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Los demonios de la noche. por Seiken

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Shura simplemente sonrió, ante aquella pregunta, era un Gemini después de todo, nada se les podía esconder. 
 
—Yo soy Shura, quien protegerá a este niño del peligro, quien fui, eso no importa. 
 
Kanon en un principio no respondió nada, pero después, levantándose del suelo, pateó el rostro de Shura, para alejar a Radamanthys de sus brazos, quien despertó para verlos a ambos, con demasiada sorpresa. 
 
Shura sangraba de la boca y Kanon respiraba hondo, entre cortado, como si estuviera listo para pelear. 
 
Los dos lobos abrieron los ojos y volvieron a dormir, encontrando ridículo ese enfrentamiento, Minos estaba muy lejos para sentirlos, pero Albafica abrió los ojos, mirándolos como preguntándose, que era todo eso. 
 
A ninguno parecía importarle, únicamente a Aioros, que se levantó de su lugar, con una sola idea en la mente, interponiendose entre los dos guerreros que estaban listos para enfrentarse entre ellos. 
 
—¡Detengan está tontería, solo llamaran la atención de esos gemelos y vendrán por sus presas! 
 
Aioros volteo con un movimiento lento, acercándose lentamente a Shura, que había dejado ir a Radamanthys, que en parte había escuchado eso, de que únicamente se preocupaba por el, por su hermano no y no lo culpaba por ello. 
 
—Dejen de verme así, dejen de tratarme como si fuera una cosa y no comprendiera el peligro en el que estoy. 
 
Eso último lo dijo en dirección de Aioros que le había dicho de nuevo lo que Mu dijo en un principio, que ya estaban muertos, únicamente estaban retrasando lo inevitable. 
 
—Mi hermano está en peligro, el es humano y es mucho más débil que esa bestia, así que en vez de preocuparse por mi, deberían defender a Minos. 
 
Radamanthys estaba molesto, la situación de Minos era por mucho más precaria que la suya, se sentía aterrado por su seguridad, por su cordura con ese demonio a su caza, ese Defteros. 
 
—Yo sólo me preocupo por él, porque ustedes no han visto esa mirada, esos ojos, el es mucho peor de lo que piensan, es un monstruo, uno que busca a mi hermano para alimentarse de él, y parece que solo a mí me importa. 
 
Eso lo dijo observando a Shura, con un dejo de decepción, que se borró inmediatamente, cuando Minos comenzaba a despertar, su hermano, que había pasado un año en sus manos, que casi perdía la razón en su mansión, que trataba de fingir que nada pasaba, porque solo así, era que podía sobrevivir a ese infierno. 
 
—Y sí solo a mí me importa, que pasara si yo dejo de existir, porque ya no soy un humano, si me convierto en una bestia, en un demonio como esos de la mitología, mi hermano lo pagará caro, sufrirá demasiado... 
 
Kanon intento tocarlo, pero fue rechazado con un manotazo de Radamanthys, que se alejó con algunos cuántos pasos, sintiendo a su amo tirar de su lazo invisible. 
 
—No puedo permitirlo. 
 
*****
 
Con el poder otorgado por la madre de los monstruos, Aspros sentía a su conejito al otro lado de su lazo invisible, desesperandose, temiendo por su hermano, hasta podía escuchar lo que decía, el temor a su hermano menor, al que veía como un demonio peor que cualquier otro, riéndose de sus comentarios, porque su amor fraternal era aquello que lo traiciono y lo entrego en sus brazos. 
 
Su conejito que era tan puro y noble, al que aún no podía ver con sus ojos inmortales, pero estaba seguro que su belleza únicamente aumentaría, sus garras, sus ojos brillando en la oscuridad, sus alas, su cola, cada parte inhumana que lo hacía irresistible para el. 
 
—Hermano, pronto será nuestro cumpleaños y creo que jamás lo hemos festejado como se merece. 
 
Pronunciaron de pronto a su lado, su hermano menor, rodeando su cuello con delicadeza, con ternura, haciéndole sonreir. 
 
—Porque festejar algo como eso. 
 
Se quejó, abandonando el lazo con su conejito cornudo, para mirarle fijamente, comprendiendo que su hermano estaba ocultándole algo. 
 
—Porque está vez tendremos todo lo que deseamos, gobernaremos como siempre lo has querido y el día de tu cumpleaños, te daré lo que más deseas, tendrás a tu conejito en tus brazos, pero ahora, con la figura inhumana que tanto amabas del primero. 
 
Aspros respondió al abrazo de su hermano, rodeandolo el también, al menos la cintura, cerrando los ojos, aún doliente por su perdida, pero sonriendo al imaginarse a su conejito cornudo a su lado, dispuesto a sus pies, como si se tratase de un banquete. 
 
—Asi que déjame organizarte un festejo, un baile como el que nunca hemos tenido, para festejar el nacimiento de la persona más importante para mí, mi querido hermano mayor. 
 
Defteros sabía que su hermano le demostró su afecto al enfrentarse a su amo, al pelear con él y pedirle ser quien lo complaciera, cuando pensó que ese senador obeso deseaba elegirlo a el, esa primera noche, pero de quien se obsesión fue de la perfección del mayor, que se merecía todo cuanto pudiera desear y el, él se lo daría. 
 
—Pensé que esa persona era tu amable emperador, tu avecilla. 
 
Defteros se rió, esa persona no era Minos, nadie podia tomar el lugar de su hermano, con quién compartía toda su vida, aunque si amaba a su avecilla, al único hombre bueno que había conocido, tan bueno y puro, como aquel que le daba su poderosa sangre, su amado sirviente de cabello blanco, tan suave como la seda, piel lechosa, tan bello como cada una de sus vidas. 
 
—Esa persona eres tú, que tienes mi sangre, no mi avecilla ni tú conejito. 
 
Aspros asintió, de llegar el momento en que su hermano estuviera en peligro, sin dudarlo un solo instante, mataría a su conejito cornudo, para salvar a su hermano. 
 
—Tienes razón, Defteros, tu eres por mucho más importante para mi que mi conejito, pero sabes que no soporto que nadie más me toque, que sus anomalías son aquello que me excita, ni siquiera los licántropos, o los vampiros, ninguno de ellos me daría placer, únicamente un demonio, con su forma madura, tan inhumano como lo es ahora mi conejito. 
 
Con quién había tenido sexo, le había devorado, pero sin sentir el placer que tendría cuando lo viera con su bella forma infernal, a sus pies, portando un collar que ya le había mandado traer, una herramienta bendita, que ataría su poder mientras lo tuviera puesto. 
 
—Odias a la humanidad por lo que te hizo, y yo la odio, por lo que dejaron que te pasará. 
 
Pronunció, besando su mejilla, al tener el permiso de su hermano para prepararle un baile por su cumpleaños, en donde le daría su regalo, a ese conejito, con un trozo de cuerno para el y otro para su hermano. 
 
—Todo será perfecto. 
 
*****
 
Minos era consciente del temor de su hermano, de lo mal que lo estaba pasando por culpa suya, por abrir esa tumba, liberando a Defteros, que a su vez liberó a su hermano, condenandolos a ambos a ese sufrimiento, pero también era consciente que no tenía la fuerza para enfrentarse a la realidad, que estaban en peligro, que ese peregrinaje no terminaría nunca, al menos, no con sus vida intactas. 
 
—Sufres por tu hermano. 
 
Albafica lo llevaba en ese momento en su lomo, caminando con lentitud, sintiendo el pesado ambiente, al que eran ajenos los otros dos lobos. 
 
—Todo esto ha sido mi culpa, yo soy quien ha hecho que nos persigan, al liberarlos de sus tumbas, pero si se lo digo, si llegara a saberlo, me odiara por siempre. 
 
Le respondió, suspirando hondo, temiendo por la seguridad del menor, más que por la suya, porque comprendía algo que Radamanthys no, Defteros llevaba un año a su lado, se había acostumbrado a él, lo veía como un ente propio hasta donde pudo comprender, sin embargo, Aspros no lo hacía, para él se trataba del reemplazo de su antiguo conejito, a ese que amo más que nada, por la forma en que nombraba a su hermano, pero no lo veía a el, sino, a alguien más. 
 
—Se ve que tú hermano te quiere mucho, que daría su vida por ti, porque guardar silencio, cuando todavía pueden ser sinceros. 
 
Minos negó eso, era su hermano, al que le había hecho daño, lo había traicionado de todas las formas posibles, y ahora, le diría, que era culpa suya que sus depredadores los seguían, como podria perdonarlo. 
 
—No... no puedo perderlo, no de nuevo. 
 
Aquella voz era la de un muchacho de su edad, asustado, que no comprendía su destino ni su futuro, no el juez sádico, ni el emperador, únicamente un joven perseguido por una bestia. 
 
—Tu no sabes lo que le he hecho, como lo he traicionado y solamente por mi, porque me quiere, es que regreso. 
 
Le explicó con una mueca de dolor, casi escondiendo su rostro en el pelaje de Albafica, que suspiro, pero sabía bien, que las peores traiciones eran cometidas entre la familia. 
 
—¿Temes que te de la espalda? 
 
Pregunto, con su voz ancestral, con pena, sintiendo el dolor de su pequeña carga, el muchacho acosado por el demonio de dientes afilados.
 
—No, temo que piense como todos los demás, que yo estoy podrido y que no soy nada más, que el peor hermano del mundo. 
 
Finalizo, volteando a ver a su hermano, esperando que no los hubieran escuchado, porque si Radamanthys comprendía hasta donde llegó su sed de venganza, que por su culpa ahora el sufría esa cacería, lo perdonaría, pero de todas formas le habría perdido. 
 
—Eres una buena persona Minos, todo lo has hecho para proteger a tu hermano del odio de los pobladores, como puedes pensar que te daría la espalda, por algo que no es culpa tuya. 
 
Pero si lo era, lo era desde que el abrió las puertas a esa cueva, dándole cabida a esa horrible pesadilla que sufrían. 
 
—Yo, buscando una reliquia de nuestra familia, fue que abrí la celda que contenía a Defteros, el liberó a su hermano, y ahora, por temor a que fuera lastimado, por acudir al llamado de esa carta que no escribí yo, es que Aspros lo tiene en su mira. 
 
Albafica suspiro con pesadez, eso era terrible, ese miedo por ser rechazado por su hermano, por ser una carga para el, haciendo que desconfiaran entre ellos. 
 
—Es tu sangre, deben estar juntos, cuidarse y protegerse. 
 
Por eso era que su actuar era por demás monstruoso, porque los condeno a ambos.
 
—Y lo único que he hecho es condenarlo. 
 
Le respondió, sin saber que el oído agudo de Aioros y Shura escuchaban toda esa discusión, como Albafica escucho el temor de Radamanthys por la vida de su hermano. 
 
—No hables así, no es culpa tuya. 
 
Albafica pensaba que de todas formas, en esa vida o en las siguientes, esos vampiros los perseguirian hasta el cansancio, hasta que alguno de los dos muriera. 
 
—Asi que no sufras más, tú debes comprender que los vampiros, en especial, aquellos antiguos, viven atrapados en un momento de su eternidad, eso quiere decir, que... 
 
Minos cerró los ojos, jalando sin querer el pelaje de su guardián de pelaje celeste. 
 
—Que esto no se detendrá hasta que nos maten o los matemos... 
 
Como lo había dicho Mu, antes de traicionarlos, de entregarlos a los vampiros, haciendo que pensara que lo que le había dicho era cierto, estaban condenados.
 
—Solo estamos deteniendo lo inevitable, ellos darán con nosotros y nos matarán... estamos condenados. 
 
*****
 
Milo se encontraba acostado sobre el pecho de Hypnos, que le miraba con sus ojos dorados y una hermosa sonrisa, acariciando su mejilla con las puntas de sus dedos. 
 
—Eres tan hermoso, pequeño ángel... 
 
Susurro, besando sus labios con delicadeza, sus párpados y sus mejillas, sonrojándose cuando el hombre, el lobo, que lo había acogido en su morada le sonrió, besándole, silenciando sus palabras.
 
—El ángel eres tú, Milo, yo únicamente soy un lobo. 
 
Eso era cierto, pero también se trataba de su angel de la guarda, aquel que lo protegía de toda clase de daño, así que por eso le quedaba mucho mejor, el nombre de ángel, que a él. 
 
—De todas formas eres mi ángel guardian, aquel a quien amo, así que te llamaré ángel, porque eso significas para mi. 
 
Le respondió, llevando sus labios a su cuello, como si quisiera morderlo, pero solo beso su piel, cerrando los ojos, admirando el aroma milenario de Hypnos, aquel que le hacía estremecerse, sentirse a salvó.
 
—Eres mi todo... 
 
Le dijo al final, enamorado de su amable lobo de pelaje dorado.
 
—Te amo. 
 

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