado frente a una fogata, al otro lado Saga, con una expresión impenetrable, alejado por completo de aquel sitio, sin dejar de pensar en Kanon, en el destino al que lo condeno por ser un mal hermano, notando algunas extrañas manías del joven que le había salvado, quien comía un pedazo de carne casi cruda, sus ojos azules fijos en las llamas.

—¿Cómo era tu hermano?

De nuevo aquella pregunta, se dijo el mayor de los Gemini, dándole un trago a su taza de café, que se había servido de una cacerola de donde todos los cazadores bebían, sirviéndose cada uno en su propio vaso, tratando de mantenerse calientes.

—Un dolor de cabeza, estaba enamorado de la vida… no era más que un vago, pero, supongo que su amor por ese niño rico le hizo cambiar, un muchacho de apellido Walden, una familia poderosa de dónde vengo, pero condenada a sufrir.

Eso llamo la atención de Aioria, que aventó el hueso a las llamas, bebiendo de una cantimplora, alcohol de la mejor clase, recordando a un Walden, que hizo lo que pudo para arruinar sus oportunidades con la bella espada, que mato a sus hombres, un demonio que se llevo a su amado en medio de la noche.

—Un Walden… ¿Querrás decir Radamanthys Walden?

Si, de el estaba hablando, aunque apenas llegaba al pueblo cuando el abandono su mansión, tratando de proteger a su hermano, sus instintos diciéndole que ellos tenían que ver con su malestar, estaba en lo cierto, por supuesto, pero no le diría a ese cazador que se vendió a dos vampiros que torturaban a un muchacho, que deseaban volverlo loco, que le tendió una trampa a su hermano menor, que seguramente para ese momento, ya estarían condenados al peor de los sufrimientos, como el condeno a su hermano menor.

—Si, Radamanthys y Minos Walden, los últimos miembros de su familia…


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