Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los demonios de la noche. por Seiken

[Reviews - 92]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Radamanthys despertó al sentir las manos de Minos sobre su hombro, tratando de levantarse inmediatamente, creyendo que necesitaba algo, pero su hermano le empujo casi sin fuerza para que se acostara de nuevo, recostándose a su lado, una práctica común en su infancia.

—Quiero que sepas que si te mande lejos fue para protegerte, Lune me dijo que la gentuza deseaba lastimarte, querían condenarte como a nuestra madre y no podía permitirlo.

Minos no le había dicho nada, porque de hacerlo sabía que su hermano querría quedarse o no se marcharía sin él, y tal vez, los dos debieron irse cuando pudieron, así no estarían atrapados en ese predicamento.

—Gracias por venir, aunque no sabías esto, siempre has sido muy noble.

Radamanthys se acostó de lado, recordando las noches que tuvieron que dormir así, después de la muerte de su madre, que su padre les obligo a presenciar, Minos tenía siete años, el seis.

—No podía dejarte solo, ella me lo suplico antes morir, que no te diera la espalda nunca.

A él también le había hecho prometer eso, su pobre madre que no murió en la hoguera, algo trato de protegerla, porque una tormenta como ninguna otra comenzó a caer, destruyendo los cultivos, llevándose muchas vidas, pero no pudo salvar la suya.

—Ella debió escapar cuando comprendió los planes de nuestro padrastro, de haberlo hecho habría sobrevivido.

Eso era cierto, pero no deseaba alejarlos de la mansión, abandonar la riqueza y los tesoros que eran legítimamente suyos, creyendo que podía detener al juez, pero no pudo, en vez de eso murió en una cama, cubierta de vendajes sanguinolentos, esperando ver a su amado cuando cerrara sus ojos, dándoles sus collares, los que no entendían de donde provenían hasta ese momento, al menos, Radamanthys.

—Los Walden siempre hemos sido muy orgullosos, y ese es nuestro peor error, lo que nos ha condenado en más de una ocasión.

Fue la respuesta de Minos, que ya se sentía lo suficiente recuperado como para conversar con él, quien con mucho más trabajo se giró, para ver a su hermano, que no se le parecía demasiado, uno con cabello blanco, ojos grises y piel pálida, el otro cabello dorado, ojos amarillos y piel ligeramente más rosada.

—Gracias por creerme, no sé qué habría pasado conmigo, de no estar presente.

Quien le hubiera hecho regresar a la mansión les hizo un favor, salvo la vida de Minos y la suya, porque le permitió estar preparado, de lo contrario, no sabría que Aspros, un vampiro milenario deseaba su vida.

—Hable con Shura, el que nos trajo aquí, dice que somos mitad demonio, mitad humano, así que tal vez ella si era una bruja, la favorita del señor del Inframundo, nuestro padre.

Minos se encogió de hombros, eso no significaba nada, de todas formas, mataron a su madre e intentarían quemar a su hermano, ese pueblo, de tener suficiente poder para vengarse, ardería hasta las cenizas, como aquellos que propiciaron el castigo de su justa madre, a todos los que había mandado desterrar o ejecutar, eran participes de su sufrimiento de una u otra forma.

—Casi logro terminar con todos los instigadores, solo me faltaba un puñado y estaba a punto de condenarlos, pero esa cosa me ataco, cuando buscaba el cetro del dragón, la llave de plata, el tesoro de nuestro padre.

Radamanthys apenas recordaba ese tesoro, el cual había visto en las manos de Aspros, ese bastardo les había robado el regalo de su padre a su familia, debían recuperarlo, pero antes, tenían que descansar un poco.

—El mayordomo, Aspros, él tiene nuestro cetro, lo vi en sus viejas manos cuando regresé.

Se lo arrebatarían, de eso estaba seguro Minos, se dijo acomodándose en la almohada del menor, dispuesto a dormir unas cuantas horas, la separación de las dos camas era demasiado grande y no podría estar pendiente de la seguridad del menor, lo mismo pensaba Radamanthys, que se limito a cubrirlo con su sabana, sin importarle lo que pensaran, no había nada de malo en dormir juntos.

—Es el hermano mayor, a su llegada, me robo una fotografía, la única que conservaba de nosotros cuando éramos niños, pensé que la había perdido, pero ahora comprendo que paso con ella.

Le informo, cerrando los ojos y de tener una lampara de noche, le habría apagado, sintiéndose cada segundo que pasaba mucho mas recuperado, dispuesto a ignorar por lo que había pasado el año anterior, las constantes vejaciones, las manos de esa cosa en su cuerpo, sus mordidas, seguro que podrían vengarse y al menos, Radamanthys estaba a salvo.

—No le permitiré llegar a ti.

Esa promesa era graciosa, mucho mas porque el estaba en mejores condiciones que Minos, pero no dijo nada, su hermano era muy orgulloso y si lo señalaba, podría molestarse con el y deseaba creer su excusa, que el mandarlo lejos de su hogar fue para salvar su vida.

—Yo tampoco Minos, no volverán a lastimarte.

*****

Mu ingreso en la habitación que compartía con su colega en completo silencio, creyendo que ya estaría dormido, no deseaba despertarlo, pero su sorpresa fue mayúscula cuando Aldebaran lo esperaba despierto, con un libro en sus manos, el cual cerro apenas lo escucho entrar por la puerta.

—Pensé que estabas dormido.

Le informo, tratando de desvestirse en silencio para tratar de dormir un poco, al ser un media sangre, podía dormir como cualquier humano, en realidad, lo necesitaba, pero Aldebaran se levanto de su cama, solo llevaba puestos sus pantalones, una imagen que siempre había considerado especialmente erótica.

—Yo pienso que estas hambriento, gastaste demasiada energía en el combate y te conozco, siempre tratas de ignorar los síntomas, porque piensas que me asustaras si veo tu otra parte.

Mu negó eso, no estaba hambriento, podía soportar varios días más sin probar sangre, Aldebaran simplemente estaba exagerando, se dijo, tratando de alejarse, no deseaba que le viera en ese momento, su apariencia no era nada agradable.

—Aléjate Aldebaran, estoy cansado, si, pero no tengo porque alimentarme de ti, solo un poco de potaje y descanso lograran tranquilizarme.

Pero Aldebaran suspirando corto su pectoral con una navaja muy afilada, del cual empezó a brotar un hilo rojo manchando su pezón, seguro que Mu necesitaba comida de verdad para un media sangre, porque el potaje y el vino serían el equivalente de darle forraje a un león.

—Te conozco Mu, se que no eres como algunos de tus hermanos, jamás te tendría miedo y sabes que a mí también me gusta esta sensación.

Mu se desespero entonces, sus ojos cambiando de color por uno inyectado de sangre, sus colmillos creciendo, sus rasgos finos transformándose en algo un poco más salvaje, esperando que Aldebaran se alejara, temeroso, pero llevando su mano a su mejilla, le acaricio, para besar sus labios con delicadeza.

—¿Cómo puede gustarte? ¿No ves que cada vez que me alimento de tí podría matarte? ¿Cómo esas cosas que persiguen a los hermanos?

Le grito furioso, tratando de alejarse, pero Aldebaran tomando su cabeza, apenas posando sus manos en ella, le acerco a su pectoral, a la sangre deliciosa que resbalaba en su pecho, la que se estaba desperdiciando y Mu, no pudo rechazarlo, su amado tenía razón, estaba hambriento, le necesitaba, así que acercándose a su toro unos centímetros, empezó por lamer primero el hilo rojo con la punta de su lengua, gimiendo a causa del placer.

Esperando sentir un ligero temblor, que  indicaría que su amado quería separarse, pero no lo hizo, en vez de eso gimió cuando encajo sus dientes en su pecho, por encima de su pezón, cerrando los ojos, respirando hondo, aun sosteniendo su cabeza con ambas manos.

—Mu... maestro...

Mu seguía bebiendo del pecho de Aldebaran, alimentándose como si se tratase de un recién nacido, del músculo firme de su amado compañero, que se limitaba a gemir, como si fuera la antesala de otros placeres.

—Mu...

El joven lemuriano, únicamente en apariencia, puesto que tenía mas de trescientos años de existencia, llevo sus manos al pecho de Aldebaran, sosteniéndose, chupando con fuerza, estaba sediento, necesitaba de aquella sangre para sobrevivir, cuyo sabor era como ningún otro, no porque fuera un media sangre, como los hermanos, sino porque se trataba de la persona que amaba como a ningún otro, al que deseaba a su lado por cada segundo de su existencia.

De tal forma, que comenzaba a temer, que algún día ya no pudiera controlarse y tomara mucha más sangre de la que necesitaba, que lo matara en el proceso de alimentarse, aunque se trataba de un humano grande, tal vez demasiado, sabía que su sed podía destruirlo.

Mu haciendo uso de toda su fuerza de voluntad se alejó, gimiendo, curando la herida de su toro, que también respiraba hondo, era cierto, sentía placer al permitirle beber su sangre, su muchacho era especial.

—Gracias.

Esto lo dijo ya con su apariencia común, la del humano, el que también estaba excitado como su Aldebaran, que era un chico fuerte, soportaba sus besos, le amaba como era, sin tener que ocultarle nada.

—Lo hago con placer, de no ser por ti, yo habría perecido, ese mapinguarí me habría devorado.

Le respondió, algo decepcionado, porque esperaba que Mu también sintiera placer como el, cuando bebía su sangre, quien le veía con una mirada tierna, recordando al niño en esa selva, a punto de ser devorado por esa horrible criatura.

Un niño al que salvo y se llevó consigo, después de ver los restos de sus padres, lo que había dejado aquella criatura edionda de sus cuerpos, la oscuridad de la selva no le permitió verle, solos sus ojos rojos, las garras con las cuales destruyo a la criatura.

El pequeño estaba asustado, lo podía ver y, aun así, quiso acercársele, pensando que si había matado a la bestia no podía ser tan horrible, al verle bien, se sonrojo, para comenzar a seguirle.

Ese niño creció bajo su tutela, le enseño a cazar, a pelear, a disparar, todo cuanto un joven hombre necesitaba saber y esperaba que al cumplir la madurez humana pronto conociera a una doncella, o un amigo especial, que se marchara de su lado en busca de compañía humana, pero no quiso irse, nadie llamaba su atención.

Y no fue hasta que después de enfrentarse con un demonio puro, estaba tan debilitado, que comenzó a degenerarse, modificar su apariencia de a poco, creyendo que su alumno escaparía horrorizado, pero no lo hizo, en vez de eso, le ofreció su sangre, podía beber todo lo que deseara de su cuerpo.

Mu no acepto en un principio, no le haría daño a su alumno, que se cortó el brazo para comenzar a sangrar, hilos rojos desperdiciándose en el suelo del bosque, no supo en que momento lo hizo, pero termino bebiendo de su brazo, alimentándose de su cuerpo, saciando una sed que no sabia que tenía desde el primer momento en que le vio.

Aldebaran era un muchacho alto, muy fuerte, demasiado amable se dijo, por eso quiso que bebiera su sangre, pero su alumno, estaba sonrojado, abochornado, al ver la reacción que tuvo su cuerpo al ser mordido, creyendo que le reprocharía esa actitud, que le causaría desagrado.

Pero la verdad era que el también lo deseaba, siempre le habían gustado los hombres, y su toro, apodo que usaba con cariño desde que sobrepaso su estatura, era una representación de la masculinidad, era perfecto para él en cada sentido.

Esa ocasión, cuando probo por primera vez su sangre, alimentándose de su cuerpo, también fue la primera ocasión en la que pudo poseerle, que le permitió tomar todo lo que deseaba de su persona, para explicarle la mañana siguiente, avergonzado, observando en otra dirección, cualquiera menos el, que después de conocerle, de viajar a su lado, no existía nadie más, ningún humano o inmortal podría comparársele.

Y aun le gustaba verle sonrojar, que se cohibiera, siendo un hombre tan grande, lo encontraba absolutamente adorable, mucho más dulce aun, que cualquier otro amante.

—Dime lo que deseas, no quiero hacer nada que no te guste.

*****

Aspros y Defteros bajaban las escaleras subterráneas que daban a las catacumbas de un castillo derruido, donde antiguamente habitaron, siendo los dueños, los amos de aquellas tierras, antes de ser desterrados por su maestro.

Unas catacumbas que custodiaban un tesoro del mayor, un cuadro enmarcado en oro, cuya pintura deshilachada apenas podía distinguirse por ojos humanos, pero la memoria inmortal podía ver una figura, de un hombre joven, de mirada adusta, que le habito cuando el era el amo y no el sirviente.

Un conejito amarillo, que también era muy escurridizo, comprendiendo entonces porque le gustaba tanto el hermano menor, porque lo selecciono apenas pudo ver su fotografía, dejándole Minos a Defteros, porque ese muchacho ya había conocido a su dueño, pero decidió morir, antes de aceptarlo.

Un esclavo en una tierra de vampiros que ahora pensaba tenía sangre real, favorito del amo, capturado en batalla, para ser llevado a sus aposentos, un soldado de la orden recién formada, un hombre de fe, que a la primera oportunidad huyo saltando desde su balcón más alto, condenando su alma al infierno, pero parecía que este infierno, se lo había regresado.

—Así que el conejito escurridizo por fin cayo en la trampa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).