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Los demonios de la noche. por Seiken

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Defteros había aprendido bien, él era el amo, él mandaba sobre su avecilla blanca, que intentaba soltarse, retorciéndose debajo de su cuerpo, luchando por liberarse, sin comprender que era inútil, o en todo caso, comprendiéndolo y, aun así, parecía no importarle.

—Me prometiste no pelear conmigo en ese carruaje...

Le recordó acomodándose entre sus piernas, abriendo sus muslos con los suyos, usando su fuerza, la que de ser un humano de todas formas sería superior.

Sosteniendo las muñecas de Minos junto a su cabeza, riéndose al verle tan desesperado, su cabello blanco regado en su almohada, su miedo dándole un toque exquisito a su aroma corporal.

Siempre le había gustado la sangre y el miedo, un aroma familiar que reconocía de su niñez, una llena de vacíos hasta que mató al primero de ellos, que hizo llorar a su hermano, el que era toda perfección, como su avecilla.

—Pero si peleas, de todas formas, no me molesta, así sé que sigues con vida.

Minos detuvo sus intentos por liberarse y trato de pensar con claridad, ignorar la pesadilla constante que había sufrido el año pasado en manos de esta criatura, diciéndose que se trataba de un salvaje, un hombre primitivo, su hermano era el cerebro, quien lo controlaba.

Tal vez él podría lograrlo, controlar al salvaje Defteros que deseaba ser su amo, quería que le obedeciera, de alguna forma, creía que estaba haciéndole un favor, el transformarlo en una criatura inmortal, encerrarlo en su celda.

—¿Qué te pasa?

Quiso saberlo, lamiendo su yugular, que de nuevo sangraba debido a los forcejeos de su avecilla, disfrutando de su sabor, su piel suave contra la suya.

—¿El miedo ya no te deja moverte?

Defteros parecía encontrar divertido su miedo, besando su cuello, restregando su hombría despierta contra la suya dormida.

—No me gusta el dolor...

Le avergonzaba decir eso, era un hombre considerado sádico, un juez temido hasta hace unos años, siempre era quien iniciaba una relación, cualquier clase de contacto, Lune era su sirviente más amado, y ahora, se encontraba debajo de un demonio, siendo el su esclavo, diciéndole que no le gustaba sentir dolor si podía evitarlo, con tal de que su amo, no lo dañará.

—¿Que me darás a cambio para no sentirlo?

Defteros de pronto parecía muy interesado, deteniendo sus movimientos sobre su cuerpo, esperando una respuesta.

—¿Que deseas?

Deseaba que bebiera su sangre, pero su hermano tenía razón, como siempre, si lo transformaba en esa tierra, tendrían que vivir en ella, como ellos que traían consigo un poco de su lugar de nacimiento siempre, en un collar que guardaban como uno de sus tesoros.

La mansión de los Walden era el sitio perfecto desde donde podían comenzar su venganza, era el lugar que sus compañeros conocían, donde había nacido cada uno de los suyos, era justo, que allí también dieran su último latido como humanos, su última bocanada de aire, que renacieran en su hogar.

—Prefiero escucharlo de tus labios, saber de qué eres capaz, avecilla.

Minos trataba de mantenerse controlado, su corazón casi saliéndose de su pecho, causándole dolor debido a la falta de sangre en su sistema.

Estaba tan cansado, que apenas podía moverse, mirando los ojos de su amo con detenimiento.

Defteros estaba interesado en escuchar que tenía que decirle, que deseaba ofrecerle a cambio de su vida, su sumisión.

—He tenido muchos amantes, sé cómo complacerlos, podría intentarlo contigo.

Fue su respuesta, notando la molestia de su amo, del vampiro que le trataba como una mascota, una avecilla.

—Podría brindarte placer, si a cambio yo no tengo que sentir dolor...

Defteros sonrió entonces, era eso lo que deseaba, que su avecilla se entregará a él, que le amará, pero, sobre todo, que aceptará su pasión.

—Muéstramelo Minos, enséñame cuánto placer podrías darme, a cambio de no volver a sentir dolor.

Respondió quitándose de encima de su cuerpo, sentándose a su lado, ansioso por ver que podía darle su avecilla.

Que se levantó con lentitud, quería darse un baño, tenía hambre, estaba cansado, pero trataría de convencer a esa criatura de no lastimarlo más, necesitaba recuperarse.

Y si Defteros dejaba todas esas marcas seduciéndolo mientras estaba sedado, no quería saber que podía hacerle si trataba de lastimarlo.

—Enséñame para que sirven esos labios y esas manos, estoy cansado de compartir mi lecho con un cadáver.

Minos trago un poco de saliva, saliendo de la cama, con demasiada dificultad, hincándose frente al vampiro que se sentó al borde, completamente desnudo.

Compartir el lecho con un cadáver, debería decir violar a un hombre inconsciente, porque ahora deseaba forzarlo mientras estuviera despierto, haciéndole odiarle mucho más.

Recordando todas las veces que Lune había hecho eso para él, su fiel Lune, su amado Lune, que jamás habría puesto en riesgo de saber lo que había en ese oscuro pozo sin fondo, esa cueva de pesadilla que albergaba a este demonio de ojos azules.

—Haré lo mejor que pueda...

Susurro, no sabía de donde había llegado eso, porque trataba de asegurarle que haría lo mejor, tal vez, porque las uñas de Defteros estaban afiladas, sus colmillos nunca desaparecían de su boca, tal vez, siempre había sido así.

—Eso está por verse, avecilla.

Le respondió, abriendo sus piernas de par en par, para darle cabida entre ellas, esperando que cumplieran su palabra.

Minos sabía que era el quien lo atacaba de noche, que marcaba su piel con sus garras, no sabía si lo hacía apropósito o si era parte de su pasión.

Su sexo estaba erguido entre sus piernas, era grande y un poco oscuro, naciendo en una mata de vello del color de su cabello, tan enmarañado como este, dándole una apariencia desagradable.

Lune era más claro, su vello era blanco, siempre pulcro, pendiente de sus deseos, en especial, porque su amante estaría hincado frente a él, con una sonrisa, esperando recibir un cumplido.

—¿Qué esperas?

Le pregunto, recargándose en la cama, no le ayudaría, Minos le había prometido placer, tenía que dárselo, además, era su mascota, estás obedecían a sus amos, ese era su papel.

—Jamás... jamás he hecho esto con nadie...

Quiso explicarle, antes de que Defteros perdiera la paciencia e intentará forzar esa cosa enorme en su boca, avanzando un poco más, tragando un poco de saliva.

—Se que tú eras virgen la primera vez que te tomé, avecilla, la sangre es una buena señal de eso, y aunque ese diablo te convenció de poseerle, sé que no le habías dado tu cuerpo a nadie más.

Minos volteo a verle, horrorizado, sintiendo que comenzaba a sonrojarse, pero no por la misma razón en que lo hiciera un amante, sino por su enojo y vergüenza.

El, que era el heredero de la familia Walden, el hermano mayor, estaba de rodillas frente a ese demonio que le miraba con hambre, a punto de intentar darle placer con su boca, lo que jamás había hecho con nadie más, ni siquiera Lune.

—Tu dulce apertura entre tus piernas estaba cerrada para cualquiera hasta que llegue yo, tu boca, esos labios delgados, jamás han tocado la hombría de un amante, así que si no eres tan bueno...

Minos comenzó a respirar hondo, creyendo que no podría lograrlo, mucho menos si no dejaba de hablarle de aquella forma, de mirarlo y esperar, como si se tratase de uno de los gatos de la mansión, para saltar sobre un ave.

—No te preocupes, practicaremos hasta que te salga bien.

Minos cerró los ojos y de pensar que Defteros lo mataría de negarse a él, trataría de forzarlo a ello, pero lo único que ganaría de pelear, enfrentarse con ese salvaje, era que le lastimara, de todas formas, trataría de poseerle, sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

—Practicar...

Susurro cerrando los ojos, no quería verlo, ya sabía en donde estaba y podría lograrlo, ese falo ya estaba erguido, no podía ser tan difícil forzarlo a eyacular.

—Quiero ver tus ojos, no fingirás que soy otra persona, como ese diablo, ni mucho menos actuaras como si estuvieras dormido, fuera de mis habitaciones, avecilla tramposa.

Minos abrió los ojos, sosteniéndose de las piernas de Defteros, que se limitaba a sonreír, esperando porque le complaciera, respirando hondo cuando comenzó a acariciar sus muslos, de las rodillas a su ingle, de su ingle a las rodillas, en forma circular.

Todo el tiempo observando los ojos azules de Defteros, que aguardaba con placer, esperando que comenzará su práctica.

Minos recordaba bien lo que Lune hacia con él, como lo complacía e intento imitarlo, primero tocando apenas con la punta de sus dedos el vello azul en su entrepierna, tragando un poco de saliva, obligándose a no temblar, a no dejarle ver lo mucho que le afectaba ese acto.

—No, yo soy tu mascota, eso lo has dejado muy claro, porque no soy tu compañero.

Defteros no dijo nada, su respiración cada vez más rápida, al sentir los dedos de Minos en sus testículos, sosteniéndolos para acariciarlos con lentitud, con suavidad, su mirada fija en sus manos, como rodeaban su sexo, iniciando con sus caricias.

Tragando un poco de saliva para forzarse a acercar sus labios a la cabeza de su falo erecto, que secretaba unas cuantas gotas blancas, cuyo aroma era diferente al de Lune, aunque no del todo desagradable.

El vampiro no dejaba de mirarle, relamiéndose los labios, aguardando el momento en que su avecilla le diera placer por primera vez, esta ocasión despierta, actuando por su propia cuenta, no un hombre inconsciente, inmerso en un sueño infligido por la medicina que le inyectaba ese médico.

Minos respirando hondo lamio la punta primero, sintiendo nauseas, deseando alejarse de su cuerpo, pero se controló, tratando de mantener su tranquilidad, acercando su boca al sexo de ese vampiro de nuevo, su mirada fija en la de Defteros, que no dejaba de admirarlo.

—Continua.

Le ordeno con una voz grave, sosteniendo su cabello, sin fuerza, pero empujando en dirección de su sexo, deseaba más y no se detendría hasta tenerlo, Minos seguía acariciándolo, para acercar su cabeza a su sexo, para lamerlo de nuevo, escuchando un jadeo sorprendido, después un gemido apagado.

Minos seguía observando a Defteros, acostumbrándose a la sensación de su sexo en su boca, respirando por la nariz, acariciando sus testículos, moviéndolos como si fueran pelotitas en un saco, elevando el placer del demonio en esa habitación.

Succionando esta vez con fuerza, escuchando más gemidos del hombre moreno, que no dejaba de observarle, sintiendo que su orgasmo estaba cerca, el solo ver a su avecilla de rodillas, su boca chupándolo, era más de lo que podía soportar.

—Minos...

Susurro, eyaculando en su boca, derramando su semilla en su garganta, asfixiando a Minos con ella de momento, quien se alejó para escupirla, tosiendo, llevando una mano a su boca, tratando de recuperar su respiración, escuchando como el vampiro se movía, aun mojándolo de aquella sustancia blanca.

—Ven, aun no hemos terminado.

Le ordeno de pronto, sosteniéndolo de la muñeca para lanzarlo a la cama, al colchón que ya tenía gotas de su sangre en él, en donde cayo Minos boca abajo, mordiéndose el labio debido a la violencia de su amo, que gateo en su dirección, besando su boca con hambre, lamiendo la sangre que tanto le gustaba, que le hacía sentir tan bien.

—¡Dijiste que no me lastimarías!

Quiso recordarle, pero Defteros lo sostuvo de las muñecas, su cuerpo le reconocía, llevaba un año poseyéndolo, se acoplaba perfectamente al suyo y con un solo movimiento, su hombría se empalo en su cuerpo, aun necesitaba más, deseaba mucho mas de Minos, quien jadeo mordiéndose los labios.

—Me lastimas...

Pronuncio, sintiendo su sexo en su cuerpo, el que había terminado por derramarse en su boca y parte de su pecho, de nuevo estaba erecto, en su interior, el vampiro moviéndose con fuerza, tratando de hacerle gemir.

—¡Detente!

Suplico esta vez, sintiendo que Defteros sujetaba sus muñecas con una sola mano, para buscar su sexo atrapado entre ambos, rodeándole, quería que el también sintiera placer, su avecilla siempre lo bañaba con su semilla, esta no sería la excepción.

—¡Basta!

Grito esta vez, gimiendo al sentir que el sexo del vampiro repentinamente golpeaba su próstata, riéndose al verle retorcerse, sentir el primer espasmo de su avecilla, que de nuevo trataba de liberarse, moviéndose como un pescadillo, exitandolo mucho más con ese movimiento.

—¡Te ordeno que te detengas!

Defteros no lo escucho, los amos nunca escuchaban a sus mascotas, eso lo sabia bien, porque a el nunca lo escucharon, mucho menos a su querido hermano, Minos era su avecilla, era su amante, su compañero, debía brindarle placer, aceptarlo sin quejarse, simplemente recibirle en su cuerpo.

—Por favor...

Sus gemidos iban en aumento, su cuerpo reaccionaba al suyo, ya le había entrenado, se dijo, besándole de nuevo, silenciando sus suplicas, solo quería escuchar su placer, que su avecilla se diera cuenta de que lo deseaba, al menos que su cuerpo lo reconocía como el de su amo.

—Detente...

Era mucho peor estar despierto, sentir placer con las caricias de ese vampiro que le besaba sin permitirle pronunciar cualquier sonido, apoderándose de su cuerpo, de su belleza, sintiendo como su sexo estallaba en su mano, derramando su semilla blanca entre sus dedos, al tiempo que él, con otros embistes más le invadía con su semen.

—Basta...

 


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