Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Minos trataba de ignorar al médico que había tomado el control de su residencia desde las peores etapas de su padecimiento.

Quien limpiaba sus heridas con delicadeza, para después colocar ungüentos que decía eran medicinales, contando las marcas que tenía su piel, buscando cuántas nuevas había cada mañana.

Con un placer enfermizo que distaba demasiado de la preocupación que aseguraba sentía por él.

-¡Cuánto me alegra!

Susurro complacido, escuchando su corazón, contacto sus latidos, encontrandolo en mejor estado, únicamente con la llegada de su hermano.

-¡No hay marcas nuevas!

Minos recogió sus piernas, tratando de alejarse de Saga, quien le ayudaba a cerrarse su camisa, una larga, que le servía como un camisón.

-Esa cosa no pudo atacarme con mi hermano velando mi lecho, por eso no hay marcas nuevas.

Le respondió, sintiendo que Saga recorría su tobillo al mismo tiempo que elevaba su cobija, para cubrirle con ella hasta la cintura.

-Minos... Minos... tú sabes que eso es una mentira, nada te ataca en las noches y tú mismo te has causado estás marcas.

Le recordo, su rostro casi pegado al suyo, permitiendo que su aliento cálido acariciara su piel, como si fueran manos.

-Te sientes tan culpable por lo que has hecho que esto es una muestra física de tu inconformidad.

Minos negó eso, pero no tenía la fuerza para alejar a Saga de su persona, el que comprendiendo que Radamanthys estaba cerca, se apartó, guardando sus instrumentos.

-Y esa carta que escribiste en tus delirios, la que le suplicaste a mi abuelo que la hiciera llegar a tu hermano, logro su cometido, el heredero Walden está con nosotros.

Minos estaba a punto de llamarle a Radamanthys, quien los escuchaba conversar pero no comprendía acerca de qué.

-Y sólo por eso has dejado de hacerte daño, ya hasta comenzaste a comer, pero cuando quiera irse, de nuevo llamarás su atención haciendote daño...

Saga se levantó de la cama, dándole la espalda a Minos, quien sólo guardaba silencio, cansado de intentar explicarle a este hombre de ciencia, que había otros seres, demasiados horrores nunca antes descritos y uno de esos mató a Lune, lo descuartizó frente a sus ojos, lo devoró como si se tratase de un cervatillo, para lanzarse en su contra justo en el momento en que intento matarlo por la espalda.

Una criatura de blanca piel arrugada, del color de la cera, que cubría un esqueleto con dientes afilados, ojos hundidos, azules, pero inyectados de sangre, pozos de hambre enloquecida, cuyas garras afiladas destruyeron su bastón de un solo zarpazo y después, parte de su ropa.

-Yo no me hago esto y no fui yo quien trajo a Radamanthys a esta mansión, tu mientes... tú sólo quieres nuestra riqueza.

Saga le veía con demasiada pena, tratandolo como todo un demente, casi podía escuchar su risa burlona y esos ojos azules, le causaban el peor de los terrores.

-Si esa criatura existe, porque no la hemos visto, ni mi abuelo ni yo, que también podríamos ser sus presas.

Minos comenzaba a respirar entrecortado, recordando ese horror, llevando sus manos a sus brazos, que tenían esas marcas rojas de garras afiladas, recordando las ocasiones en que había algo viscoso y húmedo entre sus piernas, seguro de lo que era, porque la primera vez que pasó, estaba casi despierto.

-Tambien es obra mía la semilla de esa cosa resbalando entre mis piernas, eso es una alucinación y ha pasado varias veces en su cuidado.

Saga decía nunca haber visto muestra alguna de lo que le contaba en un principio, de las manchas de la cama, la sangre o su semilla, las que Kanon hacia limpiar, al mismo tiempo que otros sirvientes le ayudaban a bañarse, ignorando las pruebas, como si solamente el pudiera verlas.

-Nunca nadie ha visto eso, solo está en tu mente Minos, aunque no sé qué clase de enfermedad te carcome para que alucines con pesadillas como esas y me he preguntado, si acaso no encuentras placer en tus visiones desafortunadas.

Minos entonces le aventó un vaso con agua, el que no llego muy lejos, pero si logro que Radamanthys ingresará en esa habitación, molesto, furioso, al ver la expresión de su hermano, livida , desencajada.

-¿Ya terminó? ¡Pues márchese!

Le ordenó el menor, levantando el vaso que por pura suerte no se rompió en mil pedazos, sentándose a un lado de su hermano, sosteniendo una de sus manos.

-Al seguirle la corriente con sus alucinaciones, lo único que lograra es que empeoren y así el daño que se hace cuando nadie lo ve.

Radamanthys al escucharle apretó los dientes y hubiera sacado a ese médico por la fuerza, si el mismo no se hubiera marchado, esperaba que para abandonar su mansión, tendría que tener otros pacientes, no solo su hermano.

-No estoy loco... aunque como me gustaría estarlo.

Se quejó Minos, permitiendo que Radamanthys rodeará sus hombros, escuchándolo gemir a causa de su dolor, llorando en su regazo.

-Te sacaré de aquí Minos, no tengas miedo, yo me encargaré de todo.

*****

Al mismo tiempo, en un castillo alejado de la civilización, tan apartado como los seres que le habitaban, los que únicamente podían ingresar en su interior escalando, usando sus garras para impulsarse, sus sentidos incrementados por la luna para seguir el camino entre las ruinas de viejas batallas, el rastro que daba a su señor, al que llamaban alfa supremo.

Un hombre joven, con algunas marcas de cansancio en su rostro, cabello corto de color azul y un pitillo a medio consumir, ingresaba al salón del trono, en donde había dos lobos de un tamaño inmenso, los que bien podrían quebrar la espalda de un oso con sus fauces.

Este joven de apariencia masculina, con ropa sencilla, apagó el cigarrillo con la suela de su bota, al ver que uno de los lobos, el que era tan negro como la misma noche, se levantaba de su cómodo colchón de pieles de muchas criaturas diferentes, el otro simplemente se reacomodo, este poseyendo pelaje dorado, eran como el día y la noche.

La noche, el inmenso lobo comenzó a transformarse en un hombre, un humano vestido de negro, el que también, como lo era su forma lobuna, era tan alto como un gigante o un titán.

-Te he dicho que ese aroma me molesta, Manigoldo...

Manigoldo se encogió de hombros, llevando sus manos a su cintura, sin remordimiento alguno, dejando que su alfa supremo, llevará una de sus manos a su mejilla, para besarle con fuerza, recibiendo un gemido apagado del que era su compañero.

-Pero a mí sí me gusta, Thanatos, además, el trabajo que me encargaste ya está hecho.

Le informo con demasiado orgullo, logrando que el titán de cabello negro sonriera.

-¿Donde esta?

Manigoldo rodeo el cuello del primero de ellos, recordando una época en la cual intento negarsele, para después besar sus labios, siendo su mordida, su sangre, la que le transformó en lo que era en ese momento, como a su viejo amigo lo transformo en algo completamente diferente.

-En un pomposo castillo, rodeado de los suyos, llorandole a mi viejo hermano de armas.

Le informo, apartándose de Thanatos, riéndose cuando esté intento capturarlo entre sus brazos, acercandolo a el, para recompensar su trabajo bien hecho con un poco de calor.

-Los gemelos, los traidores han abandonado su pozo, supongo que eso también te interesa saberlo.

Thanatos se encogió de hombros, porque por el momento, los dos traidores no le interesaban en lo más mínimo, únicamente su esposo, que tenía un apodo extravagante, ya que le apodaban fuego fatuo, cuando era humano, el le llamaba fuego infernal.

-Ese es el problema de nuestro adversario, sí no puede controlar a sus hijos, no es asunto mío.

Tenía razón, por supuesto, se dijo transformandose repentinamente en un lobo con pelaje azul, el que corrió en dirección de las ruinas, buscando un lugar mucho más íntimo en donde retozar con su alfa.

El que riendo comenzó a seguirlo, transformandose también en un lobo, impacientando al dorado, que aulló su inconformidad, para después, marcharse en dirección opuesta, sin rumbo fijo.

*****

Radamanthys tocó a la puerta de la habitación de Kanon, esperando que le abrieran sin tener que llamar la atención del médico de Minos, no quería que por alguna razón abrieran esa carta y la leyeran, lo descrito en ella, era en verdad una locura, pero si la primera carta pudo llegar a sus manos, bien podría llegar la segunda a su destino.

Al no recibir una respuesta decidió ingresar en ella, esperando que no se hubiera marchado sin que pudiera entregarle su encargo.

Esa habitación estaba en penumbra, como muchas otras de esa vieja mansión, los muebles, los adornos, nada diferente o llamativo, sin duda alguna, ese cuarto únicamente era utilizado para dormir, pensó Radamanthys, buscando a Kanon, sin poder encontrarlo, pero era un cuarto grande, con un baño propio y un ropero inmenso, no era un cuarto de la servidumbre sino una habitación para huéspedes.

Radamanthys escucho un sonido proviniendo del baño, agua salpicando y una tonada, como si estuvieran cantando, tal vez, el anciano estaba dándose un baño, por eso no respondió cuando llamo a su puerta.

Radamanthys no regresaría y supuso que lo mejor era tomar un asiento, pero, un cuadro llamo su atención, uno realizado a mano, con óleos y pinceles, uno que estaba cubierto por un lienzo de tela, que descubrió sin saber porque.

Ese cuadro era del mayordomo, cuando era joven, pensó, era muy apuesto, casi idéntico a Saga, con ligeras diferencias que le hicieron preguntarse, sino eran la misma persona, o más bien hermanos, porque eran por mucho más parecidos entre ellos, de lo que Minos y el se parecían.

-Se que ya no soy un hombre joven, pero fui muy bien parecido, cuando tenía tu edad.

Le susurraron, el mayordomo de pronto estaba a su lado, como si siempre hubiera estado a sus espaldas, vestido, arreglado pulcramente, sin nada fuera de lugar, su cabello suelto, tan parecido al del retrato que Radamanthys tenía que aceptar, que sólo había cambiado el color, aún se veía sedoso, suave al tacto.

-Tuve decenas de amantes a mis pies...

Kanon se dió cuenta que lo tenía preso, pero no se movió, en vez de eso se recargo en el secreter, evitándole poder moverse.

-Dispuestos a complacerme de todas las maneras posibles, luchando por mi amor, que digo mi amor, por un instante de mi atención.

Radamanthys aún tenía la carta en su mano, respirando hondo, sintiéndose atrapado por ese anciano, que de momentos podía ver como su yo más joven, aquel en la pintura, sus ojos azules, su cabello suave, su piel tersa, el calor de su cuerpo, apresandolo con ese sencillo acto.

-Y se muy bien, que la única manera de soportar la tentación, es sumergiendote en ella...

Finalizó con un beso, profundo, que le mantuvo quieto en aquella incómoda postura, sintiendo las manos del mayordomo en su cuello, bajando por su espalda, para después posarse en su cintura, sus caderas.

Radamanthys al principio sintió que aquella boca era la del joven del retrato, hermoso, perfecto, una criatura nocturna que iba robándole su aliento, evitándole moverse únicamente con su aura.

-Aceptandola como el regalo del que se trata.

Le dijo, dejandolo ir, y en ese momento, Radamanthys sintió que sus piernas ya no podían sostenerlo, cayendo de rodillas, tratando de respirar, como lo hiciera una persona que estaba ahogándose, o cualquiera después de una pronunciada carrera, haciendo que Kanon se riera entre dientes al verle en ese estado.

-Y tal vez... dominarle.

Radamanthys trato de levantarse, con la carta en sus manos, escuchando los pasos de Kanon acercarse a él, de quien trato de alejarse, pero no pudo, cuando colocó su mano en su hombro, indicándole que se levantará, para inmediatamente después, empujarlo en dirección de su cama, en donde le dejaría descansar, parecía que ese muchacho era mucho más inocente de lo que pensaba.

Cuyo mundo se puso negro, una oscuridad rodeandolo, evitándole abrir los ojos, o poder moverse, angustiando lo con ese aterrador sentimiento de indefensión, sintiendo de nuevos esas manos, viendo esos ojos, sintiendo que una parte de si mismo moria en ese instante.

Al terminar, Kanon se rió entre dientes, sentándose en un pequeño sofá con un taburete en donde recargo sus pies, sosteniendo su bastón de plata, esperando a que el joven Lord despertara de su primer beso, de muchos más que vendrían.

-No te tardes en despertar pequeño, porque debo abandonar está mansión en una hora, tengo asuntos que atender.

Radamanthys como si le hubiera escuchado despertó, en su cama, llevando su mano a su cabeza, demasiado confundido para comprender lo que pasaba, observando al mayordomo, cuyo cabello era menos gris y un poco más azul, así como sus manos se veían mucho más fuertes, sosteniendo el bastón de plata.

-Te desmayaste, joven Walden, pero evite que te hicieras daño, al intentar darme la carta que me suplicaste mantendría lejos de mi nieto, y estoy de acuerdo, hay cosas que la ciencia no puede explicar.

Radamanthys se sentó en la cama, estaba mareado, pero al ver el cielo, como empezaba a anochecer, se levantó de un solo movimiento, recibiendo la ayuda de Kanon, que de alguna manera, parecía haber perdido algunas arrugas en su rostro.

—Pero tendrás que mantener el secreto, ya tuve suficientes problemas al mandar la otra carta.

Radamanthys asintió, para alejarse de su cuarto, logrando que Kanon sonriera, observándose en el espejo con demasiado placer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).