Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Salieron del castillo de Cid sin ningún contratiempo, tal vez estaba dispuesto a esperar a que regresara, o tal vez era como pensaba Kanon que ocurriría, estaba engañándolos para darle la oportunidad de atacarlo por la espalda. 
 
—Aquí estaremos seguros unos días, en lo que te recuperas... 
 
Saga no deseaba convertirse en un mal tercio, pero no podía darle la espalda a Kanon, sin embargo, el permanecería al aire libre, haciendo guardia, como su padre les enseño, fundiéndose con el lago, usando cada charco, cada pequeño hueco húmedo, para que sus ojos y sus oídos pudieran escuchar los pasos de algún enemigo. 
 
—Saga hará guardia, yo buscare comida y me mantendré a tu lado, si lo deseas... 
 
Radamanthys estaba sentado enfrente de la pequeña mesa empolvada, sus manos cubriendo su rostro, sin responder a las palabras de Kanon, que trataba de asegurarle que estaría seguro, aunque no lo creyera y cualquier sonido lo alertara.
 
—Un año atrás yo bebía cerveza en compañía de Shura, estaba festejando mi libertad, cuando llego esa carta y ahora, mi amigo está muerto, soy un monstruo, un vampiro quiere convertirme en un esclavo... y yo no creía en los vampiros, demonios o cualquier clase de criatura de la noche. 
 
Trato de reírse, pero no pudo, escuchando los pasos de Kanon que se detenía a su lado, dándole su mano, para llevarlo en dirección de la cama, para que pudiera dormir un poco, en una cama cómoda.
 
—Saga y yo nos criamos aquí, nuestros padres murieron cuando éramos unos niños y cuando apenas tuvimos edad suficiente, marchamos a la ciudad en donde tú vives, en donde tienes tu mansión. 
 
Kanon le dio la espalda para que pudiera ponerse otra clase de ropa, una más parecida a la que ellos usaban, a la que le había hecho dos tajos, para que sus alas pudieran estar libres, y un agujero en sus pantalones para su cola, haciendo sonreír a Radamanthys.
 
—Me jactaba de poder seducir a quien yo deseara, era un mujeriego, que lograba todo lo que me proponía, pasaron unos años, cumplí veinte, un poco más y lo vi, la criatura más hermosa que jamás había cruzado mi camino, era la luz, es la luz, es una criatura divina, un príncipe, cuando no soy más que un mendigo, un don nadie... 
 
Radamanthys escuchaba esa historia, terminando de vestirse, doblando las mangas de su camisa, una blanca, como las que le gustaba utilizar, viendo como Kanon se agachaba a su lado, para empezar a rodear sus pantalones, a la altura de sus pantorrillas, con unas vendas blancas.
 
—Cuando lo vi tuve una visión, en esa época las tenía en demasía y pensaba que me estaba volviendo loco, pero me enamore de nuevo, de aquella criatura divina, tan hermosa, tan diferente a los demás, una belleza con cuernos y alas, un demonio, como los describían en la biblia que los débiles de corazón leían los domingos, para perderse en alcohol poco después. 
 
Kanon finalizo de colocar sus vendas, esperando que aquella ropa fuera mucho más cómoda, besando el dorso de su mano, para alejarse de nuevo, sentándose en la silla, volteando en otra dirección, tratando de ignorar a Radamanthys, que le veía con la misma inocencia con la que le vio en aquella ocasión.
 
—Continúa por favor... 
 
Kanon reacomodo la silla, para que pudiera ver a su musa, que esperaba escuchar su historia completa, su piel seguía siendo blanca, a excepción de algunas partes, en donde había una coloración morada, muy bonita, con escamas tan suaves como la seda, que amaría recorrer, si tuviera el permiso para hacerlo.
 
—Yo te vi, sabía que eras tú, que me corresponderías y que te transformarías en esto, como una hermosa mariposa, aunque el viejo tu no podría ser considerado una oruga, ahora, eres por mucho más hermoso... 
 
Radamanthys llevo una mano a su brazo, para rascarlo ligeramente, sin saber qué hacer, si debía creerle a Kanon, que había regresado a su lado, o ignorar sus palabras de amor, sus halagos, pensando que se trataba de un mentiroso, pero él no era así.
 
— ¿Me deseas? 
 
Pregunto entonces, riéndose por lo que pensaba realizar, si es que el miedo no lo paralizaba como con Cid, o con su amo, con ese vampiro, dudando si seria diferente con Kanon, que le miraba sonrojado esta vez, tosiendo un poco, para despejar su garganta.
 
—He pasado veinte años pensando en ti... 
 
Radamanthys no comprendió en un principio de que le hablaba, veinte años, habían sido veinte días y como Kanon se dio cuenta de su confusión, suspiro, debía explicarle porque se había marchado, porque no lo había dejado atrás, nunca le daría la espalda.
 
—Cuando te marchaste, yo intente detenerte, pero mi verdadero padre... una criatura que podrías considerar una pesadilla, lo evito, transportándonos a su dimensión, a las marismas, a la ciénaga, a un lugar acuoso, cubierto de tentáculos, allí pasamos veinte años, ahora tengo cuarenta y ocho años, ya no soy tu pintor, pero aun te amo... 
 
El joven demonio se levantó, para acariciar su mejilla con las puntas de sus dedos, era el mismo de hacia veinte años, pero, Cid lo llamo una abominación, dijo que tenía otra forma, una verdadera apariencia.
 
—Suena como una locura, pero... eso habría dicho yo, si me hubieras dicho que me transformaría en un demonio.
 
Kanon sostuvo su mano, restregándose contra esta, desviando la mirada, suponiendo que lo mejor era que Radamanthys comprendiera lo que era en realidad, no deseaba engañarlo, así que, si lo deseaba, le enseñaría lo que debía ver.
 
— ¿Quieres verme? No soy el mismo de antes... no soy tu pintor, pero seré tu Kanon, si tú me aceptas. 
 
Radamanthys le sonrió, tirando de él, para que se levantara, preguntándose porque se sentía tan seguro a su lado, sintiendo su energía, escuchando sus palabras, porque, no era ajeno al deseo que podía ver en la mirada del mayor, que decía, ya tenía el doble de su edad o un poco más.
 
—Sólo si tú quieres enseñarme... 
 
Kanon asintió y delante de la mirada de Radamanthys, su apariencia cambio, transformándose en una criatura que no era humana, con una forma humana, casi humana, pero con algunos tentáculos, su cabello se veía como el de medusa, como alguna clase de criatura marina, que de nuevo regreso a esa forma que conocía tan bien, esperando ser rechazado por su musa.
 
—Eres diferente... diferente está bien... 
 
Pronuncio, rodeando su cintura, y aunque sabía que debía sentir desagrado por cualquier clase de rose sobre su cuerpo, en esta ocasión, no se comparaba en nada a lo que sentía cuando Aspros le tocaba, tampoco cuando Cid lo hizo, no se sentía sucio, era una sensación agradable, segura, que le hacía recordar esas semanas, como quiso volver a su estudio, para iniciar algún romance oculto a los ojos de su hermano.
 
—No me asustas, aun sigues siendo tú, el pintor... si quieres puedo posar para ti, como tus modelos... 
 
Recordaba haber visto algunos retratos de desnudos en el estudio de Kanon, que con reverencia recorrió su espalda, deteniéndose en su cintura, con una sonrisa, la más hermosa de las sonrisas, en su rostro, pero sin atreverse a tocarle.
 
—O podemos... podemos recuperar un poco de lo que tuvimos en el pasado, yo te diré cuando quiera que te detengas. 
 
Estaba desesperado por escuchar que lo amaban a él, no a los espejismos, no a quienes fue en el pasado, también estaba ansioso, porque no sabía si en esa cama, en el lecho, seguiría aceptándole como hasta ese momento lo hacía, al sentir sus manos en su cuerpo, con una sensación delicada, cálida, que le hacía sentir seguro.
 
—A menos, que hayas dejado de considerarme hermoso, ya no soy humano, sino un demonio, un ser de oscuridad, una criatura desagradable, un demonio nacido en las sombras... 
 
Kanon negó eso, lo consideraba especialmente hermoso, siendo humano o con esa apariencia, sus cuernos, sus garras, sus pezuñas, todo él era divino, como en sus visiones, que se habían vuelto realidad al fin, pero a costa del sufrimiento de su musa.
 
—Sigo viéndote como la criatura más hermosa de este mundo, para mí, no hay nadie más perfecto que tú... eres sublime.
 
Radamanthys se acercó a Kanon, besando sus labios con delicadeza, gimiendo cuando sus lenguas iniciaron una vieja danza, sus manos recorriendo sus cinturas, sus espaldas, deteniéndose solamente, para darse cuenta que acababan de vestirse, únicamente, para desnudarse de nuevo.
 
—Aquella ocasión, esa semana, fueron los mejores días de mi vida, fui tan feliz a tu lado, que te busque poco después, pero ya no estabas, te habías marchado y me sentí, sumamente triste...
 
De saber que su musa le correspondía en ese momento, que le había buscado para tener un poco más de sus caricias o su calor, se habría fugado con él, tal vez, mucho antes de que esos vampiros los encontraran, esas repugnantes criaturas que los trataban como simples objetos.
 
—Aun así... estas preparado para estar con alguien más... yo no tengo prisa y sé que... 
 
Radamanthys volvió a besarlo, descubriendo algo que le dijo Minos, a Kanon si lo deseaba, con el sus caricias se sentían cálidas, eran bienvenidas y no deseaba perder más tiempo, no sabía cuánto le quedaba.
 
—Estoy seguro... contigo se siente bien. 
 
Era lo que deseaba escuchar, lo que había esperado por más de veinte años y con la delicadeza que una criatura como Radamanthys se merecía, comenzó a desabrochar su ropa, con cuidado, a despojarlo de sus vendas, notando el nerviosismo de su musa, que esperaba que de un momento a otro, le rechazara.
 
—Durante veinte años espere por este momento... 
 
Kanon se desvistió también, con rapidez, acomodando su ropa en la silla en donde estaba sentado, para recorrer sus brazos, delineando las escamas de su espalda, escuchando un gemido delicado de los labios de su pequeño, que llevo sus manos a sus hombros, las que beso también, lamiendo las garras, los dedos y la palma.
 
—Soñaba con el día en que pudiéramos estar juntos de nuevo. 
 
Radamanthys había pensado que no era más que una ilusión, que su pintor le rechazaría una vez que le viera con esa forma, sin embargo, la forma en que le tocaba, como delineaba su cuerpo con sus ojos, le hacía pensar en lo afortunado que era al haberle conocido.
 
—En que tú me aceptaras, ahora que ya puedo ofrecerte mi protección, mi afecto y una vida digna de ti, que ya puedo darte la vida a la que estabas acostumbrado, mi hermoso Radamanthys, mi musa. 
 
Kanon le beso de nuevo, con delicadeza, con movimientos lentos, sinuosos, caminando mucho más lentamente hacia la cama, en donde sentó a Radamanthys, que se recargo en el borde del colchón, mirándolo arrodillarse a sus pies.
 
—Solo quiero que me ames... con eso me conformo. 
 
Y ya lo amaba, era su musa después de todo, aquel que le hizo convertirse en lo que era en ese momento, a quien le debía su existencia, por quien daría su vida, pero sobre todo, quien mantuvo su humanidad intacta en esos años atrapados, entrenando en la ciénaga.
 
—Yo te amo... 
 
Le aseguro, para lamer la piel por encima de su pesuña, recorriendo una línea recta en dirección de su rodilla y después su muslo, acariciando su piel con ambas manos, subiendo a la cama con Radamanthys, que retrocedía, pero no por miedo, sino para darle cabida en ese tálamo.
 
—Yo te necesito... 
 
Kanon siguió lamiendo la piel de su musa, besando su ombligo, ingresando su lengua en este, recorriendo delicadamente las escamas de su espalda, que eran suaves, no muy diferentes a toda su piel, al igual que sus gemidos no eran diferentes a los pronunciados esos siete días perfectos.
 
— ¿Tú me necesitas? 
 
Radamanthys asintió, rodeando su cuello, acariciando sus piernas con las suyas y rodeando su sexo, su hombría, con su cola, que movía alrededor suyo, como si se tratase de una tercera mano, escuchando los gemidos de Kanon, quien le veía extasiado, acomodándose entre sus piernas, para frotar ambos sexos, en un cadencioso baile, todo el tiempo, pendiente de cualquier señal, de cualquier duda en su musa, pero en vez de asustarse, seguía besando sus labios, acariciando su cabello, como si esos siete días hubieran regresado a ellos.
 
—Sí, yo te necesito. 
 
Kanon le pidió que se acostara boca bajo, elevando las caderas ligeramente, para que pudiera admirar las escamas de su espalda, el nacimiento de sus alas, que era muy sensible, al mismo tiempo, no deseaba que viera, como podía acariciarle con sus manos o con sus otros apéndices, temiendo que no lo encontrara agradable.
 
—Solo cierra los ojos... solamente disfruta de esto. 
 
Radamanthys asintió, cerrando los ojos, para sentir como las manos, más de las que debería tener recorrían su cuerpo, la base de sus alas, las escamas de su espalda baja, sus piernas, sus nalgas, su sexo, gimiendo sin reparos, cuando la lengua de Kanon, empezó a lamerlo, mojando sus dedos con un poco de saliva, pues, ese dulce encuentro no estaba planeado.
 
— ¿Se siente bien? 
 
Le pregunto al ingresar dos dedos en su intimidad, abriéndolos y cerrándolos, tratando de prepararle para ingresar en su cuerpo, como si fuera un joven inocente, como si no hubiera sido secuestrado por Aspros, con el único fin de poseerle, notando que su cuerpo estaba acostumbrado a esa clase de irrupción, comprendiendo la razón de ello, la tortura de ese vampiro a su musa.
 
— ¿Te gusta? 
 
Radamanthys asintió, abriendo los ojos cuando aquella sensación era especialmente agradable, todo lo contrario a lo que Aspros le hizo sentir, tomando uno de los tentáculos de Kanon, para lamerlo, empezar a chuparlo como si fuera su propio sexo, empujando sus caderas contra sus dedos, que iban aumentando en cantidad.
 
—Tomare eso como un si... 
 
Su musa aquella ocasión había sido muy arriesgado, había hecho todo lo que deseaba en su lecho, le había montado, había gemido debajo de él, hasta lo habían hecho cerca de la ventana, con algunas personas caminando no muy lejos de donde se encontraban, cuando lo deseaba, era un amante apasionado, en cambio, con Aspros, simplemente le dejaba hacer lo que deseaba, se acostaba y no peleaba, no participaba de su violación, pero, al hacer el amor con Kanon, se movía impúdico, ignorando su pesadilla pasada, para abrazar los recuerdos de esos siete días en su antiguo pueblo.
 
—Espera un poco...
 
Kanon separo sus dedos de su intimidad, para recostarlo de nuevo de espaldas, acariciando su mejilla, para besar sus labios con delicadeza, acomodándose entre sus piernas, para empezar a empujar, su apariencia era humana por completo, pero Radamanthys aun sentía las caricias de esas manos extras, esas extremidades, que no estaban unidas a su pintor, pero sabía que se trataban de su cuerpo, porque se movían a su antojo y el reaccionaba como si sintiera exactamente lo que hacían con él, las delicadas caricias.
 
—Por favor... 
 
Radamanthys alcanzo a pronunciar, gimiendo cada vez con más fuerza, al sentir como la hombría de Kanon iba ingresando en su cuerpo, empujando poco a poco, hasta que ya estaba dentro de su cuerpo, deteniéndose unos momentos, para ayudarle a acostumbrarse a esa sensación...
 
—Kanon... 
 
El pintor beso sus labios de nuevo, antes de comenzar a moverse, sintiendo como las piernas, la cola y las alas, le rodeaban, junto a los brazos de su musa, que le recibía en su cuerpo, con pequeños gemidos, que iban aumentando en volumen, disfrutando de aquellas caricias que únicamente él podía otorgarle.
 
—Radamanthys... 
 

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).