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Canasta de Cuentos de La Doña por MrVanDeKamp2

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El Secuestro del Perro


 


Peter Parker, un veinteañero de peculiares colores y rasgos aniñados había logrado atrapar el corazón del genio, millonario, filántropo, playboy Tony Stark.


 


A pesar de la diferencia de edades (Stark se la doblaba a Parker) la pareja se veía feliz; al tener el mismo grado intelectual, la pareja pasaba el tiempo paseando y discutiendo sobre la gran pasión de ambos: la tecnología.


 


Claramente había entre ellos una complicidad enorme, la actitud juguetona del veinteañero le daba vitalidad a la curtida del casi cincuentón. Eran comunes las bromas y las irreverencias por parte del castaño y el moreno, aunque a veces irritado, las recibía lleno de amor.


 


Convivían en el mismo ambiente intelectual, pero Stark le había enseñado a moverse en un nivel social superior al que estaba acostumbrado, y gracias a eso, el gusto de Peter se había refinado. Desde que Tony comenzó a vestirlo con grandes marcas de ropa, la joyería no había tardado en hacer su aparición.


 


Desde su anillo de compromiso hasta empezar a utilizar lujosos gemelos con sus trajes, Peter había desarrollado afición por las joyas finas.


 


Un día caminando por la Quinta Avenida, una joya lo cautivó por completo: un pendiente que podía utilizarse a modo de corbata, en forma de moño con dos borlas colgantes todo terminado en platino y con cinco hileras de diamantes, sumándole a éstos los que ya estaban incrustados en la joya.


 


El problema es que había gastado recientemente en algunos gadgets tecnológicos, ropa a medida y algunos gemelos más a su colección. Sin esperanza, regresó la mansión, donde al bajar del auto, la solución a su problema salió a recibirlo:


 


Panito, el perro bulldog de Stark salió a su encuentro ¡Eso era!


Como si de el grinch se tratara, unos cuernos ficticios aparecieron en su cabeza; aprovechando que Tony se encontraba en California y hackeó el chip del animal.


 


Se comunicó inmediatamente con Tony y le dijo que pedían 150, 000 dólares a cambio del canino. El moreno, sin dudarlo ni pensarlo, le dio acceso al dinero.


Tan pronto tuvo el dinero, hizo que el perro regresara.


 


Tony tardaría en cruzar el país de costa a costa y eso le dio tiempo a Peter para orquestar todo aquel maléfico plan.


Cuando el moreno llegó, muerto de preocupación por ver a su fiel amigo Peter lo recibió en la entrada con el animal y luciendo la nueva joya.


 


-       ¿Eso es nuevo? – le señaló el broche.


-       No te preocupes amor – Peter lo abrazó – técnicamente fue un robo.


 


---


Los cocodrilos


 


Un soleado día en París, Pietro Maximoff paseaba aburrido. Su esposo, el agente de la CIA comisionado en Francia siempre estaba ocupado, y llenándolo constantemente de regalos para tratar de llenar su ausencia.


Diamantes, y más diamantes, y recientemente un collar de esmeraldas que al parecer había tenido un trágico pasado que por cierto, no le gustaba para nada por ser “demasiado anticuado”.


Los meses pasaban y el chico comenzaba a aburrirse, su eterna soledad le llevó a pedirle un favor muy especial a Clint: el que lo dejara tener una mascota. El agente, sin tomarle mucha importancia al asunto se lo concedió.


Pero el día en cuestión, a Pietro se le ocurrió una magnífica idea al pasar delante de una afamada joyería: por fin podría deshacerse de el feo collar sin cometer ninguna locura.


Regresó a su departamento y comenzó a juntar todas sus alhajas: tenía planeado todo para el día siguiente. Entrada la madrugada, el ruido de la puerta abriéndose lo despertó. Era Clint que por fin había regresado a casa. Somnoliento lo saludó.


 


-       ¿Quieres que te prepare – un bostezo lo interrumpió – algo de cenar?


-       No te preocupes – el rubio le sonrió - ¿qué te parece si mañana te llevo a desayunar? – se introdujo a la cama y lo abrazó por detrás.


-       Mañana ya tengo planes – le respondió medio dormido el sokoviano.


-       Bueno – respiró en su cuello – entonces me toca acoplarme a tus planes.


 


Casi clareando, el celular de Clint sonó, debía presentarse inmediatamente  a la oficina. Tras un mensaje de disculpas escrito a mano, dejó durmiendo a Pietro.


El sokoviano irritado al despertar, le envió un texto donde lo citaba en la joyería a medio día.


 


Clint, apenado, lo esperaba en el mostrador del establecimiento. Él y los empleados vieron como entraba el chico cargando un curioso maletín: al parecer tenía agujeros como ventilación. Lo cual extrañó a todos los presentes. Saludó a su esposo y a los presentes.


 


Y del misterioso maletín sacó una cría de cocodrilo, exigiendo al encargado:


 


-       Quiero que me hagan una réplica de esta belleza – tranquilamente depositando al animal y sacando otra bolsa con todas su joyas - ¡Pero apúrense! ¡No será pequeño por siempre! – crispando los nervios de los encargados y del mismísimo Clint, quien siempre había tenido un temple de acero.


 


El resultado de aquella curiosa petición fueron dos cocodrilos articulados de oro: uno lleno de las esmeraldas del collar y otro cubierto de diamantes fantasía amarillos, que bien podrían llevarse como collar o broche.


 


-       Creo que jamás volveré a dejarte solo – decía Clint mientras una de sus venas en la frente se hinchaba, abrochándole el collar a Pietro sobre el traje.


-       Gracias por pagar por el capricho – se giró y lo besó – ahora llévame a Maxim’s.


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