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Los demonios de la noche. por Seiken

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Minos perdió el conocimiento en algún momento entre la pelea de los gemelos y su camino al ala donde mantenían a Radamanthys prisionero.

Despertó no sabía cuántas horas después en una cama mullida, con su hermano pendiente de él, aun portando esa vestimenta que resaltaba su sangre demoníaca, pero al menos, su expresión era una que podía reconocer.

Había curado todas sus heridas, vendado sus alas, limpiado la sangre que le cubría, todo mientras seguía inconsciente, ajeno a su alrededor.

-No hagas mucho ruido... Aspros me permitirá estar contigo hasta que te recuperes... después te hará regresar con esa bestia.

Minos trato de levantarse, pero su hermano se lo evitó, empujándolo contra el colchón.

-Antes de eso te sacaré de aquí, para que no te asesinen...

Minos negó eso, ambos debían irse, o al menos su hermano tenía que hacerlo, así que sosteniéndose de sus brazos, se sentó en la cama.

-¡No, no! ¡Tú tienes que marcharte!

Le ordenó desesperado, Defteros quería matarlo, porque Aspros lo deseaba a su lado y no se detendría hasta lograrlo.

— ¡Esa bestia quiere matarte!

Radamanthys lo sabía, pero no sé marcharía sin su hermano, no lo dejaría solo, pero tampoco planeaba quedarse, no les daría una forma para seguir dañando a su hermano mayor.

—No me marcharé sin ti.

Le repitió, acariciando su frente, despejándola de su cabello plateado que se pegaba contra su piel, con la misma delicadeza con la que los trataba su madre cuando estaban enfermos.

—Además, tengo que agradecer este sacrificio que Aspros ha hecho por ti, para que puedas recuperarte.

Radamanthys volteo en todas direcciones, su amo lo estaba esperando en una de sus habitaciones, creyendo que permanecería a su lado, pero no lo haría, porque no dejaría que matarán a su hermano.

— ¡Tienes que irte tu primero, te lo imploro!

Un susurro desesperado, tomando la muñeca de su hermano, para que no se marchara, su esfuerzo, su sacrificio no valdría de nada, si Radamanthys permanecía en esa celda.

— ¡No lo haré Minos!

Minos al ver que luchaba por apartarse, pensó en la única forma en que su hermano le odiaría, así no se quedaría más tiempo en aquella mansión, el que tenía alas, que tenía fuerza para huir.

— ¡Fue mi culpa! ¡Yo los liberé! ¡Yo traje la desgracia a la familia!

Radamanthys dejo de luchar, mirándole fijamente, tratando de comprender lo que su hermano estaba diciéndole.

— ¿Que has dicho? ¿De qué estás hablando?

Minos tenía miedo que su hermano le odiara, que lo creyera un traidor, pero no tenía otra opción, solo así se atrevería a darle la espalda, al comprender que siempre fue su culpa.

—Fui yo quien los liberó... fui yo quien abrió su celda buscando la llave de plata... fui yo quien te hizo venir aquí... todo esto ha sido culpa mía y de nadie más.

Radamanthys cerró los ojos, tratando de pensar en lo dicho por su hermano, llevando sus manos a su rostro, respirando hondo, como si no pudiera hacerlo con facilidad.

— ¡Así que vete, yo pagaré por mis errores, tu no debes hacerlo!

Radamanthys descubrió su rostro, se veía afectado por ello, pero no parecía odiarlo, tal vez, únicamente parecía respirar con mayor facilidad.

—Gracias... gracias por quitarme este gran peso de encima, pero no importa ahora quién los liberó, lo que importa es que debemos mantenernos juntos.

Le respondió, besando sus manos con delicadeza, llevando su frente a sus nudillos, mostrando piedad, brindándole su perdón al hermano mayor.

—Solo así podremos sobrevivir... pero ahora tengo que irme, Aspros me espera.

Minos intento que su hermano se quedara a su lado, pero no pudo hacerlo, sin mostrar debilidad o miedo, se alejó, caminando en dirección de aquel vampiro que deseaba destruirlo, para pagarle que no lo dejaran en las manos de Defteros, quien le mataría de seguir bajo sus cuidados, únicamente para que Aspros pudiera seguir utilizando a su hermano a su antojo.

—No vayas… no vayas…

Repetía una y otra vez, haciendo un esfuerzo inhumano por levantarse, para seguir a Radamanthys que llego con Aspros, que estaba sentado en lo que parecía ser un trono, quien se levantó para besar los labios de su hermano menor, quien respondió a esas caricias, únicamente porque así lo mantenía seguro algunas horas más, quien le había perdonado por condenarlos, pero el no, el jamás podría perdonarse por ello.

Minos por un momento quiso darle la espalda a su hermano en los brazos de aquella criatura, cuando repentinamente lo vio, en la mesa, como si no fuera más que una baratija estaba la daga con uno de los pedazos de los cuernos de su hermano, una joya que le haría obedecer, salir del castillo, darle la espalda, para que el pudiera sobrevivir, al menos el menor no perecería víctima del hambre de aquellos seres que deseaban sus vidas, esas víctimas que se transformaron en victimarios, al menos, Aspros, que llevaba a su hermano a su lecho, ajeno a su desagrado o a su dolor.

—Te sacare de aquí hermano… no me importa como… yo te liberare de esta condena…

Minos se recargo en contra de la pared, escuchando los gemidos y los quejidos de su hermano, las palabras de amor de ese vampiro desquiciado, ajenas al sufrimiento del menor, tal vez pasaron horas, no lo supo, pero cuando escucho un ligero llanto supo que había terminado, Aspros al fin dejaba ir a Radamanthys.

—Debo alimentarme, pero no será de ti esta noche mi conejito.

Aspros le informo a su hermano, besando su mejilla, para simplemente salir por la ventana, transformándose en algo más, algo que aterrorizaría a alguna pobre criatura, para poder alimentarse de ella, dejando solo a su hermano, que con ligeros temblores lloraba en su cama, tal vez comprendiendo lo que él sabía perfectamente, destruirían su cuerpo, pero con él, destruirían su alma y eso no podía soportarlo.

—Debes irte de aquí… tienes que huir…

Radamanthys intento cubrirse, pero Minos acariciando su mejilla, beso su frente, apartándose, con la daga en sus manos, para repetir su orden, usando el poder que uno de los trozos de sus cuernos le otorgaba.

—Márchate, busca a Shura, el podrá cuidar de ti, yo después te alcanzare…

Sabía que Shura escondía un poder antiguo, lo supo apenas pudo ver la sabiduría en su mirada y también comprendía que amaba a su hermano, de una forma sincera, a diferencia del pintor, cuyos sentimientos jamás podría aceptar, porque era el gemelo del condenado Saga, a quien buscaría, si es que sobrevivía ese cautiverio, para destruirle.

—Cuando recupere tus otros cuernos, pero mientras tanto debes alejarte.

Radamanthys estuvo a punto de negarse, pero asintiendo, obedeciendo a los cristales, se marchó volando, aun desnudo, buscando el aroma de Shura, dejándole solo, y aunque le prometió que lo buscaría, no creía que pudiera hacerlo, estaba demasiado débil, cansado, hambriento, y no podía marcharse sin los cuernos de su hermano, que estaban en la posesión de Aspros.

—Shura, protege a mi hermano, por favor.

Quien perdería la razón seguramente al ver que su conejito había escapado, pero confiaba en Shura, él podría proteger a su hermano y aunque en el siguiente castigo se llevaran su vida, al menos pudo reparar un poco de lo que destruyo por su avaricia, observando el cetro junto al trono, la llave de plata que les abriría las puertas a la eternidad, pero únicamente les había brindado el tormento eterno.

*****

Hypnos abrió los ojos en ese momento, al sentir el cambio en su compañero, en su pareja, escuchando un estruendo que parecía destruir rocas y valles, abrirse paso entre los elementos, destruir todo a su paso, un sonido que no había escuchado desde la gran guerra, un sonido, que no le evito gritar el nombre de su ángel, a quien ese vampiro de hielo buscaba destruir.

— ¡Milo!

Grito, levantándose de un solo movimiento, mareándose repentinamente, siendo sostenido por Manigoldo, quien había permanecido todo ese tiempo haciendo una guardia, seguro que esos príncipes habían escapado, porque, de que otra forma no habían salido a la luz cuando empezó el combate de esos dos vampiros ancianos.

—Se lo llevaron, hace varios días, un tipo pelirrojo con una jauría de bestias desagradables, tu hermano, sin embargo, ha decidido pactar con esos gemelos, piensa que puede proteger a la jauría, cuando es obvio que no son más que criaturas desquiciadas.

Hypnos cerró los ojos, su ángel en las manos de ese vampiro sin corazón, era más de lo que podía soportar y debía buscarlo, regresarlo a su hogar, que era en sus brazos, aunque su hermano creyera que se podía pactar con perros rabiosos.

—Llévame con mi hermano, debo hacerle ver razón.

Manigoldo asintió, sonriendo, esperando que Hypnos pudiera hacerle ver que tan estúpido era su deseo de pactar con esos demonios, esos vampiros, cuando se veía a leguas que habían perdido la razón, no eran dignos de confianza.

—Claro que sí, ojala tú puedas lograr lo que yo no, Thanatos ha perdido la razón.

*****

Kasa se detuvo frente a ese impresionante castillo, estaban en los territorios del joven vampiro Kiki, mas no en los territorios de los gemelos, mucho menos de Camus, conociendo su forma de pensar, cualquier alianza se habría perdido mucho antes de firmarla.

—Esto es Lemuria, es el hogar de Kiki, un aliado de Afrodita… en el sí se puede confiar.

Susurro, observando a su amigo lobuno, quien parecía molesto, no era este el clan de vampiros con quienes deseaban realizar un tratado, sino con los gemelos, por lo cual, sosteniendo a Kasa de la ropa, quiso saber que estaban haciendo allí, pero antes de que pudiera pronunciar cualquier sonido, una llama azul se encendió, producida por un albino, de ojos rojos y cabello blanco.

—Podrías dejar a Kasa en paz, o me veré obligado a quemarte vivo.

Kasa había sufrido en las manos de Afrodita una de las peores humillaciones, un dolor como ningún otro, pero eso fue mucho antes de que tomara bajo su cuidado a su Angelo, o también conocido como Deathmask, quien sonreía, suponiendo que aún eran aliados.

—Es mi… compañero, no me gustaría que le hicieras daño.

Io soltó inmediatamente a Kasa, completamente sorprendido, de todas las formas en que esperaba ser aceptado por su amigo, ese momento y ese lugar, no eran uno de ellos, así que mirándole de pies a cabeza, se preguntó, si es que hablaba enserio.

—Pero lo engañe, Thanatos tiene la estúpida idea de firmar un tratado con los gemelos, y con Camus, pero eso lo único que lograra será volverlos esclavos…

Angelo asintió, Afrodita le había mandado a ese castillo para mantenerlo seguro y había dicho, que le alcanzaría, los gemelos le causaban terror, mucho más que Camus, quien odiaba a todo ser vivo en ese planeta, a todos los no muertos, a cada criatura, menos a su ángel.

—Kiki por otro lado siempre cumple sus promesas.

Eso decían, aunque también había escuchado que no cumplió su promesa con un tipo gigantesco, un sujeto que capturo para convertirlo en su esclavo, un tal Harbinger, así que, tenía sus dudas.

—No sé nada sobre Kiki, pero sí sé que los gemelos son unos dementes, casi tan malos como Camus.

Io se dio cuenta entonces que Angelo, aunque olía a muerte, era un humano, no se trataba de un vampiro, ni un licántropo, ni de nada que debieran temer, era un mortal, uno que fumaba demasiado, que parecía no tener piedad, pero un mortal al fin y al cabo.

—Quiero estar contigo Io, por eso fue que vinimos aquí, este clan de vampiros cumple sus palabras, un trato con ellos vale mucho, un trato con los gemelos, si es que se molestaban en escucharnos, no vale nada.

Io asintió, acercándose a su amigo, que le miraba esperanzado, esperando que le creyera, y le demostró que lo hacía, cuando repentinamente, sosteniéndolo de la cintura, así como del cuello, le beso con fuerza, ingresando su lengua en su boca, gimiendo al probar su sabor, la frialdad de su piel, que era suave, como la más fina porcelana.

—Dímelo de nuevo, di que eres mi compañero.

Kasa asintió, sería su compañero, porque confiaba en él, y podría escucharlo, podría seguirlo al fin del mundo, porque su amor, su deseo era verdadero.

—Soy tu compañero perro tonto…

*****

La pelea entre Shura y Aioros ya se había alargado demasiado, ambos eran vampiros primigenios, ambos soportaban la luz del sol, pero a diferencia de Shura, Aioros debía alimentarse, así que con forme pasaba el tiempo, iba perdiendo un poco de terreno, retrocediendo, mientras que Shura iba ganando un poco más, dañándolo un poco más, encontrando que ese combate era como los anteriores, únicamente un divertimento, porque él era el vampiro primigenio, el creador de la estirpe de Sisyphus.

— ¿Por qué lo defiendes?

Le pregunto, comprendiendo que estaba a punto de ser derrotado, observando a un lobo dorado acercarse, ese era Hypnos, que corría en compañía de Manigoldo, buscando a Thanatos, el lobo negro que observaba su combate en silencio, esperando poder aliarse con los gemelos, un acto estúpido, pero que le ayudaría a destruir a Radamanthys, a ese joven que poblaba los sueños de su amado.

— ¿Porque no hacerlo?

Sisyphus comprendía bien la razón de su deseo por defender a Radamanthys, era su amor por él, únicamente por eso sería capaz de quemar el mundo, sumergirlo en las tinieblas, para que su alumno pudiera vivir.

— ¿Lo amas tanto?

La respuesta siempre seria sí, lo amaba tanto para ofrendar su vida por el, la vida de cualquiera.

—Sí, lo hago.


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