Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Aspros sostenía a su conejito entre sus brazos, el que estaba inconsciente, observando la daga de su hermano, descubriendo una tercera punta del cuerno de su amado.

-¿Porque tienes ese cuerno en tu poder?

Minos intentaba levantarse, y al no lograrlo, se arrastró hasta llegar con Radamanthys, sosteniendo su mano, cuando Aspros por fin le dejo ir, esperando una respuesta de su hermano menor, una respuesta que el también deseaba escuchar.

-¡Respóndeme!

Así que el hermano mayor no se daba cuenta que no era quien mandaba, que Defteros le había usado todo ese tiempo, creyendo que le hacía un favor, una actitud que le recordaba demasiado a la suya con Radamanthys, antes de mandarlo fuera de su mansión, para protegerlo de los campesinos ignorantes que deseaban quemarlo vivo.

— ¿Porque tienes ese fragmento de cuerno en tus manos?

Aspros tenía que saberlo, para que tenía su hermano el cuerno de su conejito, obviamente deseaba que le obedeciera, pero con que motivo, eso estaba fuera de su alcance o comprensión, mucho más aun, cuando su amante se encontraba en el suelo, inconsciente, después de sufrir un terrible dolor, todo por desobedecer las órdenes de su hermano, ni siquiera las suyas.

— ¡Mi conejito es mío, solo debe responderme a mí!

Minos podía ver que Aspros era un hombre de un solo pensamiento, su conejito, su hermano obedeciéndole, nada más le importaba y eso le hacía sentirse enfermo, porque Radamanthys no merecía ser un esclavo, era un buen hermano, que siempre había hecho lo mejor para los dos, a diferencia suya.

— ¿Como lo hizo cuando intento lastimarte?

Defteros le pregunto entonces, señalando a Radamanthys, que aun inconsciente, recibía las caricias de su hermano, que trataba de moverse con dificultad,  lo que era casi imposible para él, debido al daño que había recibido en sus manos, siéndole imposible levantarse, mucho menos, cargarlo para apartarlo de aquella posible disputa.

— ¡Dame esa daga, no tienes ningún derecho a tener una parte de mi amor, de mi conejito, en tus manos!

Ese grito colérico, hizo que Defteros comenzara a enfurecer con su propio hermano, porque no se daba cuenta, aparentemente, que Minos era quien controlaba a Radamanthys, como el hacía con el mayor, en todos los sentidos, menos su conejito, que iba abriendo los ojos de a poco, recuperándose de esa forma tan característica en el menor, que siempre había soportado demasiado daño.

—No, acaso no lo ves Aspros, tu conejito obedece a su hermano, no a ti, por eso yo debo tener una parte de su cuerno, para que no te use a su antojo.

Porque si se lo permitía, Minos utilizaría a su hermano a su antojo, por medio del suyo, comprendiendo muy tarde, que su avecilla no era en nada parecido a su emperador, o tal vez, se le parecía en todo, de allí que fuera tan astuto, que siempre supiera cuando callar o cuando hablar, era un hombre fuerte, poderoso, con una mente brillante, que le miraba con una extraña expresión, una mezcla entre sorpresa y odio, como si pudiera leer los pedazos que le quedaban de su alma.

— ¡No, Radamanthys es mío, tú no tienes por qué tener nada de él!

Aspros camino en contra de Defteros, para sostenerlo de su ropa, furioso, ansioso por quitarle su pedazo de cuerno, que estaba en esa daga, peleando con su hermano con toda su fuerza, quien trataba de no lastimarlo, pero no le daría su daga, mucho menos el pedazo de cuerno de su conejito traicionero, su hermano le dejaría huir, o lastimarlo, su amor por él le impediría castigarle como era su deber, como lo haría un buen amo.

—Cuando mi avecilla madure te daré un fragmento de sus cuernos, así estaremos a mano.

Esperaba que eso hiciera el truco, que esa promesa le hiciera ver a su hermano que los dos estarían iguales, pero Aspros no lo acepto, no entregaría a su conejito, que había despertado, abriendo los ojos, para ver a los dos gemelos peleando, escuchando la respiración entrecortada de su hermano, que le miraba con ternura.

— ¡No deseo nada de ese demonio, yo solo deseo que mi conejito cornudo este a mi lado, para siempre!

Defteros lo empujo, apartando la daga de las manos de su hermano, que comenzaba a molestarse, respirando hondo, enfureciendo por ver que no le entregarían el pedazo de cuerno que era legítimamente suyo, ignorando la mirada confundida de su conejito, que moviéndose con demasiada lentitud, comenzó a cargar a Minos entre sus brazos, para mantenerlo seguro.

—Confía en mi Aspros, yo solo pienso en lo que es mejor para ti.

Aspros negó eso, cambiando como su hermano lo hiciera momentos antes, tomando una apariencia parecida a la de un murciélago, una forma de pura oscuridad, con dientes, con garras y alas, una criatura que lleno de pánico a Radamanthys, quien ya había compartido su lecho con esa cosa, seguro de que así protegía a su hermano, que malherido, yacía entre sus brazos.

—Tú no deseas a tu avecilla, de hacerlo, no lo lastimarías de esa forma...

Radamanthys también pensaba eso, de amar o desear a su hermano, no le haría el daño que le provocaba, pero, entonces, porque parecía estar obsesionado de ese emperador, del antiguo Minos, su hermano creía saber la razón, al ser hermanos, no tendrían por qué separarse, tendría más en común con su gemelo, quien era el único ser que existía en su mente, en su corazón, haciéndole dudar, cuales eran en realidad, las intenciones del menor de los dos gemelos.

—Recuerdo... recuerdo cuando éramos niños...

Aspros recordaba como Defteros perseguía con la mirada a su conejito, a cada lugar que iba, todo el tiempo, al principio pensó que trataba de ayudarle a mantenerlo seguro, después, no sabía que pensar, pero ahora, al ver que tenía una de sus piedras en sus manos, creía que le deseaba para él, de que otra forma se comportaba así, como un perro guardián, como un cazador, si no era porque deseaba su premio.

—Tú seguías a mi conejito a todas partes con la mirada...

Eso era cierto, pero porque le odiaba, lo despreciaba demasiado y sabía que intentaría huir, abandonar a su perfecto hermano a su destino, comprendía que no se lo merecía, que jamás lo haría, porque Aspros era como el sol, ese diablo, únicamente un animal cornudo.

—Tú deseabas a mi conejito...

Eso provocó que Defteros comenzara a reírse, encontrando ridículos esos temores, esas palabras, nunca le desearía, cuando todo su amor estaba enfocado a su sol, a quien deseaba ver feliz, aunque fuera con un demonio de apariencia despreciable, que le miraba con esos ojos amarillos, que tanto le gustaría arrancar de sus orbitas, pero mantendría a lado de su hermano, a cambio de no matar a Minos, ese impostor, cuya apariencia únicamente era la de su emperador, pero se trataba de una criatura perversa, un mentiroso, un demonio sin alma.

— ¡Eso es una estupidez, piensa Aspros, recuerda quien siempre ha estado a tu lado!

Aspros tenía que recordarlo, pero este negó eso, observando a su conejito en el suelo, cargando a su hermano inconsciente, o casi inconsciente, al que terminarían matando y entonces, este conejito también le odiaría, como aquel que dejo que violaran, o el otro que secuestro del campo de batalla.

—Me vas a decir que tú... yo siempre he realizado el trabajo sucio, yo siempre he sido quién se ha puesto en peligro y todo para que...

Aspros extendió su mano, quería la daga que portaba Defteros, esa sería una prueba de su lealtad y afecto por él, si no se la daba, este no existía, si se la entregaba, lo perdonaría, porque no estaba dispuesto a vivir sin su conejito, quien se alejó de ambos, tratando de pensar, buscar una manera de proteger a Minos, comprendiendo bien que no podía dejarlo solo con ese monstruo, porque lo mataría de seguir así, porque disfrutaba de su dolor, más que de su placer.

—Para que tú quieras arrebatarme a mi conejito...

Susurro, a punto de cerrar la mano, comprendiendo que Defteros no le entregaría su daga, por lo que, seguiría comandando a su conejito, a su precioso conejito cornudo, que cargaba a su hermano, tratando de protegerlo, como el hizo con Defteros en sus primeros días de cautiverio, preguntándose, porque su hermano insistía en apartarlo de su amado tesoro.

— ¡Ese conejito no te amaba, quería escapar, quería huir!

Defteros le grito, desesperándose cada día mas, preguntándose porque razón su hermano desconfiaba de él, posando su mirada en Radamanthys, de una forma que decía claramente que le mataría, Minos lo supo en ese momento, apretando la mano de su hermano menor, que le sostenía entre sus brazos.  

— ¡Yo le falle y no pude salvarlo, le dejé en las manos de ese senador!

Aspros recordaba el dolor de su conejito, el llanto que le quebró el alma la primera vez que le forzaron a pasar tiempo con ese asqueroso cerdo, lo decepcionado que estaba, como le dio la espalda para proteger a su hermano, como lo dejo solo, para que al final lo mataran, lo destruyeran, separando parte por parte de la criatura que le amaba y a quien amaba por sobre todo.

—Ese monstruo que le arrancó sus cuernitos, sus alitas, su cola, lo desmembró, todo para que yo me quedara a su lado...

Aspros volteo a ver a su nuevo conejito, quien era idéntico a ese que murió, en todo, menos en la edad que tenía, pero estaba seguro, que de crecer lo suficiente, serian idénticos, su conejito había vuelto a él, esta vez no lo perdería, sin importar lo que pasara, o a quien tuviera que enfrentarse.

— ¡Ese demonio deseaba marcharse, te daría la espalda!

Defteros lo sabía, por eso lo mato, porque no dejarían solo a su hermano, y porque le tenía celos, porque le odiaba por ser el objeto de todo el amor que aún quedaba en su hermano mayor, en su sol, a quien amaba por sobre todo no era más que un demonio, una aberración que tuvo que destruir.

—Habría sido feliz de tan solo saber que mi conejito cornudo estaba fuera de esa prisión, que me esperaba...

Eso lo dijo sonriendo, logrando que Radamanthys jadeara, al comprender que el mayor de los gemelos si amo a ese conejito, por eso quería transformarlo en él, su hermano también se daba cuenta de eso, de aquella locura, Minos, que no dejaría que destruyeran a su hermano menor, para convertirlo en algo más, en una marioneta que se le parecería al recuerdo de quien quiso alguna vez Aspros.

—Al escapar le habría buscado... le habría encontrado y habríamos sido felices...

Aspros volteo a ver a Radamanthys, que permanecía quieto en ese sitio, aterrado, porque sabía, que su amo vampiro no se detendría hasta destruirlo por completo, hasta crear a un nuevo conejito, que fuera idéntico al del pasado, Defteros mataría a Minos, y Aspros lo mataría a él, de eso estaba seguro.

—Como seremos felices Radamanthys y yo en esta vida... si tú no lo quisieras para ti...

Aspros de nuevo volteo, a punto de atacar a Defteros por la daga, quien la lanzo al suelo, para que su hermano mayor la levantara, no pelearía por el por culpa de un demonio, pero si lo liberaría de su carga, porque como el anterior, este conejito cornudo, esa rata con cuernos, deseaba escapar, únicamente para dañar a su sol, o si se quedaba a su lado, de todas formas le perdería y no estaba dispuesto a eso, no lo abandonarían por un demonio sin alma.

— ¡Yo no deseo a esa aberración para mí!

Aspros sonrió al ver que por fin le daba su daga, recogiéndola, para guardarla en su cinto, escuchando los movimientos de Minos, que aún era sostenido en los brazos de Radamanthys que guardaba silencio, comprendiendo que si no escapaban, de nuevo, los matarían, que había actuado como un imbécil todo ese tiempo, y que, su amo tenía su voluntad en sus manos, ese anillo, es collar y ahora esa daga, le obligarían a obedecer, así que, tal vez, lo mejor era ser asesinado, perecer para que Minos fuera libre.

—Dile que tú lo mataste, que tú mataste al primero de ellos, porque estabas celoso de ser abandonado por tu sol...

Le dijo de pronto Minos a Defteros, logrando que Aspros frunciera el ceño, volteando a ver a su hermano menor, que negó eso inmediatamente, tal vez, demasiado rápido, llamando la atención de todos los presentes.

— ¡Cállate! ¡Maldito engendró!

Defteros le ordeno, avanzando en dirección de Minos, pero Radamanthys le protegería con su cuerpo y sabia, que Aspros no le dejaría dañarlo, era su conejito, al fin había regresado a sus brazos, para que fueran felices, pero únicamente, si él estaba a salvo de la ira de su hermano mayor, en lo que buscaban la forma de huir, con sus nuevos cuerpos, tal vez, la forma de recuperar sus cuernos.

—Eso no es...

Aspros negó eso, aunque conocía las expresiones del menor, sabía que le estaba mintiendo, que había algo de cierto en aquellas palabras.

—Eso no es verdad... fue ese senador...

Susurro, cerrando los ojos, deseaba marcharse de allí, su conejito debía acompañarlo, pero su pequeño no soltaba a su hermano, no lo dejaría solo, no después de lo que le habían hecho, seguro que esta vez lo matarían, aun el mismo Aspros, creía que eso pasaría.

—Tú no habrías sido capaz, porque de ser cierto eso... jamás podría perdonarte...

Al ver que Radamanthys no soltaría a Minos, que estaban en una encrucijada, Defteros no tuvo otra opción, más que dejarle ir con esa rata con alas y cuernos, que siguió a su hermano fingiendo ser dócil, pero él sabía que lo atacaría apenas le diera la espalda, jurándose que lo mataría, igual que mato al primero, y su sangre, caería sobre la cabeza del buen hermano, al que le daría una lección por mentirle de aquella forma, por engañarlo.

—Solo tú y yo hermano… solo tú y yo…


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).