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Los demonios de la noche. por Seiken

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-Violate, has hecho un buen trabajo al encontrar a uno de mis hermanos, pero yo buscare a Radamanthys para traerlo a casa, debes descansar, después de todo, le darás un heredero a la corona del Inframundo.

Aiacos sospechaba que su esposa estaba embarazada, pero ahora, al verle con su cosmos aumentado, sintiendo los cambios en sus cuerpos, supo que tenía razón, ella lo bendeciría con un hijo de su sangre.

-No saldrás del Inframundo hasta que des a luz, no los perderé.

Pronunció besando su frente, pensando que debía apresurarse, encontrar a su hermano mayor, al que por fin había madurado, antes de que sus enemigos lo hicieran.

-Regresare pronto y en ese momento, tu y yo celebraremos la hermosa noticia, la bendición que mi padre nos ha otorgado.

Después de prometerle regresar y devorar su boca con sus labios, se marchó, elevando sus alas negras, buscando a su hermano, seguro que tenía que protegerlo en el interior de las barreras, aquellas criaturas que los buscaban, seguían vivas, acechando en la oscuridad.

Violate de pronto coloco sus manos sobre su vientre, al darse cuenta de lo que había dicho su amado señor, estaba embarazada, después de lo que parecía una eternidad, por fin los bendecía el dios Hades.

-Un niño... un heredero...

Pronunció sin poder creerlo, caminando en dirección de su prisionera, que aún no sabía que su hijo estaba en esa dimensión y tampoco entendía lo que estaba pasando en el mundo mortal.

-Dime si es verdad, si es posible que yo esperé un hijo de mi señor.

Calvera no le respondió, no lo haría, porque temía que su hijo hubiera sido abandonado a su suerte.

-Dime dónde está mi hijo primero y después, yo te responderé.

Violate asintió, cruzando sus brazos delante de su pecho, su hijo, que estaba encerrado en una de las celdas, una cómoda, que parecía un cuarto, únicamente porque él había salvado al primer nacido del dios Hades.

-Puedo traerlo a ti, pero tendrás que decirme mi futuro.

Calvera negó eso, ella deseaba salir de su prisión, como podía presentarse así ante su hijo, como si fuera una sirvienta o una esclava.

-No lo haré, primero quiero arreglarme, verme como antes, no me presentaré ante mi hijo como si no fuera más que un esclavo.

Violate asintió, tal vez era esa noticia, esperar un hijo de su amado señor, pero se sentía con ganas de ser amable, dispuesta a ser bondadosa.

-Muy bien, te llevaré a mi habitación, así podrás arreglarte y después te llevaré a ver a tu hijo, pero no causes problemas.

Le ordenó, al liberarla de las cadenas, enseñándole hacia donde tenía que dirigirse, escuchando sus pasos, preguntándose si su esposo tenía razón, si su señor hablaba con la verdad y ella esperaba un hijo suyo.

-No arruinaría mi reunión con mi pequeño escorpión, eso nunca.

Le respondió, sintiéndose cansada, sus extremidades causándole dolor, pero su corazón latiendo a mí por hora, únicamente por la ilusión de ver a su hijo de nuevo.

-Y eso lo sabrás, cuando des a luz al príncipe del Inframundo, al mismo Hades.

Violate se detuvo unos instantes, para seguir su paso, llevando una mano a su vientre, emocionada de pensar que allí habría vida, que gestaba a su primer hijo fruto de su amor incondicional a su señor Aiacos.

-Te llevaré a ver a tu hijo y después, tú me dirás lo que te pido.

Calvera asintió, cumpliría su palabra sin dudarlo si quiera, avanzando en las sombras, también emocionada al imaginarse a su pequeño tesoro, su cabello, sus ojos, se parecería a ella o se parecería más a su padre.

-Claro que sí, Violate, yo siempre cumplo mi palabra.

*****

Aspros no se molestó en escuchar las condiciones de Youma, no le interesaban y su hermano podía ponerlo al tanto de cualquier situación, del acuerdo que hubieran alcanzado.

Así que se apresuró a ir al sitio en donde Youma decía que podría encontrar a su conejito, usando cada una de sus habilidades, como un vampiro superior.

Acercándose sigiloso, para ver a su amado conejito, que sin él, no podía vivir, no podía sobrevivir y eso no podía permitirlo.

Ya le había fallado al anterior, ahora, este nuevo conejito, con una apariencia menos humana, le necesitaba mucho más aún.

Así que avanzó con rapidez, lo que el más deseaba era ver a su conejito, debía estar solo, desamparado y sin ningún lugar a donde ir.

Solamente él se interesaba en su bienestar, su amor lo necesitaba para poder sobrevivir, así había sido siempre, desde su cautiverio.

Por eso cuando los vio supo que ese vampiro anciano, aquel que se disfrazaba como su amigo, el mismo del puente, lo estaba utilizando, porque no podía culpar a su conejito, que dormía a su lado.

Su belleza quitándole el aliento, y es que cada vez que se separaban, su hermoso conejito era por mucho más bello que antes.

Radamanthys era hermoso, pero también demasiado inocente, y en ese momento, Aspros estaba mucho más atento a lo que ocurría a su alrededor, la recaída se había terminado, en especial, cuando vio aquellas manos acariciando la cabeza de su amado, como si tuviera derecho a tocarle, pero no era así, nadie más podía tenerlo a su lado.

—El no tiene la culpa...

Pronunció inmediatamente, en un susurro, cuando su hermano le alcanzó, deteniéndose a sus espaldas, para ver al conejito en el regazo del rival de su hermano.

—Lo capturaremos Aspros, pero no ahora, tenemos que esperar, lo que nos ofrece Youma es muy importante.

Aspros volteo a punto de decirle que no le importaba en lo más mínimo lo que decía Youma, pero su hermano, colocando sus manos en sus hombros negó eso, haciéndole guardar silencio.

—Nos dará el poder absoluto, si nos movemos de forma inteligente, además, Shura cuidara de tu conejito en lo que arreglamos sus nuevas jaulas, en la mansión Walden, la única construcción que resistiría el embiste de los príncipes del Inframundo, el día de tu cumpleaños, lo tendremos de regreso y esta vez no podrá irse, además, piénsalo hermano, tu conejito es inmortal, nunca morirá, nunca podrá huir de ti, ni la muerte podrá separarlos, pero debes hacerme caso, solo unos días más.

Aspros volteo a ver a Radamanthys, dispuesto a ir por él, pero confiaba en su hermano, él siempre tenía razón en todo, así que se alejó en silencio, imaginando su futuro en compañía de su amado conejito cornudo.

—Como tú digas, querido hermano.

******

Afrodita después de cabalgar durante horas por fin se acercaba al santuario en donde había mandado a su pequeño, esperando que estuviera seguro, bajando de su montura con rapidez, a punto de gritar el nombre de su niño, sin embargo, se detuvo al ver en la sala en donde generalmente Kiki se encontraba en compañía de su toro, a otro lemuriano, uno de cabello morado, a sus espaldas estaba otro más de la raza de Harbinger.

Pero este tenía cabello largo, de color café, con una expresión apacible, diferente a la que tenía el musculoso vampiro de cabello azul claro, su piel era morena, sus ojos llenos de vida, para ser un vampiro, sus brazos estaban cruzados delante de su pecho, el lemuriano sentado en el trono de Kiki, al escuchar el grito de su alumno, se daba cuenta que se había perdido en la desesperación.

Un sentimiento tan aterrador que el mismo Aldebaran había comprendido que no podía condenarlo a ese sufrimiento y debía mantenerse a su lado, para que su maestro no terminara de enloquecer.

—Estas buscando al joven albino, ese que llego con esos otros dos, un licántropo y un vampiro, Angelo me dijo que vendrías.

Afrodita estaba a punto de explicar sus acciones, cuando repentinamente vio a su pequeño, un hombre de unos veinte años, con un cigarrillo en sus labios, quien al verle corrió en su dirección, saltando a sus brazos, para rodearlo con fuerza.

— ¡Afrodita!

Grito al ver a su salvador, quien lo recibió con gusto, suspirando, porque sabía que Camus, únicamente para vengarse de su error le haría daño, porque así era esa criatura sin corazón, disfrutaba ver sufrir a los demás y cuando destruyo su rostro, se dio cuenta que pudo hacerle mucho más daño lastimando al niño que había adoptado en el pasado.

— ¿Te encuentras bien?

Fue lo único que logro preguntar para no besar aquellos labios que se le antojaban exquisitos, acariciar su cintura o declararle su amor eterno, su afecto y protección incondicional, ansioso por hacerlo su compañero eterno.

—Por supuesto, salí en el momento en que comenzaron los gritos, apenas pude leer tu carta, Camus ha perdido la razón y el control de su clan, esos hermanos son unos demonios salidos de la noche.

Afrodita asintió, de alguna manera, ese era su apodo, los demonios de la noche, vampiros que todos temían y como lo dijera Aioros, o como se le conoció en algún momento de su vida, Sisyphus, únicamente significaban problemas para todos, eran peligrosos, una mala señal, un terrible error.

—Tú eras uno de los aliados de Kiki, no sé si regrese pronto, Harbinger se ha matado y el dolor es insoportable cuando perdemos a quien de verdad amamos, por eso, yo tomare su lugar de momento, tienes una habitación donde duerme Angelo, allí tendrán más privacidad.

Afrodita asintió, sintiendo como Angelo se apartaba de él, para llevarlo a su habitación en ese castillo lleno de vampiros y otros seres, el que en realidad se trataba de un paraíso, un lugar, donde podrían estar seguros.

—Pónganse cómodos, parece que los problemas no terminaran nunca.

Pronuncio de pronto Kasa, que se acercó al vampiro hermoso, con una actitud diferente, a sus espaldas estaba un licántropo y toda la piel de su antiguo espía tenía su aroma, haciendo que se preguntara si acaso eran amantes.

—Pero antes…

Kasa golpeo entonces a su antiguo amo, lastimando sus nudillos, pero sonriendo, apartándose de su camino, seguido por el licántropo, que le observaba orgulloso, con la expresión de alguien que ha tomado alguna de sus pertenencias.

—Ya estamos a mano.

Angelo negó eso, riéndose de la expresión de Afrodita, dando una bocanada de humo, relamiéndose los labios, llevando sus manos a sus caderas, para seguir su camino a su habitación.

—Son amantes, un licántropo y un vampiro.

El mundo estaba cambiando demasiado y no estaba seguro si eso le gustaba, como tampoco le agradaban las columnas de fuego que se elevaban en varios puntos de aquellas tierras, mucho menos el inmenso castillo negro contrastando contra la luna.

—Y un fuego fatuo puede ser el amante de un vampiro.

Pronuncio Angelo, cuando por fin estaban solos en aquella habitación, besando sus labios con delicadeza, preguntándole si acaso lo deseaba, esperando no ser rechazado, relamiendo sus labios, demasiado nervioso para poder pronunciar algo más.

—Los vampiros somos criaturas dominantes y posesivas, una vez que seas mío, jamás podrás escapar, yo no te dejare ir, estas completamente seguro de desear eso, de aceptar estar a mi lado por cada instante de tu vida, hasta que el sol consuma nuestros cuerpos.

Angelo asintió, relamiendo sus labios de nuevo, sintiendo sus manos alrededor de su cintura, para recibir sus labios hambrientos sobre los suyos, un beso posesivo, violento, pero no podía esperar nada mas de su amado, quien se apartó, para descubrir su cuello del pañuelo que llevaba.

—Te convertiré en uno de mis hijos, así siempre estaremos juntos, sin que nadie pueda separarnos.

Angelo estaba nervioso, pero eso era lo que más deseaba, así que en vez de retroceder, le ofreció su cuello, para que pudiera morder su yugular, alimentarse de su vida, para darle una nueva.

—Quiero eso, mi señor, yo deseo estar con usted por el resto de nuestra vida.

Afrodita que no esperaba otra respuesta, simplemente hinco sus dientes en su cuello, un acto salvaje, que no podía ser de otra forma, un desesperado acto de unión, que les conferiría la inmortalidad, gimiendo al probar su sangre, sentir como el corazón de su fuego fatuo iba apagándose, pero pronto renacería con una nueva vida, uniéndolos en la eternidad.

Cuando su vida estuvo a punto de terminarse, Afrodita mordió su muñeca, de la cual comenzó a manar demasiada sangre, la que llevo a la boca de su amado, que con sus instintos vampíricos despertando por primera vez, como ocurrirá con el llanto de un bebe recién nacido, bebió de esa sangre con desesperación, sintiendo como su cuerpo iba cambiando, la vida escapando por algo más, la eternidad.

—Deja que pase mi pequeño, solo deja que mi bendición tome tu cuerpo.

Afrodita recostó en la cama a su ángel, esperando que la transición ocurriera como debería, para que los dos compartieran la eternidad, y mucho antes que eso, su lecho.

—No luches, porque pronto regresaras a mí.

*****

Algunas horas después, justo antes del amanecer, un ejército, como el que no se había visto nunca antes, debido a su extensión, un ejército que cubría el horizonte, cabalgando bestias de ojos rojos como las llamas, se detuvo a las afueras de los territorios de la jauría.

Estas aberraciones, porque no podían ser llamados humanos, eran los antiguos guerreros de la orden, todos ellos inhumanos, al dejar los gemelos que su nueva condición se propagara con tal rapidez, que ya no eran más que criaturas sin alma, monstruosas sombras cubiertas de sangre y moscas, con armas ensangrentadas, montando caballos muertos, otros en extrañas amalgamas creadas por la madre de los monstruos.

Dirigidos por dos más, ambos guerreros de la orden, uno con los ojos cerrados, el otro, con llameantes ojos rojos, que a diferencia de los demás, estaban vivos, si su condición podía llamarse vida, pues, sus ojos reflejaban el peor de los sufrimientos.

Ellos eran utilizados como marionetas por un demonio que flotaba en ese momento, portando una armadura de negrura infinita, sus cuernos retorcidos brillando con betas de fuego, sus ojos enloquecidos al igual que su sonrisa, una criatura que actuaba bajo sus propios deseos y sabía, que ya era el momento de limpiar esas tierras de los licántropos, al menos, aquellos que vivían bajo las ordenes de los dioses gemelos, la tan renombrada jauría, para que todos los lobos solitarios y los otros clanes, obedecieran sus órdenes, como Defteros lo escuchaba, Defteros, que dominaba la consciencia de su hermano mayor, que únicamente tenía una meta en la eternidad, su conejito cornudo, como él tuvo una meta, la que destruyeron sin que pudiera hacer nada, su amada y dulce Partita, su hermoso búho.

—Es momento de que nos divirtamos un poco… y que yo reparta un poco de mi dolor.

*****

Este capitulo se lo dedico en especial a AngeloDivoglio, por ser tan buena amiga y por ser su cumpleaños esta semana, espero que te guste el nuevo capitulo.


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