CAPÍTULO 2:
MOTIVOS Y CULPAS
Apenas terminó en el interior del menor salió de él, soltó aquel frágil cuerpo dejándolo caer sobre las frías y pulcras baldosas del baño, se levantó, acomodó sus ropas y se marchó… no quería verle, no lo soportaría
Salió de los baños de su facultad encontrándose con un silencio y tranquilidad total, dándose cuenta como todos los estudiantes de ingeniería civil se habían marchado ya, tomó su bicicleta del estacionamiento y retomó el camino a su casa como antes de que ese joven de cabellera plateada se interpusiera en su campo visual, antes de que esa cabellera plateada despertara sus más bajos y oscuros instintos.
Ya había oscurecido, la brisa nocturna le golpeaba directamente en el rostro, refrescándolo, estremeciéndole, haciéndole recordar lo vivo y muerto que se encontraba.
Miró el cielo y se percató de como aquel astro terrestre lo adornaba.
Se apreciaba por completo la circunferencia de aquel cuerpo plateado, alumbrando y otorgando vida a la oscuridad de la noche, tan hermosa y tan única, tan bella y sublime, con un brillo y maldad ocultos tras su silueta.
Era luna llena.
Apretó el manubrio entre sus manos.
Esa luna solo le recordaba a él, por culpa de ese hombre aprendió a odiar a la luna, ese hombre le dañó, lo rompió, ese hombre lo llevó a dañar a aquel chico de ojos verdes… aquel hombre era su más grande y oscuro secreto de su pasado, su mayor desdicha, la desgracia más grande de su vida, por aquel hombre odiaba las noches, aborrecía a la luna…
Maldecía y corrompía aquel joven de ojos verdes cada día que podía.
Porque ellos tres compartían algo… porque ellos tres eran acreedores de ese hermoso color plateado.
Se detuvo a dos manzanas de su casa y nuevamente miró el cielo… recordando a ese hombre que lo convirtió en lo que era ahora… ese hombre era el responsable de sus acciones.
Aun recordaba aquellas tardes que pasó a su lado, esos largos días de entrenamiento, la felicidad que su presencia le causaba… pero aún estaba el dolor de aquella noche…. Aún recordaba el sufrimiento de los días siguientes.
Recordó al joven de ojos verdes… sabía que ese joven no tenía la culpa, que él no le había hecho ningún daño, pero era su acento, su cabello, su temperamento… se parecía tanto a su antiguo maestro que descargo todo su odio y rencor acumulado en él, le hizo tanto daño a aquel joven e inexperto cuerpo como se lo hicieron a él… pero ese joven era inocente… y él Yamamoto Takeshi era culpable… culpable de haber amado…. Culpable de fijar sus ojos en alguien que ya tenía dueño, en tocar lo que jamás debió de haber profanado… y pagó el precio…
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Llegó tarde a casa, como de costumbre su padre le preguntó dónde había estado, y como era costumbre mintió, diciendo que había tenido reunión con el equipo de beisbol.
Se preguntó cómo es que había cambiado tanto, como podía ser tan diferente a lo que era antes, a lo que aparentaba…
Subió a su habitación, tomó los planos que yacían en su cama y los acomodó sobre el restirador, mentalizando que el día de mañana tendría que madrugar para terminar con aquellas instalaciones y estudios topográficos.
Se recostó sobre el colchón, mirando el techo, recordando y reprochándose nuevamente por dejarse llevar, por caer bajo sus impulsos y deseos de venganza, por ser tan débil para dañar a aquel joven de ojos verdes…
El sueño comenzó a acariciarlo, recordándole que es humano, y el cansancio estaba pasando su factura, entre las clases, visitas de obra, el deporte y su reciente actividad sexual, su cuerpo le pedía a gritos un descansó, y sin pensarlo mucho… se dejó vencer.
Cerró sus ojos, disponiéndose a descansar, mientras su subconsciente le jugaba una mala broma, mientras en su memoria recordaba y revivía en sueños a aquel hombre, aquel día….
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Squalo jamás lo engañó, desde un principio le dejó en claro que tenía pareja, que aquello estaba mal, que un muchacho como él no debía fijarse en un hombre tan mayor, tan vicioso e inmoral, pero en cambio, como un ingenuo, le miró y se enamoró de su maestro.
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-Muchacho idiota… Si Xanxus se entera te matará, en el mejor de los casos-
Y como un idiota continuo besando aquellos labios, continuo tocando aquel cuerpo, se adentró en aquel ser que tuvo la cortesía de advertirle.
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-Mocoso… tienes que dejar de venir-
-¿Por qué sigues viniendo tú?-
-Porque yo perdí el miedo a morir hace mucho tiempo-
Nuevamente continuaron besándose, en la habitación de aquel hotel, dentro de aquellas 4 paredes que eran sus confidentes, el refugio de ese par de amantes.
Todo iba bien dentro de aquellas… pero fuera de estas nada estaba bien…
Ese hombre, los descubrió, como era de esperar… y como obvio… los hizo pagar…
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Despertó, estaba sudando, algo extraño en aquella noche de invierno, tomó su celular de la mesa de noche de su derecha, viendo la hora que este reflejaba en su pantalla
5:00 am.
En tres horas más iniciaba su primer clase, se levantó, encendió la luz y su portátil, necesitaba terminar aquellos planos topográficos que su maestro le había encargado.
Espero recargado en su silla a que su lluvia de archivos cargara, mientras vagaba por la galería de su celular, hasta toparse con aquel video, con la prueba de su más oscuro y penoso pecado, de su más cruda fantasía…
Esos 20 minutos de grabación captaban a la perfección el monstruo en el que se había convertido… se sentía miserable al ver aquellos ojos verdes en la cinta, como ese chico trataba de huir, de hacerle reaccionar y en cambio eso le excitaba mas…
Vergonzosamente… no se arrepentía… lamentablemente… ahora tenía una erección bajo sus pantalones al reproducir nuevamente la cinta.
Un italiano era el causante de su desgracia, y él era la desgracia de un italiano…
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En otra parte de la ciudad, un chico de ojos verdes caminaba, un poco ebrio, un poco roto, algo desecho.
Ya había oscurecido, hace un rato ya que el sol se había ocultado, y el apenas llegaba a casa.
Sacó sus llaves y abrió la puerta, entrando en su pequeño departamento. Todo era oscuridad total, no encendió las luces, no quería hacerlo, simplemente se recargó en la pared más cercana y se dejó caer.
Nuevamente no había hecho nada para evitar que aquel deportista le tocara. Se había convertido en su muñeco sexual que acepta sin protestar.
Su vida era un asco.
Lleno la bañera de agua tibia, se desvistió viendo las nuevas marcas de su cuerpo y se dejó caer, sintiendo aquel fluido mojarlo por completo.
En la soledad y oscuridad… volvió a llorar.