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Los demonios de la noche. por Seiken

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Minos había soportado el amor de Defteros con el único fin de ver a Radamanthys, estaba sentado en la mesa del comedor, en la cabecera, con un desayuno abundante servido exclusivamente para ellos.

Fresas, cerezas, todo tipo de bayas, crema batida, panes de dulce, mermeladas, huevos fritos, rebanadas de grasoso tocino, quesos diferentes, algunos maduros y otros frescos, mantequilla, embutidos de todas clases y algunos asados de carne, había tanta comida que Minos perdió el apetito apenas le vio, pensando de forma sombría que todavía había dos platillos más en ese banquete, su hermano y él, toda ella comida de la mejor clase.

Eso último hizo que se riera, con una carcajada, llamando la atención de Defteros, que se preguntaba porque no probaba ningún platillo, cada uno era de lo mejor, una delicia en sí mismo y si no era de su agrado, los cocineros tendrían que pagarlo.

—¿Acaso no tienes hambre?

Le pregunto, hincándose delante suyo, sosteniendo sus manos, con mucho cariño, besándolas para después restregarse contra ellas.

—No quiero empezar a comer hasta que no vea a Radamanthys, deseo desayunar con él, como no lo he hecho en muchos años.

Comenzaba a ponerse nervioso, pensando que Radamanthys no querría verlo, o que Aspros encontraría una excusa para evitarlo.

—Mi hermano traerá al tuyo, no ha dejado de preguntar por ti en todo este tiempo.

Pero Aspros bien podía lastimar a Radamanthys para evitar que fuera a su lado, usando cualquier excusa.

—Lo extraño demasiado y sé que tú me dejaras verlo, para hacerme feliz.

Sin embargo, cuando siguió pasando el tiempo, creyó que habían roto su promesa, que no le dejarían ver a su hermano.

—Te di mi promesa, Minos, debes creer en mí palabra.

Minos asintió, escuchando como la puerta se abría, para darle paso a su hermano, que entró con lentitud, buscándolo con la mirada.

—Minos.

Por fin pudo verlo, era Radamanthys, pulcramente vestido, nada fuera de su lugar, como una muñeca de porcelana con ropa demasiado llamativa, con bordados y telas de colores vistosos, está vez era morado con negro, con algunos bordados rosas.

—Radamanthys.

Su hermano vestía de negro cuando eran libres, usaba raramente un abrigo, y sus mangas siempre estaban dobladas a la altura de sus antebrazos, sin contar, que nunca se dejaba crecer el cabello.

Pero parecía que Aspros no se lo dejaba cortar y era quien elegía su ropa, una que no podía gustarle a su hermano, que también usaba demasiado perfume para sus estándares.

Y a pesar de eso, podía ver algunos moretones provenientes de las mordidas, en su cuello, en sus muñecas, Aspros no dejaba de beber su sangre.

Pero no dijo nada, solo se levantó y avanzó los pasos que faltaban para abrazar al menor, que sabía no se merecía esa tortura, vivir como la muñeca de ese vampiro, que le miraba con recelo.

—Perdóname Radamanthys.

Fue lo único que pudo pronunciar, bajito, junto al oído de Radamanthys, quien también le rodeó con fuerza, respirando hondo, mucho más tranquilo al ver que su hermano estaba muy recuperado.

—Lo siento tanto Minos, te han hecho mucho daño por mi culpa.

Radamanthys se alejó, no había ninguna mordida visible en el cuerpo de Minos, su ropa era sencilla, negra, una camisa blanca con pocos olanes, un chaleco, un saco largo, pantalones y botas de montar.

Solo estaba limpio, no cubierto de cremas y perfumes, que según decía Aspros, aumentaban su belleza o su atractivo, a él no le gustaba ponérselos.

—Ya no importa eso Radamanthys, pero porque no nos sentamos, Defteros me prometió que nos darían privacidad.

Aspros no estaba de acuerdo con eso, no lo dejaría solo bajo la influencia del hermano mayor, pero cuando Defteros asintió, sosteniéndolo del brazo, simplemente los dejo solos.

—Perdóname por no poder protegerte, yo soy el mayor, esa es mi responsabilidad y no pude cumplirla.

Radamanthys negó eso, removiéndose en el asiento, esa ropa era muy incómoda, en especial con las mordidas en su cuello, y otras partes de su anatomía, comenzaba a pensar que prefería estar en camisa, únicamente, como cuando Aspros lo mantenía en esa habitación, que seguir sintiendo las punzadas de todos los puntos donde le había mordido su amo, cuando estos se restregaban con las pesadas capas de ropa.

—¿Como te está tratando ese vampiro?

Eso era lo que deseaba saber, como lo estaba tratando Defteros, ese salvaje, necesitaba escuchar que su sacrificio había valido la pena, que, si le dejaba utilizarlo como un juguete, que Aspros hiciera lo que deseara con su cuerpo, entonces, Minos estaría a salvó.

—Porque... porque Aspros me prometió que Defteros sería tan amable contigo como yo lo fuera con él...

Minos palideció, así que era por eso por lo que Radamanthys le obedecía, que traía puesta esa ropa y que apenas si se atrevía a levantar la voz en compañía de su amo vampiro.

—¿Cumplió su promesa?

Radamanthys esperaba escuchar una respuesta, cualquier clase de respuesta, menos sentir los brazos de Minos alrededor suyo de nuevo, llevándolo a su pecho, cerrando los ojos, era una pesadilla, pero debían ser fuertes.

—Cuando no intento escapar, Defteros se comporta como un cachorro, hace lo que yo le pido, pero sé muy bien que me atacara apenas le dé una oportunidad, si piensa que lo he traicionado, sin importar que tan amable seas con Aspros, si eres obediente o no.

Así que lo había engañado todo ese tiempo, sin importar lo que hiciera, de todas formas, Defteros no dejaría de castigar a su hermano, haciéndolo sentir como todo un idiota, por escucharlo siquiera.

—¡Soy un estúpido!

Pronunció, quitándose el pañuelo, abriendo su camisa, dejándole ver una de sus múltiples mordidas, notando su furia, su desesperación.

—No Radamanthys, solo eres muy noble, y piensas que todos cumplirán sus promesas, porque tú lo harías.

De todas formas, eso era lo que haría un estúpido, confiar en alguien que sabía no tenía palabra alguna, sintiendo que Minos revisaba su mordida, era tan mala como las que él tuvo que soportar, pero al menos su hermano sabía que él no estaba loco.

—¿Que haremos para salir de aquí con vida?

Susurro, desesperándose mucho más aún al creer que no existía la forma de salir, que terminarían pereciendo en sus manos, abrazando la idea de saltar hacia una empalizada, morir cuando una decena de varas afiladas lo atravesarán, pero dejaría solo a Minos y eso no podría hacerlo.

—No nos convertirán aquí, quieren hacerlo en nuestra mansión, podemos usar ese tiempo para ganarnos su confianza.

Radamanthys llevo una mano a su cabeza, no se creía capaz de lograrlo, de ganarse a su amo, que le veía como alguien completamente diferente.

—No creo ser capaz de lograrlo.

Aspros deseaba transformarlo en algo más, en su conejito y creía que, de permanecer mucho más tiempo a su lado, lograría su propósito.

—Dices que le prometiste portarte bien si yo no era lastimado, podrías iniciar con mostrarte agradecido, más entusiasmado de compartir su lecho, que simplemente permitirlo.

Le aconsejo, esos dos estaban urgidos por algo de cariño, Defteros necesitaba una guía, era como su hermano, que necesitaba de un propósito, siempre había sido así, no era ambicioso, pero el sí, él era más parecido a Aspros, el necesitaba comandar, quería que su hermano le obedeciera, le amara y le estuviera agradecido.

—Lo intentaré, seré más amistoso, tal vez hasta pueda seducirle, si voy a él cuando estemos juntos, si cumple su promesa de que comamos juntos, todos los días, hasta podría besarle como si lo amara.

Minos suponía que eso era posible, encontrando gracioso que al saber que no estaba loco, que no había perdido la razón, podía soportar esa locura sin flaquear, y que su odio no lo poseía Defteros, sino Aspros, pero mucho más aún, Saga.

—Cuando salgamos de aquí, el lapso de tiempo que nos tardemos en llegar a nuestra mansión es el momento oportuno para encontrar una escapatoria, antes, debemos soportar su afecto, conseguir ganzúas o cuchillos, algo con que defendernos, provisiones, mantener nuestra fuerza, solo así podremos huir, porque a nadie más que a nosotros le interesa nuestra seguridad.

Radamanthys asintió, siempre había sido así, sólo se tenían entre ellos, no importaba que tuvieran amistades, estás siempre le daban la espalda, el único que era sincero fue Shura, y ahora estaba muerto.

—A Shura le importaba.

Y su muerte como le dolía, de tan solo pensar en él, su corazón se estrujaba, sintiendo que sus ojos comenzaban a picarle, pero tenía que ser fuerte, él no tenía derecho alguno a comportarse como un llorón, cuando su hermano lo había pasado mucho peor.

—Te prometo que nos vengaremos, su muerte y la de Lune, no serán en vano.

Su sufrimiento tampoco lo sería, encontrarían la forma de escapar, la forma de vengarse, eran unos Walden después de todo y ellos gustosamente destruían a quienes trataban de dominarlos.

—Porque no comemos, debemos actuar como si estuviéramos felices, tal vez, una forma de comenzar a ganarnos su afecto sea invitándolos a nuestra mesa.

Como era invitarlos a su cama, un lugar que ya habían tomado esos gemelos, que seguramente los esperaban fuera de aquella habitación.

—Ve tu Radamanthys, yo aún estoy algo débil.

*****

No podían escuchar de que hablaban los hermanos, solo ver cuánto se querían, lo mucho que le importaba la vida del otro, la llave para mantenerlos a su lado, agradeciéndole a los dioses que los habían puesto en sus manos, compartiendo el mismo lazo que ellos.

Porque comprendían muy bien, de que era capaz una persona por amor, por mantener seguro a tu amante, a tu amigo, mucho más a tu familia, a tu propia sangre.

Aspros no confiaba en la avecilla, ni siquiera cuando Defteros le prometió que le aceptaría sin hacer preguntas, mientras no sintiera ninguna clase de dolor, en cambio, Radamanthys en su nobleza, haría lo que le pidieran, no por su propia seguridad, sino por mantener a su hermano seguro.

Al escuchar la puerta abrirse, arqueo una ceja, observando a Radamanthys, asomándose por la apertura, como buscando algo.

—Aspros.

Pronunció, caminando en su dirección, alertando sus sentidos, para sentir repentinamente los brazos de Radamanthys rodeándolo, pegándose a su cuerpo, su rostro oculto debajo de sus mechones de cabello.

—Gracias, muchas gracias por salvar a mi hermano, por cumplir tu palabra, por mantenerlo seguro.

Aspros por un momento no supo cómo reaccionar, pero inmediatamente sostuvo a Radamanthys entre sus brazos, esa era la primera vez que su conejito le abrazaba, la primera vez que no actuaba con desagrado por su persona, o por miedo al castigo, haciéndolo realmente muy feliz.

—No es nada, hicimos lo que estaba en nuestras manos para protegerlos, y mi hermano ama a Minos tanto como yo a ti, mi conejito.

Eso decía en ese momento, pero los castigos no terminarían para ninguno de los dos, y Minos, era el que sufría los peores.

—Es por eso por lo que deseamos que nos acompañen esta primera ocasión...

Pronunció, sosteniéndolo de su mano, para guiarlo al interior de aquella habitación, sin atreverse a mirar a su hermano, que, cruzado de brazos, observaba ese intercambio en silencio.

—Minos... Minos y yo, queremos comer en su compañía, al menos esta vez... como en agradecimiento, después de todo, seremos una enorme familia, nosotros y ustedes.

*****

Radamanthys condujo a su amo hasta uno de los asientos a lado del suyo, junto a su hermano, al mayor de los vampiros no le gustaba no estar sentado en la cabecera de la mesa, el esperaba gobernarlos.

Minos lo comprendía bien e inmediatamente, estirando una de sus manos a Defteros, le permitió ayudarle a levantarse, para sentarse enfrente de Radamanthys, al otro lado de la mesa, liberando la cabecera, que, sin embargo, Aspros no podía utilizar sin alejarse de su conejito, que aún sostenía su mano entre las suyas.

Defteros tomo un asiento a lado de su avecilla, quien le sonrió con afecto, sosteniendo una de sus manos, para recargarse en ella, con demasiado afecto.

—No hemos podido hablar tú y yo, sin ninguna clase de interrupciones, ni máscaras que nos limiten, Aspros.

Aspros fue el mayordomo de esta ave, que en general era amable, hasta que su debilidad lo postro en la cama y comenzaron sus roces, sus faltas de respeto.

—Pensaba que me estaba volviendo loco, que tú y Saga deseaban nuestra fortuna, solamente era Saga, tu deseabas nuestra seguridad, además, de comprender quien era mi guapo visitante, sus verdaderas intenciones para con nosotros...

Defteros al escuchar esas palabras, beso el dorso de la mano de Minos, besando su brazo poco después, en dirección de su mejilla, para apoderarse de sus labios, recibiendo una risa apagada de su avecilla, que se apartó con delicadeza.

—Yo les habría aceptado en nuestra mansión con los brazos abiertos, si me ayudaban, nos ayudaban a vengarnos del pueblo que destruyó nuestra vida, que deseaba quemar a mi hermano, pero actuaron en las sombras, como demonios nocturnos.

Radamanthys no sabía que decir, sintiendo que la mano de Aspros, que sostenía la suya incrementaba la fuerza de su agarre, su amo estaba tomando esas palabras como un reto, tal vez, porque le trataron como un mero sirviente, no como alguien superior, siendo el sin duda el menos respetuoso, pero nunca había tomado muy bien que le dijeran que hacer y en ese momento, utilizaba toda su fuerza de voluntad para no responderle a su amo.

—¿Que esperaban que pasará? ¿Creían que no escaparíamos? ¿Que nos dejaríamos asesinar?

Le pregunto Minos entonces, sirviéndose un poco de mantequilla en un pan, para morderlo después, tomándose el tiempo para explicar sus acciones.

—Creíamos que deseaban matarnos, no casarse con nosotros, por eso escapamos, porque somos Walden, nosotros nunca moriremos, pero comprendemos quienes son nuestros amigos, quienes son nuestra familia, eso es lo que nos hizo grandes.

Defteros parecía encantado con su discurso, Radamanthys no lo entendía del todo, pero no dijo nada, observando a su amo, cuya atención estaba fija en Minos, que actuaba como si tuviera un As bajo la manga, así como su sorpresa, que era genuina.

—Mi hermano lo único que deseaba era mantenerme con vida, demostrar su afecto por mí, creyendo que nosotros estábamos en peligro, pero ustedes no quieren esclavos, quieren compañía, unos esposos, por eso es por lo que tienes mi bendición, mi hermano es tuyo, su mano te la entrego gustoso, como la mía se la entregó a mi ángel guardián, mi amado demonio, Radamanthys es tuyo.

Defteros observo a su hermano esperando una respuesta, la que vino besando la mano de Radamanthys que parecía sorprendido, sin comprender de que hablaba el mayor, Aspros asintió con una hermosa sonrisa, completamente complacido con ese cambio de actitud, Minos era el hombre que esperaba que fuera.

—Pero déjame darte un consejo, que puedes o no, tomar.

Aspros arqueo una ceja, sirviendo un poco de vino para su compañero, acercándole una charola con fruta y un plato pequeño, para pastel, esperando que se sirviera un poco de esta, pero Radamanthys no se movía, sin comprender si Minos hablaba con la verdad, o solo los estaba engañando.

—Yo sé que amas a mi hermano, que deseas que te corresponda, así que deja de tratarlo como a una muñeca, esa ropa pomposa nunca le ha gustado, él es más salvaje, dale un poco más de libertad y solo así podrás ganarte su afecto, porque créeme, una vez que te ha prometido algo, el simplemente lo cumple, aunque no le guste hacerlo, así es el, esa es su nobleza.

Aspros soltó la mano de Radamanthys, quien se sirvió un poco de la fruta, bebiendo todo el vino de un solo trago, vaciando la copa que volvieron a llenar, escuchando los movimientos de su amo, cuya mirada estaba fija en Minos, diciéndose que solo era una farsa, los estaba engañando.

—¿Qué clase de hombre eres tú Minos?

Esa respuesta era sencilla, una que esperaba complaciera al vampiro, a ambos.

—Soy la clase de hombre que es capaz de cualquier cosa para mantener segura a su familia, la clase de hombre que mandó exiliar a un asqueroso vago que se decía pintor, por atreverse a mancillar a su hermano menor, que te entrega su mano, porque comprende tu valor, tu poder, tu amor por él, soy esa clase de hombre.

Finalizó, levantando su copa en honor a esa nueva alianza, supuso Aspros, notando como Radamanthys también elevaba su copa después de fijar su mirada en la mesa, no estaba contento con su hermano, pero lo aceptaría sin decir nada.

—Ahora, ya que seremos como ustedes, vampiros, porque no lo festejamos en grande, realizando un fastuoso banquete que les demuestre a todos, quien manda, y esos son nuestros esposos, los gemelos Aspros y Defteros.

Pronuncio, observando como Aspros elevaba su copa, encantado con su discurso, al igual que Defteros, quien ya comenzaba a confiar en él.

—Dos vampiros y dos demonios, eso me gusta cómo suena...

 


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