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Sálvame por Akashi_Male

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―Y con esto, ya está―. Se escuchó un click, antes de que la impresora comenzará a trabajar―. Son demasiados documentos, no sé por cual empezar.

―Será conveniente que empecemos desde los mas viejos a los actuales―. Sugirió Katakuri, al tiempo que se acercaba al muchacho con dos tazas de café―. Pero, comenzaremos mañana, por hoy ya has tenido suficiente―. Apoyó las tazas sobre la mesa ratona, luego se acercó al pelirrojo y lo abrazó por la espalda―. No sé si te lo he dicho, me encanta tu olor.

―¿Mi olor?― La cara de Ichiji era de incredulidad.

―Si―. Metió su rostro en el hueco del cuello, para plantarle algunos besos, los cuales le erizaron la piel―. ¿Tienes hambre?― Preguntó minutos después.

―No mucha―. Se levantó, quedando frente al mayor.

―Bueno, si después tienes ganas de comer, hay algunas cosas en la alacena―. Informó, tomándolo de la mano y guiándolo al sillón, donde se sentaron―. Lo siento por no poder ofrecerte mucho, no he ido a hacer las compras―. Ladeo la cabeza ante lo dicho

―No te preocupes, me basta con estar aquí contigo―. Sonrió con honestidad.

 

Katakuri lo miró unos segundos. ¿Cómo podía ser tan adorable? A su manera, claro está.

 

―¿Te duele?― Preguntó, tocándole ligeramente las marcas en el cuello. Ichiji negó.

―Me incomodan, pero ya pasará―. Le dio un beso en la mejilla para tranquilizarlo―. Ese café huele muy bien―. Comentó antes de tomar la taza y beber un sorbo―. Y está riquísimo―. El otro lanzo una risita.

―Gracias, aprendí el arte del café con el cocinero de mi… madre―. Lo observó confuso ante su inminente silencio―. En mi familia se come mucho dulce, por lo que siempre se toma café para bajar lo empalagoso.

―Oh… En la mía se van más por el lado fino y salado, dulces no mucho―. Rio al recordar como los tenían de pequeños mientras les enseñaban a estar en la mesa correctamente.

―Has tenido una vida difícil, Ichiji…― Susurró al tiempo que le acariciaba la nuca―. No dejaré que nadie vuelva a lastimarte, nunca.

―Katakuri…

―Te lo prometo, así tenga que dar mi vida por ello―. Cerró su juramento sellando sus labios.

 

Él nunca rompía sus promesas, y esa no iba a ser la excepción. Sabía que tiempos difíciles se avecinaban, y quería que al final del camino, su amado chico fuera feliz. Se lo merecía.

 

 

En un departamento del centro de Sabaody.

 

Ya había avisado a su hermano que saldría un rato, siendo un interrogatorio lo que vino después. ´¿A dónde? ¿Con quién? ¿A qué hora volvería? ´ y demás preguntas. Finalmente, lo dejo ir, siempre y cuando le enviara un mensaje cuando llegara a casa.

Esa noche Law no iría a dormir, ya que tenia que terminar unos asuntos pendientes. Aseguró que, a más tardar, volvería al mediodía del día siguiente.

 

―Creo que ya estoy―. Se miró al espejo unos segundos, estaba vestido normalmente, pero los nervios no lo dejaban en paz.

 

Llevaba una camiseta roja con un logo en el centro color negro, unos jeans blancos, tenis carmesí y un buzo de cierre purpura.

 

Ding, dong.

 

Un poco mas y se cae sobre sus pies, el timbre del departamento si que sonaba extremadamente fuerte.

Respiró hondo, antes de atender el teléfono conectado a los timbres inferiores.

 

―Soy yo―. Escuchó la voz de Yonji al otro lado, antes de siquiera decir una palabra.

―¡Voy!― Informó y colgó.

 

Agarró su mochila, donde guardo algunas cosas, y bajo rápidamente.

Después de algunos minutos, se encontraba en la entrada del edificio. El peliverde tenía una sonrisa estampada en su rostro.

 

―Hola…― Fue lo único que dijo, no se lo ocurrió nada más.

―Hola, lamento que te invitará a salir a esta hora, pero debía ver a mi padre si o si―. Un escalofrió le recorrió la espalda al recordar el estado en el que estaba su hermano cuando volvieron de agarran las fichas que Judge les ordeno estudiar.

―No te preocupes―. Le restó importancia―. ¿Y a donde quieres ir?― Preguntó al tiempo que comenzaban a caminar.

―¿Ya has cenado?― El castaño negó―. Entonces, te invito a comer―. Le agarró la mano, cosa que hizo que el pequeño se sonrojará―. Oh, lo siento. ¿Te molesta?

―No… Para nada…― Al contrario, sentir su calor lo relajaba. Y, si, le gustaba.

―Me alegra, porque igualmente no iba a soltarte―. Sonrió, travieso―. ¿Quieres ir a un McDonalds? Realmente estoy harto de la comida preparada y de la fina, es lo único que como.

―Claro―. Asintió, ganándose otra de las sonrisas de Yonji.

―Vamos, entonces.

 

 

Hospital General de Sabaody, consultorio de Trafalgar Law.

 

Terminó de escribir los reportes que le quedaban pendientes, sólo le quedaba finalizar los informes que le mandó el director y ya estaría listo. ¿Le llevaría mucho tiempo? Esperaba que no, por raro que sonará viniendo de él, quería dormir, aunque fuera un rato.

 

Toc, toc.

 

Levantó la mirada al oir el toque en la puerta. Se paró, extrañado, porque no tenía ningún paciente y no esperaba a nadie.

Abrió la puerta, sorprendiéndose al ver quien estaba del otro lado.

 

―¡Luffy-ya!― Exclamó con los ojos abiertos, no se esperaba tal visita―. Pasa, pasa―. Tiró la puerta del todo, para que el chico pudiera entrar.

―Gracias, Law―. Sonriendo, entro al consultorio―. Lamento venir sin avisar, pero quería verte y no tengo tu número―. Dijo con nervios.

―No te preocupes, ¿pero paso algo?― Preguntó, intrigado. El pelinegro negó con la cabeza.

―No… Solo quería verte―. Sentenció, una mueca de inocencia apareció en su cara―. Espero no molestarte…― Era atolondrado, hiperactivo, siempre estaba sonriendo y mandándose las mil y una. Pero, frente a ese hombre, se paralizaba, su corazón bombeaba con fuerza, se sentía tan pequeño, y, al mismo tiempo, tan feliz cuando lo miraba.

―Estaba terminando unos asuntos pendientes, así que no―. Sonrió levemente―. ¿Has venido solo?― Interrogó con preocupación, hasta lo que sabía, lo hermanos aún estaban en peligro. Esperaba que el chiquillo no haya sido tan idiota como para escaparse por propia cuenta solo para verlo.

―No―. Señaló a sus espaldas―. Vinieron conmigo, mi abuelo me deja salir siempre y cuando ellos vengan conmigo―. Una gotita bajo por la frente de Law al ver a seis tipos vestidos de negro, con accesorios incluidos.

―Oh… Em… Muy discreto―. Comentó sarcástico―. Ahora iba a comprar algo para comer, ¿quieres quedarte a cenar conmigo?

 

Los ojos de Luffy brillaron. A pesar de que ya había cenado, era una propuesta que no podía negar. Después de todo, la comida era comida, y seria mas placentero con la compañía de Trafalgar Law.

 

 

En algún lugar del Bajo Mundo.

 

Caminaba lento y tranquilo, ese lugar era grande y los pasillos largos, parecía que nunca terminarían.

¿Su nombre? Es secreto, pero era una persona calmada y silenciosa, a tal punto que muchos aseguraban que existía una barrera a su alrededor que evitaba cualquier ruido.  

 

―Corazón, por fin has llegado―. Fue el recibimiento en cuanto entro a la habitación del alto y afeminado rubio―. Espero que tengas buenas noticias.

―…― Asintió.

 

Su linaje era de los mejores, sin embargo, era torpe. Era bueno en combate, después de todo, la sangre de los Donquixote corría por sus venas, pero era impredecible cuando se resbalaría con algo. ¿La cereza del pastel? Debido a un trauma del pasado, se quedó mudo de por vida.

 

Tic, tic, toc, tic.

 

Hizo unos ruidos con los dedos, mandando el mensaje que quería que su hermano escuchará. El hombre sonrió macabramente, claro que entendía. Su misión fue finalizada con éxito.

 

―No me arrepiento de haberte puesto en el trono, Corazón―. Se acercó a él sin miramientos―. Eres mi hombre de confianza, lo sabes ¿verdad?― Asintió―. Mi lindo y amado hermanito, mataré a cualquiera que ose lastimarte.

 

Tic, toc, tic, tic, toc.

 

―Él es otro tema, hermano―. Lo rodeo con los brazos, luego le lamió el lóbulo del oído izquierdo―. Vergo es uno de los mejores, tú lo sabes, pero…― Lo mordió, sacándole un leve gemido―. Tú eres mi consentido.

 

Toc, toc, tic, toc.

 

―¿La masacre de la familia de Dragón?― Se sorprendió un poco con la pregunta, pero dedujo que sería porque en ese entonces no se encontraba con ellos, dado que tenia algunas misiones que hacer―. No lo sé, tal vez si―. Volvió a sonreír con sadismo―. Bueno, porque eres tú te lo contare…― Se alejo del menor, yendo a sentarse a su escritorio―. Si, estuvimos involucrados, pero solo por conveniencia―. Corazón tuvo que aguantarse una expresión de completa sorpresa―. Nosotros no somos la mente maestra, solo acepte el trato porque, con ello, nuestra familia ganaría más poder.

 

Tic, toc, toc, tic, tic.

 

―Realmente no sé, nunca mostró su cara―. Alzó los hombros―. Siempre mandó a una persona bajo su mando, y, aunque sabes cómo trabajo, me pareció buen trato.

 

Toc, toc, tic, tic.

 

―Si, siento curiosidad―. Hizo una pausa, parecía que hablar de todo eso le aburría―. Pero, cumplió con su parte como nosotros terminaremos de cumplir con la nuestra, así que ya no importa tanto.

 

Tic, toc, toc, tic.

 

―Oh, cierto que no estabas aquí―. Lo miró fijamente―. La primera parte esta hecha, pero falta la segunda. ¿No es divertido?― Asintió―. Tenemos que secuestrar a los hermanos, y entregárselos.

 

 

Penthouse de la familia Monkey-Portgas.

 

―Ma-Marco…― Sus ojos permanecían cerrado al sentir el placer que lo rodeaba―. ¡M-me vengo!

―¡También y-yo!― Y, como predijeron, Ace expulso el liquido blanco entre ambos vientres, mientras que el rubio lo hizo dentro de su novio, llenándolo con su semilla.

 

Ambos respiraban jadeantes. Marco se dejó caer, ya sin fuerzas, sobre Ace mientras sacaba su miembro del interior del chico con lentitud. El castaño lo abrazo con fuerza antes de darle un beso de lleno en el hueco del cuello.

 

―Te amo, Marco―. Fue lo primero que dijo, el mencionado, con la cara aun escondida, sonrió.

―También yo―. Levanto la cabeza y le plantó un fugaz beso en los labios―. Será mejor que nos duchemos―. Hizo amago de levantarse, pero la mano de su novio lo detuvo.

―Marco…― Susurró―. Si algún día algo llega a pasarme, no llores por mí. Si un día ya no estoy en este mundo, lo único que deseo es que seas feliz―. El rubio lo miró con sorpresa ante esa declaración, tomándolo de las manos con un poco de fuerza.

―¿Qué estas diciendo? ¡¿Por qué me dices esas cosas?! ¡No hables como si fueras a morir!― Lo que Ace dijo lo exalto de sobremanera―. ¡¿Por qué sales con esas cosas?!

―Lo siento, no era mi intención…― Se disculpó con una mirada triste, a continuación, se acarició el pecho―. Es que, de la nada, me agarró mucha angustia, y mi corazón se siente pesado―. Explicó―. Tengo un mal presentimiento, y sentí que debía decirte eso, por si algo malo llegara a pasar.

 

Marco le agarró ambas manos, esta vez con suavidad.

 

―Nada pasará, Ace―. Le beso los labios―. Yo te protegeré, ¿vale? Así que no pienses cosas extrañas―. El chico asintió, no muy convencido. Pero, tampoco era cuestión de lastimar a su novio.

―Vale.

 

 

 

Continuará…


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